"Los obreros no tienen patria."
Para entender la situación precaria de los trabajadores de Rusia hay que tener en cuenta la situación anterior. En la Unión Soviética la gente tenía contratos de trabajo en donde se fijaban sus obligaciones frente al estado, el único empleador. Como me explicó un amigo ruso en los años 90: "Está escrito precisamente que me pueden despedir si yo por 3 días consecutivos no aparezco en el trabajo sin excusa firmada por un medico, pero no hay ninguna cláusula que se pronuncia sobre el hecho que por tres o cuatro meses consecutivos no se paga el salario." Así de manera no legal y no oficial se despidieron a miles y miles de trabajadores, desde médicos o profesores hasta humildes trabajadores en fábricas. Se fueron, porque no recibieron salario, emigraron o buscaron otra manera de sobrevivir, y así surgieron de manera espontánea comerciantes de vestidos o de alimentos en los numerosos mercados en todo el país. Se tenían que ir sin despido y sin ningún tipo de indemnización.
Durante los tiempos bravos y descarados de la temporada de Yeltsin también aumentó de manera gigantesca el número de los sin techo. Mis amigos rusos me explicaron que habían dos tipos de abandonados: Los "bomyi" (abreviación para "gente sin fijo lugar de residencia") que eran simplemente gente desafortunada que se fueron de un trabajo sin pago o se quedaron en la calle como jubilado sin parientes ni pertenencias; y los "bichi", que significa "antiguo intelectual" y así se denominaban personas de alta especialización, gerentes de empresas, jefes de hospitales, maestros, profesores de universidad quienes de un día para otro se vieron sin ingresos. Se fueron de sus trabajos, sus familias, su ambiente social, no aguantaron su caída a cero. Se refugiaron en estaciones de metro o bosques y tarde o temprano perecieron en el invierno duro de Rusia. Mis amigos me explicaron, que los "bomyis" se pueden recuperar con ayuda de otros, reintegrarse en la sociedad, pero los "bichis" jamás. No podían superar su pérdida de status quo.