¿Tiene sentido una vida sin sentido?

freegan hinjiniero

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¿Tiene sentido una vida sin sentido?


La inmensa mayoría de nosotros, arrastrados por esa imparable y colosal fuerza que es la inercia, solemos acabar haciendo todo aquello que se suponía que teníamos que hacer, a saber, encontrar una salida (laboral) para poder así, "ganarnos" la vida y el "pan de cada día". De lo que resulta o eso es mi impresión, una tremenda estafa, si, porque nadie, absolutamente nadie, nos aviso de que si debíamos ganarnos la vida, eso era en realidad porque la vida moderna, la actual, ya estaba "perdida" mucho antes de empezar. Por lo tanto, todo ese sufrimiento vivido, todo ese esfuerzo inútil, toda esa lucha absurda y sin sentido, ¿para qué? Pues ahora lo puedo decir, para nada, o como mucho, para padecer una depresión de caballo o un desequilibrio en el sistema nervioso (en el mejor de los posibles estadios). En cualquier caso, nosotros seguíamos hacia delante cual suicida aunque la realidad fuera que no sabíamos de ninguna manera ni siquiera hacia dónde nos dirigíamos. De un modo u otro, íbamos eligiendo en una etapa tras otra, y luego en otra, y en la mayoría de las ocasiones, podíamos llegar incluso a sentir que nuestra elección se había hecho libremente. Pero la realidad siempre fue bien distinta. Las sucesivas "elecciones" que fuimos realizando no fueron más que una especie de ilusión, un mero espejismo porque el resultado ya estaba "amañado" de antemano. Sin embargo, tuvimos que seguir haciendo el paripe, continuar con la actuación y nos metimos tanto en el papel que todo terminó siendo real, tan real como la vida misma: los dolores de cabeza, los nervios, las diarreas, los llantos, la tristeza y sobre todo, el miedo, porque el miedo lo cubría todo a su alrededor, era como una especie de neblina en mitad de la noche. A decir verdad, ninguno de nosotros pudo escapar a ese miedo inherente a todas aquellas elecciones que de una manera o de otra, sabíamos, o por lo menos, intuíamos, habían sido diseñadas de forma siniestra para lograr que aunque creyéramos que habíamos encontrado la "salida", nunca pudiéramos escapar del laberinto.

Con el paso del tiempo, si todo fluía como debería de fluir, es decir, con "normalidad", en nuestro entorno se terminará diciendo, eso si, para agradecer nuestra sumisión (al establishment), que eramos "buenos chicos" porque, y repetimos de nuevo, estábamos haciendo justamente lo que se esperaba de nosotros y no otra cosa diferente. A grandes rasgos, el proceso era bien sencillo. A través del colegio y apoyados desde la guandoca patriarcal y de dominación (pisos modernos), íbamos poco a poco siendo "socializados" o mejor dicho, "normalizados" dentro del sistema para que pasase lo que pasase, siguiéramos siendo "buenos chicos". Unos "buenos chicos" que cuando fueran mayores jamás de los jamases se atrevieran a cuestionarse nada de lo establecido, ni tan siquiera su propia condición de esclavos.

El colegio, el instituto, las academias, el orientador, el psicólogo, la universidad, el paro, el trabajo (asalariado)... Todo ello desembocaba en ese estado moderno de destrucción conocido como depresión. Ese parecía ser nuestro sino, enfermar. Tanto de la mente como del cuerpo. En el presente, ya no se "hacía el camino al andar" porque de un modo u otro, ya había sido asfaltado y delineado para que pudiéramos caminar sobre él hacia ese final indefinido y abstracto al que la modernidad llamaba progreso, también conocido como paraíso o incluso, como utopía. Un lugar deforme e impreciso con el que todos parecían soñar, de día y de noche, daba igual la hora y el lugar. Era algo así como aquella película llamada "La isla" protagonizada por Ewan McGregor en la que se fabricaba a los seres humanos como ganado y se les ganaba con la esperanza de que llegará el milagro algún día (en la vida real ocurre lo mismo y la gente es narcotizada a través de las religiones, de las loterías del Estado, de los partidos políticos o de las retransmisiones deportivas).

Sin embargo, no todos parecíamos oponer la misma resistencia. Algunos de nosotros, quizá por un "error genético" (algo que está muy de moda en los últimos tiempos - nunca mejor dicho -) o quizá por una casualidad de la existencia, nacemos y nos desarrollamos de forma diferente, o mejor dicho, lo hacemos provocando algunos "fallos" en el proceso. Aunque en realidad, lo único que nos diferenciará de los demás será el hecho de que a veces seamos capaces de poder ver la cuerda que mantiene atada a la zanahoria. Aún recuerdo cuando mi padre me llamaba "bicho raro". Cuando era más pequeño incluso me sentía mal por ello, pero ahora ya no, lo cierto es que me da absolutamente igual. En cualquier caso, algo dentro de nosotros había impedido que ese proceso de "normalización" se llevase a cabo completamente. Quizá nos quedáramos al 98 % pero eso parecía ser suficiente como para que por lo menos, pudiéramos observar las cadenas que nos habían puesto al nacer.

Pensándolo bien, algo dentro de nosotros nos impedía competir con nuestros iguales y esto provocaba que fuéramos incapaces de vivir en esta sociedad. No servíamos para el actual sistema de dominación ya que éste se fundamentaba en la competencia pura y dura y en el "todos contra todos". De una manera o de otra, sabíamos que aquello era algo absurdo. Y al mismo tiempo, teníamos la certeza de que era mucho mejor compartir, cooperar y ayudarse que destruir y destruir para poder llegar a alcanzar una infame y hedionda meta en una vida que había sido diseñada desde la base para que no hubiera en realidad ninguna meta (todas eran falsas porque eran materiales), a excepción de todas aquellas que podían conducir al hombre moderno al suicidio, tanto voluntario como involuntario.

Tengo la sensación de que como sociedad, nos encontramos ahora mismo en una cuesta hacia abajo y con la palanca en el punto muerto. El volante, bloqueado y las llaves, para el contacto, requisadas por el banco.

No encuentro ninguna esperanza en los ojos de todos aquellos que me miran. Es como si la historia se hubiera terminado, ahora, en el año 2013. Realmente, no nos dirigimos a ninguna parte. Como seres humanos, no hacemos nada importante. Nuestra vida carece de toda trascendencia. Nos dejamos llevar por la inercia, somos arrastrados. La tristeza va oxidando inexorablemente día tras día nuestras sonrisas. No hay alegría, no hay música, ¿acaso hay vida? Me pregunto constantemente a qué shishi estamos jugando. Caminamos lentamente hacia la boca del lobo y casi nadie parece sentir su aliento. El único destino de esta sociedad parece ser la nada, el vacío, y por qué no decirlo, su auto destrucción. Como grupo, hemos perdido completamente la orientación, y deambulamos simplemente por un mundo que en realidad es nuestra prisión. Una prisión que se fabricó para tenernos controlados y dominados y que a lo largo de los últimos 250 años fuimos financiando a través de una hipoteca interminable y sangrienta y en la que ahora nos suben las cuotas y nos endurecen las normas si nos atrevemos u osamos a no pagar.

Me angustia la idea de que el destino de los hombres haya sido aniquilado para siempre. Si veníamos aquí, pensaba yo hasta hace poco, sería para hacer algo, para vivir con grandeza. Ahora comienzo a dudar, ya no lo tengo nada claro. Venir para alimentar la fuerza insaciable de nuestro amo y de quien nos esclaviza, ¿es ese un destino deseable? No, desde luego que no es deseable ni tampoco admisible.

Por lo tanto, nos queda por delante la ardua tarea de repensar la idea de la existencia misma. No podemos vivir sin tener claro para qué narices vivimos porque eso es morir a la vida, fallecer latiendo, perecer mientras uno cree estar respirando. Sin algo que dote de sentido a nuestras vidas más vale que caiga un rayo y parta la Tierra en dos. No podemos permitirnos el lujo de seguir deambulando como meros animales por más tiempo. Los seres humanos necesitamos respuestas como el comer. Necesitamos certeza, verdades. De lo contrario, uno se ahoga poco a poco, lentamente, con un aire que cada vez pesa más y es más plomizo.

Hay quien pide reformas, pero solo un loco o peor aun, un simple, querría reformar su propia guandoca y prisión. Por el contrario, necesitamos renovar y repensar una idea de revolución para el siglo XXI. No me gusta auto engañarme y se que la humanidad ya ha sido juzgada y condenada, sin embargo, si aun nos consideramos seres humanos, creo humildemente que no nos podemos dar por vencidos. Por eso, la existencia y la revolución nos han de guiar en este tiempo que nos quede.

Con esto, no quiero convencer a nadie. Que cada uno aporte lo que pueda y que haga lo que crea conveniente. Aquí no se intenta instruir ni adoctrinar a nadie. Tan sólo expreso lo que siento. Y sin más, me despido, eso si, con la esperanza de que algún día recuperemos la alegría de vivir, aunque sea solo eso. No pido nada más.


Nos hallamos en un momento de la historia de la Humanidad
en el que no existe la creación en el sentido de génesis de algo nuevo e inédito.
Nuestra vida no es sino una síntesis de vidas pasadas...
Y si no somos más que una recopilación, ¿cómo pretender crear?
Si acaso, lo más a lo que podemos aspirar es a interpretar de un modo nuevo
los viejos hechos. Y eso es lo que vamos a intentar. Una interpretación personal
de la vida, ¿qué se persigue con eso?
Sencillamente, tratar de discernir con certeza qué uso debo hacer
de esa vida a la que se me lanzó sin previo aviso, y cuyo uso y manejo
no conozco bien todavía.


El sentido de la vida - Félix Martí Ibañez
 

Intruso

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Los problemas del primer mundo.

Poco hambre pasamos todavía.
 

Servilletero

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Los problemas del primer mundo.

Poco hambre pasamos todavía.
Dé gracias a que pasamos poco hambre y podemos dedicarnos a pensar alternativas. Desde luego, no va a ser Haití el lugar de donde partan las respuestas.

Comparto mucho de lo que dice el autor del blog, pero mi postura hacia la naturaleza del ser humano es menos optimista: antes que seres sociales, somos individuos
. Individuos que buscan su propio beneficio. Vivimos en sociedad, porque nuestra inteligencia nos ha hecho comprender que la forma más eficaz para sobrevivir es estar rodeado de escudos humanos pero, a decir verdad, podemos sobrevivir sin nadie alrededor. A lo sumo, nos interesa el bienestar de nuestra familia y unos pocos amigos (la tribu), pero dejaríamos morir a los demás para proteger lo nuestro, mataríamos incluso, si no hubiera más remedio. Puro instinto.

Todo esto, dicho según mi opinión.
 

T.Montana

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Heidegger,otro Aleman ,decia que somos unos arrojados al mundo como aparecidos,Dasein,eso nos da la creencia de querer restituirnos buscando el sentido a nuestra vida.Aunque en la vida y eso forma parte del ser, existen las dualidades,es decir que buscamos el sentido cuando nos encontramos sin sentido y viceversa,ganar o perder,bueno o malo...¿Que seria un gobierno?La busqueda de un sentido organizado por ejemplo.
Se puede decir quizas ,que el ser crea ese sentido o sin sentido, de un nucleo que es condicion del mismo ser,quien sabe.
En la novela la bestia humana de Zola se habla de la grieta como producto de un vacio interior,un fantasma que anida dentro de cada idea,que asoma su cabeza de vez en cuando y que puede hacernos enfermar o adictos a cualquier cosa.Es como un vacio interior un nucleo,que vive del miedo a la muerte,de instintos,deseos y mil cosas que la orbitan.
Curiosamente hay un video interesante que parece explicarlo de manera casual:
http://m.youtube.com/watch?v=V5ccH4Pl87Y
 

Berebere

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In the guetto
Obvamente no, por definición.

¿Tiene alcohol una bebida sin alcohol?






PD: sólo lei el titular, pero no me hace falta saber más para responder. Si caben más respuesta es que el titular está mal puesto.
 

segades

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Es una cosa que me pregunto a menudo, si te paras a pensar unos minutos sobre tu vida, te darás cuenta de que la mayoría hacemos cosas que no nos gustan por obligación y muchos todavía no saben a donde van ni porque.
Gracias a la sociedad o vivimos abobados por los medios y no nos paramos a pensar o como decía atrás un forero cuando pasas autentica necesidad no tienes tiempo en pensar en esas cosas.