Los jovenlandeses no llegaron a ocupar ni acercarse a Belgrado ni por asomo. Fueron los otánicos los que la bombardearon, ejerciendo de fuerza aérea de los bosnio-fiel a la religión del amores y los ustachas croatas, amén de los kosovares, claro. Precisamente eso se vivió en Serbia como una traición de Uropa hacia Serbia, cuando esta fue la única zona de la exYugoslavia que jamás tuvo un solo grupo a favor de los nazis, como sí sucedió con el resto de las naciones surgidas de la secesión que sufrió la Yugoslavia de Tito, tras la fin de este y la consiguiente guerra, tras el rápido reconocimiento de Alemania y hasta el Vaticano, a la declaración unilateral de independencia de los eslovenos y croatas.