Economía mundial: puzzles, paradojas y preguntas

BLICHON

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Crisis financiera: ¿Mejor parados?

Crisis financiera: ¿Mejor parados?

por Alexander Schubert*

Mucho se ha hablado sobre los efectos internacionales de la crisis financiera que azota desde hace meses a la economía de los EE.UU. Con la crisis bursátil de la última semana, la polémica se ha agudizado. Por un extremo están quienes afirman que la recesión económica global es muy posible. Por el otro están quienes dicen alegremente que las economías “emergentes”, también las pequeñas como la chilena, podrán esquivar no sólo los efectos de la crisis financiera y bursátil, sino también una posible recesión norteamericana. Incluso se plantea que las actuales dificultades son expresión del traslado del “motor” de la economía global desde los países más desarrollados hacia los países emergentes, los así llamados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), beneficiándose estos últimos a costa de los primeros. Los recientes acontecimientos en las bolsas de valores y otros mercados internacionales complican el debate.

Un balance de estos acontecimientos revela lo siguiente. En primer lugar, no existió un desacoplamiento de las bolsas mundiales. Cuando hace meses se desplomó la bolsa de Shangai, hubo caídas en otros mercados bursátiles mundiales. Ahora se desplomaron los precios de las acciones simultáneamente en todos los mercados del mundo. También los vaivenes de corto plazo estuvieron fuertemente sincronizados. A pérdidas sincronizadas siguieron ganancias igualmente generalizadas. No hubo nación que marcara diferencia de fondo, aunque debe reconocerse que en algunas partes la magnitud y rapidez de los cambios fue mayor que en otras.

En segundo lugar quedó claro que la única nación con capacidad efectiva para intervenir en este vaivén bursátil son los EE.UU. Los bancos centrales de la eurozona, Reino Unido y Japón han sido obligados a seguir los pasos de la Reserva Federal. Más clara ha sido la dependencia de los así llamados fondos soberanos, con China a la cabeza. Para salvarse de grandiosas pérdidas, estos fondos han debido invertir en bancos norteamericanos, un signo que el “desacoplamiento” financiero sólo existe en la imaginación de algunos ilusos. Y sin la intervención de urgencia de la Reserva Federal no había posibilidad alguna de detener el derrumbe bursátil que afectaba a todas las bolsas por igual.

Con todo, la situación sigue extremadamente precaria. La crisis crediticia norteamericana tiene todos los visos de seguir profundizándose. Ya no sólo están amenazados los créditos hipotecarios, sino también el valor de los bonos emitidos por empresas y organismos estatales. Las pérdidas de unas pocas aseguradores de los pagos de interés y amortización de estos bonos podría desvalorizar un mercado de papeles superior a los 2,5 trillones de dólares. Y son más de 45 trillones de dólares en papeles de deuda coletarilizada que podrían esfumarse si el sistema de refinanciamiento de las respectivas empresas financieras comenzara a fallar seriamente. Dada la integración mundial de los mercados de valores y la transnacionalización de la banca, como la alta concentración mundial del manejo institucional de activos financieros, las posibles pérdidas necesariamente tendrán repercusiones mundiales.

Si ya es difícil establecer la magnitud de la crisis y de los peligros financieros norteamericanos, resulta casi imposible formarse un cuadro de la situación mundial. En Europa la situación es aparentemente muy diversificada, y variable entre país y país. Mientras en España el sistema bancario aparece como sólido, el costo de las deudas hipotecarias ya ha producido un “frenazo” de la construcción habitacional, y es cosa de esperar para que las dificultades en el sector financiero se hagan evidentes. En Alemania, si no fuera por intervenciones masivas, varios bancos mayores ya habrían quebrado. Sin embargo, para este país se sigue pronosticando una coyuntura favorable. Francia se lleva el premio de falta de transparencia: Aquí un simple empleado puede manipular los controles internos de uno de sus mayores bancos y especular a su antojo por montos inconcebibles. Japón nuevamente está al borde de una recesión, y la proverbial adicción al juego de los chinos, que parece haber sido un factor positivo en la reciente recuperación bursátil, podría terminar creando una situación de catástrofe social.

Así, pronosticar los efectos sobre la coyuntura real mundial, del empleo y los precios de los bienes del comercio mundial, no sólo primarios, sino también industriales, resulta en si mismo una especulación. Pero es una especulación necesaria, ya que de ella podrían depender las respuestas que sea posible dar a una crisis generalizada de la economía mundial. Mirar al cielo con la esperanza de que la avalancha pasará por la casa de enfrente, podría resultar extremadamente peligroso.





*Alexander Schubert es economista y politólogo

http://www.elmostrador.cl/modulos/noticias/constructor/detalle_noticia.asp?id_noticia=238978
 
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BLICHON

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Si ya es difícil establecer la magnitud de la crisis y de los peligros financieros norteamericanos, resulta casi imposible formarse un cuadro de la situación mundial. En Europa la situación es aparentemente muy diversificada, y variable entre país y país. Mientras en España el sistema bancario aparece como sólido, el costo de las deudas hipotecarias ya ha producido un “frenazo” de la construcción habitacional, y es cosa de esperar para que las dificultades en el sector financiero se hagan evidentes. En Alemania, si no fuera por intervenciones masivas, varios bancos mayores ya habrían quebrado. Sin embargo, para este país se sigue pronosticando una coyuntura favorable. Francia se lleva el premio de falta de transparencia: Aquí un simple empleado puede manipular los controles internos de uno de sus mayores bancos y especular a su antojo por montos inconcebibles. Japón nuevamente está al borde de una recesión, y la proverbial adicción al juego de los chinos, que parece haber sido un factor positivo en la reciente recuperación bursátil, podría terminar creando una situación de catástrofe social.
 

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"lo Peor Ya Pasó" O Los Excesos Del Crédito

Lo que hoy aparece como factor de estabilidad podría convertirse en el detonante del nuevo tsunami financiero mundial: la acumulación fantástica de reservas internacionales por parte de un número significativo de Estados. Por Alexander Schubert.

Aunque a falta de estadísticas adecuadas sea difícil hacer una comparación con épocas anteriores, se puede afirmar que el capitalismo contemporáneo abusa como nunca antes del crédito y, por lo tanto, del endeudamiento. Y que esto no es consecuencia de excesos financieros, sino expresión de sus características estructurales de funcionamiento. Por lo tanto, la más reciente crisis del mercado de créditos en Estados Unidos, que supuestamente se encuentra en vías de superación, a la larga se mostrará como el inicio de una larga etapa de sucesivas crisis financieras y monetarias, que necesariamente irá aumentando en virulencia, con graves costos sociales y productivos.

Quienes afirman que "lo más grave de la crisis ya pasó", que ya constituyen una mayoría (incluso entre quienes no ocultaron su gravedad), se basan en la "teoría del exceso". Según ésta tesis -propugnada por ejemplo por Martin Wolf del Financial Times y G. Corrigan, ex presidente de la Reserva Federal de Nueva York y actual director de Goldman, Sach & Co-, si los bancos y otras empresas financieras hubieran sido más cuidadosos en sus negocios crediticios, no habría habido crisis alguna. Más específicamente: si los miles de agentes de estas empresas hubiesen investigado adecuadamente la capacidad de repago de cada uno de sus nuevos clientes, en vez de salir a la caza de bobos a quienes engancharles un crédito, haciéndoles creer que el valor de las casas y departamentos que compraban con el crédito iba ser muy superior a lo que ellos debían devolver en dividendos, poco o nada habría pasado.

Lo malo para esta teoría es que no hay crisis financiera en la cual la "irresponsabilidad gerencial" no aparezca como factor determinante. Ellas son siempre la consecuencia de que los bancos prestan dinero a quienes por una razón u otra después no pueden cumplir sus compromisos. Mientras la cantidad de esta gente se mantenga relativamente baja, los costos son absorbidos sin pérdidas de capital. Cuando esa gente se transforma en millones de personas que no pueden pagar sus dividendos, se vienen abajo los mercados hipotecarios. Y dada la práctica generalizada en las últimas décadas de "originar y distribuir" compromisos de pagos, las pérdidas de capital pueden llegar a ser enormes. En este caso, y aunque los pronósticos del Fondo Monetario Internacional respecto de pérdidas bancarias potenciales de casi 1 trillón de dólares no se cumplieron ni cercanamente (véase World Economic Outlook, abril 2008, pág.7), muchos bancos, entre ellos los más grandes del mundo, habrían quebrado olímpicamente sin la ayuda oficial.

De hecho, "lo peor de la crisis ya pasó" no porque haya algo fundamental en la economía de Estados Unidos o en la economía mundial que revierta las tendencias al endeudamiento de hogares y empresas, absolutamente desproporcionado en relación al crecimiento de sus ingresos y ganancias. La situación se ha calmado, momentáneamente, porque en vez de disminuir los créditos han seguido aumentando gracias al uso casi grosero del crédito público a través de las intervenciones de los bancos centrales. Este descarado derrame oficial de medios de pago ha encontrado, como es natural, sus propias vías hacia el mercado de crédito privado, y este sigue creciendo alegremente. Y como ahora -por lo menos en Estados Unidos- el destino del crédito privado no es el sector de inmuebles, la capacidad adquisitiva se dirige hacia el consumo. Las tarjetas de crédito viven su carnaval desde China hasta Estados Unidos, pasando también por Sudamérica, donde la competencia entre bancos y otros agentes financieros está completamente fuera de control. Y se dirige también hacia la especulación, que nuevamente enciende la mecha de la concentración económica.

No es casual entonces que ahora la preocupación se centre en la inflación. Desde las materias primas hasta los alimentos, una buena parte de la producción mundial ya está siendo azotada por este fenómeno. Infamemente, algunos economistas afirman que esta podría ser una vía para disminuir la carga de las deudas. Olvidan que los procesos inflacionarios siempre van acompañados de una subida de las tasas de interés. Y los que no pueden hacer negocio con los créditos (entre quienes siempre están los hogares, más las empresas pequeñas y la mayoría de las medianas, cuyos ingresos y/o precios relativos quedan detrás de la inflación) sufren las consecuencias. Sus compromisos de pago suben, y la capacidad efectiva se rezaga hasta que desaparece por completo. Las deudas deben ser refinanciadas con nuevas deudas, siguiendo el esquema que H. Minsky llamó el financiamiento "Ponzi".

Lamentablemente para quienes creen que este tipo de financiamiento no tiene límites, la crisis hipotecaria y sus coletazos sobre el mercado de créditos de corto plazo (o "mercado de dinero") ha demostrado que en estos casos los papeles que circulan representando los compromisos de pagos se desvalorizan, obligando a los bancos que los emitieron a asumir las pérdidas o, en su caso, a los bancos centrales a comprarlos aunque no tengan valor alguno.

En este contexto, lo que hoy aparece como otro factor de estabilidad podría convertirse precisamente en el detonante del nuevo tsunami financiero mundial. Se trata de la acumulación casi fantástica de reservas internacionales por parte de un número significativo de Estados antes ubicados más bien al lado de los deudores. Estas reservas, que ya están alcanzando la cifra astronómica de casi US$ 7 trillones (siete mil billones de dólares), con crecimientos mensuales enormes, revelan que el abuso del crédito ya ha desbordado totalmente la racionalidad económica mundial.

Todas estas reservas necesariamente tienen su correlato en el crecimiento de los créditos internos en las naciones que las acumulan (donde deben ser "neutralizadas", a no ser que se siga una política absurda e irracional de sobrevaluar la moneda nacional), pero también del crédito global entre las naciones. Este crecimiento está contribuyendo a sostener niveles de inversión y consumo en países deficitarios, evitando una redistribución de la demanda mundial que impida los procesos inflacionarios en curso. Así, además de no ser sostenible, el aumento del crédito global está contribuyendo a crear las condiciones para una futura guerra comercial ya no dirigida a abrir mercados, sino a las fuentes de abastecimiento requeridas para mantener niveles elementales de actividad económica y bienestar en más de alguna de las grandes naciones.

En definitiva, lo peor no ha pasado en absoluto.

http://larepublicablog.bligoo.com/c...cesos_del_cr_dito_por_Alexander_Schubert.html
 

BLICHON

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La inflación: la siguiente etapa de la crisis

La inflación: la siguiente etapa de la crisis, por Alexander Schubert

En un plazo de uno a dos años podríamos estar entrando en una verdadera pesadilla económica: una fuerte recesión (en algunas partes depresión) acompañada de una creciente inflación. Por Alexander Schubert.

El fantasma de la inflación, que hace poco parecía haberse dormido, irrumpe nuevamente en la escena mundial. Según algunos, sólo para mostrar que no está desaparecido por completo. Según otros, para exigir rectificaciones en las políticas económicas oficiales, antes de que sea demasiado tarde. Pero lo más probable es que ya no se trate de un fantasma, sino de una realidad muy concreta. Junto a la agudización de las tendencias recesivas de la economía mundial a consecuencia de la crisis crediticia, en un plazo de uno a dos años podríamos estar entrando en una verdadera pesadilla económica: una fuerte recesión (en algunas partes depresión) acompañada de una creciente inflación.

Entre los optimistas respecto de la inflación está el Fondo Monetario Internacional. Según su pronóstico, el promedio mundial de aumento de precios se desacelerará durante 2008 al 4 %, y a niveles inferiores durante los años posteriores. Pero, como siempre, los pronósticos del FMI no valen mucho. Ya hoy las tasas de inflación, por ejemplo, de la Eurozona, pronosticada en un 2,2 % por el FMI, están bordeando casi un 4% respecto del año anterior. Muchos pronósticos para ciertos países, por ejemplo España o China, están obsoletos. Tomando estos márgenes de error, hacia fines del 2008 la inflación mundial bien podría llegar a más del 7 por ciento. Y América Latina, en vez de los 6,2% pronosticados, podría estar acercándose al 10 por ciento, con algunos países -como Chile– en los niveles superiores.

En los pronósticos sobre tasas de inflación moderadas e incluso decrecientes en los próximos años subyace implícita o explícitamente la idea de que la recesión en Estados Unidos provocará una baja de demanda y, por lo tanto, de los precios de la energía, materias primas y otros. A la larga, quedarían así en evidencia los efectos “positivos” de la actual crisis. Obviamente, también hay un componente ideológico: si se espera que la inflación disminuya, las negociaciones salariales deben orientarse en tasas decrecientes de inflación. Todo margen de redistribución o mantención de los salarios reales queda reducido a cero. El mercado y “la política” deben entonces comprometerse con estas metas.

Sin embargo, es muy probable que la recesión en Estados Unidos no sólo se profundice, sino que, lejos de disminuir, también la inflación aumente. Quienes ven este peligro se basan en los posibles efectos de una devaluación masiva del dólar, que obligaría a la Reserva Federal a aumentar sustancialmente las tasas de interés y, con ello, el costo del crédito. Esto tendría dos efectos: por un lado, disminuiría la demanda de bienes de consumo; por el otro, aumentaría los costos de producirlos. Sería el momento de la verdad de una estructura económica ya insostenible.

Pero además están los efectos de la política “acomodaticia”, aplicada para enfrentar la actual crisis crediticia. Ella ha consistido en comprarle a los bancos a un punto de quiebra sus papeles desvalorizados, a precios del mercado previos a la crisis. Además se han inyectado enormes sumas de crédito público en el mercado monetario. No es casual que los depósitos en fondos de inversión (“hedge fonds”), a pesar de la crisis, estén creciendo hoy como nunca antes en su historia. En sólo un par de meses, estos depósitos han aumentado de 1,5 a más de 2,5 trillones de dólares. Es decir, lejos de detenerse el carrusel especulativo, la burbuja está adquiriendo proporciones cada día mayores. Con razón algunos, como el perspicaz analista financiero D. Noland, piensan que cuando reviente las consecuencias podrían llevar a una nueva guerra (cuyas características, como buen economista, evita describir).

Más allá de estos pronósticos recesivos y/o inflacionarios, habría que considerar la tendencia general del mundo capitalista a concentrar cada vez más los ingresos y la riqueza en algunas capas absolutamente minoritarias de la población. En fases de crecimiento global, como la de los últimos dos decenios, esta concentración ha sido sostenida socialmente mediante el insólito endeudamiento de los sectores cuyos ingresos quedan rezagados. Estos sectores no tendrán forma de mejorar su situación en los próximos años; mucho menos si se trata de deudores hipotecarios. El resultado será inevitablemente una disminución de la demanda global. Amén del empobrecimiento general de la población.

Pero ¿cómo mantener los ingresos de los ricos en estas circunstancias? ¿Cómo hacer para que aumenten, o por lo menos no disminuyan, las tasas de ganancia de las empresas (productivas y financieras) de las cuales son dueños?

La respuesta está en la estrategia que comienza a implementarse con el anuncio de Dow Chemical de aumentar el precio de todos sus productos en un 20% a partir de los próximos meses. Desde los Kleenex hasta sofisticados productos de la industria espacial subirán de precio. No pasará mucho tiempo para que le sigan las empresas farmacéuticas, electrónicas, de telecomunicación, las transnacionales de la alimentación, etc. Y si todos participan en la fiesta, ¿por qué los grandes monopolios comerciales habrían de quedarse fuera del festín?

Combatir la inflación se transforma entonces en un desafío político de enorme trascendencia. Pero no hay que verlo como fenómeno aislado, sino en el contexto de la profundización de una crisis en marcha. Una crisis que adquiere sus actuales dimensiones precisamente por la ceguera e irresponsabilidad histórica de los gobiernos que hoy hacen alarde de estarla enfrentando correctamente
 

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Gran artículo. Pone el dedo en la llaga, en las preguntas incómodas que los análisis de los ejpertos y los massmedia tratan de sepultar bajo un chorro de cifras y datos intrascendentes que no explican nada. Me quedo con estos dos párrafos y las frases que resalto en negrita, creo que ahí esta la madre del cordero de esta tremenda estafa a nivel planetario que es el capitalismo neoliberal y el sistema financiero mercantilista globalizado:

Algo le está faltando al análisis económico en boga. Y de hecho, a pesar de pasar revista a las cifras astronómicas de capital acumulado por bancos e inversionistas institucionales, de los riesgos implícitos en sus diversas formas de inversión, y del tremendo aumento del endeudamiento de todos los sectores de la economía, a nivel global como doméstico, muchos se olvidan de analizar las contradicciones que esta acumulación lleva implícita. Dejan de mencionar que los bancos y los inversionistas institucionales hoy en día no son sólo parte del “sistema financiero”, sino eje central del control de la riqueza de las naciones. Y que por lo tanto, la cada vez mayor divergencia entre el crecimiento real de las economías, y el valor de los títulos que representan esa riqueza, es expresión de la forma como un grupúsculo absolutamente minoritario está haciendo uso de ella para enriquecerse a costa de cualquier riesgo e injusticia.

Hay que reconocer que el BPI intuye que de producirse un vuelco en lo que llama “el ciclo financiero” actual, podría producirse un desastre mundial de proporciones mayúsculas, con una velocidad inusitada de transmisión. ¿Cómo explicar entonces su llamado a no intervenir en este ciclo? Las razones no son teóricas, sino prácticas. Hacerlo significaría poner en discusión la legitimidad de la montaña de riqueza de unos pocos acumulada sobre un precipicio de deudas de las grandes mayorías, y de muchas empresas de las cuales depende su trabajo. Más que las relaciones financieras, eso atañe el conjunto de relaciones sociales de la economía global. Como lo demuestra el informe del BPI, no comprenderlo conduce al entrampamiento en los puzzles y paradojas de una economía global que definitivamente ha dejado de funcionar como antaño.
Y del segundo artículo rescato la parte final, en donde se viene a decir que la inmensa mayoría del crecimiento bursátil ha sido a crédito. Recordad: Crédito=Dinero traido del futuro. Es decir, que la inmensa mayoría de la capitalización bursatil es en realidad DEUDA, dinero prestado (y represtado en las titulizaciones) que antes o después alguien tendrá que pagar. Es el mismo mecanismo de los pepitos hiperendeudados con los mismos escenarios de individuos de desesperación y bancarrota, pero en este caso, en vez de bancarrota familiar, a escala planetaria.
Antes del crack del 29 ya hubo quienes avisaron de cosas parecidas, de que el crecimiento bursátil no tenía base real que lo sostuviese, pero fueron desacreditados por "aguafiestas" por los que aún estaban inmersos en la enorme orgía especulativa.
Ahora el escenario es similar. Solo que el alcance es mucho más global.
Entre las muchas expresiones de esto está el tremendo auge bursátil mundial. La capitalización de las bolsas de valores ha aumentado, entre 2002 y 2006, en más del 120 por ciento (datos de la Federación Mundial de Bolsas de Valores). En cambio, la economía mundial creció, en este mismo lapso, en menos del 25 por ciento. Es evidente, que el crecimiento de la capitalización bursátil tiene fuertes elementos especulativos.

Pero quizás más importante que la especulación en acciones es la retroalimentación entre la liquidez mundial y el crédito. Y este también ha aumentado de manera espectacular. Tanto los bonos como los créditos directos bancarios, nacionales como internacionales, han ido creciendo, durante los últimos años, en más del 25 por ciento anual. La cifra actual de ambos puede calcularse en más de 200 trillones de dólares. Si se agrega el fantástico auge de los derivados, cuyo monto nominativo actualmente alcanza a la exorbitante cifra de 415 trillones (casi 800 por ciento del producto mundial), el desarrollo monetario mundial ha sido simplemente astronómico.

El dilema de las finanzas internacionales queda entonces en evidencia: la economía mundial está basada en el crédito y la capitalización de las bolsas, y estos están basados en negocios de alto riesgo. O estos riegos disminuyen, cosa que no se ve por donde pudiera ocurrir. O lo cierto es que el empeoramiento parcial de las condiciones financieras de algunos sectores y países, fácilmente puede transformarse en una batahola generalizada.
 
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BoinaJet

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jorobar, ¿y por qué es imposible leer estas cosas por ahí en artículos y secciones de opinión de los diarios más difundidos? ¿por qué se tacha de antipatriotas a los que analizan estas cosas?

Bueno vale, no me digáis la respuesta porque es bastante obvia.

Gracias por las recopilaciones.
 

BLICHON

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Y esta vez, ¿podrá sobrevivir el Capitalismo?

No es la primera vez que intelectuales y prensa, haciendo uso de sus habilidades de predicción, anuncian el fin del Capitalismo. ¿Le ha llegado su hora, luego de varios siglos, a este siempre controvertido sistema económico? Ésta parece ser la opinión de Alexander Schubert, economista y politólogo chileno, quien la pasada semana nos brindó un poco de su tiempo y sus ideas. Según él, se aproxima una profunda e inevitable transformación del Estado Capitalista. ¿Y nosotros, le creemos?


Antes de precipitarnos a dar respuesta, hagamos un veloz repaso por la historia del Capitalismo. Se asocia el origen de este sistema productivo con el advenimiento de la Revolución Industrial, que permitió un posterior desarrollo de ciertas relaciones sociales, como la sociedad anónima. A nivel intelectual, uno de los pioneros del Capitalismo es indudablemente Adam Smith, quien, con la metáfora de la mano invisible, mostró cómo los instintos naturales y capacidades de hombres libres permiten el cambio y progreso de las sociedades. La maravilla del mercado autorregulado, según Smith, es generada nada menos que por nuestro egoísmo. Desafortunadamente, el asunto no era así de sencillo. Con el tiempo, se pudo comprobar que el mercado por sí solo no era tan maravilloso, al menos no para todos. El sistema coexistía con pobreza y explotación laboral, creando grandes desigualdades sociales.

Entonces entra al escenario Karl Marx y anuncia: “La producción capitalista crea, con la inexorabilidad de una ley natural, su propia negación.” Y con ello profetiza la destrucción del sistema. Pues bien, el Capitalismo entró en crisis más de una vez… y salió de ellas. Una de las más profundas ocurrió en la década de 1930 con la Gran Depresión. Aquí resalta la figura de John M. Keynes, quien insistió en la intervención del gobierno a través de un incremento del gasto para reactivar la economía. Mucho se han criticado las teorías de este economista; lo cierto es que desde entonces, los gobiernos son bienvenidos a intervenir en las economías de sus países. Evidentemente, se han ido desarrollando una extensa gama de formas de intervención que incluye legislación e instituciones regulatorias; que, sin embargo siempre ha dejado lugar para la discreción de los agentes económicos, en grado creciente en los últimos años.


Pero el Capitalismo de hoy tiene una cara distinta a la de sus inicios. La proliferación de sociedades anónimas -y la posibilidad de dividir la propiedad por acciones- permitió la aparición del capital ficticio, o capital virtual, como lo llama Schubert. En contraposición al capital productivo o real, por ejemplo una máquina, el capital ficticio se representa en títulos de propiedad sobre ese capital productivo, como las acciones, bonos, etc. Estos títulos se transan en un mercado distinto, dando la apariencia de que el capital existe dos veces. En este mercado muy particular, los activos financieros se valoran de manera independiente a su contrapartida real, en principio, en función a la promesa de rentabilidad de los activos productivos que representan. Sin embargo, la época en que el valor de una acción estaba basado en el dividendo que pagaba ha pasado. Hoy importan los estados financieros de las empresas, indicador que ha probado ser muy incierto. Ello ha permitido el incremento de transacciones especulativas, generándose una impresionante acumulación de riqueza. El volumen de transacciones en el mercado de capitales, y más aún en el mercado de derivados, supera grandemente el producto mundial.

Tanta riqueza no debería sonar mal. El problema está en que estos activos financieros son símbolos, y como tales su valor depende de la confianza que se tenga en su correspondencia con el capital real. Si esta confianza se pierde, los activos dejan de ser comercializables y su valor se va en picada. Pero este fenómeno no es reciente. Podríamos remontarnos a la Holanda del siglo XVII y el ejemplo de burbuja especulativa de los tulipanes. Esta flor de colores tan variados y llamativos empezó a ser crecientemente apreciada por la sociedad europea de la época. Como consecuencia, su precio subió de manera exorbitante, formándose un activo y lucrativo mercado de bulbos de tulipán. Empero, unos años después, algunos comerciantes empezaron a detectar que la moda de los tulipanes, como suele ocurrir, iba finalizando. Decidieron que lo mejor era vender y salir pronto. Como el pánico es más contagioso que cualquier resfrío, explotó la burbuja y el valor de la bella flor se fue por el inodoro, junto con muchos vendedores y compradores.

Da la impresión que la novela se repite una vez más. Hay, no obstante, una diferencia, según señaló Hyman Minsky hace algunas décadas. Las burbujas de hoy no son más que el resultado de un problema estructural del sistema capitalista actual. El verdadero culpable sería, según este economista, la excesiva confianza capitalista de que los mercados pueden manejar el riesgo, trasladándolo a aquéllos mejor preparados para soportarlo y de que las fuerzas de mercado pueden disciplinar la toma de decisiones. Es así que los últimos capítulos de la novela de Wall Street han demostrado que el riesgo no fue adecuadamente gestionado; gran parte de éste fue a parar a inversionistas institucionales por medio de la compra activos como los relacionados con las hipotecas subprime, que ni siquiera estuvieron a la altura que los tulipanes tuvieron antaño.

Citando la franqueza con que hace algunos años se expresó Alan Greenspan, entonces presidente de la FED, “¡El capitalismo no está funcionando! Ha habido una corrupción del sistema capitalista”. Y volviendo a la pregunta que planteé al inicio, ¿cómo hacemos? ¿Es mejor remendar el modelo porque aún está bueno o de plano desecharlo porque el pobre ya no da para más? (Felizmente la globalización quitó la posibilidad de regalárselo a los pobres). En realidad no importa mucho lo que yo pueda pensar, no trabajo en el gobierno de un país influyente y no tengo dinero para invertir en bolsa. Pero, por lo pronto, lo que estos agentes en EE.UU. están haciendo es pedir a sus contribuyentes y a las empresas que no cotizan, que inviertan en los bancos que han tocado fondo, ciertamente una propuesta no muy feliz. Se avizora además mayor regulación y transparencia contable. Habrá que sincerar balances, dice Schubert, no sólo de bancos, sino de todo tipo de empresas. “¿Y qué pasará después Sr. Schubert?” “No sé” La buena noticia, dice, es que entramos a una época atractiva para quienes quieren pensar. Sí pues, pero para nadie más.
Talvez sea cierto
 

asilei

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...
La buena noticia, dice, es que entramos a una época atractiva para quienes quieren pensar. Sí pues, pero para nadie más.
En mi opinion un sistema económico debe reflejar la riqueza de una forma fidedigna.

Para ello definamos riqueza. Existen tres tipos de riqueza:

- Riqueza Natural (recursos naturales, energia)
Esta riqueza esta disponible pero hemos aprendido que es limitada, en última instancia se puede valorar en energia disponible por tiempo. Es una riqueza fija. Hay la que hay. Para incrementarla solo cabe a colonizar otros planetas o sistemas solares.:D

- Riqueza de producción Bienes tangibles generados por el trabajo de producción agricola o industrial
Son bienes sujetos a las leyes de la escasez y competencia. Se puede regular mediante la productividad y la eficiencia.

- Riqueza de servicios Bienes intangibles inherentes a las personas (conocimiento, atención personal, entretenimiento,...)
Estos bienes tienen una particularidad fundamental. No son exclusivos, es decir se puede usar por un numero ilimitado de personas.

Y esto es global, no depende de paises ni monedas.

Por lo tanto intuyo que debería haber un sistema que reflejara los diferentes tipos de riqueza con sus propias monedas globales. Una moneda para la riqueza natural, otra para la producción y otra para el conocimiento.

Cada una de estas monedas debería tener características equivalentes a la riqueza que representan. Por ejemplo es absurdo que la moneda de riqueza natural genere intereses, cuando la energía disponible desde un punto de vista termodinámico es constante. En cuanto a los servicios es una riqueza inherente a cualquier ser humano.

Realmente, incluso se puede discutir que la división política del mundo en paises sea adecuado para gestionar esta riqueza.

Pues eso... pensar es gratis.:p
 

BLICHON

Madmaxista
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La Gran Depresión del 2009: Capital Ficticio en el Mercado de Creencias

La Gran Depresión del 2009: Capital Ficticio en el Mercado de Creencias

El dinero ahora es un conejo; se aparea varias veces… consigo mismo.
Un sabio profesor de Macro Abierta.


Una aproximación filosófica a la crisis financiera viene de la mano de
Alexander Schubert, reconocido economista chileno-alemán, al Seminario
de Periodismo Económico. Él es autor de "El Capital Virtual" y
compartió su punto de vista sobre la actual crisis financiera en
EE.UU.

A continuación, un extracto del aporte de esta última sesión. No me
esfuerzo en resumir la discusión final por carecer ésta de
practicidad, pese a ser un interesante ejercicio mental.

¿Qué diantres es el capital?


En resumidas cuentas, el capital es un valor o un factor de producción
que sirve para obtener mercancía. Cada vez que se produce más, el
capital se multiplica (acumulación de capital).

Uno de los primeros brochazos sobre el concepto de capital fue dado
por Carlos Marx en "El Capital". En él da, entre otras cosas, el
concepto de capital ficticio, que nos interesa más.

Para él, el capital adquirió en su época dos dimensiones:

La real, sustentada en la existencia de la mercancía en sí misma y con
posibilidad de una comprobación directa de esta existencia.


La ficticia, sustentada de la misma manera, pero una imposibilidad de
comprobación inmediata del valor de la mercancía. Involucra un
problema de valorización del título que hace referencia a la
mercancía.
Antecedentes del Desastre

Vale la pena preguntarse entonces, ¿quiénes han sido y son los dueños
del capital?

En un primer momento, la aparición de Sociedades Anónimas permitió una
colectivización del capital, lo cual generó el sistema de acciones,
títulos que representan el capital. Este es el origen del Capital
Ficticio, donde la propiedad se separa del uso que se le da.

Tiempo después, los Bancos sustituyen a la mercancía por un símbolo,
el billete. Pero la mercancía sigue ahí (oro, plata, etc.).

En la Gran Depresión, los Bancos pierden la propiedad del capital y la
reciben los Inversionistas Institucionales (fondos de pensiones,
seguros), instituciones generadas por el sistema para proveer a la
fuerte demanda de capital.

Desde entonces, las empresas han pedido prestado a estos
Inversionistas. Si quebraba una de ellas, esto tenía un efecto
multiplicador a través de estos Inversionistas hacia otras entidades.

Con el paso del tiempo, el grueso del capital invertido se concentra
en estos sectores ficticios. Con ello, las ganancias mayores no vienen
tanto del sector real de la economía, sino de un Mercado imaginado o
Mercado de creencias; en otras palabras, algo hecho puramente de
ficción. Las ganancias ficticias se basan en la creencia de la gente
que el valor de sus activos aumenta cuando sube el precio del título
en el mercado.

(La incipiente teoría de la ficción nos habla de algo imaginado,
llamado por algunos un "engaño". Lo cierto es que aún no se da un
concepto claro y práctico sobre lo que es la ficción, tema que deberá
ser desarrollado en las siguientes décadas.)

Entonces, ¿cuándo se fregó todo?

Existe un problema insalvable de la valorización de los activos, al
cual no se le ha dado la debida atención hasta que llegó la crisis
financiera internacional de este año y parte del año pasado. La idea o
el objetivo detrás de una valorización correcta de un activo es que no
haya diferencia entre la percepción del valor de un título y el valor
verdadero del mismo.

Dado que no existió nunca un buen cálculo, la diferencia permaneció
inadvertida, hasta el punto en que se hizo evidente la realidad y la
confianza cayó bruscamente. Receta perfecta para el colapso y el
efecto dominó que trajo consigo.

Ahora bien, para que todo el mecanismo funcione, es condición
necesaria un alto grado de liquidez: Si no se pueden transar acciones,
el Mercado de Creencias no funciona. Eso es precisamente lo que ha
ocurrido en estos últimos meses, pues el mercado le ha perdido la
confianza a los valores basados en instrumentos de deuda riesgosos.

Una muestra de lo infundada e irracional proliferación de instrumentos
derivados: el valor del mercado de éstos en el mundo es 800 trillones
de dólares, mientras que el producto bruto mundial es tan sólo 50
trillones
. ¿No debería haber una correspondencia, acaso?

¡Mamita, se viene el huayco!

A la pregunta de si esta crisis puede afectar al sector real en el
mundo y en el Perú, la respuesta no es muy tranquilizadora: Por
supuesto que sí. Actualmente, con los valores en constante caída, las
empresas de todo el mundo se encuentran revisando sus estados
financieros para realizar valorizaciones adecuadas.

Problemas tangibles como el encarecimiento del crédito y la falta de
liquidez impondrán una restricción de crecimiento a nuestro país, dada
la fuerte dependencia del precio de los commodities, el tamaño del
mercado y la inflación importada. Todo ello pone en evidencia nuestra
incapacidad como país para soportar los efectos de una plausible caída
en los términos de intercambio, producto de una recesión mundial.

Otros factores como la cultura crediticia también me parecen
importantes. Dado el último boom crediticio en el Perú, los bancos se
hayan eufóricos y ansiosos de atraer a los nuevos clientes; por ello,
les ofrecen préstamos sin garantías (según Gestión, el 45% de créditos
se dan de esta manera), sin importar que los clientes de menores
recursos se estén sobreendeudando al no tener un buen hábito de
consumo. Pasa en el fondo lo mismo que en EE.UU. Cuidado que en una de
esas, nos agarren desprevenidos…

¿Cuál será el nuevo orden mundial en materia financiera? ¿Se llegará a
una solución en el mediano plazo?

Para Schubert, el tema va a ser central en los círculos académicos
durante lo que queda del siglo, que traerá consigo nuevas formas más
exactas de medir los valores. Coincido en el argumento. Agrego,
además, que la solución no se va a encontrar en solamente imponer
restricciones a los movimientos de capitales. Probablemente sigamos
con el capitalismo, pero éste será muy diferente
, sin la
autocomplacencia de los inversionistas de los países desarrollados ni
los elefantes blancos de las BRIC. Sólo es cuestión de tiempo para
saber qué desencadenará todo esto. Entonces, sálvese quien pueda.
¿Cuántos Economistas Se Necesitan Para Cambiar Una Bombilla?: La Gran Depresión del 2009: Capital Ficticio en el Mercado de Creencias
 

BLICHON

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Crisis financiera: un balance intermedio

15 de Octubre de 2008


Crisis financiera: un balance intermedio



Por Alexander Schubert*



Si en mis predicciones sobre el futuro sombrío de la economía mundial, publicadas en El Mostrador el año pasado hubiese afirmado que durante 2008 se iban a utilizar fondos y crédito público del orden de más de 2000 billones de dólares para salvar la banca del colapso, ya no habría pasado sólo por pesimista, como fue el caso, sino por desubicado. Más de algún lector amigo me habría aconsejado dejar el tema y dedicarme a otras cosas. Me salvé del consejo porque la fantasía no me dio para tanto.

Loco de remate habría sido declarado, si además, hubiese afirmado que la distribución del dinero iba a suceder sin reglas claras, suspendiendo el control judicial sobre ella, bajo total discreción de funcionarios públicos subalternos, con manifiesto olor a corrupción, y una discriminación social digna de las peores dictaduras, haciendo pagar precisamente a los perjudicados. Pero esto es lo que está sucediendo.

Quizás lo único creíble habría sido la predicción de que en este colosal espectáculo de sinvergüenzura el Fondo Monetario Internacional iba a darse una tremenda voltereta, de propagandista de lo “robusto” de la economía mundial a socio de los que ahora están haciendo el negocio del siglo anunciando su “colapso sistémico”.

Ahora temo que nuevamente seré víctima de falta de imaginación. Pues no logro ni siquiera intuir cómo las actuales medidas puedan revertir las tendencias recesivas e, incluso, depresivas de la economía mundial. Ni el reparto de los billones a los “amigos de Hank” y sus socios europeos, para hacerse del control de los pocos bancos que sobrevivan el desastre, ni las garantías estatales para papeles que manifiestamente ya no valen un centavo (y que no lo valdrán nunca), ni el gigantesco aumento de la masa monetaria, ni las ridículas reducciones de las tasas de interés oficiales (peor todavía los aumentos, como en Chile), ni todo de una vez, pueden solucionar el problema de fondo. Este es que para volver a hacer “seguros” los valores de los papeles que están en manos de los bancos (y que en parte pasarán a manos de los Estados), también hay que hacer “seguros” los ingresos de quienes, en definitiva, deben amortizarlos: empresas, hogares, estudiantes, comunidades, etc.

Toda la intervención estatal actual se concentra en volver a echar a andar la máquina del crédito. Esta comenzó a fallar y se trancó completamente, en los EE.UU., por los créditos hipotecarios. De allí pasó a la banca de inversión, fuertemente comprometida en el reciclaje de los papeles respectivos, propagándose hacia los bancos fuera de EE.UU., que habían comprado esos papeles reciclados. Paralelamente se “descubrió” que muchas transacciones entre los bancos están respaldadas por supuestos seguros, sin respaldo adecuado de capital. Los papeles en manos de los bancos tuvieron que ser revaluados, provocando cuantiosas pérdidas de capital, que algunos, como Lehman Brothers, Fanny Mae y Freddie Mac no soportaron.

Comenzó así la crisis de los derivados, que hizo zumbar los valores en manos también de otros bancos, llevando las pérdidas de capital bancario a sumas exorbitantes. Por último, colapsó el mercado de préstamos de corto plazo entre los propios bancos, pues ya ninguno confía en el otro. Así, las tasas de interés por dinero de corto plazo (como el Euribor) y, mucho más, las tasas que realmente pagan quienes logran conseguir crédito, han subido astronómicamente –a más del 25%, como lo confirmaba el jefe de PIMCO, una de las mayores administradoras de fondos del mundo. Con estas tasas de interés, será poco posible reiniciar la carrera de alta velocidad del crédito, necesaria para restablecer el valor de los papeles en circulación e inyectar demanda efectiva hacia la economía mundial.

Las intervenciones actuales están dirigidas a restablecer la “confianza” entre los grandes actores, agigantados por el proceso de concentración en marcha. Sin embargo, aunque se restablezca esta “confianza”, mientras los créditos no fluyan a las inversiones y el consumo, nada se habrá solucionado. Pero: ¿cómo hacer llegar el crédito a éstos, si es precisamente de allí donde comenzó todo el desastre?

Además, el potencial de pérdidas todavía no está sofocado de manera alguna. Con una capitalización bursátil mundial y papeles de crédito en circulación, con un valor conjunto muy superior a los 100 trillones (a pesar de las recientes caídas de las bolsas), sin contar los derivados, que son más de 500 trillones, las intervenciones estatales programadas, por fantásticas que suenen, no son más que una pulga en la oreja de un elefante en plena descomposición. La pelea por esos fondos será gigantesca, pero el elefante no se salvará.

Me declaro incompetente para imaginarme las formas del derrumbe que tenemos por delante. Más bien, utilizaré la fantasía que me queda para compartir ideas no sobre cómo salvar el sistema existente, sino cómo cambiarlo por relaciones sociales más amistosas y seguras.


*Alexander Schubert es economista y politólogo
Diario El Mostrador - Crisis financiera: un balance intermedio
 

BLICHON

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El retorno de los dinosaurios

04 de Noviembre de 2008

El retorno de los dinosaurios

Por Alexander Schubert*


Durante lo que va del presente milenio, un actor predilecto de decenios anteriores pareció desaparecer por completo del escenario de la economía mundial: la deuda externa de las naciones. Con la crisis global del crédito, la masiva destrucción del capital bancario y la desvalorización de los papeles que representan activos financieros, la deuda externa vuelve a irrumpir en escena. Esta vez con tal magnitud, que las cifras anteriores parecerán juego de niños. Así, el Fondo Monetario Internacional y sus recetas económicas podrán revivir como nunca se hubiera pensado.

Con el boom de los precios de alimentos y materias primas y los flujos de capital hacia los países “emergentes”, las reservas internacionales de muchos países crecieron de manera inusitada. En consecuencia, el FMI y el Banco Mundial debieron agachar la cabeza. A falta de demanda por sus créditos, sus propias finanzas comenzaron a decaer. La reducción del negocio del FMI llegó a tal punto, que Rodrigo Rato pensó en transformar al FMI en una gran consultora capaz de cobrar por sus “consejos”, aunque no prestase un centavo. Hoy, la crisis mundial sale al rescate de estas instituciones. Vuelven los dinosaurios con sus recetas anacrónicas, para empobrecer a millones y millones de personas con un solo fin: rescatar el capital de unos pocos.

A pesar de toda la verborrea rimbombante de más de un Presidente de turno, la deuda externa no desapareció, sino se transformó en algo mucho peor. De “deuda” pasó a ser “inversión”. Pero no inversión productiva, sino financiera. Las economías “emergentes” pasaron ocupar el lugar de prima donna de los “inversionistas” de los países capitalistas desarrollados. En esas economías, estas “inversiones” indujeron un grandioso aumento de los créditos hipotecarios y de consumo, y con ello, impulsaron su crecimiento económico. Tanto fue el entusiasmo, que uno tras otro, los máximos representantes de estos países comenzaron a creer que cualquier crisis de la economía mundial no los iba a afectar. Hubo quienes, incluso, dijeron que si se producía tal crisis, precisamente la condición “robusta” de las economías emergentes iba a mitigar sus efectos y contribuir a la rápida recuperación mundial.

Pero la realidad fue y es otra. Si bien algunos estados altamente endeudados comenzaron a refinanciar sus deudas externas en los mercados locales, su integración en el circuito internacional del crédito se profundizó tremendamente. Se creó una verdadera “época de oro” de la banca internacional, reflejada en datos recientes del Banco de Pagos Internacionales. Tan sólo entre fines 2003 y mediados de 2008, las “inversiones” de la banca internacional en los países en desarrollo aumentaron de $ 750 mil millones a US$ 2,2 trillones. Mundialmente, las inversiones de los bancos respectivos alcanzan ahora la friolera de US$ 40 trillones. Fueron precisamente estos los años de expansión de la banca española en América Latina, de la británica en Asia, y de la de europea occidental en los países en “transformación” de Europa Oriental.

Bajo estas condiciones siempre fue absurdo suponer que los “países emergentes” podrían escapar de los efectos de una contracción crediticia mundial. Hoy los “sospechosos de siempre”, más algunos nuevos en la lista, están quedando al borde de la quiebra precisamente por esa contracción. Y con ello suena otra vez la hora de los dinosaurios del FMI.

Ucrania, Hungría, Bielorrusia y Paquistán ya han golpeado las puertas en Washington. Turquía y otros, entre los que pronto podrían estar Argentina y también Brasil, más muchos otros, podrán verse obligados también a hacerlo. Sin embargo, el FMI dispone sólo de US$ 200 mil millones, suma ridículamente pequeña para los montos que tan sólo la lista de candidatos inmediatos necesitaría refinanciar.

Junto con propagar sus viejas recetas, obligando a los países deudores a subir las tasas de interés (cuando los bancos centrales de los países desarrollados precisamente las están bajando a cero y, en términos reales, a valores negativos), y exigir recortes presupuestarios (también contrario a lo que están haciendo los países desarrollados), el FMI deberá reiniciar su ofensiva para conseguir más dinero. Gordon Brown, campeón del intervensionismo actual, ya ha hecho los cálculos: son más de $ 600 mil millones los que el FMI necesitará para parar la primera avalancha de solicitudes. Con eso, sin embargo, no se alcanzaría a cubrir ni siquiera una pequeña proporción de las posibles pérdidas que los bancos transnacionales pueden sufrir en los “países emergentes”.

Igual, los dinosaurios del FMI, con su Director General a la cabeza, habrán de resucitar alegremente. Después de verse casi agónicos, disponer de US$ 600 mil millones para distribuir a los bancos internacionales, a través de los estados deudores, no es poca cosa. Además, todo indica que estamos ante las puertas de una nueva discusión sobre los derechos especiales de giro. Aunque nada pueda contribuir a amortiguar las pérdidas que se pretende refinanciar ahora con el FMI, para éste será una excelente tribuna para demostrar su renovada importancia para la economía mundial. Así, los viejos protagonistas de la deuda externa volverán a juntarse en un nuevo festín. En el camino quedarán las “metas del milenio” y cualquier ilusión de superar la pobreza en tiempos razonables.


*Alexander Schubert es economista.
Diario El Mostrador - El retorno de los dinosaurios
 

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La danza de los trillones

28 de Noviembre de 2008

La danza de los trillones

Por Alexander Schubert*


Se sigue insistiendo en que han sido unos pocos irresponsables los causantes del desastre actual de la economía mundial. Sin embargo, los 7.700 millardos (o 7,7 trillones, como le dicen en inglés) de dólares que tan sólo en EE.UU. se han destinado hasta ahora para enfrentar el derrumbe financiero en curso, están sirviendo precisamente para salvar la riqueza de esos irresponsables. Mientras tanto, la economía mundial va de mal en peor, y nada hace suponer que la danza de los trillones vaya a cambiarle de rumbo.

Las sumas proporcionadas para salvar bancos, seguros, fondos y otras instituciones del régimen capitalista globalizado representan algo así como el 20 por ciento del producto interno mundial anual, y algo menos del total de las inversiones mundiales anuales. Más aun, representan los ingresos anuales de varios miles de millones de familias, que con un subsidio de esta naturaleza, podrían haber mejorado sustancialmente tanto su potencial productivo como su nivel de vida inmediato. Pero como ha pasado ser la regla, se pretende hacer creer que es necesario salvar la riqueza de los ricos para salvar también las plazas de trabajo de la población en general. Aparentemente hay que salvar la riqueza de los pocos irresponsables para que la gran mayoría pueda seguir subsistiendo.

Por eso, fuera de los irresponsables económicos, es necesario identificar también a los irresponsables políticos. Entre ellos, en primer lugar, a los gobiernos que desoyeron todas las advertencias sobre la magnitud de los desajustes mundiales que se avecinaban, dejándolos crecer con la más imperturbable pasividad. Y que, incluso, los promovieron con el argumento de la modernidad globalizante y la libertad de los mercados, afirmando además, que precisamente esos desajustes dejaban a sus naciones en mejor condición que otras para enfrentar posibles crisis.

Ahora, estos irresponsables quieren hacer creer que junto con hipotecar el conjunto de naciones y sus Estados en favor de la riqueza de unos pocos, son ellos los llamados a darles transparencia a los mercados financieros, para que el cuento no se repita. Sin embargo, paralelo al show de las grandes conferencias internacionales en las que se promete controlar mejor el uso del crédito, los recursos públicos se están distribuyendo de la forma más oscura imaginable. Pues si se supiera a quien van destinados, afirmó el Presidente de la Reserva Federal de los EE.UU., se sabría cuán mal andan los negocios de sus receptores, aumentando aun más la desconfianza en los bancos y demás instituciones financieras.

Los irresponsables de ayer se arrogan hoy la autoridad para aumentar y distribuir el crédito público a su antojo, sin control de ninguna especie, a vista a paciencia de un sistema parlamentario completamente despojado de cualquier autoridad, para qué hablar del control judicial, que no se siente ni siquiera llamado a intervenir, porque no entiende nada de lo que está pasando.

No se requiere de matemáticas complejas para calcular que mucho antes de quedar en evidencia que los esfuerzos por salvar los bancos e instituciones financieras privadas manifiestamente quebradas fueron inútiles, el endeudamiento público habrá de explosionar mundialmente como callampa atómica. Hasta entonces, la contracción de la actividad económica y del comercio mundial, tendrá efectos devastadores. No sólo para países como Chile, altamente dependientes de las exportaciones, sino también para las grandes potencias económicas mundiales. Cuando la "toxicidad" de los papeles que representan la riqueza financiera mundial alcance la montaña de deudas públicas y contamine a estas peor que los desechos atómicos al medio ambiente, la economía mundial se encontrará en uno de sus peores momentos.

Lamentablemente, y como se percibe en la composición del equipo económico que acompañará al nuevo presidente de los EE.UU., los pocos irresponsables de siempre no habrán sido desplazados hasta entonces. Habrá que aprontarse, pues, a que la danza de los trillones continúe, y con ello los riesgos crediticios asumidos por los Estados, hasta que se venga abajo por completo el sistema cambiario y financiero mundial. Será el momento en que no quede ya nada de lo que hoy se conoce por economía global.

*Alexander Schubert es economista y politólogo.
Diario El Mostrador - La danza de los trillones