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Yo NO fui a EGB: un alegato contra la falsa nostalgia
Y eso que vi Verano Azul, merendé pan con chocolate, escribí en cuadernillos Rubio y bailé La lambada. Porque Proust no puso una foto de una magdalena de La Bella Easo y dijo: "¿A que tú también comiste muchas, eh?".
Por PALOMA RANDO | 4 de marzo de 2015 / 14:10
Si nos guiamos por la segunda acepción del DRAE, la nostalgia es la tristeza provocada por el recuerdo de un episodio feliz pasado. ¿Dónde está el negocio de la nostalgia? En adulterar ese pasado, en convertirlo en un pasado de garrafón para sacarle más rendimiento a las consumiciones. ¿Y cuáles son las claves de este proceso? Procedemos.
1. Si la nostalgia consiste en el recuerdo de una dicha perdida, la nostalgia adulterada convierte el pasado en su totalidad en algo dichoso. Su selección de acontecimientos concretos es tremendamente sesgada ya que sólo selecciona los inocuos, aquellos que pueden ser señalados como ejemplo de “todos esos años que fueron felices”.
2. Esos años, curiosamente, siempre coinciden con la infancia de aquellos a los que va dirigido el mensaje. No sólo se les está diciendo “cualquier tiempo pasado fue mejor”, se les induce a pensar “de niño era más feliz”. ¿Por qué?
3. Porque la amnesia infantil le ayuda a verlo así. La neurociencia ha determinado que almacenamos menos recuerdos entre los dos y los trece años: algo que todos sabemos, pero que además ha sido objeto de estudio y de constatación y contrastación científicas.
4. Además de recordar menos, usted recuerda más práctico. El Fading affect bias (FAB) es el proceso, también contrastado y estudiado por la psicología cognitiva, por el cual tendemos a recordar sólo lo bueno. Vamos, que qué importa si le metían la cabeza en el wáter, si le llamaban caraculo o si le tiraban de la goma de los calzoncillos hasta que se la rompían, ¡¡Si después veía la vuelta al mundo de Willy Fog!! Qué bien lo pasaba entonces, ¿eh?
5. Porque no es feliz ahora. La nostalgia es la nueva autoayuda: vuelva a los casettes, a Verano azul, a Xuxa, a aquello que demonios quiera volver, pero vuelva. Ese es su sitio. Es importante que recuerde...
6. Que aunque ahora se sienta solo, triste, decepcionado por los avatares de la vida adulta, hubo una época en la que usted fue plenamente feliz, perteneció a un grupo, era aceptado. “-Yo tuve una Nancy -¡Yo también!” y pum, ya está conectado con alguien, pertenece a la misma generación, tiene algo en común con otra persona. Volvemos al punto 3 y al 4 para seguir creyendo algo que tal vez sea mentira o no tan cierto como nos hacen creer.
7. Que los recuerdos concretos no estropeen una buena historia. Esta nostalgia fake es un relato incompleto que confía en exceso en el poder evocador de cada uno. Es decir, no es un relato autobiográfico. Pretende ser lo suficiente genérica como para que cualquiera se pueda sentir identificado con ella y a partir de ahí traiga a colación sus propios sentimientos. “¡Mira! ¡Una foto de un goma Milán! ¿No es esta goma Milán igual que las que usaba cuando iba al colegio” Y el lector piensa: “Sí, yo me comía esas gomas en mis años escolares. Ay, ¿qué habrá sido de la seño Mari Nieves? Cuánto me acuerdo de los capones que nos daba, qué cariñosa era”.
8. Que la HISTORIA no estropee una buena historia. La diferencia entre la historia y la memoria probablemente sea la misma que entre un periódico y su diario personal. La nostalgia por definición y la fake por vocación no quiere oír hablar de la historia, se queda con su propia versión. Que la realidad no estropee ese refugio de UHF, Tigretón y Duralex en el que se crió y del que ahora ha elaborado inconscientemente una versión mejorada.
9. Confía en la capacidad de sus receptores para ignorar generaciones posteriores. ¿Se acuerda de los Cuadernillos Rubio? Qué bien lo pasaba aprendiendo ortografía y caligrafía, ¿eh, truhán? Los cuadernillos Rubio son tan tan TAN de los ochenta, ¿verdad? Son muy de nuestra generación. Tanto como que nacieron a finales de los años 50 y hoy día tienen hasta app para iPad ¿pero a quién le importa?
10. Confía en la capacidad de sus receptores para ignorar generaciones previas. Eurovisión. ¿Se acuerda de cuando quedabas con tus amigos para ver Eurovisión, eh? ¡Qué tiempos aquellos! Es algo tan exclusivo de una generación concreta que lo hemos hecho mi madre, treinta y siete años mayor que yo y la que esto suscribe. Ah, y ninguna de las dos cursó EGB.
11. Tiene un nicho muy concreto. Va dirigido a hombres y mujeres entre 25 y 40 años, es decir, entre los que pueden empezar a presumir de recuerdos y aquellos que tienen la mayoría de recuerdos en democracia, de clase media, usuarios de redes sociales hoy y ávidos consumidores de televisión entonces. ¿Se imagina la reivindicación de la nostalgia de aquellos que vivieron su infancia en los años cincuenta? ¡Qué tiempos aquellos en los que estudiábamos bachillerato y reválida! ¿Os acordáis de cuando no podíamos viajar fuera de España sin autorización paterna o del marido aunque fuéramos mujeres mayores de edad? ¿Y de cuando el maestro nos atizaba con la regla? ¿Recuerdas cómo se jugaba a las tabas? Sí, se jugaba con huesos de animal entre otras cosas porque comprar juguetes era un lujo al alcance de pocos, ¡pero qué felices éramos!
12. No es nada nuevo. Un episodio de La Odisea nos narra la llegada de Ulises y los suyos a la isla de los lotófagos. Los lotófagos, como su propio nombre indica, se caracterizaban por comer loto, al cual atribuían la propiedad de la pérdida de memoria. Ulises consiguió que su tripulación no comiera y así regresara sana y salva, sin olvidar su pasado ni sus objetivos. Que la memoria es imprescindible es tan obvio como que nadie está a salvo de sufrir un ataque de nostalgia. ¿Lo importante? No confundir la una con la otra y no hacerlas pasar por historia.
Extraido de: Yo NO fui a EGB: un alegato contra la falsa nostalgia | Vanity Fair
Y eso que vi Verano Azul, merendé pan con chocolate, escribí en cuadernillos Rubio y bailé La lambada. Porque Proust no puso una foto de una magdalena de La Bella Easo y dijo: "¿A que tú también comiste muchas, eh?".
Por PALOMA RANDO | 4 de marzo de 2015 / 14:10
Si nos guiamos por la segunda acepción del DRAE, la nostalgia es la tristeza provocada por el recuerdo de un episodio feliz pasado. ¿Dónde está el negocio de la nostalgia? En adulterar ese pasado, en convertirlo en un pasado de garrafón para sacarle más rendimiento a las consumiciones. ¿Y cuáles son las claves de este proceso? Procedemos.
1. Si la nostalgia consiste en el recuerdo de una dicha perdida, la nostalgia adulterada convierte el pasado en su totalidad en algo dichoso. Su selección de acontecimientos concretos es tremendamente sesgada ya que sólo selecciona los inocuos, aquellos que pueden ser señalados como ejemplo de “todos esos años que fueron felices”.
2. Esos años, curiosamente, siempre coinciden con la infancia de aquellos a los que va dirigido el mensaje. No sólo se les está diciendo “cualquier tiempo pasado fue mejor”, se les induce a pensar “de niño era más feliz”. ¿Por qué?
3. Porque la amnesia infantil le ayuda a verlo así. La neurociencia ha determinado que almacenamos menos recuerdos entre los dos y los trece años: algo que todos sabemos, pero que además ha sido objeto de estudio y de constatación y contrastación científicas.
4. Además de recordar menos, usted recuerda más práctico. El Fading affect bias (FAB) es el proceso, también contrastado y estudiado por la psicología cognitiva, por el cual tendemos a recordar sólo lo bueno. Vamos, que qué importa si le metían la cabeza en el wáter, si le llamaban caraculo o si le tiraban de la goma de los calzoncillos hasta que se la rompían, ¡¡Si después veía la vuelta al mundo de Willy Fog!! Qué bien lo pasaba entonces, ¿eh?
5. Porque no es feliz ahora. La nostalgia es la nueva autoayuda: vuelva a los casettes, a Verano azul, a Xuxa, a aquello que demonios quiera volver, pero vuelva. Ese es su sitio. Es importante que recuerde...
6. Que aunque ahora se sienta solo, triste, decepcionado por los avatares de la vida adulta, hubo una época en la que usted fue plenamente feliz, perteneció a un grupo, era aceptado. “-Yo tuve una Nancy -¡Yo también!” y pum, ya está conectado con alguien, pertenece a la misma generación, tiene algo en común con otra persona. Volvemos al punto 3 y al 4 para seguir creyendo algo que tal vez sea mentira o no tan cierto como nos hacen creer.
7. Que los recuerdos concretos no estropeen una buena historia. Esta nostalgia fake es un relato incompleto que confía en exceso en el poder evocador de cada uno. Es decir, no es un relato autobiográfico. Pretende ser lo suficiente genérica como para que cualquiera se pueda sentir identificado con ella y a partir de ahí traiga a colación sus propios sentimientos. “¡Mira! ¡Una foto de un goma Milán! ¿No es esta goma Milán igual que las que usaba cuando iba al colegio” Y el lector piensa: “Sí, yo me comía esas gomas en mis años escolares. Ay, ¿qué habrá sido de la seño Mari Nieves? Cuánto me acuerdo de los capones que nos daba, qué cariñosa era”.
8. Que la HISTORIA no estropee una buena historia. La diferencia entre la historia y la memoria probablemente sea la misma que entre un periódico y su diario personal. La nostalgia por definición y la fake por vocación no quiere oír hablar de la historia, se queda con su propia versión. Que la realidad no estropee ese refugio de UHF, Tigretón y Duralex en el que se crió y del que ahora ha elaborado inconscientemente una versión mejorada.
9. Confía en la capacidad de sus receptores para ignorar generaciones posteriores. ¿Se acuerda de los Cuadernillos Rubio? Qué bien lo pasaba aprendiendo ortografía y caligrafía, ¿eh, truhán? Los cuadernillos Rubio son tan tan TAN de los ochenta, ¿verdad? Son muy de nuestra generación. Tanto como que nacieron a finales de los años 50 y hoy día tienen hasta app para iPad ¿pero a quién le importa?
10. Confía en la capacidad de sus receptores para ignorar generaciones previas. Eurovisión. ¿Se acuerda de cuando quedabas con tus amigos para ver Eurovisión, eh? ¡Qué tiempos aquellos! Es algo tan exclusivo de una generación concreta que lo hemos hecho mi madre, treinta y siete años mayor que yo y la que esto suscribe. Ah, y ninguna de las dos cursó EGB.
11. Tiene un nicho muy concreto. Va dirigido a hombres y mujeres entre 25 y 40 años, es decir, entre los que pueden empezar a presumir de recuerdos y aquellos que tienen la mayoría de recuerdos en democracia, de clase media, usuarios de redes sociales hoy y ávidos consumidores de televisión entonces. ¿Se imagina la reivindicación de la nostalgia de aquellos que vivieron su infancia en los años cincuenta? ¡Qué tiempos aquellos en los que estudiábamos bachillerato y reválida! ¿Os acordáis de cuando no podíamos viajar fuera de España sin autorización paterna o del marido aunque fuéramos mujeres mayores de edad? ¿Y de cuando el maestro nos atizaba con la regla? ¿Recuerdas cómo se jugaba a las tabas? Sí, se jugaba con huesos de animal entre otras cosas porque comprar juguetes era un lujo al alcance de pocos, ¡pero qué felices éramos!
12. No es nada nuevo. Un episodio de La Odisea nos narra la llegada de Ulises y los suyos a la isla de los lotófagos. Los lotófagos, como su propio nombre indica, se caracterizaban por comer loto, al cual atribuían la propiedad de la pérdida de memoria. Ulises consiguió que su tripulación no comiera y así regresara sana y salva, sin olvidar su pasado ni sus objetivos. Que la memoria es imprescindible es tan obvio como que nadie está a salvo de sufrir un ataque de nostalgia. ¿Lo importante? No confundir la una con la otra y no hacerlas pasar por historia.
Extraido de: Yo NO fui a EGB: un alegato contra la falsa nostalgia | Vanity Fair