Economía mundial: puzzles, paradojas y preguntas

BLICHON

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Economía mundial: puzzles, paradojas y preguntas

por Alexander Schubert*

El reciente informe anual del Banco de Pagos Internacionales (BPI) de Basilea, confirma la situación precaria no sólo de la economía mundial, sino también de los economistas que tratan de interpretarla. El BPI se ha tomado en serio la advertencia anciana de J.K. Galbraith, de no hacer pronósticos demasiado exactos, porque siempre resultan equivocados. Pero se ha atrevido a dibujar un puzzle paradójico lleno de preguntas. Así, el informe resulta bastante más interesante de leer que similares del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial.

El puzzle está constituido por lo que en otros estudios se ha denominado desarrollo “atípico” de la economía mundial. Están ahí las diversas piezas: un período bastante largo de crecimiento económico relativamente alto y su alcance, de tal manera que “muchos de los países más pobres han participado de esta creciente prosperidad”. La inflación ha retrocedido, y salvo excepciones, ha sido bastante baja. Igualmente, las tasas de interés y las primas de riesgo se han mantenido bajas. Y si bien los desequilibrios financieros internacionales alcanzan cifras récord, no ha habido problemas en financiarlos. Tampoco ha habido últimamente, alguna crisis financiera o cambiaria como habría sido típico de épocas anteriores.

Las piezas del puzzle cuadran, al parecer, perfectamente. Sin embargo, para el BPI su conjunción “es tan extraordinaria que necesariamente suscita interrogantes sobre el origen y, por consiguiente, la sostenibilidad” de sus resultados. No es que se suponga que el crecimiento económico esté a punto de colapsar. Pero el BPI no adhiere incondicionalmente a los que creen que el crecimiento económico mundial seguirá su marcha como hasta ahora. Hay nubarrones en el cielo, que tienen un potencial de tormenta. Igual, el BPI se abstiene de asignarle probabilidades. A tal punto, que al final de cuentas no sabe si proponer medidas precautorias para evitar los desastres previsibles o dejar que ellos acontezcan, para posteriormente recomponer el puzzle bajo nuevas condiciones. Se constata que “los procesos económicos se entienden hoy quizás incluso menos que en el pasado”, y al parecer, mejor dejar caer el rayo que administrar remedios equivocados.

Parecería que esta inhibición a formular recetas de acción fuese consecuente con las paradojas económicas actuales. ¿Cómo explicar el gran crecimiento económico global, si hay muchos personajes influyentes que afirman que existe un exceso de ahorros? Si tal exceso existiese, ¿de dónde proviene entonces la demanda que hace crecer la economía global? Otros insisten en constatar el retroceso de las inversiones. Si así fuese, ¿de dónde proviene la oferta de bienes incluso tan alta, que los precios, es decir la inflación, no están subiendo? Y si los riesgos de las inversiones financieras aumentan día a día, cómo explicar las tasas de interés relativamente bajas y la creciente reducción de las primas de riesgo? Si la razón es la política expansiva o “acomodaticia” de los Bancos Centrales, entonces, nuevamente, ¿porqué no hay inflación? A la lista de paradojas constatadas por el BPI se puede agregar muchas más. La teoría económica parece fallar a lo largo y ancho de sus diversas escuelas.

El origen de las paradojas podría estar, sin embargo, muy lejos de donde el BPI y la teoría económica predominante lo están buscando. Algo le está faltando al análisis económico en boga. Y de hecho, a pesar de pasar revista a las cifras astronómicas de capital acumulado por bancos e inversionistas institucionales, de los riesgos implícitos en sus diversas formas de inversión, y del tremendo aumento del endeudamiento de todos los sectores de la economía, a nivel global como doméstico, muchos se olvidan de analizar las contradicciones que esta acumulación lleva implícita. Dejan de mencionar que los bancos y los inversionistas institucionales hoy en día no son sólo parte del “sistema financiero”, sino eje central del control de la riqueza de las naciones. Y que por lo tanto, la cada vez mayor divergencia entre el crecimiento real de las economías, y el valor de los títulos que representan esa riqueza, es expresión de la forma como un grupúsculo absolutamente minoritario está haciendo uso de ella para enriquecerse a costa de cualquier riesgo e injusticia.

Hay que reconocer que el BPI intuye que de producirse un vuelco en lo que llama “el ciclo financiero” actual, podría producirse un desastre mundial de proporciones mayúsculas, con una velocidad inusitada de transmisión. ¿Cómo explicar entonces su llamado a no intervenir en este ciclo? Las razones no son teóricas, sino prácticas. Hacerlo significaría poner en discusión la legitimidad de la montaña de riqueza de unos pocos acumulada sobre un precipicio de deudas de las grandes mayorías, y de muchas empresas de las cuales depende su trabajo. Más que las relaciones financieras, eso atañe el conjunto de relaciones sociales de la economía global. Como lo demuestra el informe del BPI, no comprenderlo conduce al entrampamiento en los puzzles y paradojas de una economía global que definitivamente ha dejado de funcionar como antaño.

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Alexander Schubert. Economista y politólogo.

http://www.elmostrador.cl/modulos/noticias/constructor/noticia_new.asp?id_noticia=221782
 

BLICHON

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se repite mucho pero esta bien

14 de Junio del 2007


El dilema financiero global

por Alexander Schubert*

Los signos de un alza mundial de las tasas de interés, las persistentes presiones cambiaras sobre el dólar y la agudización de la volatilidad de las cotizaciones bursátiles, parecen indicar un cambio de las condiciones financieras internacionales. De materializarse las contradicciones implícitas en estos fenómenos, la economía mundial podría estar encaminándose hacia una situación traumática.

Según algunos observadores, estaríamos en vecindad de “correcciones” económicas más que necesarias. Ellos creen que destruir capital financiero es tan creativo como la destrucción del capital industrial a consecuencia del progreso tecnológico. Otros, más cautos, ven cernirse nubarrones financieros sobre las perspectivas de crecimiento económico mundial. Entre ellos están los que piensan que los desequilibrios financieros mundiales se están tornando insostenibles. También hay quienes aseguran que aunque no se los pueda eliminar, tampoco están dadas las condiciones para sostenerlos. Para los jefes de estado del G8, sin embargo, el problema no existe: de él no se habló una palabra en la cumbre de Heiligendamm en Alemania. Así, los problemas se agudizarán a su antojo.

Durante los últimos cinco años, y con posterioridad a la crisis de 2000-2001, la economía mundial ha presentado características que muchos observadores coinciden en denominar atípicas. Ha existido una combinación de una alta liquidez monetaria y abundancia de crédito, junto con bajas tasas de inflación doméstica en las más importantes naciones y bajas tasas de interés. Todo ello, a pesar del fuerte aumento de los precios de la energía y de muchas materias primas. Además, el crecimiento económico ha sido más constante y sostenido que en épocas anteriores. Algunos países han logrado aprovechar esta situación de manera especial, logrando fortalecer su posicionamiento en la división internacional del trabajo.

Este desarrollo ha ido acompañado, según el Presidente de la Reserva Federal de Nueva York, Timothy Geithner, por una reducción de la percepción de riesgo. Esto ha inducido una reducción de las tasas de riesgo. Por eso, los estándares crediticios han sido relajados mundialmente.

Consecuentemente, en la economía mundial se ha ido fijando capital financiero a operaciones cada vez más riesgosas. Los fondos de inversión, en sus diversas formas, han ido reciclando el capital originado tanto en los ahorros de las personas como en las ganancias empresariales, pero también en el propio flujo monetario de la economía mundial, en negocios cuya rentabilidad y seguridad es más que dudosa.

Entre las muchas expresiones de esto está el tremendo auge bursátil mundial. La capitalización de las bolsas de valores ha aumentado, entre 2002 y 2006, en más del 120 por ciento (datos de la Federación Mundial de Bolsas de Valores). En cambio, la economía mundial creció, en este mismo lapso, en menos del 25 por ciento. Es evidente, que el crecimiento de la capitalización bursátil tiene fuertes elementos especulativos.

Pero quizás más importante que la especulación en acciones es la retroalimentación entre la liquidez mundial y el crédito. Y este también ha aumentado de manera espectacular. Tanto los bonos como los créditos directos bancarios, nacionales como internacionales, han ido creciendo, durante los últimos años, en más del 25 por ciento anual. La cifra actual de ambos puede calcularse en más de 200 trillones de dólares. Si se agrega el fantástico auge de los derivados, cuyo monto nominativo actualmente alcanza a la exorbitante cifra de 415 trillones (casi 800 por ciento del producto mundial), el desarrollo monetario mundial ha sido simplemente astronómico.

El dilema de las finanzas internacionales queda entonces en evidencia: la economía mundial está basada en el crédito y la capitalización de las bolsas, y estos están basados en negocios de alto riesgo. O estos riegos disminuyen, cosa que no se ve por donde pudiera ocurrir. O lo cierto es que el empeoramiento parcial de las condiciones financieras de algunos sectores y países, fácilmente puede transformarse en una batahola generalizada.

http://www2.elmostrador.cl/modulos/noticias/constructor/detalle_noticia.asp?id_noticia=220189

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He buscado los articulos del sr.Alexander Schubert s, si ha alguien le interesa los posteo mañana , saludos
 
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LOLIPOP

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Economía mundial: puzzles, paradojas y preguntas

por Alexander Schubert*

El reciente informe anual del Banco de Pagos Internacionales (BPI) de Basilea, confirma la situación precaria no sólo de la economía mundial, sino también de los economistas que tratan de interpretarla. El BPI se ha tomado en serio la advertencia anciana de J.K. Galbraith, de no hacer pronósticos demasiado exactos, porque siempre resultan equivocados. Pero se ha atrevido a dibujar un puzzle paradójico lleno de preguntas. Así, el informe resulta bastante más interesante de leer que similares del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial.

El puzzle está constituido por lo que en otros estudios se ha denominado desarrollo “atípico” de la economía mundial. Están ahí las diversas piezas: un período bastante largo de crecimiento económico relativamente alto y su alcance, de tal manera que “muchos de los países más pobres han participado de esta creciente prosperidad”. La inflación ha retrocedido, y salvo excepciones, ha sido bastante baja. Igualmente, las tasas de interés y las primas de riesgo se han mantenido bajas. Y si bien los desequilibrios financieros internacionales alcanzan cifras récord, no ha habido problemas en financiarlos. Tampoco ha habido últimamente, alguna crisis financiera o cambiaria como habría sido típico de épocas anteriores.

Las piezas del puzzle cuadran, al parecer, perfectamente. Sin embargo, para el BPI su conjunción “es tan extraordinaria que necesariamente suscita interrogantes sobre el origen y, por consiguiente, la sostenibilidad” de sus resultados. No es que se suponga que el crecimiento económico esté a punto de colapsar. Pero el BPI no adhiere incondicionalmente a los que creen que el crecimiento económico mundial seguirá su marcha como hasta ahora. Hay nubarrones en el cielo, que tienen un potencial de tormenta. Igual, el BPI se abstiene de asignarle probabilidades. A tal punto, que al final de cuentas no sabe si proponer medidas precautorias para evitar los desastres previsibles o dejar que ellos acontezcan, para posteriormente recomponer el puzzle bajo nuevas condiciones. Se constata que “los procesos económicos se entienden hoy quizás incluso menos que en el pasado”, y al parecer, mejor dejar caer el rayo que administrar remedios equivocados.

Parecería que esta inhibición a formular recetas de acción fuese consecuente con las paradojas económicas actuales. ¿Cómo explicar el gran crecimiento económico global, si hay muchos personajes influyentes que afirman que existe un exceso de ahorros? Si tal exceso existiese, ¿de dónde proviene entonces la demanda que hace crecer la economía global? Otros insisten en constatar el retroceso de las inversiones. Si así fuese, ¿de dónde proviene la oferta de bienes incluso tan alta, que los precios, es decir la inflación, no están subiendo? Y si los riesgos de las inversiones financieras aumentan día a día, cómo explicar las tasas de interés relativamente bajas y la creciente reducción de las primas de riesgo? Si la razón es la política expansiva o “acomodaticia” de los Bancos Centrales, entonces, nuevamente, ¿porqué no hay inflación? A la lista de paradojas constatadas por el BPI se puede agregar muchas más. La teoría económica parece fallar a lo largo y ancho de sus diversas escuelas.

El origen de las paradojas podría estar, sin embargo, muy lejos de donde el BPI y la teoría económica predominante lo están buscando. Algo le está faltando al análisis económico en boga. Y de hecho, a pesar de pasar revista a las cifras astronómicas de capital acumulado por bancos e inversionistas institucionales, de los riesgos implícitos en sus diversas formas de inversión, y del tremendo aumento del endeudamiento de todos los sectores de la economía, a nivel global como doméstico, muchos se olvidan de analizar las contradicciones que esta acumulación lleva implícita. Dejan de mencionar que los bancos y los inversionistas institucionales hoy en día no son sólo parte del “sistema financiero”, sino eje central del control de la riqueza de las naciones. Y que por lo tanto, la cada vez mayor divergencia entre el crecimiento real de las economías, y el valor de los títulos que representan esa riqueza, es expresión de la forma como un grupúsculo absolutamente minoritario está haciendo uso de ella para enriquecerse a costa de cualquier riesgo e injusticia.

Hay que reconocer que el BPI intuye que de producirse un vuelco en lo que llama “el ciclo financiero” actual, podría producirse un desastre mundial de proporciones mayúsculas, con una velocidad inusitada de transmisión. ¿Cómo explicar entonces su llamado a no intervenir en este ciclo? Las razones no son teóricas, sino prácticas. Hacerlo significaría poner en discusión la legitimidad de la montaña de riqueza de unos pocos acumulada sobre un precipicio de deudas de las grandes mayorías, y de muchas empresas de las cuales depende su trabajo. Más que las relaciones financieras, eso atañe el conjunto de relaciones sociales de la economía global. Como lo demuestra el informe del BPI, no comprenderlo conduce al entrampamiento en los puzzles y paradojas de una economía global que definitivamente ha dejado de funcionar como antaño.

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Alexander Schubert. Economista y politólogo.

http://www.elmostrador.cl/modulos/noticias/constructor/noticia_new.asp?id_noticia=221782
Buena reflexión
 

laduda

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No me cuadra...

"junto con bajas tasas de inflación doméstica en las más importantes naciones y bajas tasas de interés. Todo ello, a pesar del fuerte aumento de los precios de la energía y de muchas materias primas."


Cómo puede ser que la tasa de inflación esté baja y hay un fuerte aumento de los precios de la energía y muchas materias primas???

Salvo que usen un método guay para medir esa inflación para que los números salgan...

Igualito que en cualquier empresa en la que los números se maquillan para cuando se tienen que cobrar los objetivos. Si yo cobro 1800 algún jefecillo cobrará 18000 y algún jefazo bastante más. Y claro no se va a quedar con las ganas de pagarse el BMW full equipe con los objetivos del año.

Así que luego envian los mails de los muñequitos bailones felicitando al equipo por pagarle el coche.

saludos y disfrutad de la sombra.
 

currobena

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Deflación segura

Esto va a estallar de aquí a un par de años, y entonces habrá una deflación brutal con la eliminación de deudas y derivados bancarios como dinero fiat. Quizá entonces haya una oportunidad de volver al patrón oro.
 

BLICHON

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Economía mundial: De tumbo en tumbo

24 de Agosto del 2007


Economía mundial: De tumbo en tumbo

por Alexander Schubert*

El viraje del ciclo financiero mundial ya no es un mal augurio de los eternos pesimistas. Se ha tornado en una realidad cuyo desenlace, si bien efectivamente no puede predecirse en detalle, nada bueno promete. Peor, cuando por ninguna parte aparecen las políticas que pudieran evitar un desastre no sólo económico-financiero, sino social.

La crisis crediticia que ha dado inicio al viraje financiero es más que reveladora. Se trata no sólo de una “calamidad”, como dijera el Presidente de la Reserva de St. Louis de los Estados Unidos, sino también de una “necesidad”, como anticipara The Economist hace un par de semanas.

Una calamidad, porque revela y agudiza lo que se ha venido en denominar la “aversión al riesgo”. Hasta ahora, la falta de una tal aversión y, más aun, su total ausencia, fue la premisa de una acumulación de capital ficticio global de enormes dimensiones. Esta se tradujo en un descomunal crecimiento de los mercados de valores, tanto de acciones como de papeles de deuda y otros inventos especulativos. Es esta acumulación la que ahora entra en crisis, ya no sólo temporal, sino permanente.

Una necesidad, por el exceso de deudas y el porque el desborde del consumo en algunos países ha llevado al desborde de la inversión en otros. Esto no sólo ha producido una sobreproducción mundial, y la explosión de los precios de materias primas y energía, sino serios desequilibrios financieros internos y externos, junto a una explotación irracional de mano de obra, recursos naturales y del medio ambiente. Curiosamente, el capitalismo históricamente nunca ha esquivado su responsabilidad de corregir estas distorsiones. Pero a falta de coherencia social, siempre lo hace a través de graves crisis de acumulación, cuando no de violencia militar. Desde su punto de vista, las calamidades son una necesidad.

La respuesta estatal a la crisis ha seguido el esquema ya practicado en crisis anteriores, como la de 1998 y 2001. La diferencia está en las dimensiones. Las autoridades de Estados Unidos, Japón y la Unión Europea, a través de sus bancos centrales, y con pleno apoyo de los respectivos gobiernos, han inyectado de manera coincidente ingentes sumas de crédito público destinadas a compensar la disminución del crédito privado. Pero el crédito estatal no ha estado dirigido hacia los beneficiarios originales, sino hacia los intermediarios. No hacia quienes realmente deben, sino hacia las empresas que administran los papeles que representan las deudas. Así se les ha permitido cumplir sus compromisos con sus propios inversionistas y acreedores, que asustados por la caída de los “ratings” y cotizaciones bursátiles y por los resultados de pésimos modelos computacionales, huyen hacia la “liquidez”. Todo bajo la ilusión o esperanza, de que la “normalidad” vuelva a los mercados.

Esto quiere decir, que se protege a los sectores económicamente más poderosos, dejando desamparados a los más débiles. Aunque en los Estados Unidos la actual crisis hipotecaria ha sido desatada por el impago real y potencial de hipotecas por parte de un número considerable de hogares, no ha habido plan ni acción alguna para salvar del despojo a los ocupantes de las respectivas viviendas. A pesar de que el impago afecta tan sólo al 3 por ciento de deudores hipotecarios de ese país, el número de desalojos se ha casi duplicado en los últimos seis meses, llegando a un total de casi dos millones. Se prevé que la cifra rápidamente puede ascender a dos millones, con perspectivas de alcanzar pronto los seis millones de hogares. El modelo puede ser ampliado a los fondos de pensiones, seguros y otras empresas financieras, donde la gente tiene depositado sus ahorros, que bien pueden desvalorizarse sin que los fondos pierdan la propiedad de los bienes adquiridos con ellos. Incluso, la desvalorización permite a algunos de ellos aumentar aun más su ámbito de acción.

Es improbable que la creciente intervención estatal pueda revitalizar la acumulación de deudas a la manera anterior. La caída de la demanda global será inevitable, y las manifestaciones de la crisis múltiples. Tampoco podrá paliar el grave deterioro social que la disminución de la “aversión al riesgo” de los ricos ha comenzado a producir globalmente. Pero sí asegurará una aun mayor concentración y polarización de los ingresos y la riqueza. Para muchos, la calamidad y necesidad de la crisis que comienza podría terminar en penuria extrema. Para otros, la crisis se traducirá en el aumento de su poder económico.

*Economista y politólogo
 

Alvin Red

El antepenúltimo del floro
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Sin querer ponerme medallas, va en la linea que ultimamente he intentado exponer.

La verdadera crisis mundial se producira cuando la demanda domestica caiga debido a la deuda insostenible de las familias.

El credito facil ha mantenido durante estos ultimos años los incrementos en el consumo, pero el grifo del dinero se va cerrando, los intereses aumentan, la piramide montada sobre esta estructura empieza a tambalearse, no hay empresas seguras, ni por poner un ejemplo telefonica, ya que la reducción en los gastos puede afectar a cualquier empresa.

Las seudoayudas que promete Bush a las familias americanas no son más que refinanciaciones que hechan más leña al fuego, las inyecciones de liquidez de los bancos centrales solo sirven para paliar la posible insolvencia de las grandes entidades financieras.

Los bancos centrales no saben exactamente que hacer pues no ha existido una situación como la actual y no les toca más remedio que improvisar y dar palos de ciego a ver que pasa.

Mientras las grandes fortunas e inversionistas intentan perpetuar las condiciones economicas que han reinado estos ultimos años sin querer darse cuenta de que estamois en un fin de ciclo y que las condicines actuales no son las mismas que hace unos años atras.

Parece que china va ha entrar a saco en los mercados bursatiles mundiales, eso puede dar más combustible a las bolsas pero ante un frenazo mundial del consumo aun puede hacer más estrepitoso e impredecible los cambias a venir.

Un saludo...
 

BLICHON

Madmaxista
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Unos pocos bancos (y fondos) no es nada...todavía

27 de Septiembre del 2007


Unos pocos bancos (y fondos) no es nada...todavía

por Alexander Schubert*

Aparentemente, las alteraciones financieras desatadas mundialmente por la crisis hipotecaria de Estados Unidos han sido contenidas. Son pocos los fondos que han debido cerrar y ningún banco. Las pérdidas financieras manifiestas son muy limitadas. Las intervenciones de los bancos centrales más poderosos del mundo son interpretadas como exitosas y “responsables”. Sin embargo, ni sus propios presidentes han descartado la posibilidad que la situación se agrave. Es que más allá de la falta de liquidez, incluso de los bancos privados más grandes, se está incubando una crisis estructural del conjunto de relaciones financieras y monetarias de la economía global.

La razón está quedando cada vez más en evidencia. Salvo una excepción, las dificultades actuales no han sido desatadas por desconfianza del público depositante, sino por la de los propios bancos y fondos. Estos se están cortando el agua entre ellos, con fuerte participación de las agencias de calificación de riesgos. Supuestamente ha disminuido así la propensión al riesgo. Pero este mayor cuidado no es voluntario ni producto de una mayor racionalidad. Lo está imponiendo el comportamiento de un mercado complejo e intransparente.

Lejos de tratarse sólo de una crisis de créditos hipotecarios, que por sus dimensiones potenciales ya basta para hacer temblar el sistema financiero global, los problemas actuales han afectado todos los mercados de crédito “securitizado”. Este crédito es aquel basado en el refinanciamiento de créditos al público (empresas, hogares, estados) mediante la emisión de papeles comercializados en mercados especializados. Como ya indicara Henry Kaufman hace muchos años, la securitización del crédito ha sido la base de la expansión económica global durante los decenios pasados. Pero también ha causado un tremendo aumento de los riesgos y la intransparencia de las relaciones crediticias mundiales. La tan mentada “exuberancia irracional” de los mercados financieros es su producto.

Durante las semanas pasadas, la contracción del crédito del mercado de dinero de corto plazo ha sido cuantiosa, y muy superior a las pérdidas anunciadas por los fondos y bancos en sus operaciones hipotecarias. Esto está demostrando que los inversionistas institucionales (bancos, fondos, seguros) no sólo están temiendo el impago de los papeles securitizados en base a créditos hipotecarios, sino también a muchos otros. Ello es expresión de una desconfianza respecto de todo el sistema de securitización de créditos.

Con la crisis hipotecaria se ha derrumbado una teoría que ha sustentado por mucho tiempo la lógica comercial de fondos y otros inversionistas institucionales. La teoría es que los diversos segmentos del mercado de créditos securitizados no se verían nunca afectados simultáneamente por dificultades de pago. Al suceder exactamente lo contrario, muchos modelos computacionales que utilizan los inversionistas institucionales han quedado obsoletos. Pero el problema no se soluciona reprogramándolos. Antes habrá que descubrir la teoría adecuada para hacerlo.

Para ello no basta con considerar las formas actuales en las que las diversas instancias financieras del mundo globalizado se otorgan crédito entre sí. Además, es necesario tomar en cuenta que la totalidad de las actividades productivas dependen del funcionamiento del crédito securitizado. Este es el resultado de lo que algunos investigadores han denominado la “financialización” de la economía. Se trata de un concepto que une los fenómenos monetarios con el mundo “real” de la economía mundial, es decir, las inversiones, la producción, el empleo y los ingresos. Aunque el concepto constituye una especie de eslabón perdido de la teoría económica predominante, es completamente ignorado por ella.

La financialización de la economía mundial hace ilusoria la idea de una recuperación “autónoma” de las inversiones y del consumo, sin que antes se solucione la crisis crediticia y de los mercados de créditos securitizados. Al revés, tampoco habrá solución de ésta, sin que antes vuelvan a crecer sustancialmente las inversiones, el consumo y los ingresos.

Con sus intervenciones, los bancos centrales han logrado evitar, hasta ahora, el cierre y/o quiebra masiva de fondos y bancos. Pero para evitar que la crisis siga su curso habría que intervenir toda la cadena de financialización económica mundial. No hay banco central, ni siquiera estado capaz de hacerlo. Ni tampoco hay en vista los mecanismos de coordinación global que se requerirían para ello. Por último, faltan las concepciones políticas. Lo más probable es, pues, que veamos agravarse la situación financiera y con ello la coyuntura económica mundial.

*Economista y politólogo
 

BLICHON

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Exportaciones y políticas cambiarias

Exportaciones y políticas cambiarias

por Alexander Schubert*

Como efecto de la reestructuración económica mundial, muchos países que antes eran crónicamente deficitarios, ahora están acumulando fuertes excedentes en moneda extranjera. Del “manejo de la deuda externa”, el centro de gravedad de la política económica ha girado hacia el “manejo de las reservas internacionales”. Algunas naciones están utilizando este viraje internacional para fortalecer su posicionamiento económico mundial. Otros, entre ellos Chile, siguen sin saber cómo ubicarse en el nuevo ambiente global.

Para empezar, es necesario caracterizar la transformación económica mundial aludida. En síntesis, ella consiste en que el “bloque deficitario” se ha trasladado de los países en desarrollo o “emergentes” a un reducido grupo de países desarrollados. Los mayores déficit se concentran ahora en los Estados Unidos; le siguen España, Gran Bretaña, Francia, Australia e Italia. Estos países acumularon en 2006 un déficit en cuenta corriente equivalente a cerca de 2.000 billones de dólares, con tendencia creciente. Así, ha comenzado a surgir la visión apocalíptica sobre los “graves desequilibrios” mundiales, propagada por los mismos que antes, cuando el bloque deficitario estaba en el sur, los consideraban lo más normal del mundo.

Paralelamente, han aumentado las reservas internacionales. Desde el año 2000, estas se han casi triplicado, llegando según datos del Banco de Pagos Internacionales hacia fines de 2006 a más de 4.300 billones. De esto, casi un 25% corresponden a China, otro tanto a Japón y Taiwán, mientras que el resto recae sobre el resto de Asia (647 billones), Latinoamérica (271), países del Medio Oriente (178), Europa Oriental (181), y otros países industrializados (334).

De manera no anticipada, el traslado del block deficitario hacia el norte ha creado así un dilema novedoso para las políticas de desarrollo. Este se puede reducir a la pregunta: ¿Qué hacer con los excedentes monetarios internacionales? El desafío está ubicado en dos niveles: en la política cambiaria propiamente tal, y en la inversión de los recursos respectivos.

En cuanto a la política cambiaria, entre los países con crecientes excedentes monetarios pueden distinguirse, en lo fundamental, dos respuestas. China ha seguido junto con la mayoría de los países asiáticos una política de sustento de su propia moneda. Según Stephen Jen de Morgan Stanley (12-01-2007), la mitad de las intervenciones en los mercados cambiarios corresponden a China; la otra mitad a los países exportadores de petróleo. Esto les ha permitido mantener la competitividad del sector exportador, que sigue creciendo con tasas inusitadas. Los recursos absorbidos por el estado no se están “esterilizando”, como afirman muchos, sino se están utilizando en planes de inversión pública en infraestructura y otros sectores de la economía, con una fuerte ampliación del crédito. Es esta la base sobre la cual se construye la competitividad y hegemonía mundial futura no sólo de la industria, sino el conjunto de la economía China – y asiática, habría que agregar. Un esquema similar están siguiendo la mayoría de los países exportadores de petróleo del Medio Oriente (como también Rusia).

En el otro extremo están los países latinoamericanos. Aquí Brasil da la pauta, y Chile le sigue con mayor ortodoxia. Si bien no hay políticas orientadas a detener el aumento de las reservas internacionales, tanto los Bancos Centrales como las autoridades de gobierno han perseguido sistemáticamente una apreciación de la moneda y un control inflacionario mediante fuertes superávit fiscales y aumento de las tasas de interés. Como consecuencia se ha reducido el ritmo de crecimiento económico, con un deterioro de las condiciones de inversión. Estás podrían tonarse dramáticas si estas políticas son acompañadas, como aconseja el FMI en la última edición de Perspectivas de la economía mundial (octubre de 2007), por una reducción del gasto público, como supuesto remedio para contrarrestar la apreciación de la moneda.

También en la inversión de las reservas internacionales se manifiestan las diferentes estrategias. Mientras un grupo de países excedentarios se apresta a conformar poderosos Fondos Soberanos de Bienestar (FSB), capaces de manejar estos recursos en beneficio de su mayor acumulación productiva, otro grupo se contenta con entregar este manejo a fondos que están totalmente fuera de su control. Según cálculos del Morgan Stanley, en 2015 los FSB podrían disponer de un capital equivalente a 15 trillones de dólares , mientras que las reservas internacionales en ese año no llegarían a los 8 trillones de dólares.

En definitiva, mientras algunos países, junto con acumular reservas internacionales, no sólo están creando una fenomenal infraestructura productiva y social, sino acumulando los recursos para hacerse dueños del capital accionario y poder influir sobre los mercados financieros del mundo, otros prefieren contentarse con una estabilidad financiera momentánea profundamente estéril.

*Economista y politólogo
 

BLICHON

Madmaxista
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La cortina de humo del FMI

La cortina de humo del FMI

por Alexander Schubert*

Durante su reciente Asamblea General los gobiernos que conforman el Fondo Monetario Internacional lograron esquivar olímpicamente la discusión sobre la crisis crediticia que afecta cada vez más la economía mundial. Nuevamente, el FMI ha tendido una cortina de humo sobre los problemas acuciantes de la economía mundial, demostrando que no tiene capacidad para resguardar los intereses de la mayoría de los habitantes del planeta frente a una coyuntura compleja y amenazante.

Hábilmente, el saliente director general, Rodrigo Rato, no dudó en darse volteretas espectaculares de opinión respecto al futuro del dólar, promover visiones contradictorias sobre las perspectivas del crecimiento mundial, y desviar atención hacia cuestiones más bien secundarias. Previamente, Rato no había vacilado en instrumentalizar su caduco cargo para propinarle un golpe bajo al gobierno español, y perfilarse así como reactivado líder de la oposición reaccionaria en su país. Strauss-Kahn, el nuevo director general, habló sobre las reformas del FMI, con acostumbrada vaguedad. Todo esto a vista y paciencia de los gobernadores del Fondo, que tuvieron que esperar la publicación de los capítulos 1 y 2 del informe anual hasta el mismo día de la Asamblea (los otros ya habían sido publicados semanas antes), para eliminar entre bambalinas todo aquello que pudiera generar controversia ente los ilustres señores.

Hasta ahora, el FMI y su aparato burocrático-académico no han logrado entender lo que para muchos administradores de fondos de inversión es una evidencia: que detrás del aparato oficial de instituciones financieras se ha ido creando un “sistema bancario de sombra” fuera de control de las instituciones oficiales. Este está conformado por los vehículos, instrumentos y toda una estructura de intermediarios de fondos de inversión. Bill Cross, director de PIMCO, ha llegado al extremo de comparar el crecimiento de este sistema (del cual PIMCO obviamente forma parte) con las metástasis del cáncer, y se ha mofado de la ignorancia de los propios funcionarios del Departamento del Tesoro de EE.UU. respecto de su funcionamiento. Es precisamente este aparato el mayormente afectado por la actual crisis crediticia.

Para ejemplarizar el estado actual de cosas y la ignorancia que en medios oficiales existe al respecto, Cross ha tomado el ejemplo tratado en todo curso de primer año sobre economía monetaria. Allí se explica que una unidad monetaria (dólar, peso, euro etc.) depositada en un banco induce depósitos bancarios por hasta 5 unidades. Sin embargo, en el sistema bancario de sombra actual, una unidad depositada en símbolos de capital puede inducir la generación de 10, 20 y hasta muchas veces más su propio valor. Al final de la cadena, ya nadie puede siquiera atinar a calcular los riesgos implícitos en cada una de las nuevas operaciones.

El sistema bancario de sombra ha permitido no sólo una ampliación extraordinaria del crédito, provocando una verdadera explosión de deudas a lo largo de la economía mundial y cada una de sus partes. También ha ayudado a muchas empresas a apoderarse de otras y expandir sus actividades muy por encima de sus posibilidades reales, como también a mucha gente a vivir con un nivel de vida muy superior al justificado por sus ingresos. Algunos superricos han acumulado así una riqueza fantástica, y millones de hogares han quedado acosados por una montaña de deudas. Igualmente, el sistema bancario de sombra ha sido el factor decisivo de la creación de una inusitada liquidez global y la respectiva acumulación de reservas internacionales, fomentando los crecientes desajustes comerciales y cambiarios entre muchas naciones.

El detonante de la actual crisis ha sido la incapacidad manifiesta de muchos hogares norteamericanos para cumplir los requerimientos que el sistema les ha impuesto para acceder a la propiedad de sus hogares. Pero la verdadera causa está en la insostenibilidad del propio sistema. El FMI, seguido por los ministros de hacienda y los presidentes de bancos centrales, ha mostrado una vez más que no tiene capacidad para proponer y orientar políticas que eviten su progresivo deterioro. Menos, de diseñar políticas para prevenir y amortiguar sus efectos sociales. Les queda sólo tender una cortina de humo sobre la unilateralidad de intereses con la que se ha desarrollado la globalización y sus aparatos institucionales.

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Alexander Schubert es economista y politólogo


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BLICHON

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Supercapitalismo

Supercapitalismo

por Alexander Schubert*

A pesar de los graves acontecimientos en los mercados crediticios mundiales, los efectos reales han sido, hasta ahora, limitados. La economía real sigue apareciendo como sana y “robusta”, como usa decir la siutiquería económica en boga. Ello estaría dando la razón a quienes creen que el capitalismo actual seguirá expandiendo y consolidándose a pesar de las alteraciones financieras actuales. Aunque existen muchos argumentos para considerar prematura esta conclusión, aceptarla tampoco resulta muy tranquilizante.

Quien últimamente ha aportado los argumentos más convincentes para dudar sobre la salud del capitalismo mundial más allá de sus coyunturas financieras y monetarias es Robert Reich, ministro del trabajo durante el gobierno de Bill Clinton en los EEUU. Su más reciente libro (“Supercapitalism”) describe una dinámica de desarrollo capitalista mundial cargada de contradicciones y angustiantes desafíos políticos y sociales.

Por un lado, el capitalismo contemporáneo ha restaurado una casi ilimitada competencia global en todas las ramas económicas, y una reducción dramática de las barreras de ingreso a los mercados mundiales. Esto ha contribuido a expandir inmensamente la oferta de nuevos productos de alto nivel tecnológico a precios accesibles para la gran mayoría de consumidores, bajando además los precios de los bienes de consumo masivo. Ello explicaría la ausencia de inflación y un aumento del bienestar material de las personas inimaginable hace cincuenta años.

Además, el aumento de los ingresos ha ido acompañado por una sustancial acumulación de ahorros. Esto ha transformado a una buena parte de la población en “inversionistas”. Se ha masificado así la figura del “consumidor-inversionista”, interesado en una oferta barata de bienes y en ganancias empresariales altas, dado que de ellas depende la rentabilidad de sus ahorros o “inversiones” y, con ello, una buena parte de sus propios ingresos (como también su seguridad social).

Los intereses de los “consumidores-inversionistas” son, sin embargo, incompatible con altos niveles requeridos de protección laboral y ambiental. Ellos además hacen imposible cualquier control social sobre el destino de las inversiones de los fondos y otros inversionistas institucionales. El ejemplo paradigmático es Wal-Mart. La gente compra allí masivamente, porque la oferta es barata, y los accionistas aceptan los abusos laborales, porque rechazarlos disminuiría la competitividad y las ganancias empresariales.

La actitud de los “consumidores-inversionistas” es ilusoria y en el mejor de los casos, confusa. Reich demuestra para los EE.UU., y los ejemplos abundan de otras partes, que el aumento de las desigualdades sociales han ido paralelo a la consolidación del supercapitalismo como tal, incluyendo, obviamente sus “nuevos territorios”, como la China, la India y muchos otros “países emergentes”. Allí, las desigualdades de ingreso y riqueza, en poco tiempo, han adquirido características simplemente groseras.

En esta constelación, la democracia tiene todas las de perder. Se ha producido una verdadera explosión del lobbyismo (cuestión que más allá de los EE.UU. ha transformado a muchos gobiernos y parlamentos nacionales y supranacionales – como el de la Unión Europea- en verdaderas bolsas de trabajo para lobbyistas de empresas privadas). La “responsabilidad social corporativa” se transforma en farándula para enfrentar la competencia y favorecer los negocios y la expansión empresarial. El lobby de las empresas se constituye en portavoz de las posiciones “verdes” con el solo objetivo de aumentar las ganancias y los beneficios de explotación de las riquezas naturales. Todo a vista y paciencia de los “consumidores-inversionistas”, cada vez más alejados de los centros verdaderos de decisión política.

Debido a que no se percibe cómo una crisis crediticia global pudiera obligar al supercapitalismo a enmendar su rumbo, sus características económicas aparecen como irreversibles. Se crea así la imagen de un capitalismo sólido y “robusto”. Sin embargo, desde adentro, no desarrolla propuesta alguna para contener el grave deterioro político, social y ambiental que lo viene acompañando. Tienen razón, pues, quienes afirman que la crisis crediticia podría pasar sin afectar la economía “real”. Todo depende de qué se entienda por tal.

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Alexander Schubert es economista y politólogo
 

Marai

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La inflación ha retrocedido, y salvo excepciones, ha sido bastante baja.
Esto no se debe a ninguna clase de magia blanca de los bancos centrales. Los economistas bien saben que la inflación es un fenómeno que depende del conjunto de bienes del mercado, pero "se olvidaron" de contabilizar todos los bienes en la inflación. Tanto fijarse en la subyacente "para eliminar elemetos volátiles" o inflación sin vivienda "porque no hay métodos armonizados" y resulta que el IPC no sirve para nada. Suponiendo una economía en la que el poder adquisitivo global es constante, si un producto sube de precio, ésta subida será compensada por caidas en otros bienes. Como en estos años los inmuebles subieron mucho de precio, para compensar, los bienes de consumo y servicios se mantuvieron a raya. Si représentáramos en una gráfica el IPC y coste relativo de aquisición de vivienda de los últimos 15 años seguro que veríamos una cierta correlación negativa entre las dos variables.
 

BLICHON

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Crisis real de la riqueza ficticia

29 de Noviembre de 2007


Crisis real de la riqueza ficticia

por Alexander Schubert*

Quien haya seguido los acontecimientos actuales en el mercado mundial de créditos, seguramente se ha asombrado de las sumas que bancos, fondos de inversión y otros están perdiendo a raíz del derrumbe de los valores hipotecarios en diversas partes del mundo. Las sumas son tan cuantiosas, que cuesta imaginárselas. Y especialmente cuesta imaginarse qué es lo que representan. Es que se trata de valores contables de una riqueza que no se materializa en ningún bien real. Se trata de la propiedad sobre los ingresos futuros de las personas y las empresas. O sea, de una riqueza ficticia, cuya importancia económica ha pasado a ser muy superior a la riqueza real.

Según un reciente informe de la OCDE, las pérdidas a raíz de la crisis hipotecaria podrían alcanzar hasta 2008 la suma de 200.000 millones de dólares. Esto equivale a aproximadamente 12 veces el valor bursátil actual de General Motors, uno de los mayores fabricantes de automóviles del mundo. O sea, lo que se perdería de ser efectivo el cálculo de la OCDE equivaldría al cierre de 12 empresas similares. En el mundo real, ello representaría una crisis tremenda. En el mundo ficticio, pareciera ser poco relevante.

Eso tiene dos razones fundamentales. Por un lado, porque frente al total de la riqueza ficticia acumulada en el mundo, las actuales pérdidas todavía son minúsculas. Segundo, porque por tratarse de un fenómeno históricamente nuevo en sus formas, no se perciben todavía sus graves amenazas y repercusiones.

Frente a un producto mundial anual real equivalente a cerca de 50 trillones (en terminología norteamericana), el capital ficticio supera los 150 trillones de dólares (cifras de 2005, ya que el FMI dejó de publicar la serie respectiva), o sea, en tres veces. Comparado con esto, los 200.000 millones de pérdidas posibles calculadas por la OCDE, no son más que una pulga, o “peanuts”, como dicen los banqueros con plata. El problema está, sin embargo, en que esos 150 trillones son la suma de los supuestos valores de muchos papeles que ahora ya no tienen precio. O sea, que no valen nada, y que por tanto harán disminuir los 150 trillones no sólo a 149,8 si la OCDE tiene razón, sino a mucho menos, como es de suponer.

Nadie es capaz ni siquiera de imaginar una pérdida de capital ficticio, por ejemplo, del orden de 15 trillones, un 10 por ciento del total. Pero esa pérdida haría derrumbar todo el sistema bancario capitalista, incluyendo, por supuesto, el chino, tan asiáticamente sólido, como suponen algunos. No desaparecería ni una sola fábrica o empresa del mundo real; pero sí la propiedad ficticia de los superricos y de todo el resto. Lamentablemente no sólo sufrirían los magnates bancarios (más bien, estos no sufrirían nada). Lo grave es que decenas de millones de familias perderían sus ahorros y la posibilidad de disfrutar de sus bien ganadas jubilaciones y otros beneficios tan esperados y justificados. Y quedarían cortados de las fuentes de financiamiento para renovar sus deudas. La caída del consumo sería espectacular, y el deterioro social y productivo inimaginable.

Pero, ¿no será una exageración pensar que del capital ficticio de 150 trillones se pueda perder un 10 por ciento? Pues bien, observando la volatilidad diaria de las cotizaciones de los papeles que constituyen el capital ficticio mundial, esta estimación más bien resulta conservadora. Bien se podría pensar que en determinado momento las pérdidas podrían ser mucho mayores, y no de manera pasajera, sino permanente.

De ocurrir, nadie escaparía de sentirlo. El remezón sería terrible, y posiblemente equivalente al remezón de las invasiones del imperio romano por los “bárbaros” germánicos. Ellas hicieron desaparecer ese imperio. Sería la invasión del mundo ficticio por la simple y pura realidad capitalista. Se derrumbaría la ilusión de que las ficciones pueden brindar e, incluso asegurar, el bienestar de la población. El remezón sería trágico, pero quizás saludable. Depende de las alternativas que vayan surgiendo.

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Alexander Schubert es economista y politólogo

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Hacia la crisis financiera global

Hacia la crisis financiera global

por Alexander Schubert*

A medida que la crisis financiera en marcha se va acelerando, vemos surgir todo tipo de explicaciones del porqué el deterioro financiero de los EEUU no pudo ser contenido, y porqué la recesión económica en ese país ahora sí amenaza con transformarse en una recesión económica global. Hasta hace poco, el coro de voceros oficiales negaba rotundamente que ello pudiera ocurrir. Igual, los fundamentos estructurales de la crisis en desarrollo permanecen encubiertos, como si ignorarlos pudiera dar un respiro a quienes están buscando las formas de “restablecer” el equilibrio.

Dentro de los fenómenos estructurales de mayor relevancia actual, está el inusitado incremento del comercio mundial de capital ficticio durante los decenios pasados. Este ha permitido niveles también inusitados de endeudamiento, no sólo de los estados, sino también de las empresas, hogares y personas individuales.

Dando muestras de un grado de socialización de las relaciones económicas impensable hace unos decenios, el capitalismo mundial dio rienda suelta a la producción y el comercio de las más exóticas formas de símbolos de capital. La mayor parte de los fondos de pensiones y otros fondos está “depositada” en tales papeles. La riqueza material fue sustituida por el establecimiento de relaciones jurídicas de endeudamiento. En muchas naciones, la gente incluso se endeudó para comprar capital simbólico y participar en las ganancias que ofrecía su comercio. El proceso fue tan dinámico, que durante el último decenio el valor simbolizado por los papeles de capital ficticio creció muchísimo más rápido que la economía real. Hasta el comienzo de la actual crisis, ese valor superaba en más de cinco veces el producto mundial, es decir, el valor de todo lo producido anualmente en el mundo en bienes y servicios.

De esta forma, se fue creando un desequilibrio entre el valor nominal de los papeles de capital ficticio circulante en el mundo, y la capacidad real de la economía mundial para producir los valores equivalentes. La tasa de acumulación de capital real ha sido muy inferior a la tasa de acumulación de capital ficticio. La realidad se ha distanciado de la ficción de tal manera, que incluso los más ilusos han comenzado a dudar de los valores de los papeles que simboliza su riqueza. Tratando de desprenderse a tiempo de ellos, han provocado el desplome de varios segmentos del mercado financiero mundial. Ni las más descaradas maniobras de la agencias calificadoras de riesgo lo han podido impedir.

El grave problema es que con ello ha comenzado una desvalorización generalizada del capital ficticio existente. Se manifiesta así que ha habido una sobreacumulación de capital ficticio, y una subacumulación de capital real. Las pérdidas que ahora están sufriendo bancos, fondos y otros inversionistas institucionales, y a consecuencia de ello las personas, son el resultado de esa sobreacumulación de capital ficticio. Algunos banqueros e “inversionistas” han descubierto hoy con asombro de que muchos de los papeles de capital simbólico no tienen precio. Por ello, la estrategia de salvataje del Citibank, basada en crear un precio ficticio para papeles ficticios, ha fracasado rotundamente, a pesar de las cuantiosas inyecciones de dinero por parte de los bancos centrales de EE.UU y de la Eurozona.

La sobreacumulación de capital ficticio tiene un doble efecto, que amenaza con profundizase. Por un lado, la de desvalorizar muchos de los papeles de capital simbólico en circulación, provocando pérdidas que podrían hacer estallar a más de alguno de los grandes bancos internacionales. Por el otro, la de hacer cada vez más difícil el financiamiento de déficits fiscales y comerciales mediante la emisión de nuevos papeles simbólicos de capital.

Por ello, es completamente ilusoria la idea de que la actual crisis financiera pudiera quedar confinada a algunos países, por ejemplo, EE.UU. El comercio mundial necesariamente se verá afectado, a no ser que se suponga posible establecer un comercio mundial completamente equilibrado, pero dinámico, que excluya EE.UU. Esto es una visión simplemente absurda de quienes hacen cuentas alegres con las reservas internacionales acumuladas en las “economías emergentes” durante los últimos años.

La actual crisis financiera es de carácter estructural y mundial. La socialización capitalista, por mucho que haya avanzado, no supera las limitaciones de un sistema económico basado, en definitiva, no en los intereses colectivos, sino individuales. Pretender que hay naciones mejor “preparadas” para enfrentarla, es desconocer su naturaleza estructural. Pretender enfrentarla con medidas individuales de los estados, es desconocer su naturaleza mundial. La respuesta a la crisis debería ser tanto de carácter estructural como mundial. Pero es evidente que faltan las instituciones para siquiera concebir una respuesta de esa naturaleza.

*Alexander Schubert es economista y politólogo

http://www.elmostrador.cl/modulos/noticias/constructor/detalle_noticia.asp?id_noticia=238267