Para el simple de los narices que ha dicho que lo que escribo es propaganda soviética... a ignorados que se va, todas las afirmaciones en mi mensaje están documentadas y las conclusiones son a las que llega cualquiera que estudie el tema.
¿Toynbee es también propaganda comunista? Os copio unas cuantas páginas de las conclusiones finales sobre la guerra económica, del libro "La guerra y los neutrales" que acabo de vender y estaba hojeando por si tenía algo interesante.
La ofensiva de bombardeo estratégico fue un fracaso, su contribución a la derrota alemana fue pequeña, y la inversión en recursos desproporcionada a los resultados obtenidos. Cuando por fin se golpean objetivos vitales, los rusos ya han logrado la victoria definitiva en el Este con la operación Bagration. La guerra económica por medio del bloqueo naval tampoco fue decisiva, para cuando empieza a surtir efectos la guerra ya está perdida.
Toynbee subraya la supremacía aérea aliada como el factor decisivo, pero los rusos ya la habían logrado en 1943 en el Este gracias a la producción de sus fábricas, y aunque los alemanes hubieran podido dedicar toda la Luftwaffe al frente del Este, no habrían podido detener el avance ruso. Los rusos tenían más aviones, los bombarderos alemanes no podían operar sin protección de cazas, y en general la guerra aérea no se decide en el aire, si no en tierra, la aviación francesa fue derrotada en 1940 porque el avance de los panzer ocupó sus aérodromos y desorganizó sus servicios de tierra. Más aviones alemanes en el Este sólo habrían aumentado las listas de victorias de los ases soviéticos, los rusos podían permitirse perder más aviones. Los alemanes no.
"La guerra y los neutrales" Arnold Toynbee, Vergara
pg 130 y siguientes
Fue, al fin, en la "fortaleza europea" misma donde se desencadenó un ataque realmente decisivo sobre la economía alemana. Incluso antes de la contienda, la concepción de la guerra económica como una operación ofensiva de más amplio alcance que el bloqueo tradicional se había basado especialmente en la todavía no ensayada posibilidad de un ataque aéreo sobre blancos industriales alemanes. Los transportes también podían ser vulnerables a los ataques por aire o al sabotaje (como, por ejemplo, en el caso de las embarcaciones petroleras del Danubio). Lo que en el verano de 1940 y en otras ocasiones fue considerado como una apreciación exageradamente optimista del Ministerio de Guerra Económica resultaba bastante razonable en términos económicos. Existían objetivos identificables. Lo difícil era que exigían un grado de actividad y eficacia por parte de los servicios combativos que no resultaba posible a la sazón. Esto puede aplicarse, en efecto, a la mayor parte de los planes ministeriales. Si las fuerzas aliadas hubieran podido ganar la campaña noruega en 1940, Alemania hubiera perdido la mayor parte de sus suministros esenciales de mineral de hierro y, en consecuencia, hubiera perdido también la guerra. Si la Royal Navy hubiera podido entrar en acción en el Mediterráneo occidental en 1941, habría podido detener la corriente de mercancías desde el norte de África a Francia... Pero desde 1942 en adelante, los ataques aéreos en masa sobre los objetivos alemanes miraban el día en que la potencia aérea contribuiría de un modo sustancial a la derrota del Eje, y en la larga historia de esta ofensiva aérea, los objetivos económicos triunfaron al fin sobre los morales como el principal objeto del ataque.
No es éste lugar apropiado para intentar siquiera el más breve bosquejo de la ofensiva aliada por medio de bombardeos. Debe recordarse que, además de la actuación alternativa entre los objetivos morales y económicos, los grupos de bombardeo de los Aliados tenían que dedicarse también de vez en cuando a ataques puramente estratégicos. En la primera fase de la ofensiva aérea inglesa contra Alemania, que se prolongó desde el 15 de mayo de 1940 a marzo de 1941, figuraron ataques contra blancos de carburantes y transportes. Durante las últimas semanas de este período dio comienzo un programa de cuatro meses de fuertes raids en las noches de luna y sobre las principales instalaciones de carburante sintético. Pero después, los bombardeos fueron apartados para prestar asistencia en la batalla del Atlántico, y entretanto se descubrió que por la noche podía ocasionarse un daño poco aprecia-ble a blancos específicos tales como las instalaciones de carburantes. Cuando se reanudó la ofensiva en julio de 1941, la moral de la población civil y los transportes internos fueron los objetivos señalados; pero pronto se hizo evidente que los ataques nocturnos contra los centros ferroviarios del Ruhr no resultaron más eficaces que la anterior ofensiva contra las instalaciones de carburantes. La segunda ofensiva aérea había, en consecuencia, desaparecido en gran parte a finales de 1941, y en la tercesa fase, que siguió en 1942, los gigantescos ataques que se desencadenaron contra las ciudades alemanas fueron ideados principalmente para aniquilar la moral; la de la población civil en su conjunto y la de los trabajadores industriales en particular. Pero se esperó que se producirían, por éstas y otras razones, efectos sucesivos económicos de la mayor importancia. Y, sin embargo, aunque esta ofensiva incluyó un millar de raids de bombardeo y los terribles ataques contra Colonia, Essen, Brema, Lübeck y Rostock, no produjo ni una disminución apreciable en la producción industrial alemana ni ningún derrumbamiento de la moral civil. En enero de 1943, la reunión de Casablanca definió el objetivo perseguido como una progresiva destrucción y dislocación de los sistemas militar, industrial y económico del enemigo y la debilitación de la moral del pueblo alemán hasta un punto donde su capacidad para la resistencia armada quedase fatalmente relajada. Pero la experiencia posterior durante 1943 demostró que, aunque el bombardeo de una zona por medio de intensos raids nocturnos podía ocasionar grandes daños locales, no podía aún poner fuera de combate a la industria alemana. Para lograr esto, aun tratándose de una ciudad o zona industrial, hubiera sido preciso la concentración de fuerzas disponibles en un ataque prolongado, con la consecuente inmunidad para otras zonas. Cuando se cambiaba el ataque después de unos cuantos raids devastadores, la recuperación tenía lugar con notable eficacia en lo que afecta a las autoridades alemanas, y lo mismo puede decirse respecto al ánimo de la población civil local. Los grandes estímulos a la producción del régimen de Speer contribuyeron también a contrapesar cualquier pérdida grave que hubiera sido ocasionada por los bombardeos nocturnos ingleses.
Todo esto, sin embargo, no impugna de un modo absoluto los puntos de vista de los que Harris llamó los "vendedores de panaceas", y, en cierto sentido, reforzaba sus argumentos. Tenían razón cuando aseguraban que existían "objetivos-panacea" cuya destrucción dañaría a la economía alemana por encima de toda proporción con el coste. El problema era encontrarlos; después, vulnerarlos, y, finalmente, impedir su reconstrucción. Hubo algunos casos en que los expertos económicos pecaron de un exceso de optimismo. Harris da el ejemplo de las minas de molibdeno en Knaben (Noruega), cuya destrucción ocasionaría, según se aseguraba, el mayor desastre al conjunto del esfuerzo de guerra alemán. El objetivo fue, en efecto, destruido por una pequeña formación de Mosquitos, y cuando fue reparado, fue de nuevo destruido a finales de 1943 por la 8ª fuerza aérea norteamericana. Los expertos, sin embargo, no pudieron demostrar que el desastre anunciado hubiera caído sobre Alemania Pero la exageración de la importancia de ciertos objetivos no refuta la aserción de que en otros casos podrían encontrarse objetivos cuya destrucción llevara verdaderamente a un punto muerto la totalidad de la industria de guerra alemana. Lo malo era que el mando de bombardeo inglés, limitado a los raids nocturnos por falta de cazas de escolta con capacidad de vuelo a larga distancia, no se hallaba técnicamente equipado para lograr esa destrucción selectiva incluso cuando el espionaje aliado pudiera hallar esos objetivos privilegiados. El propio Sir Arthur Harris se une al coro de los "vendedores de panaceas" cuando, después de la guerra, apunta que "nosotros podríamos habernos economizado un sinfín de sinsabores si se nos hubiera indicado el ataque de cuatro fábricas, tres en Alemania y una en Francia, que producían etilo fluido... La dificultad estuvo en que no tuvimos medios de encontrar cuáles fueran los objetivos —panaceas generales— en ningún momento dado, teniendo en cuenta que cualquiera podría ver por sí mismo que objetivos tales como Essen o Berlín contenían un número enorme de industrias de guerra".
Lo que, sin embargo, está fuera de toda duda es que el problema técnico de golpear eficazmente al enemigo fue resuelto en 1944, cuando la Air Force de los Estados Unidos decidió, después de las graves pérdidas experimentadas en sus "Fortalezas Volantes" durante sus ataques diurnos en 1943, convertir en su inmediato objetivo la destrucción de la Luftwaffe alemana. El instrumento de que se valieron fue el de los cazas Mustang, de gran radio de acción, los que, volando sobre Alemania en gran número desde principios de 1944, arrebataron de las manos alemanas el control del aire sobre el país. Los prolongados ataques de precisión sobre objetivos seleccionados durante el día se hicieron así posibles, con resultados que fueron, desde luego, grandemente ayudados por la destrucción masiva y por la distracción de muchos de los mejores pilotos alemanes, artillería antiaérea y material para los vuelos de caza nocturnos, lograda por los raids ingleses de bombardeo, también nocturno.
En estas circunstancias, el ataque contra las industrias de rodamientos a bolas resultó, como ya hemos dicho, funesto para los alemanes, aunque se estuviera muy lejos de lograr un éxito completo. Mientras que a los contrarios a los "objetivos-panacea" esto les pareció que les proporcionaba otra prueba de la futilidad de los métodos que propendían a seguir un camino de atajo, reforzó, para los que abogaban a favor de los bombardeos diurnos42, la necesidad de adquirir la supremacía aérea, ya que las graves pérdidas norteamericanas en el otoño de 1943 fueron lo que había impedido la total destrucción de esta industria, que se hallaba muy concentrada. La relativa disminución de la intensidad en los ataques, que vino después, permitió a Speer, por medio de un esfuerzo hercúleo, dispersar la industria de cojinetes de tal modo que la tremenda ofensiva combinada que se llevó a cabo el 24 de febrero de 1944 llegó demasiado tarde. Pero entonces existían ya los medios para desencadenar ataques aniquiladores sobre otros objetivos no dispersos . Tales objetivos fueron entonces las instalaciones de carburante sintético y los ataques resultaron espectacularmente afortunados, a pesar de que la principal misión de las fuerzas de bombardeo aliado fue, hasta septiembre de 1944, apoyar a las fuerzas anglonorteamericanas en Francia. En abril de 1944, antes de que empezase el ataque, Alemania produjo 175.000 toneladas de fuel-oil, de las que la Luftwaffe consumió 165.000. Los ataques de los bombarderos norteamericanos en el mes de mayo redujeron la producción a 156.000. El mando inglés de bombardeo se unió a mediados de junio con ataques llevados a cabo contra diez instalaciones de carburante sintético del Ruhr, y la producción mensual bajó a 53.000 toneladas; en julio descendió a 29.000, y en agosto a 12.000. Aunque estos ataques fueron muy duros por el peso y cantidad de las bombas arrojadas, lo que resultó decisivo fue la continuidad y sostenimiento de los ataques, y esto, a su vez, había sido conseguido por la derrota de la Luftwaffe.
En resumen: que en el otoño de 1944 se había conseguido establecer las condiciones que hacían inevitable el progresivo debilitamiento de la economía alemana, y que las mismas fueron logradas por el ataque directo contra los puntos clave del territorio germano y no por medio del lento proceso a largo plazo de la estrangulación de la importación alemana que conocemos con el término de bloqueo. La fortaleza europea de Hitler, con un organizador tan capacitado y decidido en los recursos económicos como lo era Albert Speer, no se derrumbó rápidamente, cada golpe devastador iba seguido por nuevos esfuerzos para reparar el daño, y bajo la dirección de Speer, un comisario general de Reparaciones Inmediatas especialmente nombrado, Geilenberg, pudo realizar proezas asombrosas de recuperaciones temporales. A principios del invierno de 1944-45 se produjo una temporal revivificación de las fuerzas de caza alemanas, pero fue detenida por una serie de nuevos ataques contra los campos de aviación y los centros de producción en enero y febrero de 1945. El bombardeo inglés contra los centros industriales continuó con vigor grandemente aumentado después de septiembre de 1944. Simultáneamente, los ejércitos aliados iban avanzando desde el Este y el Oeste, y el 6 de abril de 1945 se había llegado al punto en que los jefes del Estado Mayor pudieron comunicar a los mandos de bombardeo que eran ya innecesarios los posteriores ataques sobre los centros industríales que quedaban en pie, ya que se podía esperar un colapso militar antes de que el efecto de tales ataques pudiera madurar.
El veredicto final sobre la política aliada de la guerra económica debe ser, pues, que, en las condiciones muy cambiadas ya de 1944 y 1945, produjo el ataque terriblemente efectivo sobre la economía enemiga que habían profetizado en 1938 y 1939 los planeadores ingleses de la guerra económica, pero sólo llegó a ser una contribución de gran fuerza en la victoria aliada cuando las armas tradicionales del bloqueo de interceptación naval y presión diplomática se vieran completadas por el empleo de un ataque directo desde el aire que no tenía precedentes. Así, pues, la guerra económica no consiguió por sí sola la victoria. Fue, incluso en su fase final, un subproducto de la total supremacía aérea que ayudó a la victoria aliada más directamente facilitando el avance de los ejércitos invasores, y la meta no había sido lograda incluso en la primavera de 1945, cuando las fuerzas alemanas habían sido tan mutiladas por la debilidad económica que ya no podían realizar ningún movimiento por propia iniciativa. La principal lección de la guerra económica fue que, incluso cuando su posición geográfica y la suficiencia de sus propios medios libran en gran parte al enemigo de los efectos del bloqueo, raras veces logrará escapar de la implacable utilización del dominio aéreo adverso.