Mis previsiones 2009-2013: la catástrofe en cifras (IV)

Estado
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Posteo esta noticia que creo que es de interés para este hilo.

La Xunta paraliza la emisión de 1.000 millones de deuda por la inestabilidad del mercado y la subida de intereses - Faro de Vigo



Los presupuestos recogían un endeudamiento de 1.500 millones, pero sólo se lanzaron bonos por valor de 500
Ante la previsión de que los fondos estatales, la gran fuente de la que beben los gobiernos autonómicos para gestionarse, vendrían este año con un intenso tijeretazo, y que los ingresos propios también estarían en su peor momento por la repercusión de la grave crisis económica en la recaudación fiscal, la Xunta incluyó en sus presupuestos de 2010 un programa de endeudamiento que contemplaba hasta 1.500 millones de euros en financiación externa. Lo máximo posible, en línea con el tope marcado en el seno del Consejo de Política Fiscal y Financiera por el Ejecutivo central y los regionales, de hasta un 2,5% del Producto Interior Bruto (PIB). La última emisión de deuda del Gobierno gallego, el pasado mes de marzo, alcanzó los 500 millones de euros. Y de momento será la última, pese a la diferencia con la cantidad inicialmente prevista para todo el ejercicio. La convulsa situación de los mercados y el encarecimiento de los intereses por la devaluación de la imagen económica de todo el Estado no lo permiten. "No es un buen momento", confirman desde la Consellería de Facenda.
Por eso en la Xunta no contemplan nuevas emisiones de bonos a corto plazo. Habrá que esperar a ver cómo evolucionan las condiciones del mercado de la deuda. Pese a que en la última, suscrita el 25 de marzo pasado con el BBVA, el HSBC y Societé Generale, se realizó con diferenciales menores que en otras comunidades, lo cierto es que ya suponía un coste mucho mayor que con el lanzamiento anterior, en noviembre. ¿Cuánto? En aquel momento, la remuneración a los inversores se situó en el 4,205%. Cuatro meses después ascendió al 4,805%, lo que suponen unos 3,5 millones de euros más en intereses. A las administraciones no les queda más remedio que ceder a mejores tipos en plena crisis, aunque eso suponga un mayor esfuerzo para su bolsillo, para hacer atractiva la compra de deuda pública.
La evolución de los diferenciales establecidos en los bonos de deuda gallega en la última década son un buen reflejo, precisamente, de la situación económica en cada momento. Y del panorama en concreto de las cuentas autonómicas. En 1997, por ejemplo, el tipo de interés al que salieron algo más de 91 millones de euros en bonos rozaba el 6,3%. El diferencial máximo en los últimos años. Una emisión que, por cierto, todavía se está abonando, porque la fecha de vencimiento, según consta en los registros de la Consellería de Facenda, está abierta hasta diciembre de 2017.
Desde esa primera operación de endeudamiento todavía por acabar de reembolsar, los tipos han ido en descenso, al compás del relajamiento de la situación económica. Un 5,8%, un 5,4%, un 3,8%, un 0,972%... Hasta que el diferencial vuelve a crecer y en noviembre de 2005 se lanzan bonos a un 4,025%. El mínimo histórico se localiza en el 0,948% al que se pagó deuda, unos 200 millones, emitida en noviembre de 2007. Un año después, los intereses escalaron hasta el 1,231%. Aún así, cuatro veces por debajo de la rentabilidad que tienen hoy los bonos autonómicos para los inversores. La siguiente operación, en junio de 2009, se colocó ya a un 4,10%.
Entre las administraciones que tienen una calificación propia por parte de las agencias de riesgo –un termómetro de cara los inversores sobre la estabilidad de las cuentas y la existencia o no de sombras para hacer frente al pago de los intereses– están las autonomías. Tanto Standard&Poor´s como Moody´s mantienen la deuda gallega a largo plazo con la tercera mejor nota posible, aunque las dos agencias también hablan de perspectiva negativa. Es la puntuación media entre el conjunto de las autonomías. Por encima están Navarra y País Vasco. Por debajo, Baleares y Cataluña.
En todo caso, como reconocen desde la Consellería de Facenda, la imagen de la deuda autonómica no sólo depende de los análisis propios de las agencias internacionales, sino también de la evolución que se marque para las emisiones que haga el Gobierno central. De hecho, el diferencial de la deuda del Estado influye también en el tipo de interés al que puedan fijarse los bonos de la Xunta, junto con la situación del mercado y el plazo de emisión.
La puerta que le queda abierta ahora a la Xunta para elevar el endeudamiento –actualmente, más de 4.700 millones, un 8,8% del PIB autonómico, según el Banco de España– es recurrir directamente a las entidades financieras para préstamos. Un proceso complicado debido a la elevada cantidad, unos 1.000 millones en función de lo previsto en los presupuestos, y con el hándicap de la delicada situación que atraviesa el sector.
 
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Interesante artículo en el Telegraph, en el que, como buenos ingleses, defienden que los líderes europeos son un desastre y que ya es demasiado tarde para resolver el problema.
La verdad es que utiliza un lenguaje tremebundo, como "ha llegado el día del juicio", o "son como niños en una tienda de dulces". Recomendable no leerlo antes de dormir.

The euro crisis is a judgment on the great lie of 'Europe' - Telegraph

The euro crisis is a judgment on the great lie of 'Europe'
The EU is paying the price for its pursuit of 'integration' at any cost, says Christopher Booker


By Christopher Booker
Published: 7:00PM BST 22 May 2010

Easily the most telling statement by any politician last week was that from an anguished Angela Merkel, in pronouncing that "the current crisis facing the euro is the biggest test Europe has faced for decades, even since the Treaty of Rome was signed in 1957". "If the euro fails," she went on, "Europe fails," warning that the consequences for the whole of Europe would be "incalculable".

We have still scarcely begun to wake up to the gravity of the crisis now upon us, not just for the eurozone but also for us here in Britain and for the entire global economy. The measures so far taken to prop up the collapsing euro, such as that famous "$1 trillion package", are no more than gestures.

Greece was just the antipasto: Italy, Spain, Portugal and others are now hanging over an abyss of debt which scarcely all the money in Europe could fill – created by countries living way beyond their means, thanks not least to the euro's low interest rates. The only possible consequence of
the collapse of one of the world's leading currencies, leaving Europe with no money to trade in, would be utter chaos.

What we are witnessing here is a judgment on the entire deceitful and self-deceiving way in which the "European project" has been assembled over the past 53 years. One of the most important things to understand about that project is that it has only ever had one real agenda. Everything it has done has been directed to one ultimate goal, full political and economic integration. The headline labels put on the various stages of that process may have changed over the years, such as building first a "common market", then a "single market", finally a "constitution". But by far the most important project of all was locking the member states into a single currency.

This was always above all a political not an economic project, to be driven through at any cost, which was why all those "Maastricht criteria" laid down to bring it about were repeatedly breached. But as expert voices were warning as long ago as the 1970s, when it was first put on the agenda, there was no way economic and monetary union could work unless it was run by a single all-powerful economic government, with the power to raise taxes.

As was advised by Sir Donald MacDougall's report to Brussels in 1978, it could only work if, ***owing the US model, between 20 and 25 per cent of Europe's GDP was available to such a government, to enable a huge transfer of wealth from richer countries such as Germany to the poorer, more backward countries of southern Europe – and how ironically has that come about!

When the 10-year-long construction of the euro began in the 1990s, all these warnings were ignored. The cart was put before the horse. So fixated were the Eurocrats on the need to get their grand project in place that the "rules" were treated as mere window dressing. The member states were locked together willy-nilly in a one-size-fits-all system, with a single low interest rate, enabling countries such as Italy, Spain, Portugal and Greece to live on a seemingly limitless sea of borrowed money. And now, entirely predictably, judgment day has come.

If the euro does disintegrate, as
Mrs Merkel warns, the consequences would be incalculable. Replacing all the national currencies was a gargantuan task, by far the most ambitious ever attempted in the name of European integration, and there is no Plan B. Without a currency, trade would collapse – leaving Britain, dependent on Europe for 50 per cent of its trade, just as seriously affected as everyone else. A system failure on this scale would make the 1930s pale into insignficance.

Inevitably, cries went up last week for the EU to be transformed into a proper economic government with control over national budgets and
the power to raise taxes – exactly
what MacDougall and others were talking about in the 1970s. But it is
too late, and all that remains are desperate gestures.

As reported by the think tank Open Europe, Mrs Merkel was even calling last week for a "global" tax on financial transactions to raise 321 billion euros a year Europe-wide – 204 billion euros of which would come from Britain, still the world's leading financial centre, with 43 billion euros from Germany and just 17 billion euros from France.

As alarming as anything, with this tsunami roaring down on us, has been the sight of our new leaders preening themselves with their list of irrelevant little "coalition policies" and babyish boasts about the "greatest democratic shake-up since the 1832 Reform Act", as if none of this was happening. As one analyst put it: "They are like children let loose in the sweet shop, seemingly oblivious to the horrendous reality unfolding before us."

A well-known economist said wryly to me last week: "Bring back the days of Alistair Darling and relleniton Brown. At least they had some grasp of what is going on. This lot are just totally out of their depth."
 
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