Ya saben lo que opino de los jueces, pero me repetiré.
1º. Hay que expulsar, tirando a lo bajo, a la mitad. Por tarados o por dejar que su confesionalidad/ideas políticas influya escandalosamente en su labor como jueces. El juez es el sacerdote de la Justicia y, decía Jesús de Galilea con buen tino, no se puede servir a dos amos; así que, el que vaya para meapilas, que cuelgue la toga y se calce la sotana.
2º. Hay que duplicar la plantilla. Una vez terminada la purga que he propuesto como fase 1, habría que incorporar jueces hasta que haya, tirando por lo bajo, el doble de los que hay ahora.
3º. Hay que informatizar la Administración de Justicia hasta hacerla la más moderna de todas.
Cuesta dinero y estamos en crisis, lo sé. Pero, como apunta Alejandro Nieto, el empeño de la Administración por ser barata nos cuesta muy caro a todos. Lo barato sale, a la larga, carísimo. Pensemos en esos procesos (macroprocesos) en que estafadores que se han llevado impunemente miles de millones son juzgados tarde y mal; y acaban viendo sobreseídas sus causas por prescripción. Eso es algo que no sólo da vergüenza ajena por la penosa impresión causada acerca de nuestra Justicia sino que invita a los ciudadanos a creer que hay justicias de dos velocidades y a los poderosos a actuar con plena libertad sabiendo que no van a ser condenados o, incluso, enjuiciados.
En otro orden de cosas, es normal que Policía y Judicatura cierren filas. Ambas comparten una sagrada misión, que es la de enchironar a los delincuentes. Ambas son representativas de las "gentes de orden". Y ambas saben que son imprescindibles incluso en el Estado más poco equilibrado y paupérrimo. Incluso en una situación de guerra total continúa existiendo una policía y una justicia, por degradadas que lleguen a estar.