Analisis ¿Se puede considerar que las Ciencias Sociales son una CIENCIA? Abro debate

The Fucking Andyteleco

Bubble Fucker
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Estoy harto de que cada vez más intelectualoides (sobre todo de izquierda) me citen estudios sociales como si fueran una verdad absoluta que prueba sus afirmaciones. Me gustaría poder recopilar todos los posibles argumentos en contra de estas (en mi opinión) mal llamadas "ciencias", que, no necesariamente son inútiles pero desde luego no siguen el método científico.

  • Como se menciona en este artículo:
    • El objeto de las ciencias sociales es en ocasiones más impreciso, e implica a muchas entidades abstractas como valores y culturas, y sus métodos no siempre incluyen mediciones o experimentación
    • En 2010, la Asociación Antropológica Americana dejó de describir sus actividades como «ciencia», manifestando en su actual sitio web que aceptan el método científico pero también utilizan aspectos de las humanidades (American Anthropological Association, 2014). La historia, como la antropología, utiliza muchas estrategias de las ciencias sociales como la sociología y la ciencia política para aprender sobre la sociedad humana. Sin embargo, generalmente se la clasifica con las humanidades en los planes de estudio universitarios. Los estudios en comunicación también combinan elementos de las ciencias sociales y del comportamiento con conocimientos de las humanidades. Y la lingüística, el estudio científico de la naturaleza del lenguaje humano, se enseña con frecuencia en los departamentos de literatura
    • Muchos factores desdibujan la división entre el estudio social humanístico y el científico, así como entre las ciencias sociales y las ciencias «exactas» o «naturales». Ejemplo de estos factores son el papel de la interpretación, el uso de métodos cualitativos además de los cuantitativos, el papel de la objetividad científica, y –en definitiva– el estatus ontológico de las conclusiones finales.
    • Los expertos en ciencias sociales y del comportamiento utilizan «actitudes» y conceptos abstractos, por ejemplo las «culturas», como variables. No son objetos físicos visibles o tangibles
    • Algunas de las teorías utilizadas en ciencias sociales, especialmente aquellas sobre una «gran idea», como el concepto de grandes teorías enunciado por el sociólogo Robert K. Merton (1968), son difíciles de establecer o refutar definitivamente.
    • Normalmente consideramos ciencias «exactas» o «naturales» campos como la química, la biología o la física, que estudian fenómenos físicos utilizando lo que conocemos como método científico. Este es habitualmente entendido como el método hipotético-deductivo en el que una hipótesis se deriva de la teoría y después se prueba recogiendo datos empíricos, normalmente con experimentos de algún tipo en los que se eliminan o controlan en la medida de lo posible las condiciones que se entiende que quedan fuera del ámbito del test. Un diccionario inglés define soft science (literalmente, “ciencia blanda”) como «una ciencia, como la sociología o la antropología, que se ocupa del ser humano, y por lo tanto no se considera generalmente que se base en experimentación rigurosa» (Collins English Dictionary, s.f.). Al menos, definen las ciencias sociales como ciencia (en cierto modo). Pero es una descripción muy problemática.
    • Si preguntamos a una docena de científicos sociales si piensan que están siendo «objetivos» cuando investigan, probablemente obtengamos una docena de respuestas diferentes. Algunos dirán «sí, por supuesto». Otros serán plenamente conscientes de que observar objetivamente a otros seres humanos, especialmente en condiciones naturalistas (es decir, en su vida cotidiana) es difícil, puede que incluso imposible. La presencia del observador cambia lo observado de forma inevitable. Un etólogo (un científico que estudia el comportamiento animal) tiene la oportunidad de ver y registrar datos relevantes de manera más o menos directa –imaginen a un investigador de campo con un portapapeles, una lista de control y quizás incluso un cronómetro, aparcado en la sabana, o incluso sentado en un banco en frente de la jaula del babuino de un zoo. Pero gran parte de lo que define e impulsa el comportamiento humano es interno y no siempre se puede observar, no digamos ya medir directamente. La conversación es una pista importante de la vida interior; sin embargo, lo que la gente dice (suponiendo que el observador conozca el idioma) no es lo mismo que lo que hace –o lo que piensa realmente.
  • Las tres R: Reificación, replicación y refutabilidad: hay problemas, por supuesto, cuando se intentan medir de forma sistemática y replicable variables invisibles como los rasgos de personalidad, los valores y las creencias, las emociones y los sentimientos o los procesos internos de pensamiento. Es concebible (al menos como ejercicio mental) que un día seamos capaces de mapear algunos o todos estos elementos en características químicas o eléctricas concretas de las neuronas del cerebro. Entonces tendremos rastros físicos que medir, probablemente con algún tipo de instrumento, y frente a los que testar nuestras teorías sociales o psicológicas de forma más directa. Por supuesto, algunos elementos relevantes (que incluyen las manifestaciones fisiológicas de emociones como el miedo o sensaciones como el dolor; el sudor, por ejemplo, o el aumento de la frecuencia cardíaca) ya se pueden medir de forma precisa, «científica». Pero las propiedades físicas de todo lo que tiene interés para los científicos sociales no pueden medirse de momento, y parece que siempre será así.
    • Si queremos saber lo que alguien siente como respuesta a una situación o estímulo, tenemos que preguntarle. Por ejemplo, supongamos que queremos estudiar si personas con diferente personalidad sienten más o menos emociones negativas en respuesta a una experiencia. Probablemente necesitemos evaluar tanto las variables independientes (características de la personalidad) como las dependientes (emociones negativas) mediante preguntas. Los científicos sociales y conductistas han desarrollado muchas formas inteligentes de plantear estas preguntas de forma cuidadosa, a veces indirecta, para obtener datos cuantitativos fiables, más sofisticados que una simple autoevaluación interna. Pero sigue sin parecer tan directo como, pongamos, utilizar una regla para medir la longitud. De hecho, en muchas situaciones, con demasiada frecuencia las preguntas de los investigadores van muy desencaminadas.
    • El hecho de que el pensamiento y el comportamiento humano sean resultado de una compleja mezcla de aprendizaje, experiencia y genética no hace sino complicar más las cosas. El debate entre lo innato y lo adquirido sigue vivo. Algunas conductas humanas como el deseo de ser parte de un grupo, el miedo a las serpientes o a las alturas o la atracción sensual pueden tener componentes genéticos, pero también tienen componentes aprendidos.Esta complejidad se añade al reto de la conceptualización y la medición: en cualquier caso concreto, ¿estamos midiendo una tendencia o característica biológica estable o el resultado de la experiencia, que imaginamos que puede ser más maleable? Para los seres humanos, la respuesta más probable es a menudo «ambas».
    • En los estudios basados en encuestas sobre actitudes y opiniones aparecen otras complicaciones. Por supuesto, tales encuestas no se suelen realizar en condiciones controladas de laboratorio. Por ejemplo, normalmente no sabemos si la persona que contesta se estaba concentrando en la tarea o simplemente escogía respuestas al azar. Aunque también podemos diseñar controles para subsanarlo, tampoco sabemos si la persona está siendo honesta. En el caso de una encuesta por correo, ordinario o electrónico, la persona que la rellena quizá no sea aquella a la que se dirigía. Mayor importancia, incluso, tienen los pequeños cambios en la redacción de las preguntas de las encuestas, que pueden crear diferencias bastante grandes en el porcentaje de gente que conteste dichas preguntas de una determinada forma. Es más, los patrones de estas diferencias no siempre son obvios ni siempre se comprenden bien, por lo que es difícil o imposible tenerlos completamente en cuenta cuando se diseñan las preguntas o se comparan los resultados de diferentes encuestas.
    • A menudo observamos enormes diferencias entre diferentes estudios con poblaciones similares, tanto en actitudes como en opiniones. Además de la redacción de la pregunta, también importa el contexto histórico. Las mediciones actuales de nuestro estudio tal vez no sean comparables a las de hace diez años porque el contexto ha cambiado, aunque la redacción de la pregunta sea idéntica (Bishop, 2005). En estas circunstancias, las áreas más cuantitativas y basadas en mediciones de las ciencias sociales y del comportamiento ya no parecen tan «científicas», después de todo.
    • Finalmente, la variación cultural y lingüística también es importante para dichos estudios. Si planteamos la misma pregunta en seis idiomas diferentes, ¿significa en realidad lo mismo para todo el que lo lee y responde en esos idiomas distintos? Se utilizan elaborados procedimientos de traducción y retraducción para eliminar errores importantes, pero los matices de expresión en cada idioma –y en cada cultura– seguirán siendo diferentes.
    • Se critica a veces a los científicos sociales por «reificar» los resultados de las mediciones. «Reificarlo» es tratarlo como si fuera real. ¿Son objetos reales los valores, actitudes y opiniones que estudiamos? ¿Y los rasgos de personalidad, las emociones y procesos mentales? ¿Cómo podemos responderlo? ¿Cómo podemos siquiera comenzar a considerarlo? ¿Suponen nuestros métodos y mediciones que estos son elementos consistentes e identificables por completo, cuando en realidad podrían ser mucho más inconsistentes y difíciles de determinar de lo que normalmente reconocen los científicos sociales? ¿Puede que simplemente sean producto de nuestra imaginación? Sólo porque un experimento se haya replicado con éxito, ¿quiere esto decir que prueba lo que pensamos que prueba? La veracidad y validez de las mediciones también son preocupaciones de las ciencias «exactas», pero en ciencias sociales, son retos particularmente complicados.

  • En este otro artículo de Scientific American, y este otrodan un par de argumentos más:
    • Por cada experto que dice que los modelos y los análisis estadísticos pueden decir algo concreto, hay otro que argumenta lo contrario de forma persuasiva, y ambos tienen hechos y ejemplos históricos de sobra para respaldar sus afirmaciones. Es difícil cuantificar y llegar a conclusiones precisas cuando se trata de fenómenos cualitativos, pero la tentación de hacerlo persiste. Esta tentación es más evidente en la Historia, donde la cuantificación y la explicación precisa resultan increíblemente atractivas y políticamente útiles.
    • Claro que se pueden obtener algunas ideas. El economista Herbert Gintis dice que el beneficio es análogo al de la caja negra de un avión: no se pueden predecir futuros accidentes aéreos, pero al menos se puede analizar lo que salió mal en el pasado. Pero cuando se trata de acontecimientos históricos -que no están tan definidos ni son tan tangibles ni precisos como un accidente de avión- hay muchas cosas que pueden impedir que se obtenga ese beneficio.
    • Es tentador querer que las cosas sean bonitas y ordenadas. Confiar en un análisis que parezca importante en lugar de ahogarse en el lodazal de los matices y la información incompleta. Pensar en blanco y neցro en lugar de gris. Pero al final, por muy meticuloso que hayas sido, la historia no es una ciencia dura. Tampoco lo es la literatura. Ni la ciencia política. Ni la ética. Ni la lingüística. Ni la psicología. O cualquier otra disciplina. No les interesan sus análisis cuantitativos. Se comportan según sus propias reglas. ¿Y sabe una cosa? Estés o no de acuerdo conmigo, lo que tú pienses -y lo que yo piense- no les importa lo más mínimo.
    • Nos frenan esos sesgos que plagan casi todos los intentos de cuantificar lo cualitativo, la selección de la variable dependiente y las hipótesis y explicaciones post hoc. Nos fijamos en los casos en los que el efecto existe y postulamos una causa, y nos olvidamos de todas las veces en las que exactamente la misma causa no produjo ningún efecto visible, o produjo un efecto totalmente distinto. Es muy fácil contar historias basadas en modelos. Es muy difícil recordar que no son más que historias. (No sólo ocurre con la historia o la literatura. Gran parte de la investigación con IRMf se achaca precisamente a esa razón: si no tienes una hipótesis a priori pero luego ves algo interesante, es demasiado tentador explicar su implicación a posteriori y fingir que eso es lo que habías querido hacer todo el tiempo. Pero ambos enfoques no son lo mismo).
    • La reciente recesión (de 2008) es una poderosa demostración de los límites de las ciencias sociales. Los economistas más inteligentes del mundo, equipados con los modelos matemáticos más sofisticados y los ordenadores más potentes que el dinero puede comprar, no previeron -o, en todo caso, no pudieron evitar- las calamidades financieras que asolaron Estados Unidos y el resto del mundo en 2008. Como dijo una vez el filósofo Paul Feyerabend: "Puede que la oración no sea muy eficiente si la comparamos con la mecánica celeste, pero sin duda se mantiene firme frente a algunas partes de la economía".
    • Aunque se refuercen con los últimos descubrimientos de la neurociencia, la genética y otros campos, las ciencias sociales nunca se acercarán a la precisión y el poder predictivo de las ciencias duras. La física se ocupa de fenómenos -electrones, elementos, electromagnetismo, fuerzas nucleares, gravedad- que son relativamente simples, estables y susceptibles de una definición matemática precisa. La gravedad funciona exactamente igual tanto si se mide en la Inglaterra del siglo XVII como en la América del siglo XXI, en Zambia o en Alfa Centauri. Cada neutrón es idéntico a cualquier otro neutrón. Por el contrario, las unidades básicas de los sistemas sociales -las personas- son todas diferentes entre sí; cada persona que ha vivido es única en aspectos que no son triviales, sino esenciales para nuestra humanidad. Además, cada mente individual cambia constantemente en respuesta a nuevas experiencias: leer Así habló Zaratustra, ver El Señor de los Anillos, golpearse la cabeza contra el hielo jugando al hockey, tener un hijo, dar clases de primer año de composición. Imaginemos lo difícil que sería la física si cada electrón fuera el producto único de toda su historia.
    • He aquí la mayor diferencia entre las ciencias sociales y las ciencias duras: Los protones, los plasmas y los planetas son ajenos a lo que los científicos dicen sobre ellos. Los sistemas sociales, en cambio, están formados por objetos que ven la televisión, escuchan la radio, leen periódicos, revistas, libros y blogs y, en consecuencia, cambian su comportamiento. En otras palabras, las teorías de las ciencias sociales pueden transformar las sociedades si la gente cree en ellas.

No obstante el último artículo clarifica que las "ciencias" sociales pueden ser beneficiosas si se aplican bien: mientras algunos "científicos sociales" como Marx hicieron un daño terrible otros han permitido avances en derechos sociales y reducción de la pobreza en el mundo. El autor añade que "los científicos sociales deberían renunciar a la búsqueda de verdades sobre el comportamiento humano. En su lugar, deberían centrarse más intensamente en encontrar respuestas a problemas concretos, ya sean nuestros actuales males económicos, la ineficacia de nuestro sistema sanitario o nuestra dependencia de la fuerza militar para resolver disputas."
 
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