El fistro silencio sobre el Mar Menor de los murcianos
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Están volviendo de las diferentes playas asustados, tímidos, limitados; pero no levantan la cabeza para nada y, una vez más la gente cortijera murciana espera que otros, que alguien, le resuelva el grave problema del envenenamiento y fin del Mar Menor que lo han visto con sus propios ojos, pero que como la tele no lo ha dicho así, y la tele es su biblia, esperan ansiosos un telediario que les diga que la fin del Mar Menor es solo una serpiente de verano, que no es verdad que está envenenado y que la vida que había en él, todos los organismos y microorganismos se han vestido de carnaval y por eso tienen ese aspecto raro, diferente.
Pero lo que sí es diferente a siglos de asentamiento junto a las riberas del Mar Menor, algo que da verdadero miedo, y un pavor tembloroso por el presente y el futuro, es la total falta de coraje, la fistro resultante común en la que hemos caído todos en la cortijá murciana, que no nos importa absolutamente nada, y nadie, tan pronto nos cansemos los que le damos al teclado sobre el tema, hablará del Mar Menor de nuestras infancias, de las infancias de muchos, ni tomará consecuencias contra ese puñado de irresponsable, aplaudidos y saludados afectuosamente ahora por la calle, que lo han dado de baja de la suscripción de la vita fruto de su ineficacia y el consentimiento de nosotros, unos ciudadanos en conjunto egoístas, engreídos y estúpidos.
Había un dicho por ahí que solía decir que todo aquel que no valía para otra cosa, se solía meter a la política. Pero como todo está cambiando, el dicho moderno, el que habría que poner en vigor ahora modernamente, es que el ciudadano que no vale nada, se sienta a recibir instrucciones desde la tele, y lo que le digan desde la tele hace y se lo cree.
Creo, sinceramente, que la incultura española, acentuado con muchas creces en la cortijá murciana, radica en la apatía chulesca de unas gentes sin nervio, domadas, domesticadas, que no se les cae la cara de vergüenza cuando ven un menor que ya va teniendo noción de lo que es la vida, y no tienen el coraje de acercarse a él y decirle que gracias a gente de nuestra calaña condición, aquellas cosas que nosotros heredamos de nuestros mayores, insisto, por culpa de cuatro ignorantes y miles de cobardes indiferentes, no se lo vamos a dejar en herencia a los que vienen detrás.
Cuando repito, porque lo dicen los científicos de fuera de la cortijá, no los que tenemos dentro subvencionados, en la segura conexión existente entre el nuevo nivel freático creado como consecuencia del aumento del volumen de los mares, que el veneno de la Bahía de Portman, como fuente progenitora por encima de los arrastres de las ramblas, está condicionando y ha causado la fin metálica, lenta pero segura de un mar cerrado, de una laguna litoral que tuvo la mala suerte geológica de generarse entre cazurros irresponsables que alegremente están dejando sin futuro a sus descendientes, la cosa no le hace gracia a nadie por fuera de lo bien que resulta estar destinado, ser político o tener cualquier responsabilidad cívica en la cortijá, donde con ir a la procesión lavado y planchado, elegantemente vestido, ya se ha cumplido de sobra, o saludar babosamente al mandamás de turno.
Están volviendo de la playa algunos presumiendo de que ellos como tienen coche no han notado nada porque se han ido a bañar al Mar Mayor, y, en general, la tónica reinante es que mientras que la tele y los medios de comunicación no digan nada, no pasa nada.
Y a otra cosa mariposa, que las subvenciones en la cortijá dan para mucha cobardía. Salud y Felicidad.
Juan Eladio Palmis.
Sábado, 27 de agosto de 2016
El fistro silencio sobre el Mar Menor de los murcianos