Capítulo 3: Despertar y conciencia
Aún bajo los efectos de la droja suministrada, sus efectos calmantes me proporcionaron otra noche de descanso, pero también de estudio y preparación. A la mañana siguiente comencé a operación de eliminar las drojas de mi sistema.
Quizás uno de los momentos mas peligrosos de toda mi estancia en ese lugar fue la primera vez que evité tomar drojas. Sabiéndo ya cual pastilla era la "mala", tenía que educar a la enfermera en mi rutina de toma de pastillas, que sería "de una en una" en vez de "todas a la vez". En ésta ocasión empecé por la de mayor tamaño (pastilla que necesitaba), seguida por un trago de agua. Después, ocultando con el dorso de mi mano la acción que llevaba a cabo, hicé como que me tomaba la pastilla mala, aunque en realidad la estaba ocultado en mi dedo meñique. Finalmente, repitiendo la acción, me tomé la tercera pastilla, y aproveché el gesto de devolver el vasito de plástico a la enfermera para cambiar de mano la pastilla mala. Gesticulando para distraer su atención, abrí la boca bien grande para que viera que no había dejado ninguna pastilla sin tragar.
El plan había funcionado a la perfección, pero faltaba aún deshacerme de las pastillas.
No sabía si las necesitaría para demostrar algo, así que por el momento empecé a ocultarlas en mi cama. Las enfermeras nos daban mudas de cama limpias, pero eramos nosotros los que las poníamos en la cama, así que localicé un resquicio en el metal y ahí escondí la pastilla. En retrospectiva fue algo demasiado peligroso, pues una inspección a fondo las habría descubierto, pero estaba metiendo ya en tantos riesgos que no podía gestionarlos todos óptimamente al mismo tiempo.
Tomé el desayuno, fui a la ducha, y mas tarde llegué a otro de los puntos clave de mi supervivencia en ese lugar: Las sesiones grupales.
Me encontraba en un hospital mental, así que todos los pacientes eran enfermos mentales. Las drojas les mantenían calmados, pero en esos 15 o veinte hombres pude descubrir a gente con claros problemas de drojadicción, alcoholismo, y conductas agresivas. Un par de ellos (incluido mi compañero de habitación) parecían mas normales, incluyendo un chico gays que no acababa de entender como acabó en ése lugar.
Las monitoras (una charo psicóloga y una protocharo "ayudanta", imagino en prácticas) nos pedían que habláramos de lo que quisiéramos, y de ahí salía una conversación en grupo, pero anotaban cuidadosamente lo que ellas creían que significaba lo que decíamos. Engañar a esas dos sería bastante mas fácil que ocultar las pastillas.
El secreto era entender que la charo era psicóloga, osea, carrera de pinta y colorea. Buscaba patrones de conducta rebozados con provocación al machismo heteropatriarcal, así que todo lo que tenía que hacer era lo siguiente:
1. Dejar a otros hablar.
2. Escuchar lo que repetía la psicóloca.
3. Si era preguntado, repetir lo que la psicóloga había dicho con otras palabras, o bien soltar un slogan feminista empoderante.
Si era preguntado primero respondía con algo sobre lo que escuché el dia anterior "y me hizo reflexionar", o alguna tontería de superación, o cualquier cosa que sabía que querían oir. Al no conocerme ellas de nada, era importante establecer mi "personalidad". Así, tanto la charóloga como la enfermera pastillera bajarían la guardia conmigo.
Acababa de convertir esa sesión de grupo en una sesión donde la charóloga observaba a los prisioneros y yo observaba a la charóloga. Prestaba atención a los momentos donde ella tomaba notas (la ayudanta anotaba hasta cuando nos movíamos de la silla, asi que era aún mas inútil que la charóloga), y así aprendía mejor lo que ella quería escuchar.
Con los patrones de mis carceleros bien aprendidos, debía pasar a la siguiente fase de mi plan: Contactar con mi esposa.