Adiós, chicas

Clavisto

Será en Octubre
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10 Sep 2013
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El otro día, hará como un mes, fumando en la puerta del bar, no sé a cuenta de qué, le dio por enseñarme fotos de cuando era joven y estaba buena. Ella no había hecho más que bajarse del coche, nos saludamos tras algún tiempo sin vernos, encendió un cigarrillo "para acompañarme" y enseguida empezó con lo de las fotos. Una tras otra fue mostrándomelas a la vez que hablaba de ellas recordando aquellos locos tiempos pasados hace veinte años. Otra vez salieron a relucir los nombres de sus amigos de entonces, todos unos golfos a los que yo también conocí pero un poco antes que ella. "Es extraño que tú y yo no coincidiéramos entonces" me dijo una vez. Bueno, yo me había salido de aquella circulación un poco antes de su entrada en ella.

Esa misma mañana, y todavía sin pasar al bar, me contó que no le iba bien con su marido y que se lo estaba pensando y esto y lo otro. Yo no dije nada y ahí quedó la cosa. Y hoy al mediodía ha venido al bar, se ha tomado cuatro o cinco cervezas y en fin...que me he quedado más tranquilo al verla irse con una de sus hijas y su "yerno", un chaval que no ha parado de hacerle carantoñas a la oronda muchacha ante el pasotismo de ella, centrada como estaba en el móvil y las tapas.

- Míralos -me dijo su madre pegada a mi, pues los dos amiguetes "de aquellos tiempos" que por pura casualidad estaban allí y nos separaban en el espacio habían salido a fumar- Tanto besito, tanto besito...Nosotros ya no estamos para besos sino para amar, ¿verdad, Kufisto?
- Hala, mama -dijo la hija
- La verdad -respondió

En eso que entró uno y no remoloneé para ir a atenderle. Pronto llegaron más, los fumadores volvieron a sus puestos y cubrí los espacios en blanco de cualquier manera. Luego, casi que con su marcha, no hubo necesidad de inventarse las respuestas porque ya fue un no parar hasta las cuatro de la tarde, cosa rara porque la cosa está de capa caída, como de tiempo para mirar fotos antiguas.

- No me mires así -había dicho con ganas, fija la mirada, la boca entreabierta, una vez que por educación le miré el balcón de sus berzazas colganderas al salir de la barra. Sonreí. Error. Se lo creyó. Y después insistió un par de veces más. Oh, Dios...¿por qué no soy más cabrón con la gente? ¿por qué intento hacer que todo el mundo se sienta bien, que cada uno se lleve de mi lo que espera?...-

Ser camarero ha sido mi mayor tragedia.

Dos tías fueron a sentarse a una mesa en compañía de un maromo. Estaba poniendo unos cafés pero las reconocí nada más entrar. Hace tiempo, hará quince o más años, formaban parte de un grupo de chicas muy celebrado por entonces tanto en nuestro bar como en los que fueran cayendo. Eran los días del "Loba" de Shakira. La cantaban bailando a voz en cuello y se reían entre ellas. Hoy, por lo visto, sólo quedan estas dos. Una, por entonces tremenda, fuerte, grande y carnosa como un chuletón de Ávila en su punto, ahora se asemeja a su cetácea madre a pasos agigantados, pues yo conocí a la madre cuando era chico, esa mujer que ninguna otra se explicaba como había sido capaz de enganchar al pedazo de simpatiquísimo marido que tenía, un malnacido para todo aquel que lo conociera tan bien como lo conocí yo. La otra, la rubia, la más loca de todas ellas, estaba igual en apariencia, es decir, tan apetecible como un salpicón de marisco a ojos de un experto cocinero. Y quedaba claro que el chico, su novio, su definitiva cosa "seria", su cabeza sentada sobre una grávida nómina, su puerta estelar, podía haber sido cualquier cosa menos cocinero antes que el cartujo que muy pronto llegará a ser.

Poco más tarde llegó el de la otra, uno más grande pero de similar aspecto, y allí se quedaban los dos acompañados por sus cafés con leche cuando me fui.


En la puerta me encontré a las dos fumando y hablando entre risas.

- Adiós, chicas
- Adiós, Kufis
 
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