TEMA SERIO: Vivencias de un encerrado en centro psiquiatrico

MiguelAtrapado

Forero Paco Demier
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Al contrario de otros usuarios del foro, confieso que he creado esta cuenta para poder escribir esta vivencia desde el anonimato. En mi cuenta real soy un forero que si bien no escribo demasiado, me gusta participar en muchos temas.

Como primer aviso para quienes no entiendan la cabecera "TEMA SERIO": Pondré en el ignore a cualquier persona que pregunte, comente, sugiera, o trate de saber sobre mi otra cuenta. No daré avisos.

En realidad no importa quien soy, sino lo que me ha pasado. Es algo que me ocurrió hace un par de años y que fue una experiencia al mismo tiempo traumática y liberadora. Escribo para desahogarme, para recordar, para no olvidar a quienes me hicieron ésto.

También responderé a preguntas sinceras y respetuosas.

Empiezo, pues.
 

MiguelAtrapado

Forero Paco Demier
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Capítulo 1: Entrada

Guardo pocos recuerdos sobre mi primera noche, excepto que tardé poco en descubrir que estaba metido en un problema.

Un par de enfermeros me llevaron a una habitación con una pantalla. En ella estaban, supongo esperándome, una jueza y dos asistentes (no recuerdo si hombres o mujeres). La jueza en medio, los asistentes a ámbos lados. No recuerdo las palabras exactas pero estaba claro que había sido declarado culpable de algo.

Debiera ya reseñar que, para mi desgracia, soy hombre, español descendiente de muchas generaciones de españoles, y blanco, así que mi presunción de culpabilidad es manifiesta. Mas adelante comprendí que mi juicio tampoco era tal, pues no había cometido ningún delito, sino simplemente la confirmación de mi nueva situación de falta de libertad. Mi culpabilidad sería determinada mas adelante, cuando pudieran crear los crímenes de los que se me acusaría.

De ahí me llevaron a un pasillo franqueado por una puerta automática y un guardia de seguridad. Recogieron mi ropa, dejándome solo la ropa interior, y me dieron una camisa y unos pantalones de color amarillo ligero para que me cambiara.

De ahí me llevaron a lo que sería mi nuevo hogar. Era una habitación con dos camas, dos armarios, y un baño anexo con ducha. Curiosamente si me permitieron mantener mi teléfono móvil.

En la otra cama estaba mi compañero de habitación. Se presentó como Antonio (nombre ficticio), un chico que no llegaría a los 30 años, tranquilo y muy amable. El caso es que todo el mundo en ese lugar era muy tranquilo, y pronto descubriría porqué.

Era muy tarde y solo acerté a dormir.

A la mañana siguiente me despertaron con un desayuno, pero antes pasaría una enfermera para darnos nuestra obligatoria medicación. En mi caso consistía en tres pastillas, dos de ellas conocidas pues una es la que yo siempre tomo, y la otra la reconocí pues era una que tomé durante un tiempo por un accidente previo que tuve. Así que la tercera era la droja para mantenernos dóciles.

Todo el mundo era tranquilo en ese lugar porque nos mantenían drojados.

Me dieron un pequeño vasito de plástico y las tres pastillas, las cuales me tomé de un trago. La enfermera me hizo abrir la boca para asegurarse de que todas las pastillas habían sido ingeridas. Hizo lo mismo con mi compañero de habitación, que mas acostumbrado al proceso hizo lo ordenado de forma efectiva e incluso alegre.

Yo no noté ningún cambio mas allá de la calma, pero sabía que había sido drojado. Así que ya tenía mi primer objetivo: Para evitar la merma de mis condiciones mentales debía evitar la tercera pastilla.
 

MiguelAtrapado

Forero Paco Demier
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Capítulo 2: Rutina y escape

A las 8am nos despertaban. Cada uno recibíamos mudas limpias de una especie de pijamas de un color amarillo descolorido a rayas. Como por fortuna cada habitación disponía de WC con baño incorporado, la ducha diaria era hecha con esta limitada privacidad.

A las 8:30 nos traían el desayuno y las pastillas. Las pastillas era una constante en ese centro. Yo tenía que tomar dos por prescripción médica anterior (sufrí un accidente hace un par de años que me causó un pequeño derrame cerebral, y durante unos años debo tomar una medicación, si bien a dia de hoy ésta ya se esta reduciendo). La tercera era la droja para mantenernos atontados.

A las 11:00 teníamos una sesión de hablar hezs. Llegaba una charo psicóloga, ayudada de una protocharo asistenta, nos sentaban en un círculo, y se ponían a preguntarnos cosas sobre nuestra vida, obra, y milagros. En realidad se trataba de una sesión para buscar formas de mantenernos el mayor tiempo posible encerrados.

Sobre las 13:00 era la hora de comer. Despues teníamos ratos de esparcimiento personal, donde a veces médicos venían a visitarnos. A las 15:00 o así teníamos un pequeño refrigerio, seguido de mas esparcimiento, y a las 21:00 estabamos listos para otra sesión de pastilleo, cena, un rato de hablar con el compañero, y a las 22:00 todos durmiendo.

(Es posible que me haya equivocado con los tiempos así que agradeceré correcciones en ese aspecto)

En cualquier caso, tras mi primer dia de rutina pude delimitar mis primeros dos planes de acción:

1. Escapar de la droja. Necesitaba mantener mi mente despierta, así que lo primero que debía hacer era evitar que me empastillaran. El problema es que la enfermera nos obligaba a tomar las pastillas frente a ella, beber agua o zumo, y despues abrir la boca para demostrar que habíamos digerido todo el contenido.

No pude evitar que me drojaran el primer dia pues necesitaba entender su modus operandi, pero ahí ya descubrí su punto débil: Cuando nos daban las pastillas nos las ponían en la mano, así que lo que haría al dia siguiente es tomar las pastillas una a una empezando por la droja la cual, en vez de ser tomada, sería estratégicamente ocultada en un rápido juego de manos. La segunda y tercera serían tomadas con claridad, seguidas de un buen trago de agua o jugo y una buena apertura bucal.

Como en casi todos los trucos de magia mas básicos, el juego es desviar la atención del público. Con una mano gesticulo y bebo fuerte, y con la otra escondo la pastilla. Lo probaría al dia siguiente.

2. En las sesiones en grupo debía asegurarme de que las charos escuchan lo que quieren oir. Estaba claro que la sesión en grupo de la mañana iba orientada a tener justificación para mantenernos encerrados el mayor tiempo posible. También estaba claro que esas charos eran de carrera de pinta y colorea, así que todo lo que tenía que hacer es seguirles el juego. En mi primera sesión ya ví como ellas trataban de provocar respuestas machistas, racistas, y viogenizadoras. Con la mente nublada por las drojas era fácil caer en la tentación de decir la verdad, así que mi plan era dar la apariencia de participativo, diciéndo sobre mi lo que ellas querían oir, y reduciendo mi participación a repetir lo que quiera que ellas dijeran usando diferentes palabras, o pretender mi propia charificación volviéndome feminista y repitiendo consignas mil veces escuchadas.

Con estos conceptos en mi nublada mente me preparé para el siguiente dia, que sería el dia en el que empezaría a asumir riesgos y preparar mi escape.
 

MiguelAtrapado

Forero Paco Demier
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Capítulo 3: Despertar y conciencia

Aún bajo los efectos de la droja suministrada, sus efectos calmantes me proporcionaron otra noche de descanso, pero también de estudio y preparación. A la mañana siguiente comencé a operación de eliminar las drojas de mi sistema.

Quizás uno de los momentos mas peligrosos de toda mi estancia en ese lugar fue la primera vez que evité tomar drojas. Sabiéndo ya cual pastilla era la "mala", tenía que educar a la enfermera en mi rutina de toma de pastillas, que sería "de una en una" en vez de "todas a la vez". En ésta ocasión empecé por la de mayor tamaño (pastilla que necesitaba), seguida por un trago de agua. Después, ocultando con el dorso de mi mano la acción que llevaba a cabo, hicé como que me tomaba la pastilla mala, aunque en realidad la estaba ocultado en mi dedo meñique. Finalmente, repitiendo la acción, me tomé la tercera pastilla, y aproveché el gesto de devolver el vasito de plástico a la enfermera para cambiar de mano la pastilla mala. Gesticulando para distraer su atención, abrí la boca bien grande para que viera que no había dejado ninguna pastilla sin tragar.

El plan había funcionado a la perfección, pero faltaba aún deshacerme de las pastillas.

No sabía si las necesitaría para demostrar algo, así que por el momento empecé a ocultarlas en mi cama. Las enfermeras nos daban mudas de cama limpias, pero eramos nosotros los que las poníamos en la cama, así que localicé un resquicio en el metal y ahí escondí la pastilla. En retrospectiva fue algo demasiado peligroso, pues una inspección a fondo las habría descubierto, pero estaba metiendo ya en tantos riesgos que no podía gestionarlos todos óptimamente al mismo tiempo.

Tomé el desayuno, fui a la ducha, y mas tarde llegué a otro de los puntos clave de mi supervivencia en ese lugar: Las sesiones grupales.

Me encontraba en un hospital mental, así que todos los pacientes eran enfermos mentales. Las drojas les mantenían calmados, pero en esos 15 o veinte hombres pude descubrir a gente con claros problemas de drojadicción, alcoholismo, y conductas agresivas. Un par de ellos (incluido mi compañero de habitación) parecían mas normales, incluyendo un chico gays que no acababa de entender como acabó en ése lugar.

Las monitoras (una charo psicóloga y una protocharo "ayudanta", imagino en prácticas) nos pedían que habláramos de lo que quisiéramos, y de ahí salía una conversación en grupo, pero anotaban cuidadosamente lo que ellas creían que significaba lo que decíamos. Engañar a esas dos sería bastante mas fácil que ocultar las pastillas.

El secreto era entender que la charo era psicóloga, osea, carrera de pinta y colorea. Buscaba patrones de conducta rebozados con provocación al machismo heteropatriarcal, así que todo lo que tenía que hacer era lo siguiente:
1. Dejar a otros hablar.
2. Escuchar lo que repetía la psicóloca.
3. Si era preguntado, repetir lo que la psicóloga había dicho con otras palabras, o bien soltar un slogan feminista empoderante.

Si era preguntado primero respondía con algo sobre lo que escuché el dia anterior "y me hizo reflexionar", o alguna tontería de superación, o cualquier cosa que sabía que querían oir. Al no conocerme ellas de nada, era importante establecer mi "personalidad". Así, tanto la charóloga como la enfermera pastillera bajarían la guardia conmigo.

Acababa de convertir esa sesión de grupo en una sesión donde la charóloga observaba a los prisioneros y yo observaba a la charóloga. Prestaba atención a los momentos donde ella tomaba notas (la ayudanta anotaba hasta cuando nos movíamos de la silla, asi que era aún mas inútil que la charóloga), y así aprendía mejor lo que ella quería escuchar.

Con los patrones de mis carceleros bien aprendidos, debía pasar a la siguiente fase de mi plan: Contactar con mi esposa.
 

MiguelAtrapado

Forero Paco Demier
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Capítulo 4: Zapatos desatados, cargadores controlados

A partir del segundo dia me encontraba ya integrado en el sistema. La vida transcurría dentro de la normalidad aceptable que permite un espacio controlado del que no puedes escapar. Mi madre vino a visitarme brevemente en el primer dia, y le dijo a mi mujer que yo me encontraba perfecto. Lo único que se le pasó por alto era el hecho de que fue ella, mi madre, quien me metió alli.

Teniendo acceso a mi móvil pude por fin empezar a comunicarme con mi mujer, pero bajo de baterías descubrí que los cargadores estaban confiscados, así como los lazos de las zapatillas y zapatos, lo cual nos hacía a todos andar de forma ciértamente pausada, algo que no era demasiado problemático para aquellos que estaban bajo los efectos de las drojas, pero si para alguien que empezaba a despertar, como era mi caso.

El motivo de estas confiscaciones es obvio: evitar suicidios. Es lo que daba un punto aún mas tétrico a un lugar pintado de colores alegres y con bastante iluminación, tanto natural como artificial.

El segundo dia, por la tarde, ocurrió algo totalmente inesperado: Mi esposa vino a verme. Me encontraba yo sentado en la cama, y cuando ella apareció por la puerta pensé en las siguientes cosas, en éste mismo orden:
1. He muerto y mi cerebro esta conjugando las últimas visiones antes de apagarse para siempre.
2. Estoy vivo, pero me he vuelto loco.

Empecé a tocarle, a preguntarle si era real, si todo ésto era real, y al final pudimos abrazarnos y al menos yo pude calmarme. A partir de ese momento empezamos a discutir mi plan de fuga, que no era otro que hacer que los psicólogos entendieran que en realidad yo no era un enfermo. Mi mujer y yo debíamos mantener un estrecho contacto y organizarnos. Ella desde fuera debía prepararse para una futura entrevista con los médicos, y yo desde dentro debía mantener el perfíl mas bajo posible y aguantar estóicamente las tonterias de las charólogas.

Al tener los móviles controlados, era necesario para mi que mi mujer me proporcionara uno que yo pudiera esconder. Ella vendría al dia siguiente y me lo proporcionaría, mientras yo consideraba un buen lugar para esconderlo. También le dí las pastillas que me habían dado, y así borrar toda prueba de mis acciones.