*Tema mítico* : Comer menos azúcar y harinas, ¿la solución definitiva al sobrepeso/obesidad? (II)

Trinitario

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Ell articulo en general esta bien, el tema es que no hace un inciso con sobre los problemas generados por el Omega 6, y que es una de las primeras causas de enfermedades degenerativas en el mundo occidental.

Lo más deseable es que la relacion Omnega3 / Omega6 o sea de 1/1
 

TomBolillo

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En un lugar de la mancha cuyo nombre no quiero...
que opináis de este pan?

Pan Proteinas 500gr Naturpan

Ingredientes:

Mezcla de proteinas (Proteina de trigo, proteina de soja) , sémola de soja, semilla de lino, semillas de girasol, harina de Soja, harina de Trigo integral, salvado de Trigo, fibra de manzana,sésamo,sal , harina de cebada de malta, lecitina de soja, diacetato de sodio. ALERGENOS: Contierne cereales con gluten, soja y sésamo, y puede contener trazas de leche, huevo, frutos secos y lupino. Ver archivo adjunto 458230
Solo veo soja, trigo, soja, trigo lloroso:
 

Karlos Smith

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Sexador de pollos

antonio estrada

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Zárágózá.
que opináis de este pan?

Pan Proteinas 500gr Naturpan

Ingredientes:

Mezcla de proteinas (Proteina de trigo, proteina de soja) , sémola de soja, semilla de lino, semillas de girasol, harina de Soja, harina de Trigo integral, salvado de Trigo, fibra de manzana,sésamo,sal , harina de cebada de malta, lecitina de soja, diacetato de sodio. ALERGENOS: Contierne cereales con gluten, soja y sésamo, y puede contener trazas de leche, huevo, frutos secos y lupino.
Hace muchos años que no como pan. Pero un día te apetece mojar en unos bemoles fritos, unos bemoles rotos sobre alcachofas con jamón (plato que os recomiendo encarecidamente) o, como en mi caso, con un paté cojonudo que traje de Andorra.

Te hace falta un paquete de semillas de lino dorado, levadura química, sal de frutas y un bote de clara de huevo.

Pon el horno a 180º. Semillas recién molidas, como si fuera harina. Sal y levadora. Añades doble peso de clara de huevo que de lino. Lo bates con un batidor o un tendor, durante un par de minutos. La harina del lino se hidrata y se empieza a espesar. Entonces le añades una cucharada de sal de frutas. Sigues batiendo. cuando notas que se empiezan a formar burbujas, lo echas al molde y al horno. 40-45 minutos depende del horno y el tamaño del pan. Sale un pan oscuro, como integral, con poco sabor pero con una textura muy agradable, sobre todo tostado.
 

Larata

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Duda rápida querido Líder ¿De qué curraba tu abuelo?
 

Icibatreuh

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Por fin, el Ministerio de Consumo avisa lo que en este hilo decíamos hace años:
Pero en mi opinión debería haber sido el Ministerio de Sanidad.

"EL AZÚCAR MATA"

El azúcar mata, campaña del Ministerio de Consumo… y lo que nos queda por ver

"
Esta es sólo una muestra más de las campañas de desprestigio que el sector agrario, si el mismo que nos ha permitido comer en cantidad y calidad durante la esa época en el 2020 de la que yo le hablo y al que nuestros políticos han calificado como esencial en ese periodo, lleva ya años soportando desde los diversos lobbies que cada vez, y eso es lo más preocupante, tienen más poder y peso sobre el conjunto de la sociedad.

Ahora le toca al azúcar. Desde Consumo, dicen que mata a 2,5 millones de personas en el mundo, el trafico rodado seguro que mata más podíamos prohibirlo también; pero también desde Hacienda ya que el agujero económico que está generando esta maldita esa época en el 2020 de la que yo le hablo lo va a solucionar la subida del IVA de las bebidas azucaradas… ole… mientras el Ministerio de Agricultura sigue plano, olvidándose quizás que el sector remolachero azucarero todavía mantiene una importante actividad tanto en Castilla y León como en Andalucía generando empleo, actividad, desarrollo rural… en la tan nombrada España vaciada…
 

antonio estrada

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Zárágózá.
Dos vascos:

- Aupa, Joseba. He hecho un curso de lectura rápida, la leche.
- Aupa. Eso sirve de algo?
- jorobar si sirve..., me he leído "Guerra y Paz" de Tolstoi, 1.900 páginas, en una mañana.
- Bien, pues. ¿Y de qué va?
- De no sé qué palos de unos rusos.

roto2

A lo que voy es a que lo mejor de este hilo está en los detalles. Entiendo que un hilo (son dos realmente) de tantísimas páginas da un poco de respeto, pero creo que merece la pena leerlo, o intentar ir dando un vistazo, sobre todo porque incluye experiencias personales que hemos ido compartiendo todos a lo largo de estos años. intento hacer una simpleza, que es resumir miles y miles de posts personales en unas pocas líneas. Esto no es más que mi visión de la esencia del hilo y seguro que me dejo miles de cosas importantes.

La gente llevamos en el mundo un cerro de años, unos 50.000. La gente tomaba miel, frutas dulces, etc, cuando aún se subía a los árboles, pero no tomaba tanto azúcar hasta hace poco. El azúcar era un producto lujoso, al alcance de muy pocos hasta la postguerra de la WWII. Los efectos del azúcar sobre la salud de la Humanidad han sido nefastos por completo.

Con respecto a la harina, sí es cierto que se toman harinas y sus derivados desde hace miles de años, pero las variedades de plantas eran otras, el proceso por el que se obtiene la harina ahora es otro, etc. Vamos, que el pan que comía un gladiador romano y el que venden en tu barrio son dos cosas diferentes. Esa barra de pan de hace 50 o 100 años, hoy costaría unos 4 o 5 euros. Y sin embargo cuesta unos 0.60 o 0.70 euros. Con la pasta sucede lo mismo. Comprar un pan o un paquete de macarrones por menos de un euro exige un proceso que abarate la producción a costa de la calidad.

El cuerpo humano tiene dos rutas metabólicas: funcionar quemando glucosa (modo standard actual) y funcionar quemando grasa (cetosis). Cambiar de uno a otro es posible si sabes cómo. Funcionando en modo cetosis hace que quemes grasa, la que ingieres y la tuya propia, por lo que, si tienes sobrepeso, quemarás tus propias grasas para sobrevivir y perderás grasas (explicado muy groseramente, ya sabemos todos que no es tan simple).

Engordar, perder peso, no es simplemente una cuestión de termodinámica (calorías que entran - calorías que salen = déficit calórico = adelgazas) porque no se es capaz de determinar exactamente las calorías que tu cuerpo realmetne aprovecha de la comida que ingieres. Cuando decimos que una manzana aporta 100 kcal, queremos decir que si la pones en un calorímetro de oxidación, en condiciones de laboratorio, la lectura de los instrumentos es: 100 kCal. Peeeero, si te la comes tú, quizá te aporte tan solo 65 y si me la como yo quizá me aporte 95. El proceso es absolutamente complejo, hay aproximaciones científicas de todo tipo, pero es indudable que las hormonas juegan un papel esencial en el "rendimiento" de esas reacciones bioquímicas. Esto no es incompatible con las leyes de la termodinámica, es solo que el rendimiento del sistema es siempre un factor crucial en cualquier sistema. Haciendo simplificaciones del tipo "una manzana son 100 kcal" se introduce un error garrafal.

Dicho lo cual. Se observa que en cetosis (tu cuerpo quema grasa como combustible) la concentración insulina y de glucosa en la sangre son más bajas. La resistencia a la insulina es mucho menor y es más sencillo llegar al peso adecuado y mantenerlo.

¿Como llegar y mantener una cetosis? Hay dos vías, una es el ayuno. Si no comes nada en una par de días, te pones en cetosis, tu cuerpo comienza a consumir grasas, las tuyas. Otra es tomar una alimentación en la que los hidratos sean la mínima expresión, entre 0 y 20 gs diarios. Habitualmente se hace una combinación de los dos. Es decir: comenzar un ayuno exigente y cuando se come, comer algo sin hidratos, con proteínas, y, sobre todo, con grasas saludables (aguacates, AOVE, carnes de buena calidad, etc).

Como ves, es un punto de vista absolutamente contrario al standard habitual que habla de 5 pequeñas comidas, con los cereales como la base de la alimentación. Aquí hablamos de menos comidas (una o dos) y en las que las grasas saludables y los vegetales verdes sean la base.

A partir de aquí hemos construído un par de hilos donde hay información para dar y vender, gente a favor, en contra, y un montón de cretinos tocando los bemoles, como de costumbre. No se trata de pontificar, yo no te voy a decir que debes comer como lo hago yo. Sólo comparto mi experiencia de más de 25 años sin comer cereales, limitando los carbohidratos, etc. Si mi experiencia te sirve y quieres probarlo, adelante. Si a ti ya te va bien con lo que haces, cojonudo, también. Enhorabuena.

Ve leyendo lo que puedas si tienes tiempo, porque hay en estos hilos información muy valiosa. Y pregunta lo que no entiendas o dudes, que quizá entre todos podamos ayudarte. Estamos jóvenes y viejos, sedentarios y deportistas, etc. un colectivo bastante variado, quizá alguien se ha visto en tu situación antes, sea la que sea.

Un saludo. Y perdón lor el tocho.
 

Ververemos

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Pues un poco al margen de lo interesante, que son vuestros resúmenes, me encuentro con esto:

"Ultraprocesado": la palabra que la gran industria quiere eliminar

Y es que ya es un clamor, y lo estan notando, y quieren actuar judicialmente, por lo que se ve, un disparate. Los ultra no ultra, yo qué sé

El País

El Comidista


"ULTRAPROCESADO": LA PALABRA QUE LA GRAN INDUSTRIA QUIERE ELIMINAR
A los fabricantes de comestibles malsanos no les gusta el término ‘ultraprocesado’ porque es difícil de manipular. Por eso intentan desprestigiarlo e incluso se plantean actuar legalmente contra quien lo use.
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Son ultraprocesados, pero no quieren que les llamen así
Son ultraprocesados, pero no quieren que les llamen así. AZERBAIJAN_STOCKERS
JUAN REVENGA FRAUCA 19/10/2020 - 07:55 CEST
Quien más, quien menos, sabe qué es un producto ultraprocesado: yo lo sé, tú lo sabes y los fabricantes también. Pero, con independencia de que haya o no una definición institucional y consensuada del asunto, -lo cierto es que no la hay- nadie le traslada a esta gama de productos ninguna característica saludable. Hasta la fecha, la industria alimentaria que elabora los productos de peor perfil nutricional ha enfrentado sus demonios con deportividad y conforme le llegaban. Incluso podríamos decir que los ha enfrentado con deleite, ya que ante dificultades y problemas ha sabido ver oportunidades, y lejos de retroceder o amilanarse, les ha sacado provecho.

Pero el término ultraprocesado es una bestia parda contra la que intuye, o más bien sabe, que no tiene nada que hacer. Por eso, la estrategia actual de las grandes corporaciones alimentarias en el panorama internacional consiste en desacreditar el término y, llegado el caso, judicializar su uso a partir de denuncias contra aquellos medios, administraciones o incluso particulares que lo usen. ¿Te parece exagerado? Un informe reciente de la fundación Triptolemos sobre el término en cuestión propone, textualmente, lo siguiente:

“Desde una perspectiva jurídica podría ser sancionable la utilización de la expresión o concepto 'ultraprocesado' por parte de las autoridades políticas o administrativas. [...] Tampoco puede excluirse que aquellas empresas cuyos productos se denigren con este calificativo entre los eventuales compradores, puedan recurrir ante los órganos judiciales para resarcirse de los daños y perjuicios causados”.

No hay olvidar los vínculos de esta Fundación con cierta industria alimentaria -solo hay que ver quienes son sus miembros-, filiación e intereses que seguramente explican la gran cantidad de huecos -tanto legales como redaccionales- que hay en ese único párrafo (recomiendo encarecidamente la valoración jurídica que ha hecho de este informe el abogado y autor del libro El Derecho en la nutrición, Francisco Ojuelos, donde pone al desnudo el informe en cuestión). Pero, ¿por qué les asusta tanto esta palabra?

La guerra de lo ultraprocesado es imposible de ganar para la industria

Hubo un tiempo en el que la industria alimentaria de carácter más industrial -valga la redundancia- fue venerada casi como una divinidad. La época de vacas obesas tuvo su origen -más o menos y con sus altibajos- gracias a dos acontecimientos coincidentes a finales de siglo XIX y principios del XX. El primero sin duda alguna, la revolución industrial, que junto con el desarrollo de los diversos medios de conservación y de producción, aportaron la posibilidad de poner en el mercado grandes cantidades -¿industriales?- de comida segura; todo ello sin la necesidad de tener que esforzarse tanto como antes.

El segundo, el advenimiento del nutricionismo, que en pocas palabras consiste en pasar de preocuparse por si se va a poder comer o no, a obsesionarse por el contenido en vitaminas u otros nutrientes de aquello que se come. Por ejemplo, dejar de preocuparse por saber si vas a tener leche para beber y focalizarse en que sea desnatada o -aún más chirriante- dar por buena una pieza de bollería industrial por el hecho de estar enriquecida en hierro. Las primeras conservas, la leche en polvo -por no hablar de las primeras fórmulas infantiles-, los alimentos fortificados con decenas de vitaminas y minerales y un larguísimo etcétera, hicieron en su tiempo las delicias de una población cuya principal preocupación era la desnutrición y la incidencia de enfermedades carenciales por falta de vitaminas y minerales. Pero esa bonanza no iba a durar siempre.

El primer soponcio rellenito para la industria llegó, más o menos, hacia los años 50 del pasado siglo XX, cuando se frenó la incidencia de las enfermedades carenciales pero comenzaron a ser visibles las conocidas como enfermedades no transmisibles. La primera en saltar a la palestra fue la enfermedad cardiovascular, le siguieron la diabetes y el cáncer... y qué decir del sobrepeso y la obesidad. Fue entonces cuando se empezó a poner de relieve el papel de aquella oferta alimentaria de carácter más industrial que, lejos de curar, podía ser al mismo tiempo causa de enfermedades.

El primer jinete del apocalipsis para el sector de los productos industriales se identificó en forma de calorías, el segundo en forma de grasa y el penúltimo en forma de azúcar. Pero lo que en primera instancia podía parecer negativo para el sector se convirtió en una oportunidad, y junto a la vieja oferta aparecieron los productos bajos en calorías o light, bajos en grasa o sin ella, y lo mismo para el azúcar. Es lo que se llama ampliación o extensión de línea y suele implicar casi siempre un beneficio para el sector: los problemas, aunque parezca un contrasentido, siempre le han venido bien a la industria, porque siempre ha tenido una respuesta comercial. Hasta ahora.

¿Cómo se le puede quitar el estigma de ser ultraprocesado a unos palitos de surimi? ¿Y a unas galletas, un aperitivo de maíz extrusionado hasta las trancas de sal y sabor tex-mex o a un yogur de fresa sin fresa? Yo te lo diré: poniendo doradas o sardinas, manzanas, nueces y yogures naturales respectivamente. Es decir, comiendo comida de verdad: de momento, para esta guerra, la industria no tiene respuesta, ya que el término ultraprocesado dificulta -cuando no impide-, la adorada y peligrosa reformulación por parte de la industria. Si te cae ese sambenito, no se le puede sacar partido, por eso el sector carga contra el término, mientras minusvalora los criterios del concepto y desacredita su uso.

A pesar de ello, y además de los estudios mencionados, tanto la OMS como la propia FAO hacen un amplio uso del término ultraprocesado dirigido a los productos alimenticios: en los documentos enlazados puedes leer la pésima consideración que estas instituciones tienen de ellos.


No sabemos que dice Nutri-score, pero son malos. UNSPLASH.COM
¿Sirve ‘ultraprocesado’ para catalogar alimentos malsanos?

En el año 2009, un equipo de investigadores con Carlos Monteiro a la cabeza, publicó una clasificación de los alimentos que tenía muy en cuenta -aunque no exclusivamente- su grado de procesamiento. Su idea consistía en encontrar un denominador común a todos aquellos productos alimentarios que tuvieran un claro perfil insano o poco recomendable. Es decir, se buscó un patrón que caracterizara a la conocida como comida basura o chatarra.

Me refiero a esos productos que se han distinguido por la conjunción de alguna de estas características: tener una importante densidad calórica -o ser bajos o sin calorías, pero al mismo tiempo aportar un escaso o nulo valor nutricional- ser altos en azúcar, sal o sodio, grasa total o grasas saturadas; en especial grasas trans, y al mismo tiempo, ser pobres en vitaminas, minerales, fibra y ácidos grasos esenciales. Así se dio con el sistema NOVA -descrito en este artículo- que fue el primer sistema en usar el término ‘ultraprocesado’. Su precisión resulta bastante llamativa a la hora de identificar basurillas nutricionales (a diferencia del abrazadísimo -por la industria- Nutriscore).

Cierto es que utiliza un procedimiento poco ortodoxo, pero funciona; justo lo contrario de lo que le sucede al Nutriscore, con un supuesto marco teórico rigurosísimo -ya no tanto si tenemos en cuenta el feo asunto del aceite de oliva- pero que cuando se lleva a la práctica, tiene más agujeros que el guión de Titanic 2. Comentamos hace un tiempo algunas de las publicaciones científicas que han puesto de manifiesto la relación entre el consumo de productos ultraprocesados con un peor perfil nutricional general y con un -mucho- peor pronóstico de salud en relación a enfermedades como diabetes, cáncer o enfermedades cardiovasculares; así como el aumento de peso y, en general, la mortalidad. Y hay muchas más investigaciones que asocian este término, en la mayor parte de los casos, a peores marcadores intermedios y peores indicadores dietéticos y de salud.

La estrategia contra el término

Desde hace unos tres años existe una corriente de publicaciones científicas encaminadas a desprestigiar el término "ultraprocesado". Uno de los autores más empecinados es el investigador Michael Gibney, de la Universidad de Dublín. A lo largo de su carrera ha recibido financiación por parte de Nestlé, Mondelez, PepsiCo, Unilever, Nestlé y Coca-Cola, entre otros, incluso en el momento de la redacción de sus trabajos. En uno de los más conocidos, Alimentos ultraprocesados en la salud humana: una valoración crítica, el padre del término ultraprocesado, Carlos Monteiro, sostiene que además de Gibney otros dos de sus autores ocultaron sus conflictos de interés con Nestlé y McDonalds.

Tirando del hilo, se puede contrastar que la prestigiosa revista donde se publica, el American Journal of Clinical Nutrition, es, desde 1952, uno de los órganos de difusión de la American Society for Nutrition, una entidad que cuenta con unos socios patrocinadores bastante especiales. Entre ellos: el Consejo Nacional de Bebidas Destiladas de los Estados Unidos, General Mills, Herbalife, Kellogg, Mars, Pepsi, Nestlé, Mondelez, la Asociación del Azúcar Norteamericana y Unilever.

En España hemos asistido a la publicación de tres escritos científicos en apenas dos meses posicionándose en contra del uso del término ultraprocesado. El primero fue el aparecido en el nº 31 de la revista del Comité Científico de la AESAN, titulado Informe del Comité Científico de la (AESAN) sobre el impacto del consumo de alimentos ‘ultra-procesados’ en la salud de los consumidores. Desconozco si es casualidad -pero desde luego no lo parece- que este informe preceda a otro centrado en la opinión del mismo Comité Científico al respecto de la validez del Nutri-score, el sistema de etiquetado frontal por el que apuesta abiertamente la industria en este momento. El resumen de ambos informes: hurras para el Nutri-score, y pulgares abajo para el término ultraprocesado. Ambos informes presentan, en mi opinión, diversas zonas de sombra e incluso incorrecciones que, evidentemente, facilitan el discurso institucional.


Son horneados, pero igual de chungos. UNSPLASH.COM
En el mes de junio, dos de los autores que más han luchado por la defensa e implantación institucional del Nutriscore en España, publicaron Alimentos Ultraprocesados. Revisión crítica, limitaciones del concepto y posible uso en salud pública. En esta revisión, redactada como parte de un contrato entre Danone S.A. y la Fundación Institut d’Investigació Sanitària Pere Virgili, S.A -Danone es uno de los más fervientes defensores del Nutriscore y ha financiado diversos trabajos de los autores de la revisión- se dice que el término ultraprocesado es reduccionista, manipulable bajo criterios subjetivos y no hay suficiente evidencia para justificar su uso. Como contrapartida, se propone el uso del Nutriscore, sistema al que se dedica un apartado en exclusiva (¡sorpresa!).

Aunque es posible que nos prohíban el uso del término ultraprocesado -y hasta que nos denuncien si lo hacemos-, siempre podremos actuar como Galileo Galilei cuando tuvo que abjurar de su propuesta heliocéntrica delante de la Santa Inquisición, y dar nuestra versión de su “Eppur si muove”. En este caso sería “y sin embargo, te enferma”.

Juan Revenga es dietista-nutricionista, biólogo, consultor, profesor en la Universidad San Jorge, miembro de la Fundación Española de Dietistas-Nutricionistas (FEDN) y un montón de cosas sesudas más que puedes leer aquí. Ha escrito los libros “Con las manos en la mesa. Un repaso a los crecientes casos de infoxicación alimentaria” y “Adelgázame, miénteme. Toda la verdad sobre la historia de la obesidad y la industria del adelgazamiento” y -muy importante- es fan de los riñones al jerez de su madre.

SU (SUPUESTO) PUNTO DÉBIL ES SU FALTA DE CONCRECIÓN
Todos aquellos organismos, fundaciones, etcétera -además de la industria de los ultraprocesados- que apuestan por poner el término dentro de un cartel de “se busca vivo o muerto”, apelan a lo mismo: a la falta de consenso en su definición. Vamos paso a paso, porque el tema no es sencillo.

Es cierto: no existe una definición consensuada a la que podamos acudir para saber qué es un “producto ultraprocesado”. De hecho, en nuestra legislación, ni tan siquiera aparece la definición de “producto procesado”: lo más cercano a esta terminología es la de “producto transformado”. Un término que procede de la traducción del inglés del Reglamento Europeo (CE) nº 852/2004. Curiosamente, a lo que en el texto en español se alude como “producto transformado” en el texto original le llaman “processed product”. Parece que existe un convenio tácito, a la hora de equiparar en alcance y envergadura a los dos términos -transformado y procesado-, como si fuesen sinónimos.

En este sentido, los términos transformado y procesado se usan desde hace tiempo por parte de un sector concreto: el que está más estrechamente implicado con la producción de alimentos.

Por ponerle cara y ojos, digamos que es el sector profesional que agrupa a las personas especializadas en ciencia y tecnología de los alimentos. En ese entorno, producto transformado o procesado ha hecho siempre referencia a la tecnología que en un momento dado se aplica a un determinado alimento, con el fin de evaluar su efecto en cuestiones de seguridad alimentaria y nutricionales (como por ejemplo, la pérdida de ciertos nutrientes o los cambios en la biodisponibilidad de otros).

Si apelamos al Diccionario de la Real Academia de la Lengua, la aplicación del prefijo ‘ultra’ a los vocablos ‘procesado’ o ‘transformado’, debería significar que las correspondientes operaciones tecnológicas se aplican en un grado extremo.

Sin embargo, la aplicación de nuevo cuño (2009) del término "alimento ultraprocesado" va más allá y se emplea -tanto en el plano científico como en el popular- para trasladar a los productos que así se denominen unas características nutricionales claramente negativas por su impacto sobre la salud. Si el adjetivo procesado -o transformado- se ha usado en relación a la aplicación de una serie de procesos tecnológicos, el término "ultraprocesado" también implica que el consumo de estos productos es poco o nada recomendable para la salud.
 

antonio estrada

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Pues todo depende. Yo, no. La fructuosa me sienta como una patada en los narices. Pero mi mujer se llega a comer una sandía de las pequeñas entera con una cuchara y tan sudamericana.
 

antonio estrada

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Pues un poco al margen de lo interesante, que son vuestros resúmenes, me encuentro con esto:

"Ultraprocesado": la palabra que la gran industria quiere eliminar

Y es que ya es un clamor, y lo estan notando, y quieren actuar judicialmente, por lo que se ve, un disparate. Los ultra no ultra, yo qué sé

El País

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"ULTRAPROCESADO": LA PALABRA QUE LA GRAN INDUSTRIA QUIERE ELIMINAR
A los fabricantes de comestibles malsanos no les gusta el término ‘ultraprocesado’ porque es difícil de manipular. Por eso intentan desprestigiarlo e incluso se plantean actuar legalmente contra quien lo use.
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JUAN REVENGA FRAUCA 19/10/2020 - 07:55 CEST
Quien más, quien menos, sabe qué es un producto ultraprocesado: yo lo sé, tú lo sabes y los fabricantes también. Pero, con independencia de que haya o no una definición institucional y consensuada del asunto, -lo cierto es que no la hay- nadie le traslada a esta gama de productos ninguna característica saludable. Hasta la fecha, la industria alimentaria que elabora los productos de peor perfil nutricional ha enfrentado sus demonios con deportividad y conforme le llegaban. Incluso podríamos decir que los ha enfrentado con deleite, ya que ante dificultades y problemas ha sabido ver oportunidades, y lejos de retroceder o amilanarse, les ha sacado provecho.

Pero el término ultraprocesado es una bestia parda contra la que intuye, o más bien sabe, que no tiene nada que hacer. Por eso, la estrategia actual de las grandes corporaciones alimentarias en el panorama internacional consiste en desacreditar el término y, llegado el caso, judicializar su uso a partir de denuncias contra aquellos medios, administraciones o incluso particulares que lo usen. ¿Te parece exagerado? Un informe reciente de la fundación Triptolemos sobre el término en cuestión propone, textualmente, lo siguiente:

“Desde una perspectiva jurídica podría ser sancionable la utilización de la expresión o concepto 'ultraprocesado' por parte de las autoridades políticas o administrativas. [...] Tampoco puede excluirse que aquellas empresas cuyos productos se denigren con este calificativo entre los eventuales compradores, puedan recurrir ante los órganos judiciales para resarcirse de los daños y perjuicios causados”.

No hay olvidar los vínculos de esta Fundación con cierta industria alimentaria -solo hay que ver quienes son sus miembros-, filiación e intereses que seguramente explican la gran cantidad de huecos -tanto legales como redaccionales- que hay en ese único párrafo (recomiendo encarecidamente la valoración jurídica que ha hecho de este informe el abogado y autor del libro El Derecho en la nutrición, Francisco Ojuelos, donde pone al desnudo el informe en cuestión). Pero, ¿por qué les asusta tanto esta palabra?

La guerra de lo ultraprocesado es imposible de ganar para la industria

Hubo un tiempo en el que la industria alimentaria de carácter más industrial -valga la redundancia- fue venerada casi como una divinidad. La época de vacas obesas tuvo su origen -más o menos y con sus altibajos- gracias a dos acontecimientos coincidentes a finales de siglo XIX y principios del XX. El primero sin duda alguna, la revolución industrial, que junto con el desarrollo de los diversos medios de conservación y de producción, aportaron la posibilidad de poner en el mercado grandes cantidades -¿industriales?- de comida segura; todo ello sin la necesidad de tener que esforzarse tanto como antes.

El segundo, el advenimiento del nutricionismo, que en pocas palabras consiste en pasar de preocuparse por si se va a poder comer o no, a obsesionarse por el contenido en vitaminas u otros nutrientes de aquello que se come. Por ejemplo, dejar de preocuparse por saber si vas a tener leche para beber y focalizarse en que sea desnatada o -aún más chirriante- dar por buena una pieza de bollería industrial por el hecho de estar enriquecida en hierro. Las primeras conservas, la leche en polvo -por no hablar de las primeras fórmulas infantiles-, los alimentos fortificados con decenas de vitaminas y minerales y un larguísimo etcétera, hicieron en su tiempo las delicias de una población cuya principal preocupación era la desnutrición y la incidencia de enfermedades carenciales por falta de vitaminas y minerales. Pero esa bonanza no iba a durar siempre.

El primer soponcio rellenito para la industria llegó, más o menos, hacia los años 50 del pasado siglo XX, cuando se frenó la incidencia de las enfermedades carenciales pero comenzaron a ser visibles las conocidas como enfermedades no transmisibles. La primera en saltar a la palestra fue la enfermedad cardiovascular, le siguieron la diabetes y el cáncer... y qué decir del sobrepeso y la obesidad. Fue entonces cuando se empezó a poner de relieve el papel de aquella oferta alimentaria de carácter más industrial que, lejos de curar, podía ser al mismo tiempo causa de enfermedades.

El primer jinete del apocalipsis para el sector de los productos industriales se identificó en forma de calorías, el segundo en forma de grasa y el penúltimo en forma de azúcar. Pero lo que en primera instancia podía parecer negativo para el sector se convirtió en una oportunidad, y junto a la vieja oferta aparecieron los productos bajos en calorías o light, bajos en grasa o sin ella, y lo mismo para el azúcar. Es lo que se llama ampliación o extensión de línea y suele implicar casi siempre un beneficio para el sector: los problemas, aunque parezca un contrasentido, siempre le han venido bien a la industria, porque siempre ha tenido una respuesta comercial. Hasta ahora.

¿Cómo se le puede quitar el estigma de ser ultraprocesado a unos palitos de surimi? ¿Y a unas galletas, un aperitivo de maíz extrusionado hasta las trancas de sal y sabor tex-mex o a un yogur de fresa sin fresa? Yo te lo diré: poniendo doradas o sardinas, manzanas, nueces y yogures naturales respectivamente. Es decir, comiendo comida de verdad: de momento, para esta guerra, la industria no tiene respuesta, ya que el término ultraprocesado dificulta -cuando no impide-, la adorada y peligrosa reformulación por parte de la industria. Si te cae ese sambenito, no se le puede sacar partido, por eso el sector carga contra el término, mientras minusvalora los criterios del concepto y desacredita su uso.

A pesar de ello, y además de los estudios mencionados, tanto la OMS como la propia FAO hacen un amplio uso del término ultraprocesado dirigido a los productos alimenticios: en los documentos enlazados puedes leer la pésima consideración que estas instituciones tienen de ellos.


No sabemos que dice Nutri-score, pero son malos. UNSPLASH.COM
¿Sirve ‘ultraprocesado’ para catalogar alimentos malsanos?

En el año 2009, un equipo de investigadores con Carlos Monteiro a la cabeza, publicó una clasificación de los alimentos que tenía muy en cuenta -aunque no exclusivamente- su grado de procesamiento. Su idea consistía en encontrar un denominador común a todos aquellos productos alimentarios que tuvieran un claro perfil insano o poco recomendable. Es decir, se buscó un patrón que caracterizara a la conocida como comida basura o chatarra.

Me refiero a esos productos que se han distinguido por la conjunción de alguna de estas características: tener una importante densidad calórica -o ser bajos o sin calorías, pero al mismo tiempo aportar un escaso o nulo valor nutricional- ser altos en azúcar, sal o sodio, grasa total o grasas saturadas; en especial grasas trans, y al mismo tiempo, ser pobres en vitaminas, minerales, fibra y ácidos grasos esenciales. Así se dio con el sistema NOVA -descrito en este artículo- que fue el primer sistema en usar el término ‘ultraprocesado’. Su precisión resulta bastante llamativa a la hora de identificar basurillas nutricionales (a diferencia del abrazadísimo -por la industria- Nutriscore).

Cierto es que utiliza un procedimiento poco ortodoxo, pero funciona; justo lo contrario de lo que le sucede al Nutriscore, con un supuesto marco teórico rigurosísimo -ya no tanto si tenemos en cuenta el feo asunto del aceite de oliva- pero que cuando se lleva a la práctica, tiene más agujeros que el guión de Titanic 2. Comentamos hace un tiempo algunas de las publicaciones científicas que han puesto de manifiesto la relación entre el consumo de productos ultraprocesados con un peor perfil nutricional general y con un -mucho- peor pronóstico de salud en relación a enfermedades como diabetes, cáncer o enfermedades cardiovasculares; así como el aumento de peso y, en general, la mortalidad. Y hay muchas más investigaciones que asocian este término, en la mayor parte de los casos, a peores marcadores intermedios y peores indicadores dietéticos y de salud.

La estrategia contra el término

Desde hace unos tres años existe una corriente de publicaciones científicas encaminadas a desprestigiar el término "ultraprocesado". Uno de los autores más empecinados es el investigador Michael Gibney, de la Universidad de Dublín. A lo largo de su carrera ha recibido financiación por parte de Nestlé, Mondelez, PepsiCo, Unilever, Nestlé y Coca-Cola, entre otros, incluso en el momento de la redacción de sus trabajos. En uno de los más conocidos, Alimentos ultraprocesados en la salud humana: una valoración crítica, el padre del término ultraprocesado, Carlos Monteiro, sostiene que además de Gibney otros dos de sus autores ocultaron sus conflictos de interés con Nestlé y McDonalds.

Tirando del hilo, se puede contrastar que la prestigiosa revista donde se publica, el American Journal of Clinical Nutrition, es, desde 1952, uno de los órganos de difusión de la American Society for Nutrition, una entidad que cuenta con unos socios patrocinadores bastante especiales. Entre ellos: el Consejo Nacional de Bebidas Destiladas de los Estados Unidos, General Mills, Herbalife, Kellogg, Mars, Pepsi, Nestlé, Mondelez, la Asociación del Azúcar Norteamericana y Unilever.

En España hemos asistido a la publicación de tres escritos científicos en apenas dos meses posicionándose en contra del uso del término ultraprocesado. El primero fue el aparecido en el nº 31 de la revista del Comité Científico de la AESAN, titulado Informe del Comité Científico de la (AESAN) sobre el impacto del consumo de alimentos ‘ultra-procesados’ en la salud de los consumidores. Desconozco si es casualidad -pero desde luego no lo parece- que este informe preceda a otro centrado en la opinión del mismo Comité Científico al respecto de la validez del Nutri-score, el sistema de etiquetado frontal por el que apuesta abiertamente la industria en este momento. El resumen de ambos informes: hurras para el Nutri-score, y pulgares abajo para el término ultraprocesado. Ambos informes presentan, en mi opinión, diversas zonas de sombra e incluso incorrecciones que, evidentemente, facilitan el discurso institucional.


Son horneados, pero igual de chungos. UNSPLASH.COM
En el mes de junio, dos de los autores que más han luchado por la defensa e implantación institucional del Nutriscore en España, publicaron Alimentos Ultraprocesados. Revisión crítica, limitaciones del concepto y posible uso en salud pública. En esta revisión, redactada como parte de un contrato entre Danone S.A. y la Fundación Institut d’Investigació Sanitària Pere Virgili, S.A -Danone es uno de los más fervientes defensores del Nutriscore y ha financiado diversos trabajos de los autores de la revisión- se dice que el término ultraprocesado es reduccionista, manipulable bajo criterios subjetivos y no hay suficiente evidencia para justificar su uso. Como contrapartida, se propone el uso del Nutriscore, sistema al que se dedica un apartado en exclusiva (¡sorpresa!).

Aunque es posible que nos prohíban el uso del término ultraprocesado -y hasta que nos denuncien si lo hacemos-, siempre podremos actuar como Galileo Galilei cuando tuvo que abjurar de su propuesta heliocéntrica delante de la Santa Inquisición, y dar nuestra versión de su “Eppur si muove”. En este caso sería “y sin embargo, te enferma”.

Juan Revenga es dietista-nutricionista, biólogo, consultor, profesor en la Universidad San Jorge, miembro de la Fundación Española de Dietistas-Nutricionistas (FEDN) y un montón de cosas sesudas más que puedes leer aquí. Ha escrito los libros “Con las manos en la mesa. Un repaso a los crecientes casos de infoxicación alimentaria” y “Adelgázame, miénteme. Toda la verdad sobre la historia de la obesidad y la industria del adelgazamiento” y -muy importante- es fan de los riñones al jerez de su madre.

SU (SUPUESTO) PUNTO DÉBIL ES SU FALTA DE CONCRECIÓN
Todos aquellos organismos, fundaciones, etcétera -además de la industria de los ultraprocesados- que apuestan por poner el término dentro de un cartel de “se busca vivo o muerto”, apelan a lo mismo: a la falta de consenso en su definición. Vamos paso a paso, porque el tema no es sencillo.

Es cierto: no existe una definición consensuada a la que podamos acudir para saber qué es un “producto ultraprocesado”. De hecho, en nuestra legislación, ni tan siquiera aparece la definición de “producto procesado”: lo más cercano a esta terminología es la de “producto transformado”. Un término que procede de la traducción del inglés del Reglamento Europeo (CE) nº 852/2004. Curiosamente, a lo que en el texto en español se alude como “producto transformado” en el texto original le llaman “processed product”. Parece que existe un convenio tácito, a la hora de equiparar en alcance y envergadura a los dos términos -transformado y procesado-, como si fuesen sinónimos.

En este sentido, los términos transformado y procesado se usan desde hace tiempo por parte de un sector concreto: el que está más estrechamente implicado con la producción de alimentos.

Por ponerle cara y ojos, digamos que es el sector profesional que agrupa a las personas especializadas en ciencia y tecnología de los alimentos. En ese entorno, producto transformado o procesado ha hecho siempre referencia a la tecnología que en un momento dado se aplica a un determinado alimento, con el fin de evaluar su efecto en cuestiones de seguridad alimentaria y nutricionales (como por ejemplo, la pérdida de ciertos nutrientes o los cambios en la biodisponibilidad de otros).

Si apelamos al Diccionario de la Real Academia de la Lengua, la aplicación del prefijo ‘ultra’ a los vocablos ‘procesado’ o ‘transformado’, debería significar que las correspondientes operaciones tecnológicas se aplican en un grado extremo.

Sin embargo, la aplicación de nuevo cuño (2009) del término "alimento ultraprocesado" va más allá y se emplea -tanto en el plano científico como en el popular- para trasladar a los productos que así se denominen unas características nutricionales claramente negativas por su impacto sobre la salud. Si el adjetivo procesado -o transformado- se ha usado en relación a la aplicación de una serie de procesos tecnológicos, el término "ultraprocesado" también implica que el consumo de estos productos es poco o nada recomendable para la salud.
Esa fruta manía de pensar que todo el mundo es iluso. Una pechuga a la plancha, sí. Nuggets Hacendado, no. Una manzana, sí. Un sobre de compota Hero baby, no.

Fácil, no?

No comas nada que traiga una etiqueta.