Crisis económica: la hora de los tristes …
La causa que me lleva a escribir estas líneas no es noble, ni constructiva. Me motiva, lo reconozco sin ambages, el más ruin impulso de revancha. Quiero escupir el rencor que llevo acumulando desde hace casi una década a la inmunda jeta de todos aquellos que se dirigían a mi, y por extensión a todos los que compartían una forma similar de ver el mundo, como TRISTE.
Dios, que ardor de estomago me ha provocado esta palabra desde que la empecé a escuchar de forma generalizada entre los triunfadores de mi barrio, Villaverde. Esos machos alfa de pacotilla, agrupados en manadas de canis, mala copia de los etnianos de peor ralea, que te llaman primo y amenazan con rajarte a las primeras de cambio
Con dieciocho años me llamaban triste por tener un curro de media jornada mal pagado que me permitía, controlando mis gastos al máximo y teniendo muy pocas horas de ocio, seguir estudiando para intentar evitar a toda costa convertirme de por vida en mano de obra barata y prescindible. Mientras, ellos disponían de todo el tiempo del mundo para asolar el barrio con sus razzias y su cabeza con todo tipo de hezs, jugar a la Nintendo y dejar preñada a la Jenny de turno.
Con veintipocos me llamaban triste porque mi nómina de 1000€ les parecía la paga de un niño de diez años frente a sus 2500€ mensuales (más del 50% en oscuro) ganados apilando tochos y sin haber tenido que estudiar en su puerca vida. Aunque he de reconocer que muchos de ellos, grandes emprendedores ayn randianos, nunca dejaron de lado otras actividades del sector servicios como la venta de droja o el robo de productos bajo pedido. Con mi baby paga no podía seguir sus juergas de farlopa y copas en las que se pulían el sueldo como si fuese su último día en la tierra mientras yo practicaba un lonchafinismo extremo que les parecía ridículo.
Los años fueron pasando y me seguían llamando triste porque, ante la ofensiva de sus todopoderosos BMW’s tuneados, el ejército que podía oponer se limitaba a mi bicicleta y mi abono transporte. Mientras se casaban y se iban de viaje de boda al caribe en régimen de todo incluido con la Jenny chochona, que ya iba preñada en la mitad de los casos, o a Ibiza a seguir con la “fies”, yo viajaba alojándome en albergues o casas de compañeros y pude, por pocos euros, recorrer media Europa y aprender a manejarme en el idioma del imperio.
Cuando pasaron los veinticinco y “se metieron” en su pisito de 300.000 € de hipoteca en uno de los barrios más pobres y chungos de Madrid, me llamaron triste hasta la extenuación porque seguía alojándome, junto a mi depresión , en una casa ocupada como un guarro y, de un tiempo a esta parte, en un pequeño piso de alquiler tirando el dinero.
Pero el glorioso año del señor del 2008 todo cambió. Se empezó a hablar de crisis. Primero se dejaron de “echar horas”, luego los apilatochos que terminaban en una obra no encontraban otra. Después hasta los que estaban en una obra activa veían como ésta se paraba y acababan de pilinguis en la calle, cobrando un paro que, gracias al dinero B, no les daba ni para la mitad de la hipoteca. Y en cuanto a lo de lo ahorrado para las vacas flacas mejor no hablamos. Ya no les veo apenas en las terrazas de los bares sino todo el día el paseo sentados, con caras largas, como si estuviesen…., no se, TRISTES.
Yo en cambio, tengo una sonrisa de oreja a oreja cuando les miro. Mi sueldo ha ido subiendo y mis previsiones de estabilidad también, ya que sólo otra persona y yo sabemos cómo realizar un trabajo fundamental para la empresa a la que nos vendemos. Además curro en un sector que trabaja mucho para el extranjero y los pedidos, aunque han bajado, siguen llegando.
Y otro pequeño detalle. El vivir de una forma austera (triste para ellos) me ha permitido no tener deudas de ningún tipo y unos ahorros que, si todo va bien, llegarán en septiembre a los 60.000 boniatos.
En definitiva, gente como estos tipos, que son muchos más de los que parecen en este puñetero país (ya sea en versión cani, visillera o pagafántica), tienen tanta culpa o más que políticos y gobernantes de la que tenemos encima. La calidad de una sociedad viene determinada por la suma de la de sus miembros individuales y, en Hispanistán, el nivel es sencillamente una hez. Resumiendo, os habéis puesto hasta las trancas durante la fiesta. Ahora que la fiesta terminó, disfrutad de la resaca….. QUE OS joroben TRISTES.
Será la única forma de que aprendáis a vivir de otra manera.
Es nuestro momento, compañeros burbujistas, la hora de los “tristes” .
