Algo que saben los ingleses es cuidar las formas. Porque si las formas se pierden detrás de ellas se va el fondo.
Por eso no suelo discutir con quienes atacan la Constitución Española.
Se la ataca con motivos, por no ser lo que su nombre (las palabras se las lleva el viento) indica:
Por su origen: Fue una carta otorgada por el heredero del régimen anterior, aprobada en unas cortes ordinarias franquistas y hecha en secreto. El pueblo no eligió a unas cortes constituyentes que hicieran una constitución, requisito indispensable de una constitución democrática.
Por su legitimidad: El referendum de la constitución fue una pantomima dónde el camino del no se ignoraba adonde conducía, además con el sí venía implícita la aceptación del heredero de Franco, designado por él.
Por su contenido:
Muchos de sus principios no se pueden cumplir, no son reales, por ejemplo ningún papel puede garantizar el derecho al trabajo o a la vivienda, eso es labor de la acción de gobierno, que es posterior a una constitución.
En ella viene implícito el actual sistema de autonomías, que tan poco os gusta (con razón) a los que os declaráis de derechas.
En ella viene implícito el demencial aforamiento de TODOS los diputados, el que hace que López Aguilar no pase una noche en el calabozo por una denuncia de su mujer mientras que usted y yo sí. Y la inmunidad del rey, en Francia por ejemplo solo el presidente de la república es juzgado por un tribunal especial y solo por acciones cometidas EN EL EJERCICIO DE SUS FUNCIONES.
En ella viene implícito el actual sistema electoral, denostado por todos menos por los que se benefician de él (aunque la mayoría lo denosta por razones equivocadas) El sistema electoral español por sí solo hace imposible la democracia, porque evita el principio fundamental de que el pueblo debe tener representantes.
En ella sobre todo viene implícita la naturaleza del poder, el que no exista la separación de poderes, todo el mundo parece aceptar que de las elecciones legislativas salga también el poder ejecutivo que a consecuencia de esto tiene control absoluto sobre el legislativo. Este es, para ojos que saben ver, el origen de la corrupción rampante, sistémica, que asola España, y también de que no existan herramientas para combatirla.
Una Constitución es un envoltorio al que hay que dar un relleno pero tenemos España llena de niños que sólo quieren cambiar el envoltorio para dejar el mismo relleno. La Constitución en si misma no es nada si no tiene detrás una cultura política.
Una constitución no es eso, no sé a qué se refiere usted, una constitución es una serie de normas que regulan las reglas del juego político, las reglas del poder Y PUNTO, todo lo demás es accesorio. Y debe constituir la separación de poderes, que es lo único que puede permitir su propia defensa, debe estar protegida contra cualquier gobierno. Usted ve que se la saltan a la torera continuamente, que el ejecutivo propone una ley claramente anticonstitucional y después se la aprueba a sí mismo gracias a su control absoluto sobre el legislativo, los jueces controlados por un órgano político como el CGPJ no pueden después impugnarlas (salvo que les dejen para hacer la pantomima en asuntos de importancia menor).
Pero en España lo que está de moda es atacar la Constitución por si misma.
Por sí misma no señor, hay argumentos de mucho peso, como le he expuesto.
Examinamos luego lo que esos niños quieren y vemos que no es nada que la actual Constitución no permita. Y si su única objeción es que la forma del Estado es una monarquía no quieren darse cuenta de lo que podría ser una república presidencialista como las sudamericanas (tenemos ejemplos europeos de pésimos presidentes de repúblicas muy discutibles: además de que república, como organización formal del Estado, no es sinónimo de democracia, como bien sabe pilinguin o querría acaso enseñarnos Trump).
El problema no es la forma de estado, si es monarquía o república, aunque hay argumentos a favor de la segunda, el más obvio es que en un sistema democrático de igualdad de derechos, que haya cargos hereditarios, por los motivos que sean es un contrasentido. Los Trevijanistas somos republicanos por necesidad, porque sabemos que no hay camino hacia la democracia con la actual dinastía, ya se intentó.
Son ustedes los que se empeñan en dar un contenido ideológico a la forma de estado (monarquía=derecha república=izquierda), porque su único ejemplo es la fallida segunda república española y los graznidos de los reaccionarios que hoy en día quieren volver a ella. Hay vida fuera de ahí, muchos miembros del MCRC son en privado, profundamente de derechas ideológicamente, también los hay de izquierdas, no es eso lo que nos une, sino las reglas del juego.
No hablo de la España federal porque eso sí es un chiste. Una España federal dejaría de ser España porque los nazionanismos vasco y catalán lo que quieren realmente es separarse de España: o permanecer en ella pero en condiciones mucho más ventajosas de las que ahora ya disfrutan, lo cual va tan violentamente en contra del principio de igualdad que dudo de que haya gente tan boba como para defenderlo y considerarse demócratas (a no ser que sean demócratas con adjetivo, como lo eran los demócratas orgánicos).
Sí, en eso lleva toda la razón, la España federal es un concepto ridículo, porque para hacer una federación es necesario que antes existan estados independientes que decidan federarse. Es algo inaplicable en España sin antes cometer la locura de conceder la independencia a las 17 autonomías.
La necesidad del Estado ya viene de viejo. Maquiavelo y Hobbes sabían de la imposibilidad de una sociedad en que el caos no fuese refrenado o encauzado, aunque fuese por un tirano individual o colectivo (en el caso de Hobbes, acostumbrado a los excesos de las revoluciones, la tiranía era más un bien deseable que una enfermedad de la sociedad. Y su ejemplo encuentra un reflejo contemporáneo en los estados fallidos árabes, en que el dictador es garantía de cierta pluralidad y de freno frente a la homogeneidad islámica, y de modernidad frente a la revolución reaccionaria de las banderas verdes). Locke y Montesquieu, más optimistas, nos enseñaron cómo el poder del Estado debía mantenerse dividido y contrapesado. Y lamentablemente Tocqueville nos enseña que la América que él conoció ya ha desaparecido. Comenzó, de hecho, a hacerlo cuando la mayoría de países al sur de Río Grande comenzaron a adoptar Constituciones que imitaban la de los Estados Unidos de América, pero que en el fondo encubrían Estados mucho más arbitrarios que la presunta dominación semifeudal española.
Todo eso es cierto, en Hispanoamérica como ya le he comentado antes no hay un solo país democrático, aunque sean repúblicas, aunque sean presidencialistas, el malo está en los detalles, precisamente los detalles son los que tienen que estar bien definidos en la constitución, la democracia formal es algo complejo y delicado, fácil de desvirtuar con dos o tres detalles. Y ninguno de nosotros está en contra de la existencia del estado, de lo que estamos en contra es de que los partidos políticos pertenezcan al estado en lugar de a la sociedad civil.
Y ya que parece que no hay mucha duda acerca de que la Constitución no es sino una declaración de voluntades, ¿en dónde está el problema en decir que no hay que cambiar la declaración sino hacerla cumplir? La destrucción del Estado no es, desde luego, forma de reconstituirlo y democratizarlo, y cambiar la Constitución por capricho tampoco.