La suerte depende de tu mirada.
Habría quien diría que yo he tenido mala suerte: mi hija nació con un problema que la mantuvo muchos meses en un hospital y que todavía hoy, a sus 24 años tiene que seguir vigilando. Su padre se volvió loco cuando se arruinó uno de sus negocios y, como era incapaz de afrontar los problemas, no me quedó más remedio que divorciarme -fue una auténtica guerra- y después desapareció de nuestras vidas, dejándome al cargo de todo.
Yo podría ir de víctima y quejarme de mi mala suerte.
Y, sin embargo, creo que he tenido muy buena suerte: nací en una familia con principios y me enseñaron a superar dificultades; por eso todo lo que me ha pasado me ha hecho más fuerte.
Si me hubiera lamentado de mi mala suerte y no hubiera luchado, mi hija habría muerto hace mucho, yo tendría un trabajo de hez y mi vida sería un infierno.
Sin embargo, como he tenido la buena suerte de tener un carácter luchador, hoy mis hijos están sanos, llevan trabajando de lo suyo desde que hace unos años acabaron sus carreras (son simpáticos, educados, responsables, divertidos) y soy mi propia jefa en un trabajo que me apasiona. Que la suerte sea buena o mala, depende de que cómo la enfrentes. En la vida siempre te suceden desgracias por azar: un accidente de coche, una enfermedad inesperada... Pero hay gente que las supera y gente que no.