Totalmente imprevisible... no. El pánico no nos lo quita nadie. La ineficiencia de las "fuerzas de orden" se da por descontado. La prevalencia de los más fuertes o los mejor organizados yo creo que es elemental.
Así que todo, todo no es imprevisible. De hecho está previsto desde hace ya bastante tiempo. Recomiendo:
.. Caosmosis .. » Blog Archive » El libro de la selva [manual de supervivencia]. (Pedro A. Prieto)
11.Seguridad y violencia.
Esta palabra, tan de moda en las sociedades opulentas, es una quimera ya en la mayoría de los países de mundo, que no disponen ni de seguridad alimentaria (más de mil millones no disponen de agua potable segura, dos mil millones están subalimentados, etc.), ni de seguridad jurídica, ni de derechos, ni posibilidades educativas. Y la violencia callejera es algo común en la mayoría de las grandes ciudades del mundo, incluyendo en él las ciudades de algunos países muy avanzados. Pero son los países avanzados los que se empiezan a preocupar de la seguridad, curiosamente en el momento en que intuyen que puede empezar a faltarles.
La falta de seguridad es algo directamente relacionado con la injusticia social y la creciente diferencia de niveles sociales y otro factor de fomento de la violencia es la creciente individualidad que fomentan las sociedades opulentas, en las que la libertad individual prima sobre las consideraciones sociales. Y va creciendo. Es previsible que cuando las modernas sociedades industriales y tecnológicas, con toda su compleja estructura, comiencen a sufrir los graves embates de la falta de energía primaria, la falta de seguridad y la violencia que implica se exacerben de forma exponencial en una doble dirección.
Por un lado, los que ostentan el poder y la mayor parte de la riqueza, esas minorías cada vez más exiguas y más ricas, cada vez más distanciadas de resto de la población, intenten formas de control de las poblaciones y de mecanismos de gobierno dictatoriales y fascistas, en un intento (que resultará finalmente vano) de mantener el dominio de la mayoría por la minoría. Estos procedimientos sólo pueden tener éxito por el procedimiento de la “solución final” hitleriana, que muchos empiezan a proponer de formas más o menos encubiertas.
Por otro lado, las grandes masas de desheredados, comenzarán a hacer bueno el principio marxista de que no tendrán que perder más que las cadenas, en el camino del deterioro progresivo de sus niveles de vida, hasta extremos insoportables. Eso les llevará a intentar acciones suicidas y muy violentas de toma desesperada de los últimos recursos que puedan quedar a su alcance. Entre estas dos tensiones, el conflicto estará servido, hasta extremos que no podemos ni imaginar. La Segunda Guerra Mundial terminó con un saldo de 60 millones de muertos. Lo que ahora aparece en el horizonte es una catástrofe que puede ser fácilmente de entre uno y dos órdenes de magnitud superior y eso son muertos y violencia como hasta ahora el hombre no ha podido imaginar , salvo en el Apocalipsis y sin dar cifras.
La forma en que se dará esta creciente falta de seguridad y violencia entre personas y sociedades, es de muy difícil predicción, aunque si abrimos los ojoso al mundo, ya tenemos varios indicios para averiguarlo y varios posibles escenarios.
Las guerras por los recursos son una de ellas y empezaron, por poner una fecha reciente y un punto de partida a que no es exclusivo ni único, en la guerra entre Irán e Irak, muy fomentada por Occidente, continuada con la guerra con Irak, con motivo de la oleada turística de Kuwait y se ha consagrado con la oleada turística flagrante de Irak, con excusas varias. Pero conflictos similares se dan en Argelia, en Colombia, Nigeria, por recursos energéticos (incluso la guerra de las Malvinas pudo tener motivos similares) y el mundo está cada vez más convulsionado. Unos, intentando proteger los recursos cada vez más escasos que les van quedando y los otros intentando expoliarlos.
En un caso, la violencia se da en toda su potencia de fuego y destrucción, con el uso de levas de soldados pobres de los países ricos, para enfrentarlos a las masas de desheredados y en su territorio. En el otro, en el de los países ricos, con la eliminación de los derechos sociales alcanzados en siglos de luchas, que se desvanecen por mor de las nuevas leyes de emergencia que los dirigentes crean para mantener a raya a sus propias poblaciones, a cambio de la promesa de que seguirán teniendo acceso a los recursos (ajenos, claro). La excusa suele funcionar y convierte a los ciudadanos de los países ricos, de seres políticamente conscientes y creyentes en el sistema democrático, en masas gregarias dispuestas a obedecer leyes supremas y eliminadoras de derechos, a cambio de seguridad. Nadie gana con ello al final.
Predecir la forma concreta en que cada sociedad va a enfrentar el problema del agotamiento creciente de recursos y el consiguiente colapso social, es imposible. Dependerá de los momentos y la velocidad con que esa sociedad se precipite por la curva de caída de la disponibilidad de los recursos.
A veces uno se siente tentado de pedir que la caída sea lo más rápida posible, porque es capaz de imaginar escenarios en los que un deterioro gradual y lento, daría mayores oportunidades para que el caos se generalizase y alcanzase incluso los lugares considerados más seguros. Todos los que hemos viajado, hemos visto cómo en países o ciudades en los que reina la desesperación y la falta de recursos, las policías se convierten en los peores delincuentes, no existe la seguridad jurídica y los tribunales, si funcionan, lo hacen sólo al servicio delos fuertes y poderosos. Uno ha visto lo que pueden provocar cortes de luz temporales en grandes ciudades, con los saqueos generalizados de bienes e interrupciones graves de los suministros esenciales. Imaginar esos escenarios de forma generalizada y permanente, pone los pelos de punta.
Muchos sienten la tentación de irse a vivir como Robinsones o ermitaños a lugares muy apartados y salvo casos muy excepcionales, esas no son en absoluto soluciones. Muy al contrario, pueden convertirse en autocondenas perpetuas. Las soluciones, si las hubiese, tendrían que ir de la mano de agrupaciones sociales muy homogéneas y de intereses comunes.
Las formas en las que el caos se irá desencadenando, por un lado son muy previsibles, porque ya se conocen tragedias que han afectado a los pueblos de forma dramática y sus reacciones. Pero por otro lado, pueden ser también muy imprevisibles, porque la tragedia que se avecina superará a todas en amplitud, profundidad y duración.
Lo previsible es que ante la aparición de la escasez generalizada, se impongan primero leyes marciales, se restrinjan las libertades sociales y se eliminen derechos de propiedad, cuando las autoridades lo consideren necesario. Primero disparar y luego preguntar. Es la forma más inmediata de intentar controlar el creciente caos y los saqueos a que la población hambrienta o desesperada dará lugar. Pero las leyes marciales sirven para estabilizar una población que sufre momentáneamente. Si la escasez se convierte en permanente, los estados de sitio y los toques de queda no terminan sirviendo para nada y es el ejército el que empezará a saquear los recursos.
Es una primera fase en la que el Estado empieza a dar muestras de desvanecerse, el sistema financiero sucumbe, el dinero comienza a no valer y es sustituido por los metales preciosos (que al final tampoco servirán para nada, si la escasez de bienes elementales para la vida, se convierten en generalizados y permanentes); es el momento de “mi reino por un caballo”. Es el momento en el que muchos han previsto que se cambie un todo terreno por una barra de pan.
Cuando el racionamiento que el Estado tenga que imponer, no llegue ni a los mínimos imprescindibles, será el Ejército y los poseedores de armas de combate los que se adueñarán de los recursos en beneficio propio y en el de sus más allegados; el caos, sin embargo, será de tal magnitud, que ni ellos podrán asegurar su poder de forma permanente.
Ese es el momento de Mad Max. Pero esta vez será peor que Mad Max o será Mad Max durante un pequeño lapso de tiempo. Mad Max no deja de ser una visión apocalíptica de la escasez, pero desde el punto de vista de una cultura que sigue inmersa en el consumo de combustibles y en los motores de explosión, aunque sean para unos pocos.
Esa fase será relativamente corta. Será, posiblemente, una visión del caos en el corto plazo, aunque pueda durar varios años desde el comienzo del caos, que puede hacer mucho daño a los previsores, que hayan podido hacer acopios y que e un determinado momento se vean con los bienes confiscados o expoliados.
Es el momento en que los previsores sufrirán más si son ganaderos que si son agricultores. La ventaja de la cría de animales, como productores de proteína y alimento más concentrado, es que son los primeros sobre los que se cebarán los saqueadores (es mucho más rentable saquear unos kilos de carne en forma de animal vivo que los mismos kilos de cereal o productos vegetales; mucho más fácil expoliar un establo que los productos distribuidos en un campo. Y todos son muy difíciles de esconder a las hordas que puedan aproximarse.
¿Estamos preparados?