Sorpresa , Miguel Ricart volverá a la guandoca por venta de droja.

Azog el Profanador

Siervo de Sauron
Desde
10 Sep 2012
Mensajes
38.234
Reputación
58.667
Lugar
Gundabad
Piden cinco años de guandoca por vender droja para el malo de las niñas de Alcàsser

- Miguel Ricart fue detenido hace justo un año por participar en un presunto caso de narcotráfico de Barcelona.

La Fiscalía solicita una pena de cinco años de guandoca para Miguel Ricart, único enjuiciado y condenado por el triple crimen de las niñas de Alcásser, por vender droja en un narcopiso que regentaba en el barrio barcelonés del Raval.

En el escrito de acusación del ministerio público, se acusa a 'El Rubio' -condenado en 1997 a 170 años de guandoca por los asesinatos de Miriam, Toñi y Desirée- de un delito contra la salud pública tras ser detenido a finales de 2022 en una operación antidroga llevada a cabo por la Guardia Urbana y los Mossos d'Esquadra en Barcelona.


Días después del arresto, Ricart quedó en libertad con cargos y la obligación de comparecer en sede judicial cada dos semanas hasta la celebración del juicio, todavía sin fecha prevista. Al respecto, la Fiscalía mantiene que se se dedicaba a la distribución en pequeña escala de sustancias estupefacientes, sobre todo de cocaína y heroína. Califica que había convertido el tráfico de drojas en su «medio de vida» y que guardaba en el citado narcopiso todo el material ilícito.

En sus diez años de libertad tras abandonar en 2013 el centro penitenciario de Herrera de la Mancha gracias a la derogación de la doctrina Parot, Ricart ha vivido a caballo entre la marginalidad, la droja y la caridad. En 2021, fue localizado en un narcopiso de Carabanchel (Madrid) después de mudarse a Francia durante varios años. No obstante, nunca ha dejado de estar vigilado en el radal policial.


A las dos semanas de ser detenido, concedió su primera entrevista en treinta años al podcast de 'El Rincón del Disidente', donde arremetió contra Antonio Anglés, el otro considerado autor material del crimen de Alcásser y prófugo de la justicia en las últimas tres décadas, y sostuvo que «no pudo arrepentirse de algo que no hizo». A su antiguo amigo y compañero, lo calificó de «sarama carente de humanidad y sentimientos. Un hombre muy frío y calculador«.

En referencia al caso Alcàsser, Ricart se autoproclamó una «cabeza de turco», puesto que «algunos le querían inculpar sin pruebas». «Me querían a mí», dijo, aunque insistió en que no recordaba dónde se encontraba el 13 de noviembre de 1992, el día que secuestraron a las niñas en la localidad de Picassent. «Ojalá me acordara, pero es imposible», matizó.

Piden cinco años de guandoca por vender droja para el malo de las niñas de Alcàsser (abc.es)

Otro artículo relacionado:

La reinserción imposible de Miguel Ricart

Nueve años después de salir de prisión, el único condenado por el asesinato de las niñas de Alcàsser ha vuelto a ser detenido: hacía de recadero en un narcopiso de Barcelona.

Justo cuando se cumplen tres décadas de los asesinatos de las niñas de Alcàsser (Valencia), el único condenado por dar de baja de la suscripción de la vida a Míriam, Toñi y Desirée ha vuelto a la primera línea informativa. Miguel Ricart fue detenido el martes 20 por los Mossos d’Esquadra en un narcopiso del barrio del Raval, en Barcelona. Allí hacía de hombre de los recados de una organización criminal a cambio de droja.

“Le vino muy grande que lo dejaran en la calle”, opina la monja Lucía Caram, que ha estado en contacto con él desde entonces. Ricart fue puesto en libertad de forma repentina en 2013, después de que la justicia anulase la doctrina Parot, que había alargado la estancia en prisión de decenas de reclusos. Pero la suya parece una reinserción imposible, envuelto como ha estado los últimos años en la paranoia de ser reconocido, la enfermedad mental y la adicción a las drojas.

Ricart no tiene relación con su familia, y la controvertida religiosa Caram ha sido casi su único contacto de referencia todo este tiempo, según cuenta ella misma. En una huida sin rumbo, el hombre acabó en Cataluña, escapando de las cámaras. Las imágenes de su salida de la guandoca de Herrera de la Mancha (Ciudad Real) en 2013 habían dado la vuelta al país, y no podía pasar demasiado tiempo en un sitio sin que se desatase el pánico al ser reconocido. Los Mossos le pidieron entonces a Caram que le encontrase un lugar de acogida. “Lo perseguía la prensa, y también la gente, algunos para matarlo”, recuerda la monja por teléfono. Finalmente, logró que una entidad religiosa lo acogiese en Francia, en unas instalaciones para personas sin techo.

“Salió limpio de prisión”, asegura Caram en alusión al consumo de drojas de Ricart, que permaneció “entre cinco y seis años” en Francia, según la religiosa. Fueron unos años de estabilidad, hasta que la entidad religiosa que lo acogía cambió de gestores y Ricart tuvo que marcharse. La monja lo ayudó en trámites diarios que le complicaban el regreso a una vida en libertad. “Tenía el DNI y el carné de conducir de camión caducados”, recuerda, sobre el único oficio que podría haber ejercido. “Todo eran impedimentos”.

De regreso a España, estuvo un tiempo en un municipio cercano a la Comunidad Valenciana y de allí se fue a Madrid. “Empezó a rayarse”, asegura Caram, en referencia a la sensación de que lo perseguían y lo habían reconocido. La policía lo identificó en un narcopiso del barrio madrileño de Carabanchel, y de nuevo su cara volvió a estar en las televisiones. Es entonces cuando Ricart viajó a Barcelona, donde recibió la ayuda de otra entidad religiosa. Ya había empezado a trapichear para poder consumir, en una situación complicada en la que combinaba “delirios persecutorios y adicción”, cuenta un trabajador de esa organización, que decidió informar a los Mossos, “por él y por la sociedad”.

“Él no ha puesto de su parte”, se queja uno de los religiosos que ha apoyado a Ricart. “No ha hecho un proceso de reinserción. Sigue estando mal. Es un toxicómano y un enfermo mental”, dice, y resume: “Alguien que no ha logrado entrar en un proceso de sanación”. Nunca admitió haber cometido los crímenes, y no se ha tratado psicológicamente. “Todo está relacionado con lo que hizo: la droja es una vía para salir adelante”, considera este religioso. Ricart, dice, lleva más de un año “hundido, con un consumo fortísimo”.

“Cumplía con sus horarios, se levantaba a las cinco de la mañana...”, repasa Caram, sobre los momentos en los que Ricart salía adelante. Pero cuando fue cumpliendo años y comenzaron los achaques de salud, la cosa se torció. Cuenta, como ejemplo, que tenía mal la boca pero no acudía al dentista, convencido de que lo reconocerían y no le querrían atender. La religiosa asegura que le ayudó a presentar una solicitud en Valencia de cambio de nombre, pero que nunca fue atendida.

El miércoles, Ricart quedó en libertad de nuevo después de declarar ante el juez. Caram le recomendó que pidiese a su abogado que lo internasen en su psiquiátrico. “¿Me estás diciendo que estoy loco?”, asegura que le respondió.

Tanto ella como las entidades que le daban apoyo en Barcelona sostienen que Ricart habría estado mejor en prisión que de nuevo en la calle. “No tiene para comer, no tiene para dormir, no tiene teléfono... Es una irresponsabilidad”, resume la monja, señalando también la nueva alarma social que puede crearse. “Entiendo la rabia y el repruebo contra él, me hago cargo, pero es un enfermo mental vagando por la calle”, añade. “Ahora es muy difícil encontrarle acogida. Nos piden que lo saquemos de España, pero es muy complicado”, se queja otro religioso. “Quienes han creado el problema que lo solucionen”, concluye.

Alcàsser: La reinserción imposible de Miguel Ricart | Cataluña | EL PAÍS (elpais.com)
 
Miguel Ricart, nacido para perder

A un suspiro de la Navidad, Miguel Ricart, de 53 años, volvía a la actualidad poco después de que el triple asesinato de Alcàsser cumpliera tres décadas. Puesto en libertad tras ser detenido como parte activa de un narcopiso barcelonés, su aspecto actual, propio del arquetipo callejero del toxicómano que se arrastra, es la plasmación de una vida en constante perdición, de una existencia en las cloacas. En todas partes se ha hablado de su comportamiento perturbado tras ser puesto en libertad en 2013 por la abolición de la doctrina Parot, cuando finalizó su estancia en prisión por el triple crimen de Alcàsser. La impresión, quizás, es que tanto su fama como cara del suceso espantoso máximo, como también el inacabable fantasma de Antonio Anglés (desaparecido en fuga como probable polizonte en barco a Dublín) y los delirios mediáticos en torno al caso, lo han convertido en la sombra de hombre que es hoy. Sin embargo, Miguel Ricart nunca dejó de rodar hacia abajo desde mucho antes.

Él mismo se expuso en sus peores días como arrastrado por una corriente "en la que te dejas llevar y no sabes realmente cómo salir". Así fue desde bien pequeño. Su familia en Catarroja, a pocos quilómetros de Valencia, era modesta, conocida localmente para bien. Miguel Ricart padre (ya fallecido) era ebanista y, junto a su mujer, Encarna, centró su residencia en la calle de Alicante. Tuvo dos hijos, Miguel, que nace en 1969, y Encarna, tres años menor. Todo cambia cuando la progenitora muere desnucada tras un ataque de epilepsia en 1975. Sus hijos tienen seis y tres años, y sin otra posibilidad, Miguel padre los interna entre semana en el colegio San Juan Bautista de Valencia, con funciones de orfanato. Una de las religiosas que trató con ambos hermanos refirió a Miguel hijo como "una concha cerrada: no le interesaba nada, no se relacionaba".

"QUERÍA HACERSE EL DURO"

Más tarde, Ricart trata de acabar EGB en la llamada Universidad Laboral de Cheste, donde, por mal comportamiento, pierde una ayuda de estudios a familias desfavorecidas. Pasa luego a intentar estudiar Electricidad en Formación Profesional. Llega al edificio del colegio San Antonio de Padua en Catarroja. Deja el centro tras un año, y su tutor de entonces, lo consideró "mal estudiante, aunque como tantos otros, no especialmente estridente".

"Quería hacerse el duro, y le costó serlo", comentó en su momento un antiguo chico de su barrio, que tuvo varios roces con él. "La zona era seria en aquel momento, con muchos chavales que eran duros de verdad, y él, aunque tenía fuerza, no tenía temple". Sin embargo, la calle le llamaba, empezó a valorar las pandillas del momento y si podía ser alguien pegándose a rueda. A partir de los 16 años empezó a consumir rohipnol, hipnótico de moda en los ambientes suburbanos. Trabajaría en una granja de cerdos, y luego, en un taller de ebanistería en Albal, el pueblo de al lado. Hasta que pierde ese trabajo (para disgusto total de su padre) y frecuenta más en serio a chavales que pasan la vida dando tumbos. Al cumplir los 18 años se va de casa, quiere libertad. Es el fin de las relaciones con su padre. Y el principio de otra cosa muy distinta.

Miguel llega a dormir a la intemperie hasta que lo recoge de la calle uno de los hermanos menores de Antonio Anglés (eran nueve en total, dos chicas y siete chicos). Desde entonces, empieza a ser uno más en la planta baja de la cercana calle Colón donde vivía la familia. A golpes, Antonio, tres años mayor que Ricart, y conocido como 'El Asuquiqui', se había autoerigido como mandamás dominante de su entorno, y sería bien conocido por la policía por su relación con robos y atracos.

VASALLO DE ANGLÉS

Miguel, pese a su original lejanía de ese desorden, encaja en él. Una de las hermanas de Antonio llegó a describir a Miguel como alguien sin carácter (excepto cuando se enfadaba), capaz de adaptarse a cualquier situación y sin idea de qué hacer con su vida. Quizás por eso, Miguel establece una relación con una joven del pueblo cercano de Benetússer. Rompe con ella, y se hace novio de su hermana, con la que termina teniendo una hija. En los 90 ya se le conoce en el asfalto local como 'El Rubio', o bien como 'El Americano', porque llevaba un peinado estilo rockabilly. Ricart habría pasado un tiempo en la Legión y trabajando brevemente en un concesionario de coches. Rompería también con la progenitora de su hija, y con cualquier opción que no fuera la que se le presentó más a mano: servir vasallaje a Antonio Anglés.


Porque 'El Asuquiqui', que no era consumidor de droja dura, había ido consiguiendo que su planta baja se convirtiera en la gran expendeduría de heroína (sobre todo) y cocaína (para consumo callejero) de la zona. Ricart acabó enganchado a fumar chinos de heroína quemada y a ayudar a Antonio en lo que hiciera falta (lleva droja de un sitio a otro, cambia droja por dinero…). Junto a él, se ve bien ubicado, aunque esté a su servicio. Todo se complica porque 'El Asuquiqui' es cada vez más agresivo y feroz (incluidos los usos de hacha, cuchillo y pistola). Antonio termina en prisión por la tortura (con Ricart presente cuando hizo falta) de una antigua novia que le había estafado droja. El resto, es historia de todos.

Antonio, lleno de furia fría, sale de un permiso en 1992 del que ya no volverá. Miguel, su vasallo, le ayuda en noviembre de ese año a cometer el triple crimen de Alcàsser. Ricart incriminaría por ello a Antonio (y a sí mismo) en las primeras confesiones a la Guardia Civil. Luego insistió en desvincularse de todo y generar confusión, sumándose a las teorías conspiranoicas replicadas audiovisualmente. Y así hasta hoy, con Miguel Ricart en zozobra para él mismo y para el mundo, instalado en la tiniebla, sin otra posibilidad que seguir hacia abajo y enfangado, sin saber qué otra cosa hacer.

Miguel Ricart, nacido para perder
 
En esa noticia solo vea que alguien tiene ganas de que se siga hablando del caso Alcasser nunca lo han dejado el tema olvidarse

Es como nuestro cambio climático particular
 
Pues al final va a ir a la guandoca por algo que ha hecho.
 
Volver