[...] cuando estabais de fiesta continua con los amigotes día si día tambien mientras otros entre carrera y duras oposiciones nos pasamos 7/8 años tostándonos a la luz de un puñetero flexo y nos aumentaban las diotrías ante miles de folios por estudiar.
Sin olvidar el duro trabajo día a día que al igual que la mayoría de mis compañeros intentamos desempeñar con la mayor profesionalidad que para eso me pagan y me he preparado.[...]
Si tiene usted parte de razón. Antes de liar al funcionario de carrera, primero
habría que despedir a los 1001 enchufados asesores de políticos. Un ministro de Sanidad que no sabe nada de sanidad, no debería ser ministro, eso pasa porque el Presidente del Gobierno puede nombrar a cualquiera hez sin superar un duro examen parlamentario como en EE.UU. sobre la idoneidad del candidato.
Sin embargo,
un concurso-oposición para evitar enchufismos no debería darle "derecho de pernada" y libertad absoluta para decidir unilateralmente si continua siendo un profesional o se convierte en vago y en un maleante.
Cada 3/5 años deberían haber reevaluaciones, no sólo de conocimientos, sino de productividad, con despido llegado el extremo (paralelamente, habría un servicio de justicia independente, rápido y eficaz para evitar purgar políticas), con su sustitución por un nuevo empleado que haya superado el concurso-oposición. Y, por supuesto, a los buenos empleados, se les daría incentivos económicos.
En algo, tiene razón,
gracias a los funcionarios de carrera que tienen conciencia, y que se dejan todos los días la piel en el trabajo
el "sistema" se mantiene en pie, ya que los políticos se preocupan por ellos, y no por el estado de malestar (antes bienestar) de sus votantes).
El
principal mal del funcionariado no es que haya un grupúsculo de vagos y maleantes entre ellos, garbanzos personas de color los hay en el sector privado también, sino el
corporativismo. A mí me da vergüenza propia y ajena, mucha rabia también, que yo tenga que trabajar el doble y el triple porque mi compañero es un vago y un maleante de forma continuada. Yo a los malos compañeros les someto al ostracismo, y doy parte al jefe para que tome medidas.