Republicano
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En efecto, de lo que había a principios del siglo XIX solo quedará un 10%, pero porque en el siglo XVIII Sevilla era una ciudad plagada de edificios religiosos procedentes de la contrarreforma (y de ahí la importancia del barroco sevillano) y por otro lado, una ciudad inmunda superpoblada en intramuros, con callejuelas estrechas y sin apenas plazas. Salvo la Alameda de Hércules, la plaza más grande de toda la ciudad era la de San Francisco. El siglo XIX, con las nuevas ideas liberales, se empleó en ampliar las calles del caserío antiguo y a cambiar las infraviviendas que ocupaba todo el centro histórico en casas de cierta calidad. Y esa Sevilla del siglo XIX y sus casonas señoriales es lo que nos ha llegado y el gran atractivo de la ciudad.En cuanto a la belleza de la ciudad histórica y su monumentalidad, para los que somos sevillanos es sangrante el pensar en todo lo que se ha derribado desde la invasion francesa hasta casi hace dos días. De hecho, hay estudios que dicen que nos ha llegado menos del 10 % de lo que era la ciudad a principios del siglo XIX. Con esto no quiero decir que se debía de haber preservado todo, pues evidentemente todas las construcciones no eran de interés, pero claro... si en su lugar se levantan cajas de zapatos gigantes como ha pasado reiteradamente...
La gigantesca cantidad de conventos con sus correspondientes iglesias que tenía la ciudad (en torno a 100 en el siglo XVIII) nos habrá llegado como una tercera parte y de sus iglesias otro tanto igual. Una gran parte de ellos pasó a ser cuarteles militares, otros casos como el de la foto de la calle Gerona (convento de las Dueñas) fue demolido y convertido en viviendas y la mayor parte de los desaparecidos lo fue durante el desarrollismo franquista.
Lo que sí que hubiera sido impresionante que se hubiera conservado de antes del siglo XIX es la red de edificios religiosos que había (quedan muchos, pero también se han perdido muchas joyas), los soportales, que la ciudad estaba llena de ellos, y tan solo queda una mínima muestra en el Salvador y algunas columnas de ellos incrustadas en edificios de la calle Francos y la plaza de los Terceros, o algunas callejuelas que hoy día serían una autentica gozada pero que pasaron a mejor vida porque entonces eran callejuelas inmundas llenas de delincuencia como lo que era la cuesta del Rosario, hoy una de las calles más anchas del centro histórico y en otros tiempos una callejuela llena de escondrijos.