Un simple hace ciento - Hughes, La Gaceta

Decipher

¿¡Qué más dará!?
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Si uno de los grandes mitos de la España democrática es el del PSOE BUENO no debemos perder de vista otro de los mitos sobre los que se asienta el turnismo democrático en el que los dos partidos fingen estar muy enfrentados el uno al otro mientras hacen políticas casi idénticas, el del PP simple. Hughes nos habla de eso en este artículo.

El reciente crimen de Morata de Tajuña ha recordado la vigencia de los viejos timos, ahora con nuevas formas. Suele haber en ellos un timado, un timador principal y un gancho, según el esquema clásico del tocomocho. En los timos hay una ambivalencia moral, digamos, porque el timado suele serlo por avaricia.

El refinamiento español del tocomocho llegó con el timo de la estampita, inmortalizado en el cine por Tony Leblanc en aquella escena memorable de Los Tramposos. Él hace de simple que regala estampitas a un pueblerino junto a la estación de Atocha. Cuando el pueblerino ve que son billetes de mil pesetas se le ilumina la cara y el timo se lubrica con la aparición del gancho, Antonio Ozores.

Esta escena la refrescó Lina Morgan años después en La llamaban La Madrina. Allí hacía ella de sencilla (luego eterna sencilla del bote) para timar a otro terrible y arquetípico pueblerino con la ayuda, esta vez, del circunspecto Sazatornil.

El timo de la estampita es de un psicologismo digno de la picaresca pues el timado se lo merece por aprovechado. A principios de los 90, la policía atrapó a un artista de la estampita que estafó así a mucha gente por toda España. Contó que las víctimas eran peores que él, que una le llegó a sugerir que mataran al simple.

El timado lo es, siempre, por codicia, por avaricia, y para desvelar o revelar al hideputa es necesario que haya un simple.

Esto es muy interesante. El gran teorema social sería determinar dónde acaba el simple y dónde empieza el hideputa. Pero aquí el simple es revelador, hace que aflore. Es un excitante de la hijoputez.

Este timo se caracteriza por eso, por la necesidad del simple, del simple fingido, el que se hace el bobo, una figura muy antigua, presente incluso en el teatro de nuestro Siglo de Oro. Feijoo es nuestro simple fingido preferido y mientras denuncia un «proceso destituyente» pacta con Sánchez una reforma constitucional en la que luego, deslizan, el PP se siente engañado por haberles colado la desigualdad feminista. Los días impares van de audaces, los pares de bobitos. En la prensa de derechas ha funcionado siempre mucho lo del simple, el «no cabe un simple más» de Amón padre, el «simple con balcones», el «se puede cruzar España de simple en simple», todo muy de Campmany y de Ussía, pero mientras se hacía mofa de los simples ibéricos se iba asentando el mito de la tontuna del PP; el PP tontito, simplón, bonachón, zonzo de tan legalista, cobardón, simplerrón, pavisoso, sin malicia, «que no sabe comunicar»… Y así hemos llegado a la situación actual, en la que el PP, por un lado, muy carnívoro él, manda diariamente a sus periódicos y radios a machacar a Vox, mientras que por otro, Feijoo, con cara de opositor a yerno, hace de moderno Tony Leblanc político que regalara estampitas constitucionales.

El simple y el listo están en lo mismo, y recomiendo ver de nuevo la escena de Los Tramposos. Tras desplumar al pueblerino, Tony Leblanc y Antonio Ozores, simple y listo, pero compinchados (consensuados), se van a todo correr con el dinero. El pueblerino, huelga decirlo y sin entrar en merecimientos, somos nosotros (nosotros, vosotros, ellos).


 

Decipher

¿¡Qué más dará!?
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Tú mismo lo dices ¿Que tal te está funcionando esa estrategia? No entiendo porque os empeñais en ponerle las cosas más fáciles a los políticos.
 

Decipher

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¿Quién ha hablado de tele? Yo hablo de los que dicen que la solución es cruzarse de brazos, si no es tu caso no va por ti. No se si has votado o no pero en general quien critica votar lo que propone a cambio es no hacer nada.
 

Can Cervecero

Como pollo sin cabeza
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Si uno de los grandes mitos de la España democrática es el del PSOE BUENO no debemos perder de vista otro de los mitos sobre los que se asienta el turnismo democrático en el que los dos partidos fingen estar muy enfrentados el uno al otro mientras hacen políticas casi idénticas, el del PP simple. Hughes nos habla de eso en este artículo.

El reciente crimen de Morata de Tajuña ha recordado la vigencia de los viejos timos, ahora con nuevas formas. Suele haber en ellos un timado, un timador principal y un gancho, según el esquema clásico del tocomocho. En los timos hay una ambivalencia moral, digamos, porque el timado suele serlo por avaricia.

El refinamiento español del tocomocho llegó con el timo de la estampita, inmortalizado en el cine por Tony Leblanc en aquella escena memorable de Los Tramposos. Él hace de simple que regala estampitas a un pueblerino junto a la estación de Atocha. Cuando el pueblerino ve que son billetes de mil pesetas se le ilumina la cara y el timo se lubrica con la aparición del gancho, Antonio Ozores.

Esta escena la refrescó Lina Morgan años después en La llamaban La Madrina. Allí hacía ella de sencilla (luego eterna sencilla del bote) para timar a otro terrible y arquetípico pueblerino con la ayuda, esta vez, del circunspecto Sazatornil.

El timo de la estampita es de un psicologismo digno de la picaresca pues el timado se lo merece por aprovechado. A principios de los 90, la policía atrapó a un artista de la estampita que estafó así a mucha gente por toda España. Contó que las víctimas eran peores que él, que una le llegó a sugerir que mataran al simple.

El timado lo es, siempre, por codicia, por avaricia, y para desvelar o revelar al hideputa es necesario que haya un simple.

Esto es muy interesante. El gran teorema social sería determinar dónde acaba el simple y dónde empieza el hideputa. Pero aquí el simple es revelador, hace que aflore. Es un excitante de la hijoputez.

Este timo se caracteriza por eso, por la necesidad del simple, del simple fingido, el que se hace el bobo, una figura muy antigua, presente incluso en el teatro de nuestro Siglo de Oro. Feijoo es nuestro simple fingido preferido y mientras denuncia un «proceso destituyente» pacta con Sánchez una reforma constitucional en la que luego, deslizan, el PP se siente engañado por haberles colado la desigualdad feminista. Los días impares van de audaces, los pares de bobitos. En la prensa de derechas ha funcionado siempre mucho lo del simple, el «no cabe un simple más» de Amón padre, el «simple con balcones», el «se puede cruzar España de simple en simple», todo muy de Campmany y de Ussía, pero mientras se hacía mofa de los simples ibéricos se iba asentando el mito de la tontuna del PP; el PP tontito, simplón, bonachón, zonzo de tan legalista, cobardón, simplerrón, pavisoso, sin malicia, «que no sabe comunicar»… Y así hemos llegado a la situación actual, en la que el PP, por un lado, muy carnívoro él, manda diariamente a sus periódicos y radios a machacar a Vox, mientras que por otro, Feijoo, con cara de opositor a yerno, hace de moderno Tony Leblanc político que regalara estampitas constitucionales.

El simple y el listo están en lo mismo, y recomiendo ver de nuevo la escena de Los Tramposos. Tras desplumar al pueblerino, Tony Leblanc y Antonio Ozores, simple y listo, pero compinchados (consensuados), se van a todo correr con el dinero. El pueblerino, huelga decirlo y sin entrar en merecimientos, somos nosotros (nosotros, vosotros, ellos).


Buen artículo