Dr Polux
FEOfobo & CALVOfobo
Cadáveres rusos a las puertas de Limán: "Esto fue un infierno"
La nueva derrota de las tropas de Vladimir pilinguin permite al ejército ucraniano avanzar para liberar los territorios de Donbás capturados desde febrero
Los cadáveres de los soldados tirados en el asfalto eran un símbolo de la nueva debacle sufrida por el ejército ruso. El primer cuerpo se encontraba sobre el arcén, alejado del convoy que sufrió el ataque. Como si hubiera intentado huir. Le faltaba un pie.
Más adelante había otros siete. Dos de ellos abrazados. Otro tendido con la cara contraída y los puños cerrados. Y un último a decenas de metros, en mitad de la carretera.
La mayoría de los siete vehículos, varios Ladas y dos furgonetas, habían quedado reducidos a chatarra retorcida. Estaban rodeados de los enseres y equipos de los militares. Minas antitanque y balas regadas por el suelo, junto a una mano cercenada.
Los despojos humanos se añadían a los restos de material bélico que habían dejado los rusos en su repliegue. Tanques calcinados, cajas de municiones, cohetes sin disparar, trincheras vacías y carteles que proclamaban "Rusia y Donbás, para siempre".
Dentro de la población de Donetsk capturada en mayo por las fuerzas armadas de pilinguin, los escasos residentes de los 22.000 habitantes iniciales que no habían huido, se atrevieron a aventurarse por las calles dominadas por la devastación.
"Los rusos se fueron el sábado. Comenzaron a prepararse al mediodía y escaparon por la noche. De nuestra calle salieron tres tanques con un montón de soldados encima. No tenían camiones para huir. Conté 25 en cada uno", explicó Yaroslav Koushakov, de 16 años, un chaval que recorría a media tarde en bicicleta el centro de la villa.
Circular entre Járkov y Limán es viajar entre un paisaje de desolación abrumadora, dominado por la destrucción, pero también captar una imagen reveladora de la significativa derrota que ha sufrido Moscú, primero en Izium y después en la citada Limán.
El desastre ruso se produce a las pocas horas de que Vladimir pilinguin proclamara con toda la pompa que territorios ocupados como el de Limán eran ahora parte de Rusia, lo que explica lo alegórico que es este fracaso militar, que además abre la puerta al ejército de Ucrania al resto de las zonas de Donetsk y Lugansk -las dos provincias de Donbás- controladas por Moscú en los últimos meses.
"Las fuerzas armada ucranianas están comenzado a dictar su voluntad y no sólo contraatacan. Están comenzando a cambiar el rumbo de las hostilidades", declaró un portavoz militar ucraniano, Serhii Cherevaty.
Sin embargo, lo que se anticipaba como un cerco en el que podían haber quedado atrapados 5.000 soldados rusos parece haber derivado en un repliegue acelerado de estos últimos, aunque los propios militares ucranianos admiten que se sigue combatiendo en los alrededores de la ciudad.
"La situación no está totalmente controlada. Los rusos siguen escondidos en los bosques. Acaban de destruir dos de nuestros blindados", precisaba un soldado ucraniano que inspeccionaba los cuerpos de varios de sus adversarios.
La sucesión de éxitos ucranianos ha permitido la reapertura de la conexión terrestre entre Járkov y Donetsk. La autopista que conecta Izium con Sloviansk es otro museo de carros de combate y vehículos rusos reducidos a metal quemado. Los tanques desventurados han quedado inmovilizados en los campos de girasoles o en los laterales de la ruta. Decenas de ellos, calcinados, se hacinan en un puesto de vigilancia ucraniano a la salida de Izium.
Las poblaciones que se alinean entre esta última localidad y Limán son una sucesión de escombros y ruinas, donde malviven una parte mínima de sus habitantes. Un espectáculo donde los habitáculos indemnes son una rareza.
"El 80% de la gente se ha marchado. Esto fue un infierno", relataba Sergei Teslenko en la aldea de Oskil. A su lado, su amigo Oleg Chernyav se abrazaba llorando a su hija Oksana que acaba de llegar a la casa procedente de Kiev.
"Llevaban seis meses sin verse", agregó Sergei. Todo el tiempo que el área permaneció bajo la férula de Moscú.
Las carreteras embarradas que cruzan la zona son un continuo trasiego de tanques, camiones y jeeps del ejército ucranianos.
La calma que parece haberse instalado tras la retirada rusa ha permitido el tránsito de los vecinos que se dedican a rescatar lo que pueden de las montañas interminables de cascotes que antes eran viviendas.
Olga, de 56 años -no quiere dar su apellido- arrastraba una carretilla repleta de troncos de madera junto a otros dos vecinos. "Es la única manera que tenemos ahora de cocinar o de calentarnos. Llevamos meses sin gas, electricidad ni agua", indicó.
Varios kilómetros más adelante, Pavel Slyschenko, mostraba lo que queda de su casa. El habitáculo fue alcanzado por 5 obuses que derribaron parte de los muros. Todo eso mientras el ucraniano de 48 años permanecía escondido junto a su hermana, su mujer y su hijo de 10 años, en el sótano.
"Hemos tenido suerte. Se cayeron los muros pero no se quemó", asegura con la resignación de quienes no entienden de geoestratégica ni conflictos.
Lo dice además porque otras dos edificaciones que había construido en su finca sí que ardieron cuando los rusos ocuparon el área en mayo.
"Aquí sólo queremos la paz. Estamos hartos de guerras", le secunda Sergei Teslenko.
Cuando Teslenko habla en plural lo hace porque Limán ya fue escenario de otra confrontación en 2014, cuando cambió de manos en dos ocasiones. Primero fue capturada por las fuerzas separatistas apoyadas por Moscú, que huyeron más tarde ante el empuje de los soldados de Kiev.
Las redes sociales ucranianas han interpretado las derrotas de las últimas semanas como una revancha local por los reverses que sufrieron sus soldados ese año, especialmente en el cerco de Iloviask, que marcó la entrada masiva del ejército ruso en Ucrania.
De hecho, cuando el máximo responsable de Lugansk, Serhii Gaida, alertó el sábado sobre la presencia de miles de soldados rusos supuestamente atrapados en Limán, los internautas comenzaron a festejarlo y recordar el trágico final de Illoviask, donde los uniformados de Moscú no respetaron un acuerdo para el repliegue de sus enemigos y mataron a decenas de ellos.
Timur Knysh luchó en Iloviask y fue uno de los últimos que intentó escapar del área. De los 50 soldados que tenía a su cargo sólo sobrevivieron 24. A muchos de los que fueron heridos, los remataron más tarde, dice.
Al final, Knysh fue capturado con otros 117 miembros del Batallón Donbás, uno de los que peleó en esa confrontación. Pasó medio año en la guandoca. Allí sufrió todo tipo de abusos. "Perdí 20 kilos. En dos ocasiones nos hicieron cavar lo que se suponía que eran nuestras tumbas. Al final resultaron ser letrinas. No paraban de humillarnos", recuerda.
Pero Knysh disentía profundamente de quienes exigían que Limán se convirtiera en una carcinería de soldados rusos similar a la que se registró en Iloviask con los ucranianos.
"Tenemos que demostrar que somos mejores. Esta es una victoria moral y se ha logrado siguiendo las leyes de la guerra", explicó.
La nueva derrota de las tropas de Vladimir pilinguin permite al ejército ucraniano avanzar para liberar los territorios de Donbás capturados desde febrero
Los cadáveres de los soldados tirados en el asfalto eran un símbolo de la nueva debacle sufrida por el ejército ruso. El primer cuerpo se encontraba sobre el arcén, alejado del convoy que sufrió el ataque. Como si hubiera intentado huir. Le faltaba un pie.
Más adelante había otros siete. Dos de ellos abrazados. Otro tendido con la cara contraída y los puños cerrados. Y un último a decenas de metros, en mitad de la carretera.
La mayoría de los siete vehículos, varios Ladas y dos furgonetas, habían quedado reducidos a chatarra retorcida. Estaban rodeados de los enseres y equipos de los militares. Minas antitanque y balas regadas por el suelo, junto a una mano cercenada.
Los despojos humanos se añadían a los restos de material bélico que habían dejado los rusos en su repliegue. Tanques calcinados, cajas de municiones, cohetes sin disparar, trincheras vacías y carteles que proclamaban "Rusia y Donbás, para siempre".
Dentro de la población de Donetsk capturada en mayo por las fuerzas armadas de pilinguin, los escasos residentes de los 22.000 habitantes iniciales que no habían huido, se atrevieron a aventurarse por las calles dominadas por la devastación.
"Los rusos se fueron el sábado. Comenzaron a prepararse al mediodía y escaparon por la noche. De nuestra calle salieron tres tanques con un montón de soldados encima. No tenían camiones para huir. Conté 25 en cada uno", explicó Yaroslav Koushakov, de 16 años, un chaval que recorría a media tarde en bicicleta el centro de la villa.
Circular entre Járkov y Limán es viajar entre un paisaje de desolación abrumadora, dominado por la destrucción, pero también captar una imagen reveladora de la significativa derrota que ha sufrido Moscú, primero en Izium y después en la citada Limán.
El desastre ruso se produce a las pocas horas de que Vladimir pilinguin proclamara con toda la pompa que territorios ocupados como el de Limán eran ahora parte de Rusia, lo que explica lo alegórico que es este fracaso militar, que además abre la puerta al ejército de Ucrania al resto de las zonas de Donetsk y Lugansk -las dos provincias de Donbás- controladas por Moscú en los últimos meses.
"Las fuerzas armada ucranianas están comenzado a dictar su voluntad y no sólo contraatacan. Están comenzando a cambiar el rumbo de las hostilidades", declaró un portavoz militar ucraniano, Serhii Cherevaty.
Sin embargo, lo que se anticipaba como un cerco en el que podían haber quedado atrapados 5.000 soldados rusos parece haber derivado en un repliegue acelerado de estos últimos, aunque los propios militares ucranianos admiten que se sigue combatiendo en los alrededores de la ciudad.
"La situación no está totalmente controlada. Los rusos siguen escondidos en los bosques. Acaban de destruir dos de nuestros blindados", precisaba un soldado ucraniano que inspeccionaba los cuerpos de varios de sus adversarios.
La sucesión de éxitos ucranianos ha permitido la reapertura de la conexión terrestre entre Járkov y Donetsk. La autopista que conecta Izium con Sloviansk es otro museo de carros de combate y vehículos rusos reducidos a metal quemado. Los tanques desventurados han quedado inmovilizados en los campos de girasoles o en los laterales de la ruta. Decenas de ellos, calcinados, se hacinan en un puesto de vigilancia ucraniano a la salida de Izium.
Las poblaciones que se alinean entre esta última localidad y Limán son una sucesión de escombros y ruinas, donde malviven una parte mínima de sus habitantes. Un espectáculo donde los habitáculos indemnes son una rareza.
"El 80% de la gente se ha marchado. Esto fue un infierno", relataba Sergei Teslenko en la aldea de Oskil. A su lado, su amigo Oleg Chernyav se abrazaba llorando a su hija Oksana que acaba de llegar a la casa procedente de Kiev.
"Llevaban seis meses sin verse", agregó Sergei. Todo el tiempo que el área permaneció bajo la férula de Moscú.
Las carreteras embarradas que cruzan la zona son un continuo trasiego de tanques, camiones y jeeps del ejército ucranianos.
La calma que parece haberse instalado tras la retirada rusa ha permitido el tránsito de los vecinos que se dedican a rescatar lo que pueden de las montañas interminables de cascotes que antes eran viviendas.
Olga, de 56 años -no quiere dar su apellido- arrastraba una carretilla repleta de troncos de madera junto a otros dos vecinos. "Es la única manera que tenemos ahora de cocinar o de calentarnos. Llevamos meses sin gas, electricidad ni agua", indicó.
Varios kilómetros más adelante, Pavel Slyschenko, mostraba lo que queda de su casa. El habitáculo fue alcanzado por 5 obuses que derribaron parte de los muros. Todo eso mientras el ucraniano de 48 años permanecía escondido junto a su hermana, su mujer y su hijo de 10 años, en el sótano.
"Hemos tenido suerte. Se cayeron los muros pero no se quemó", asegura con la resignación de quienes no entienden de geoestratégica ni conflictos.
Lo dice además porque otras dos edificaciones que había construido en su finca sí que ardieron cuando los rusos ocuparon el área en mayo.
"Aquí sólo queremos la paz. Estamos hartos de guerras", le secunda Sergei Teslenko.
Cuando Teslenko habla en plural lo hace porque Limán ya fue escenario de otra confrontación en 2014, cuando cambió de manos en dos ocasiones. Primero fue capturada por las fuerzas separatistas apoyadas por Moscú, que huyeron más tarde ante el empuje de los soldados de Kiev.
Las redes sociales ucranianas han interpretado las derrotas de las últimas semanas como una revancha local por los reverses que sufrieron sus soldados ese año, especialmente en el cerco de Iloviask, que marcó la entrada masiva del ejército ruso en Ucrania.
De hecho, cuando el máximo responsable de Lugansk, Serhii Gaida, alertó el sábado sobre la presencia de miles de soldados rusos supuestamente atrapados en Limán, los internautas comenzaron a festejarlo y recordar el trágico final de Illoviask, donde los uniformados de Moscú no respetaron un acuerdo para el repliegue de sus enemigos y mataron a decenas de ellos.
Timur Knysh luchó en Iloviask y fue uno de los últimos que intentó escapar del área. De los 50 soldados que tenía a su cargo sólo sobrevivieron 24. A muchos de los que fueron heridos, los remataron más tarde, dice.
Al final, Knysh fue capturado con otros 117 miembros del Batallón Donbás, uno de los que peleó en esa confrontación. Pasó medio año en la guandoca. Allí sufrió todo tipo de abusos. "Perdí 20 kilos. En dos ocasiones nos hicieron cavar lo que se suponía que eran nuestras tumbas. Al final resultaron ser letrinas. No paraban de humillarnos", recuerda.
Pero Knysh disentía profundamente de quienes exigían que Limán se convirtiera en una carcinería de soldados rusos similar a la que se registró en Iloviask con los ucranianos.
"Tenemos que demostrar que somos mejores. Esta es una victoria moral y se ha logrado siguiendo las leyes de la guerra", explicó.
Cadáveres rusos a las puertas de Limán: "Esto fue un infierno"
Los cadáveres de los soldados tirados en el asfalto eran un símbolo de la nueva debacle sufrida por el ejército ruso. El primer cuerpo se encontraba sobre el arcén, alejado del con
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