Hace algunos años, el Polonia era la única excepción que hacía a mi política general de no ver la tele. Se repartía estopa más o menos por igual.
Luego, las cosas se empezaron a torcer y el plumero fue cada vez más y más visible, hasta ser insoportablemente visible. Les mandé al carajo.
Ahora lo poco que veo de TV es por casualidad (bares, visitas a casa de mis padres, etc.). La densidad de adoctrinamiento y propaganda es tal, que normalmente a los 5 minutos de escucharla ya le estoy gritando a la pantalla, en voz alta o en silencio según permiten las circunstancias.