Pasó que el yayo volvió de la isla de los piratas a su terruño querido, idealizado, el que sería su remanso de paz después de haber hecho unos dineritos bien ganados.
Mr Nini sin un puñetero duro, nini hasta los huesos, con la rabia de mil demonios abrasados por la bola roja alicantina, empezó a despotricar sobre el terruño querido del yayo (en realidad despotricó sobre todos los territorios habídos y por haber).
Eso para el yayo fue como un aterrizaje forzoso, y para el nini ver rabia del yayo fue como levantar vuelo, como una brisa de aire fresco que entrara contínuamente en su habitación.
El nini comía galletas, el yayo se comía los narices. Y así día tras día, como en un círculo vicioso. Forchetto no podía creer que un compatriota echara esas pestes de su querida tierra, por lo que barruntó que debía ser de fuera, un Latinoamericano vamos... Y estuvo a punto de cruzar el charco para conocer a semejante individuo (como esos que se van a Haití a ver al malo).
Y bueno, hasta ahí puedo leer.