Hace 4 años me ofrecieron entrar a un partido político para colaborar. Me negué por falta de tiempo. Un año después, con el partido ya constituido, me enteré de que estaban protestando e intentando que se retirase todo belén público del municipio: en las casas y en los negocios, cada uno que ponga lo que prefiera. En las calles, o una representación de cada religión, o nada. Esa era al parecer una de sus reivindicaciones más sonadas, hubo mucha polémica.
Empecé a colaborar con ese partido político. Recibí una o dos críticas de mi entorno, gente que se reía o lloraba: que un belén en la ciudad hacía bonito, que era una tradición, y que en la vida se iba a quitar.
Estas navidades, después de mucho trabajo, será el primer año en que la ciudad no será rehén de tradiciones mohosas y arcaicas que nadie ha votado. No va a haber belén. No lo habrá ningún año, seguramente.
Nos han dictado desde arriba que el arbol de navidad, que sí se pondrá, lo dejemos tranquilo. Que consolidemos la desaparición del belén en la ciudad y que dentro de dos años, ya empezaremos campaña contra el árbol. Tenemos todo el tiempo del mundo.
A los beatos os quedan dos días de absorber de la berza pública. Vamos a arrinconar cada centímetro de terreno público y os lo vamos a arrebatar. Y nos vais a dejad hacerlo. Retiraremos la religión de todo espacio público: personas con enfermedades mentales, que creen en seres imaginarios, que hablan solos, que corrompéis a los críos metiéndoles adoctrinamiento de pecados originales inventados, que os metéis en un cuadrículo de madera a confesar vuestros secretos a un tío que no sabe nada de la vida... no estan bien de la cabeza.
Protestareis y os quejareis, y lo entiendo, porque estos son vuestros tiempos oscuros, pero entended que para la gente sensata, que está en sus cabales, son buenos tiempos: la opresión religiosa y el abuso del clero se han terminado. Lo estamos viendo, cada día un poquito más.