Así es, es el más tiránico porque niega la existencia y legitimidad de la sociedad civil como un ente distinto del Estado. La sociedad civil es no solo la fuente y titular de la soberanía, es lo que permite que exista un circuito meritocrático con el Estado, y puedan acceder los mejores. Pero cuando un Estado monopoliza y filtra el acceso de la sociedad civil mediante partidos o funcionarios, se bloquea la renovación vital de la sociedad política porque se elimina su dialéctica. Y esto no es teoría, es historia: la Iglesia surgió de la sociedad civil como representante de los excluídos y de los que estaban más allá del imperio (bárbaros), es una institución civil, y la academia y los liceos griegos también surgieron así. Es de donde salía la élite científica y política. Platón ya sabía que era necesaría esta independencia, al menos legal, de la sociedad civil respecto del Estado, pues ninguna sociedad civil puede ser del todo independiente respecto de ningún Estado, aunque legalmente sí. Pero vemos que las ONGs no son sociedad civil, es capitalismo mixto de compañías privadas y Estados. Son demandas teledirigidas desde el Estado, pueden haber surgido de la sociedad originalmente (habría que estudiar el origen de las ONGs), pero ya no son gestionadas desde la sociedad civil, y por tanto no son universales ni neutrales respecto del Estado, pero se nos vende como demandas universales, a través del monopolio de los DDHH. Y es que los derechos de los pagapensiones atentan contra los derechos de los europeos, sencillamente, el conflicto es total, la negación del universalismo es evidente.
Así que los ideólogos de este absolutismo democrático son Rousseau o Hobbes y no el liberalismo happy de Locke, pues el leviatan y la voluntad general (que son lo mismo) han servido tanto para implantaciones socialistas como para ese engendro incoherente que es la UE: la UE es legalmente una confederación pero en la práctica es una federación, con un derecho comunitario que se impone por mayorías en Bruselas contra las soberanías nacionales. Es decir, este fundamentalismo democrático ya estaba definido en el "Contrato Social" de Rousseau, donde la intangible y metafísica "voluntad popular" se concretaba en unas leyes a las que tenías que someterte sí o sí. Y si no, Rousseau defendía la pena de fin. Esta voluntad popular tenía además la función pedagógica de crear "hombres nuevos", hombres republicanos. Y este programa es el que vemos en el progresismo europero, con su imposición del feminismo, inmigracionismo, anti-natalismo y anti-catolocismo. Si no se pudo implementar en el siglo XIX y XX plenamente fue por la competencia del otro totalitarismo, el socialista, porque operaba la mística de la lucha de clases. Una vez caido el competidor socialista, vía libre para llevar hasta sus últimas consecuencias el programa roussoniano y hobbesiano original.
Este buenismo, este humanismo abstracto del democratismo, es lo que permite que partidos secesionistas invoquen sin ningún rubor que la democracia está por encima de la ley y que mucha gente normal compre este disparate. Aceptar este discurso es la fin para una nación, porque es convertir un hecho de existencia historico de siglos en una mercancia más del mercado sobre el que todos o algunos podemos decidir. Todo es negociable, todo tiene un precio y un voto, y por tanto ya no hay nada importante que negociar, todo da lo mismo, todo tiene el mismo valor, o sea, ninguno.