Tokio, bajo la ilusión de que las cosas son normales, mientras Fukushima continúa siendo zona de guerra
Ya estamos en otoño. Y a pesar de la creciente sensación en el área metropolitana de Tokio de que las cosas van bien - con los servicios de tren recuperando los horarios de antes del desastre y el pesar que volvimos a sentir sobre nuestro consumo excesivo de electricidad disipandose - Fukushima sigue siendo una zona de guerra.
Se informó el 7 de octubre de que el distrito de Watari en Fukushima no fue designado por el gobierno como un "punto específico de evacuación recomendada".
Al día siguiente, en una sesión de información convocada por los residentes locales en la escuela primaria de Watari, los participantes exigieron saber por qué su distrito fue excluido de la lista cuando era un lugar peligroso para los niños, a lo que un funcionario del gobierno respondió: "No es una decisión definitiva".
Mientras esta batalla tenía lugar, fui a visitar a los residentes de Watari Chieko Tanji, de 64 años, y su esposo, Hiroshi, de 63, para escuchar sus batallas personales con la radiación y la descontaminación.
Una vez a la semana, la pareja, que regenta un café en el distrito, se pone la ropa de trabajo de manga larga y las máscaras contra el polvo 3M-Sumitomo para escanear su propiedad en cuanto a altos niveles de radiación, utilizando un contador Geiger fabricado en Estados Unidos y un dosímetro de radiación hecho en China.
Los Tanjis encuentran a menudo altos niveles de radiación en las alcantarillas, y raspan la suciedad y el polvo acumulado. Suben al tejado, que barren con una escoba, y eliminan la sarama y las hojas que se han depositado en las cunetas. También recortan diligentemente la vegetación en el patio de su casa, que antes de la catástrofe nuclear habían permitido crecer libremente.
"Nos gustaría poder contar con el gobierno para hacer algo, pero nos hemos dado cuenta de que no podemos esperar a sus instrucciones. Tenemos que escuchar lo que otra gente tiene que decir, hacer nuestra propia investigación, y tomar nuestras propias decisiones ", dijo Hiroshi. "Creo que van a pasar 100 años antes de que todo esté limpio de nuevo. Por el momento, estamos más buscando la posibilidad de descontaminar que realmente emprendiendo la descontaminación, pero ponemos nuestra fe en esa posibilidad, incluso si es sólo del 1 por ciento".
Yo trabajé en Fukushima en el pasado, que fue cuando entré en contacto con los Tanjis. Pero eso fue hace ya 17 años, y sólo a través del libro recién publicado, "Crónica de Fukushima," me enteré de lo que les sucedió después de los desastres triples del 11 de marzo.
El libro continene un registro de conferencias sobre el desastre nuclear y siete entrevistas, entre ellas una con la familia Tanji. El guitarrista y compositor Otomo Yoshihide, de 52 años, que ha compuesto música para películas y series de televisión, tanto en Japón como en el extranjero, actuó como conferenciante y entrevistador. Después de haber pasado su juventud en Watari, el apego emocional de Otomo a la zona atraviesa el libro tan claro como el agua.
Al final resultó que la familia Tanji había sido destrozada. El libro ofrece un vívido relato de los Tanjis enviando a la esposa de su hijo y su niño lejos de Nagoya el 14 de marzo, justo antes de las explosiones en la planta de energía nuclear que propagaron materiales radiactivos por todas partes.
Entre los otros que aparecen en el libro está Shinzo Kimura, de 44 años, un experto en Higiene de las Radiaciones, que renunció a su puesto en un instituto de investigación bajo la jurisdicción del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar Social, cuando le prohibió una investigación inicial sobre el desastre, y de inmediato se puso a trabajar en la zona devastada. También aparece en el libro el galardonado poeta residente en Fukushima Ryoichi Wago, de 43 años, cuyo Tweet: "Está lloviendo radiación. Es una noche tranquila,." Recibió una respuesta masiva.
Las entrevistas se dirigen todas hacia Tokio. El mensaje principal lo resume Otomo cuando dice: "Ven aquí y mira la realidad".
Watari llamó la atención la primera vez cuando se encontró un nivel de radiación 24 veces la permitida por el gobierno central en los patios de recreo de una zona de juegos infantiles allá por mayo. La semana pasada, aparecieron informes de que había 300.000 bequerelios de cesio radiactivo por kilogramo en la tierra del distrito. Esta cifra también supera con creces la cantidad máxima permisible establecida por el gobierno.
Los caquis que crecen frente a la cafetería de los Tanjis, Fu a boku (viento y árboles), se han vuelto de tonalidad naranja. Ha habido una abundancia inusual de fruta de este año, pero se les han encontrado 176 bequerelios de cesio radiactivo por kilogramo. Las flores púrpura claro que adornan una mesa en el interior del café fueron recogidas por la pareja en la ciudad de Yonezawa de la prefectura de Yamagata .
De la máxima urgencia ahora es la evacuación de niños, la descontaminación, y la instalación de monitores de becquerelios para medir los niveles de radiación en los alimentos. Pero mientras tanto, en Tokio, estamos hablando de crecimiento económico y de la exportación de tecnología nuclear, como si lo que está pasando en Fukushima fuera, en cierto modo, irrelevante para nosotros. Esto, creo yo, está simplemente equivocado.
Tokyo under illusion that things are normal while Fukushima remains a war zone - The Mainichi Daily News