Veinte años del ‘crash’ de 1987

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Veinte años del ‘crash’ de 1987
Publicado el 14/10/2007, por Carmen Rosique

Dos décadas después de una de las grandes crisis que han vivido los mercados el Dow Jones saca pecho marcando máximos históricos.

Fue un lunes neցro en Wall Street. El 19 de octubre de 1987 las órdenes de venta se agolparon en las mesas de operaciones de los brókeres. No hubo un detonante especial ese día, sólo el abultado déficit comercial de la economía estadounidense, pero conforme fue campando el nerviosismo la bola de ventas se hizo cada vez mayor, hasta colapsar los mercados de renta variable, por entonces bastante más estrechos.
El resultado de este miedo contagioso fue una caída en la sesión del 22,61% del Dow Jones, la mayor desde el crash de 1929. Al día siguiente muchas acciones no pudieron negociarse. No había compradores.
El telón de fondo era una situación económica complicada. Estados Unidos presentaba un elevado déficit presupuestario. La liquidez en los mercados era incontenible. El Dow Jones había llegado a revalorizarse más de un 30% en los nueve primeros meses del año, pero al cierre del ejercicio la subida se limitó al 2%. Había temor inflacionista, el petróleo estaba al alza como consecuencia de las tensiones en Irak e Irán y el mercado inmobiliario atravesaba problemas.

Con la crisis del mercado crediticio desatada este verano algunos volvieron atrás y compararon la situación con otros shock del mercado, como el vivido en 1998 y el de 1987. Entre ellos estuvo Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal y actual asesor de Deutsche Bank, que considera que había muchos elementos comunes.

Hay expertos que encuentran muchas similitudes ahora con la situación de 1987, como una bolsa de fondo fuerte, el petróleo disparado, un mercado inmobiliario en crisis, un dólar débil que alimenta un déficit comercial en aumento y un presidente “novato” en la Reserva Federal (entonces daba sus primeros pasos Greenspan). Pero la mayoría asegura que no podría darse una situación igual porque los mercados han aprendido a anticipar los movimientos, a lo que ha contribuido el aumento de la transparencia y el hecho de que los inversores tengan cada vez más cultura financiera.

Además, los tipos de interés no están muy altos todavía (al 4,75% en EEUU y al 4% en Europa), la inflación es baja y la economía da muestras de que está sana, así como los resultados empresariales. El Dow está ahora en máximos.

El caso español
En el mercado español el eco de la crisis de 1987 llegó el 20 de octubre, ya que por aquel entonces la operativa de este parqué no coincidía con el estadounidense. La contratación se hacía mediante el sistema de corros (a viva voz), y se realizaba entre las 10 y las 12 de la mañana. Era un guirigay continuo al que contribuían tantos los brókeres como los cientos de inversores que acudían a diario al parqué. Aquel día se hizo el silencio.

“Es lo que se me quedó marcado de ese día. El silencio, un silencio sepulcral”, asegura Javier Reaño, que en aquel momento trabajaba en el parqué como bróker. La negociación se hacía por sectores en corros de diez minutos. “Aunque la sesión comenzaba a las 10, hasta media hora después no hubo ningún movimiento. El primero que se negoció fue la que entonces se llamaba Inmobiliaria Alcázar, que curiosamente ese día repitió precio”, recuerda Eduardo Ferrán, actual jefe de supervisión de la Bolsa de Madrid. En 1987 era gestor de patrimonios de una firma de valores y explica que en aquel momento los límites de fluctuación de las acciones estaban fijados en un máximo del 5%, después se ampliaron.

Ferrán asegura que las cosas han cambiado mucho y la introducción de los sistemas electrónicos hace difícil que se pueda repetir la situación.

Reaño recuerda el corro de energía, sólo dio para una oferta de venta de títulos tras el toque de campana que anunciaba el inicio de la contratación. Nadie compró. “Era la primera vez que veía una situación así. Nadie compraba porque no se sabía hasta donde iba a ir la situación. Se había visto lo que había pasado el día anterior en Wall Street. Si el mercado más importante se había caído tanto, ¡cómo no lo iba a hacer el resto! ”, señala.

Reaño tenía entonces 36 años y la lección que aprendió aquel día se le ha quedado grabada para siempre. “Fue una situación que ninguno de los que estábamos allí habíamos vivido antes. No se puede describir. Momentos así te ayudan a poner en tela de juicio muchas cosas del mercado”, asegura el experto.

“Entonces prácticamente no mirábamos a Wall Street, pero un buen día nos despertamos y supimos que había perdido 500 puntos en una sola sesión. Ahí fue cuando empezamos a mirar los mercados internacionales”, apunta Manuel Enrich, que era uno de los inversores que acudían al parqué a diario. Tenía 30 años. Hoy es socio director de Logical IR Solution, empresa que asesora a las compañías en su relación con los inversores.

“El pánico fue tal que nadie quería comprar. Fue una gran lección que demostró que había que corregir excesos”, explica José Parra, presidente de AFP Inversiones. Hace dos décadas tenía 27 años y era bróker para Iberagencia (después Iberagentes).
Pero de todo se aprende y los inversores se han dado cuenta de que, “con el tiempo todo vuelve a su sitio, aunque a la bolsa española le costó más que al resto recuperarse del varapalo”, asegura Reaño.

“En 1987 las empresas estaban sobrevaloradas. Ahora no estamos en esa situación. Es curioso, pero una encuesta realizada entre ejecutivos de las empresas poco antes de la crisis señalaba que más del 80% pensaba que los títulos de su empresa estaban infravalorados”, indica Enrich.

Por su parte, Parra indica que desde entonces aprendió que hay que tener liquidez preparada para invertir en esos momentos de pánico, ya que las bolsas se recuperan.

Para Enrich la lección más importante fue que “las cosas tienen un valor y que no hay que hacer caso de las tendencias porque con el tiempo vuelven a él. Aprendí a guiarme por los fundamentales de las compañías”.

El Dow Jones llegó a bajar más del 23% ese fatídico octubre y recortó hasta marcar mínimo en 1.738 puntos ese 19 de octubre. Meses antes el índice se movía en el entorno de los 2.500 puntos. En 1989, el Dow volvía a tantear esos niveles.
A la bolsa española le costó más que al resto. Reaño atribuye esta situación a que en aquel momento la economía española era más local, “era la prima pobre de Europa”.

A las bolsas lo que les pasó factura fue la “exuberancia irracional” con la que habían subido poco antes. En el caso de la bolsa española, en julio de 1987 se revalorizó un 16,06%, pero es que en todo 1986 su rentabilidad fue del 108%. De ahí que entre los mejores bienios de su historia estén los que abarcan de 1984 a 1986, cuando subió el 182%, y de 1985 a 1987, con un alza del 128%. En el caso del Dow Jones, en 1986 se había revalorizado el 22,58% y en 1985 un 27,66%.
Los expertos aseguran que en aquel momento el mercado era muy estrecho, es decir, tenía poca liquidez, algo que contrasta con la situación actual, ya que la bolsa española cuenta con algunos de los valores más líquidos de Europa (Telefónica, Santander, BBVA, principalmente).

“Ahora hay más información, más cultura financiera. No creo que pudiera darse una situación así. Ahora el mercado va anticipando las noticias y también se recupera antes. Puede haber preocupación, pero ya no hay pánico”, apunta Parra.

La energía probó sus resistencia
El pánico se apoderó de las plazas bursátiles entre el 19 y el 20 de octubre dos décadas atrás hizo que las ventas no discriminaran valores ni sectores. Cayó todo, aunque hubo compañías que se vieron seriamente afectadas y aún sobreviven. En la bolsa española, Unipapel fue el valor que más sufrió las ventas de los inversores en octubre. Perdió el 75,39% de su valor en bolsa esos días. Llama la atención que sea uno de los valores que todavía cotizan en la bolsa española. En lo que va de año sube el 11%, hasta los 23 euros, que implica una capitalización bursátil de 275 millones.

Papelera Española también se dejó más del 60% y cerca estuvo Nueva Montaña, que perdió el 58,87%. La que fue Tabacalera, hoy Altadis, echó humo y su cotización se dejó el 58,41% y también hizo aguas la empresa denominada Explosivos, que también dijo adiós a la mitad de su valor en sólo un mes.

Los supervivientes
Aunque ningún valor de la bolsa española terminó en positivo en el saldo mensual, hubo títulos que resistieron el envite, como los de Iberduero e Hidrola, Prosegur, Viesgo y Sevillana. Las dos primeras derivarían después en la que ahora conocemos como Iberdrola, que sube cerca de un 30% en lo que va de año y tiene un valor en bolsa de 54.080 millones. Por su parte, Viesgo y Sevillana serían adquiridas por Endesa después. La resistencia de las compañías de servicios públicos dejó su huella en el mercado español, pero también en el americano.

El índice S&P 500 recortó en octubre de 1987 más de un 20% y entre los pocos valores que se salvaron de la quema destacaron las compañías de energía. Duke Energy y Constellat Energy se revalorizaron más del 4%, mientras Teco Energy y Edison se anotaron más del 2%.

En el caso del Dow Jones, las ventas tocaron a sus 30 componentes. Entre las que menos cayeron estuvieron algunas compañías de telcomunicaciones, como Verizon y AT&T (en aquel momento no estaba la burbuja en estos valores, según explican los expertos). Por el contrario, las caídas arreciaron con fuerza en tecnológicas como United Technologies e Intel, pero también en industriales como Caterpillar o Alcoa, incluso en financieras como American Express y JPMorgan, que perdieron el 30% de su valor en bolsa.

Entre los valores más castigados del S&P 500 estuvo una compañía como Tiffany, que bajó un 50%. Esto da cuenta del nerviosismo que se generó en el mercado. “El hecho de que los inversores se lanzaran a vender acciones de una empresa que vende artículos de lujo, que suele resentirse menos a los pinchazos puntuales de la economía, demuestra que el pánico fue total”, explica un experto.
 
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