caralimon
Madmaxista
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Vuelta al butano | Sociedad | EL MUNDO
Como si de un viaje al pasado se tratase, familias españolas se están viendo obligadas a pasar del gas natural a la bombona de butano. Un regreso a décadas pasadas, impuesta por la coyuntura económica, con el objetivo de mantener el calor en los hogares. Una situación de la que alerta el director del Gremio de Instaladores en Barcelona, Daniel Carrasco, quien asegura haber detectado "un goteo continuo" en esta dramática tendencia en conversaciones con profesionales del sector.
Son dos las situaciones que llevan a las familias a transportarse en esta máquina del tiempo: aquellos núcleos en los que la deuda con la compañía de gas natural ha desembocado en un corte del suministro y los que, como medida de ahorro, deciden volver al gas butano para controlar lo que se consume. "¿Se ahorra? Sí. ¿Se pierde calidad de vida? También, mucha", explica Carrasco, para quien uno de los aspectos más «preocupantes» de esta tendencia es el alto porcentaje de riesgo de accidente doméstico que conlleva esta transición si se hace de manera ilegal. Para el experto, no es sólo una cuestión de «incomodidad» -la que supone tener que ir a buscar una bombona o quedarte sin gas en mitad de una ducha-, sino los siniestros que pueden derivarse de instalaciones que, en la mayoría de casos, no están sometidas a los controles obligados.
Y es que el cambio del gas natural al butano es "relativamente sencillo" si el calentador es convertible -el más instalado en los hogares según el gremio- y a un amateur en la materia no le lleva más de una hora de trabajo: cambiar los chiclés, conectar con goma y cobre el aparato con la bombona y regular el circuito de gas con un capuchón. Listo.
Por razones de potencia, las familias que realizan este cambio no pueden mantener el circuito de calefacción instalado originariamente, por lo que utilizan los 17,5 euros que cuesta de media la bombona para calentar el agua y cocinar, y se ven obligados -si la economía se lo permite- a utilizar estufas de butano o radiadores eléctricos para calentarse, en muchos casos pinchados a la corriente eléctrica.
SANTI COGOLLUD
Así sucede en el piso de 100 metros cuadrados en el que vive José con su padre de 83 años pegado a una bombona de oxígeno, su mujer que con tan sólo 40 años "rabia" del dolor por culpa de una fibromialgia que le come por dentro y su hija de 10 años que convive con una bomba de infusión continua de insulina, al que llegaban facturas de entre 500 y 600 euros durante los meses más fríos del año y nóminas -en este caso sin oscilaciones- de 539 euros.
Su hogar de Mollet del Vallés (Barcelona) es un ir y venir de bombonas que hay que reponer y radiadores eléctricos para calentar las habitaciones desde que decidieron pasarse al butano. En su caso el desembolso fue nulo porque un familiar le hizo la nueva instalación -"no teníamos para pagar a un instalador"-. Cortaron de raíz las facturas desorbitadas bloqueando la entrada de gas natural y abriendo un nuevo conducto por el que controlar bombona a bombona su gasto familiar.
A partir de entonces, un calendario colgado cerca del calentador mide los tiempos de su familia. Apuntan el día en el que van hasta la gasolinera a cambiar la bombona -"ahora he descubierto una que aunque esté más alejada, es un euro más barata"- y el día "hasta el que tiene que durar" para tener agua caliente para ducharse.
'Facturas' de 35 euros al mes
"Nos gastamos unos 35 euros al mes, pero tenemos la casa llena de estufas eléctricas para calentarnos, además de utilizar mantas y batas durante todo el día", explica resignado José, quien asegura que es "muy duro" tener que haber dado este "paso atrás", que incluso les ha llevado a meterse en la cama vestidos para resistir las bajas temperaturas.
El frío que se apodera de esta casa en plena ola de heladas hace que el gasto naranja de esta casa se hayan controlado, pero el consumo de luz en ese vaivén de radiadores ha provocado que José acumule una deuda con Endesa de 750 euros: "Tenemos miedo a que nos corten la luz, no es lo mismo vivir pudiendo pagar tus facturas que sin poder hacerlo", parece justificar el padre de familia, quien asegura que en el caso de que la eléctrica les dé de baja en el suministro, pincharán la luz "sin ningún problema". "Yo no sé, pero conozco a gente que me lo podría hacer".
-¿No es peligroso?
-No voy a dejar que mi hija pase frío o que sus medicamentos para la insulina no estén refrigerados o mi padre no pueda enchufar su bombona de oxígeno.
-¿Y otra alternativa?
-No se me ocurre más que seguir luchando. No me gusta la idea de puentear la luz, pero si tengo que hacerlo, lo haré.
Un 9% de los hogares sufren pobreza energética
Es, quizá, uno de los últimos eslabones de la cadena, según denuncia la Alianza contra la Pobreza Energética (APE), que lucha por erradicar esta lacra. La incapacidad de satisfacer una cantidad mínima de servicios de energía para las necesidades básicas de una familia afecta a un 9% de hogares, según el último estudio realizado por la Asociación de Ciencias Ambientales. En otras palabras, nueve de cada cien familias en España tienen que decidir si mantener su casa a una temperatura adecuada o cubrir otras necesidades esenciales.
"Claro que se está volviendo al butano, las familias que no pueden pagar su hipoteca tampoco pueden pagar las infladas facturas de gas natural", relata Tatiana Guerrero, portavoz de la Alianza. Además, según los datos que la asociación maneja debido a los contactos que establece, "un gran número de estas familias no son pobres o están en riesgo de exclusión social, son familias de clase media que están optando por pasar al gas butano como medida de ahorro antes de dejar de pagar la hipoteca".
"A la gente le cuesta mucho reconocer que sufren pobreza energética, es decir, denunciar que no tienen medios para pagar la luz, el gas o el agua, como ya pasó en su momento con el terror de admitir que no podían pagar la hipoteca", reconocen desde la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). "Lo pueden considerar una vergüenza".
Algo que sucede en un edificio completo de alquiler social en el madrileño barrio de Lavapiés. Sus vecinos no tienen pudor a la hora de hacer sonar sus reclamaciones a este periódico, pero no quieren ponerle rostro a sus problemas: "Claro que tenemos butano, nos dieron unos pisos con gas natural a pobres, ¿pero esas facturas quién las paga?"
Portales con la luz 'puenteada'
Y como no pudieron hacer frente a los números que asomaban a su buzones, poco a poco, el boca a boca, o el portal a portal, hizo que muchos comenzaran a pasarse al butano mediante "apaños". Apaños que son, "esto no lo pongas en el reportaje, ¡eh!", sellar la apertura del gas natural, conectar la bombona al calentador y puentear la luz. Y así, entre bombonas plantadas en mitad del salón, estufas eléctricas que van de habitación en habitación según la que se ocupe en cada momento, viven en esta corrala de la Empresa Municipal de la Vivienda de Madrid.
No tardaron en pasarse al butano tras alquilar sus pisos. "¿Tú sabes lo que es abrir una carta y ver esas deudas? No pagamos ni una, hasta que nos lo cortaron», relata una de las madres que vive en el edificio, que afirma que desde que llega el mes de noviembre, sus tres hijos están "semana sí y semana también en el médico resfriados".
Unos niños que han crecido viendo a sus padres comprar bombonas en el indio del barrio al mismo tiempo que suben el pan o un cartón de leche a casa: "No vamos a la gasolinera, ¡cómo nos la traemos! Bajo con el carrito y la compro, que me hace precio, y en vez de a 20 euros, nos la deja a 19", explica esta ama de casa, que asombra con la naturalidad con la que habla ante sus hijos de puenteos y enganches a la luz.
'La principal causa de incendios es la pobreza'
Una naturalidad que, según las estadísticas, está cada vez más presente entre las paredes de casas españolas y que puede derivar, "en un alto porcentaje", en incendios. "La primera causa de incendio en los hogares es la pobreza energética", afirma sin dudar David Fernández, bombero de la Generalitat y colaborador de la APE y de la PAH.
Pese a que las estadísticas dicen que el número de incendios está descendiendo, la siniestralidad "tiene una base muy firme en la pobreza energética y se está recrudenciendo", analiza Fernández, quien revela que en la mayoría de casos en los que el atestado concluye que la causa de las llamas es un cortocircuito, en realidad son "enchufes trucados o, como sucedió en Barcelona, una mujer que se calentaba quemando zapatillas de esparto".
Ante esta situación, reclama más transparencia a la hora de catalogar las causas de los incendios en las viviendas. "Al igual que ya no hablamos de herida inciso contusa producida por un cuchillo para hablar de violencia machista, se debería llamar pobreza energética al origen de muchos fuegos".
Bombonas ilegales entre barras de pan
Dan la pista los propios vecinos de Lavapiés tras ser preguntados cómo lo hacen para traer a sus hogares las bombonas de butano desde la gasolinera más cercana: «¿Qué gasolinera? ¿Cómo vamos a traer la bombona desde allí? En el indio de la esquina. El indio es un bazar regentado por un ciudadano de dicho origen abierto casi las 24 horas del día que proporciona a su vecinos todo tipo de alimentos y también bombonas de butano. Están a plena vista del cliente, al lado de cartones de leche y barras de pan. El dueño no trata de disimular esta venta ilegal. «Sí, las vendo, ayudo a los vecinos. Yo y mi familia tenemos que comer», se excusa el propietario de la tienda y añade: «Yo voy a la gasolinera a por ellas, no vendo muchas, las tengo de repuesto para mí, pero si algún vecino viene porque se ha quedado sin agua caliente». Se venden a 20,50 euros. Tres o cuatro euros más caras que el precio medio en estaciones de servicio o repartidores oficiales, quienes recomiendan a EL MUNDO no comprar estos productos en este tipo de establecimientos porque «no pueden asegurar que cumplen los requisitos de mantenimiento». Pese a ello, vecinos como los de Lavapiés lo tienen claro: «Si me quedo sin agua caliente a las 11 de la noche voy a seguir bajando al indio, que es lo mismo»
Como si de un viaje al pasado se tratase, familias españolas se están viendo obligadas a pasar del gas natural a la bombona de butano. Un regreso a décadas pasadas, impuesta por la coyuntura económica, con el objetivo de mantener el calor en los hogares. Una situación de la que alerta el director del Gremio de Instaladores en Barcelona, Daniel Carrasco, quien asegura haber detectado "un goteo continuo" en esta dramática tendencia en conversaciones con profesionales del sector.
Son dos las situaciones que llevan a las familias a transportarse en esta máquina del tiempo: aquellos núcleos en los que la deuda con la compañía de gas natural ha desembocado en un corte del suministro y los que, como medida de ahorro, deciden volver al gas butano para controlar lo que se consume. "¿Se ahorra? Sí. ¿Se pierde calidad de vida? También, mucha", explica Carrasco, para quien uno de los aspectos más «preocupantes» de esta tendencia es el alto porcentaje de riesgo de accidente doméstico que conlleva esta transición si se hace de manera ilegal. Para el experto, no es sólo una cuestión de «incomodidad» -la que supone tener que ir a buscar una bombona o quedarte sin gas en mitad de una ducha-, sino los siniestros que pueden derivarse de instalaciones que, en la mayoría de casos, no están sometidas a los controles obligados.
Y es que el cambio del gas natural al butano es "relativamente sencillo" si el calentador es convertible -el más instalado en los hogares según el gremio- y a un amateur en la materia no le lleva más de una hora de trabajo: cambiar los chiclés, conectar con goma y cobre el aparato con la bombona y regular el circuito de gas con un capuchón. Listo.
Por razones de potencia, las familias que realizan este cambio no pueden mantener el circuito de calefacción instalado originariamente, por lo que utilizan los 17,5 euros que cuesta de media la bombona para calentar el agua y cocinar, y se ven obligados -si la economía se lo permite- a utilizar estufas de butano o radiadores eléctricos para calentarse, en muchos casos pinchados a la corriente eléctrica.
SANTI COGOLLUD
Así sucede en el piso de 100 metros cuadrados en el que vive José con su padre de 83 años pegado a una bombona de oxígeno, su mujer que con tan sólo 40 años "rabia" del dolor por culpa de una fibromialgia que le come por dentro y su hija de 10 años que convive con una bomba de infusión continua de insulina, al que llegaban facturas de entre 500 y 600 euros durante los meses más fríos del año y nóminas -en este caso sin oscilaciones- de 539 euros.
Su hogar de Mollet del Vallés (Barcelona) es un ir y venir de bombonas que hay que reponer y radiadores eléctricos para calentar las habitaciones desde que decidieron pasarse al butano. En su caso el desembolso fue nulo porque un familiar le hizo la nueva instalación -"no teníamos para pagar a un instalador"-. Cortaron de raíz las facturas desorbitadas bloqueando la entrada de gas natural y abriendo un nuevo conducto por el que controlar bombona a bombona su gasto familiar.
A partir de entonces, un calendario colgado cerca del calentador mide los tiempos de su familia. Apuntan el día en el que van hasta la gasolinera a cambiar la bombona -"ahora he descubierto una que aunque esté más alejada, es un euro más barata"- y el día "hasta el que tiene que durar" para tener agua caliente para ducharse.
'Facturas' de 35 euros al mes
"Nos gastamos unos 35 euros al mes, pero tenemos la casa llena de estufas eléctricas para calentarnos, además de utilizar mantas y batas durante todo el día", explica resignado José, quien asegura que es "muy duro" tener que haber dado este "paso atrás", que incluso les ha llevado a meterse en la cama vestidos para resistir las bajas temperaturas.
El frío que se apodera de esta casa en plena ola de heladas hace que el gasto naranja de esta casa se hayan controlado, pero el consumo de luz en ese vaivén de radiadores ha provocado que José acumule una deuda con Endesa de 750 euros: "Tenemos miedo a que nos corten la luz, no es lo mismo vivir pudiendo pagar tus facturas que sin poder hacerlo", parece justificar el padre de familia, quien asegura que en el caso de que la eléctrica les dé de baja en el suministro, pincharán la luz "sin ningún problema". "Yo no sé, pero conozco a gente que me lo podría hacer".
-¿No es peligroso?
-No voy a dejar que mi hija pase frío o que sus medicamentos para la insulina no estén refrigerados o mi padre no pueda enchufar su bombona de oxígeno.
-¿Y otra alternativa?
-No se me ocurre más que seguir luchando. No me gusta la idea de puentear la luz, pero si tengo que hacerlo, lo haré.
Un 9% de los hogares sufren pobreza energética
Es, quizá, uno de los últimos eslabones de la cadena, según denuncia la Alianza contra la Pobreza Energética (APE), que lucha por erradicar esta lacra. La incapacidad de satisfacer una cantidad mínima de servicios de energía para las necesidades básicas de una familia afecta a un 9% de hogares, según el último estudio realizado por la Asociación de Ciencias Ambientales. En otras palabras, nueve de cada cien familias en España tienen que decidir si mantener su casa a una temperatura adecuada o cubrir otras necesidades esenciales.
"Claro que se está volviendo al butano, las familias que no pueden pagar su hipoteca tampoco pueden pagar las infladas facturas de gas natural", relata Tatiana Guerrero, portavoz de la Alianza. Además, según los datos que la asociación maneja debido a los contactos que establece, "un gran número de estas familias no son pobres o están en riesgo de exclusión social, son familias de clase media que están optando por pasar al gas butano como medida de ahorro antes de dejar de pagar la hipoteca".
"A la gente le cuesta mucho reconocer que sufren pobreza energética, es decir, denunciar que no tienen medios para pagar la luz, el gas o el agua, como ya pasó en su momento con el terror de admitir que no podían pagar la hipoteca", reconocen desde la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). "Lo pueden considerar una vergüenza".
Algo que sucede en un edificio completo de alquiler social en el madrileño barrio de Lavapiés. Sus vecinos no tienen pudor a la hora de hacer sonar sus reclamaciones a este periódico, pero no quieren ponerle rostro a sus problemas: "Claro que tenemos butano, nos dieron unos pisos con gas natural a pobres, ¿pero esas facturas quién las paga?"
Portales con la luz 'puenteada'
Y como no pudieron hacer frente a los números que asomaban a su buzones, poco a poco, el boca a boca, o el portal a portal, hizo que muchos comenzaran a pasarse al butano mediante "apaños". Apaños que son, "esto no lo pongas en el reportaje, ¡eh!", sellar la apertura del gas natural, conectar la bombona al calentador y puentear la luz. Y así, entre bombonas plantadas en mitad del salón, estufas eléctricas que van de habitación en habitación según la que se ocupe en cada momento, viven en esta corrala de la Empresa Municipal de la Vivienda de Madrid.
No tardaron en pasarse al butano tras alquilar sus pisos. "¿Tú sabes lo que es abrir una carta y ver esas deudas? No pagamos ni una, hasta que nos lo cortaron», relata una de las madres que vive en el edificio, que afirma que desde que llega el mes de noviembre, sus tres hijos están "semana sí y semana también en el médico resfriados".
Unos niños que han crecido viendo a sus padres comprar bombonas en el indio del barrio al mismo tiempo que suben el pan o un cartón de leche a casa: "No vamos a la gasolinera, ¡cómo nos la traemos! Bajo con el carrito y la compro, que me hace precio, y en vez de a 20 euros, nos la deja a 19", explica esta ama de casa, que asombra con la naturalidad con la que habla ante sus hijos de puenteos y enganches a la luz.
'La principal causa de incendios es la pobreza'
Una naturalidad que, según las estadísticas, está cada vez más presente entre las paredes de casas españolas y que puede derivar, "en un alto porcentaje", en incendios. "La primera causa de incendio en los hogares es la pobreza energética", afirma sin dudar David Fernández, bombero de la Generalitat y colaborador de la APE y de la PAH.
Pese a que las estadísticas dicen que el número de incendios está descendiendo, la siniestralidad "tiene una base muy firme en la pobreza energética y se está recrudenciendo", analiza Fernández, quien revela que en la mayoría de casos en los que el atestado concluye que la causa de las llamas es un cortocircuito, en realidad son "enchufes trucados o, como sucedió en Barcelona, una mujer que se calentaba quemando zapatillas de esparto".
Ante esta situación, reclama más transparencia a la hora de catalogar las causas de los incendios en las viviendas. "Al igual que ya no hablamos de herida inciso contusa producida por un cuchillo para hablar de violencia machista, se debería llamar pobreza energética al origen de muchos fuegos".
Bombonas ilegales entre barras de pan
Dan la pista los propios vecinos de Lavapiés tras ser preguntados cómo lo hacen para traer a sus hogares las bombonas de butano desde la gasolinera más cercana: «¿Qué gasolinera? ¿Cómo vamos a traer la bombona desde allí? En el indio de la esquina. El indio es un bazar regentado por un ciudadano de dicho origen abierto casi las 24 horas del día que proporciona a su vecinos todo tipo de alimentos y también bombonas de butano. Están a plena vista del cliente, al lado de cartones de leche y barras de pan. El dueño no trata de disimular esta venta ilegal. «Sí, las vendo, ayudo a los vecinos. Yo y mi familia tenemos que comer», se excusa el propietario de la tienda y añade: «Yo voy a la gasolinera a por ellas, no vendo muchas, las tengo de repuesto para mí, pero si algún vecino viene porque se ha quedado sin agua caliente». Se venden a 20,50 euros. Tres o cuatro euros más caras que el precio medio en estaciones de servicio o repartidores oficiales, quienes recomiendan a EL MUNDO no comprar estos productos en este tipo de establecimientos porque «no pueden asegurar que cumplen los requisitos de mantenimiento». Pese a ello, vecinos como los de Lavapiés lo tienen claro: «Si me quedo sin agua caliente a las 11 de la noche voy a seguir bajando al indio, que es lo mismo»
