Ni siquiera la URSS consiguió la autarquía.
El progreso gradual hacia una economía más grande en cualquier sistema de producción lleva a un aumento significativo de la interdependencia entre los distintos aspectos de la producción. Esto significa que los procesos de diseño, suministro y fabricación se extienden a nivel internacional, y tener acceso a una red global de producción se vuelve crucial para mantenerse competitivo. En la actualidad, esta red está dominada por el capitalismo y su principio fundamental, la ley del valor.
La Unión Soviética, a través de sus líderes, fue la primera en intentar alterar radicalmente este sistema productivo establecido, buscando dejar una marca en la historia. Al principio, su enfoque en la planificación económica parecía demostrar una superioridad sobre otros modelos de producción, generando un rápido crecimiento económico que situó al país en un nivel de ingresos medio. Sin embargo, la incapacidad de su sistema para integrarse con las redes de producción globales limitó su capacidad de crecimiento. A pesar de su vasto territorio, la Unión Soviética experimentó un estancamiento económico a largo plazo y un aumento en la explotación de recursos destinados a mantener una paridad militar con los Estados Unidos, una estrategia que resultó ser insostenible con el tiempo.
Las élites chinas tomaron nota de esta situación y se propusieron crear un modelo económico híbrido que pudiera integrarse de manera efectiva en las redes globales de producción mediante la generación de valor a nivel internacional. Su enfoque ha tenido éxito, permitiéndoles alcanzar un rápido desarrollo económico que los ha llevado a liderar en numerosos campos tecnológicos en la actualidad.