Cuatro años sin cobrar. Stalin aprovecha un ratico en Washington para descansar un poco del agobio de su pobreza,
y compra entradas para un partidico play off de beisbol, una para él y otra para su amigo, el prófugo Gustavo Marcano.
–Son doce mil dólares cada una, oiga
–Ta’ barato, dame dos.
–¿Va a cancelar con efectivo o tarjeta?
–¿Acepta Citgo? –¡Cómo no!
“Tenemos cuatro años sin cobrar” –dijo Delsa Solórzano forzando un puchero que no pudo remontar la parálisis estética del Botox.
Cuatro años sin cobrar, alisado japonés, pestañas postizas, cejas de diseño, bemba carmín creamy mate ultra, el último grito…
Delsa de punta en blanco: chaqueta, blusa, pantalón, zapatos, cartera, collar, zarcillos, pulsera, tongoneo…
Cuatro años sin cobrar y un guardaropas renovado, un plagio del look monja alpina Tintori, modernizado con un Apple Watch,
detalle tecnológico chic y carísimo, y viaje para aquí, viaje para allá y viaje más allá...
Cuatro años sin cobrar y el pobre Stalin González viaja a Washington, humildemente, a pedir más sanciones para Venezuela,
y a llorar por “la diáspora”, porque pobrecitos los venezolanos que tuvieron que irse del país porque Maduro los arruinó,
a la vez que los acusa de ser inflitrados chavistas, pagados por el mismo Maduro malvado para desestabilizar las democracias
ejemplares de la región.
Cuatro años sin cobrar, dicen con cinismo, como cachondeo, jurando que la están están pasando jodidas; hasta llegue el día,
que llegará, no lo duden- en que sus amos, estafados, les exijan que paguen por el trabajo cobrado y no realizado...
. Entonces no les valdrá llorar.