Buenos días.
Los eufemismos sirven para disfrazar la realidad. Regulación de plantilla (despidos), ajustes (recortes), moderación salarial (bajada de sueldo), regularización fiscal (amnistía fiscal).
En esta esa época en el 2020 de la que yo le hablo, en mi opinión hay un gran eufemismo que está pasando totalmente inadvertido. La palabra es BROTE. Definen brote como “un episodio en el cual surgen tres o más personas confirmadas de el bichito-19 que están relacionadas, en el mismo momento o lugar”.
Visto así, el bichito no nos causa tanto temor. Es esa idea de que “las cosas negativas les pasan a otros”, no a nosotros. Hablan de brotes y, como no nos situamos en el entorno del brote, parece que estamos a salvo. No somos amigos, ni familia, ni compañeros de trabajo de las personas que integran el supuesto brote.
Es una manera de parcelar la realidad. Una forma de acotar la enfermedad en compartimentos estancos aislados. Pero cualquiera puede contagiarse en un bar, un avión o un supermercado. Y a su vez el nuevo contagiado puede expandir el bichito en su entorno laboral, familiar, de amistad u otra vez en otro bar, un ascensor o el metro. El bichito no atiende a límites.
¿Por qué entonces hablan tanto de brote? Pues porque, como no encuentran soluciones, el objetivo prioritario es atenuar el miedo, que el pánico no paralice la sociedad. No podemos parar, la economía no espera. Hay que dar sensación de cierto control.
Mientras tanto nos hablan de brotes. Al principio 1, luego 3, más tarde 50 y en la actualidad 580 oficialmente. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta que haya 10.000 brotes, 200.000, 1 millón…?
El vocablo brote constituye una gran mentira. Pero lo peor no es la mentira, sino lo que la misma trata de ocultar, que no es otra cosa que la total ausencia de soluciones y la incapacidad para salir de esta pesadilla en forma de bucle.
Hoy en día la palabra brote es un eufemismo que encubre el término incertidumbre.
Feliz día.