Este es un tema mucho más complejo y menos inocente de lo que parece a simple vista, y debe estar en el principal.
El sótano de la película
He visto la película. Como blockbuster cumple, aunque el signo de los tiempos también se nota en las pelis de Nolan: son para espectadores con trastorno de déficit de atención. Sólo así se explica que no pare la fruta música ni un solo sengundo, o que se haya olvidado de administrar las pausas y la tensión.
La intencionalidad política de la cinta es evidente para cualquiera. Gotham ha gozado de años de paz y seguridad gracias a la ley Dent, una ley durísima, incluso excesivamente dura. Primer mensaje al devorador de palomitas: las leyes del sistema, por muy duras que sean, lo son por tu bien.
El malo instaura la anarquía ocupando la Bolsa, alterando el orden público, quitando de en medio a la policía y a los políticos electos para poner a sus matones, instaurando tribunales populares cual revolución francesa, fascismo igualitario de corte socialista, Gotham aislada del mundo (obviemos las referencias al Neo-Tokio de Akira) y con la amenaza nuclear pendiente de un hilo... Parece que habla de Corea del Norte, ¿no?
La honestidad del cuerpo policial y político de la ciudad no se discute en ningún momento. Si acaso un alto mando policial egocéntrico, incompetente y filtro, pero que al final se redime muriendo en primera fila en la batalla polis/malos. Otro recadito al cerebro: no desconfíes de tus autoridades porque al final, son los buenos.
Gotham City como metáfora del mundo es un tanto cutre: un remedo de la Nueva York de los años 30/40 ya no es representativo de nada. Pero Batman parece que solo sufre por "su" ciudad. A Batman los niños mineros del Congo o el crimen de Alcasser se la pela, porque no entran en su jurisdicción. Con esto conseguimos acotar la atención del espectador al corazón financiero del planeta y hacerle ver que los problemas de la megápolis son los problemas de la humanidad; el resto (repúblicas centroamericanas, países de Oriente Medio) no son más que decorados del extrarradio.
Y Batman es un millonario de provincias que, como bien apunta Allseeingeye, quiere ser Atlas, pero se queda en un borjamari de buen corazón y algo cortito. Es la imagen que se nos quiere dar de las grandes élites capitalistas: gente hecha a sí misma (las condiciones de partida no cuentan, por lo visto), benefactora de la sociedad y algo ingenua, porque está encariñada de sus ciudadanos como un pastor de su rebaño de ovejas.
Hasta aquí nada que no se haya tratado ya un millón de veces. Si acaso apuntar otra pulla, como con Iron Man: la tecnología nos hace superiores. Así que ya sabes: píllate todos los gadgets de diseño futurista si quieres parecerte a un superhéroe. ¡¡Pero corre, hombre, corre a tu Apple Store más cercano!!
El subsótano de la película
¿Os habéis preguntado sobre el resurgir del cine de superhéroes desde inicios de la década pasada, cuando todos daban el género muerto y enterrado para siempre?
Antes que en el cine fue en el comic. Los auges del género de superhéroes se producen siempre que la administración norteamericana se pone en
mode expansive=On. En realidad se trata de un frente de guerra más, lo que pasa es que la gente no lo asocia como tal, sino que lo ven como un entretenimiento. Pero es guerra. Guerra cultural.
¿Suena conspiranoico? Pues no. El término formal en el que se enmarca esta ofensiva es
soft power y, aunque la etiqueta es de 1990, se lleva aplicando desde mucho antes. Es la batalla por la difusión de las ideas y los valores, en este caso el capitalismo como modelo de desarrollo individual y colectivo y, sobre todo,
el asociar el éxito material con el desarrollo personal.
Esta batalla por la supremacía cultural da inicio tras la II GM, con la entrada en la Guerra Fría. Las ideas que provenían de la Unión Soviética (la gran triunfadora junto a EEUU) corrían el riesgo de calar entre las clases bajas occidentales; de hecho, buena parte de la intelectualidad europea era de tendencias cada vez más rojas. Y para colmo, el cuerpo ideológico soviético se apoyaba en unas manifestaciones culturales de una calidad extrema. "¿Cómo puede ser malo el comunismo cuando produce obras tan impresionantes?" Ésa era la cuestión inevitable para el currela de occidente que se parase a pensarlo un poco.
Esta
seducción de las masas fue vista con alarma por las cancillerías occidentales, que comprendieron que había que jugar con las mismas armas, y
diseñar una cultura específica para llevarlas al redil del capitalismo.
Aquí entran en juego el gobierno de EEUU y la Fundación Ford, cuando crean la
Association for Cultural Freedom, una organización encargada de financiar actividades y eventos culturales en todo el mundo que se opongan al comunismo y ensalcen los valores occidentales. Recomiendo la lectura del artículo de la wiki, así como este otro:
The CIA and the Cultural Cold War.
La estrategia occidental fue la opuesta a la del bloque comunista. En vez de "elevar" el nivel del consumidor de cultura, se optó por "rebajar" la cultura al nivel del consumidor. Popularizarla. ¿Por qué? Porque al "cliente" le cuesta menos esfuerzo. Cuesta un trabajo apreciar la complejidad de Shostakovich, pero basta un par de escuchas de la tonadilla de "Cantando bajo la lluvia" para que se te quede pegada. Se apela al instinto hedonista del consumidor final, a la evasión facilona, sin esfuerzo, con todo mascadito y predigerido.
El impulso a la cultura "pop", las películas sin pretensiones, las canciones pegadizas, best-sellers literarios,
cómics de superhéroes, revistas del "way of life" e incluso mamonadas para gente con ínfulas pseudo-intelectuales, como la pintura de
Jackson Pollock, hay que enmarcarlos en esta guerra de colonización y uniformización cultural; fueron financiadas y promovidas por la ACF por todo el mundo. Y se sigue haciendo. No hay más que ver la última trilogía de Batman para darse cuenta.
Y ya que estamos metidos en harina, no nos quedemos ahí, hombre: asociemos cultura a consumo, y así sacamos también beneficio. Todos ganamos: el gobierno te inculca sus valores, tú recibes tu lavado de cerebro mientras te diviertes, y yo gano con mis producciones por partida doble: financiación de la ACF por un lado y lo que tú me pagues por otro.
No sé si la ACF seguirá financiando directamente la industria del entretenimiento, pero si no es ésa será alguna otra fundación u organismo. Lo que me resulta gracioso es que algunos de los que han ido a ver la película se definirán a sí mismos como adalides del
laissez faire y se quejarán amargamente de las subvenciones que reciben los titiriteros españoles, como si la producción que ellos se están tragando fuera el resultado de una arriesgada apuesta comercial del productor :rolleye: