Lo resume todo en su frase de "si no te incomoda".
Una niñata de tres al cuarto jugando a la revolución adolescente creyéndose transgresora, cuando la realidad es que todos esos derechos que defiende le parecerían una fruta cosa si no le sirviesen para estar ella en el candelero.
La primera lección es que al transgresor de verdad le importa dos narices lo que opinen el resto, no hablemos ya de subirlo a las redes para conseguir likes.
A lo más que puede aspirar es a un puesto a dedo en la ultima hora o chiringuito de barrio a costa del maltrecho erario público.
¿Alguien se ha puesto ya a echar números de lo que nos va a costar a los contribuyentes toda esta hornada de nuevas revolucionarias pop aspirantes a cargos públicos? Y digo públicos porque si sus contribuciones fuesen tan beneficiosas para el progreso seríamos potencia mundial en exportación de femisapiens a empresas privadas.
Añado: el perfil masculino del que quejarse está muy bien escogido, ya que sabe que detrás de ello no hay más que otro buen chaval al que va a poder triturar socialmente sin que nadie se queje demasiado.