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bric

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Entiendo que es más fácil distraerse con tonterías que reflexionar sobre algo serio que puede condicionar nuestras vidas (y las de nuestros hijos, y las de los suyos, ...) Pero hay que dejar las tonterías para otra ocasión, nos viene encima algo muy rellenito, y nadie está hablando de ello. Habrá un antes y un después si no lo evitamos.

En poco más de dos meses se celebrará la 77ª asamblea de la OMS, y no traman nada bueno. Tienen previsto modificar el Reglamento Satanario (perdón, me he equivocado) Sanitario Internacional, y aprobar el Tratado de Pandemias. Será la oficialización de la dicatadura sanitaria mundial (y el principio de otras muchas)

No voy a explicar de qué va eso, porque ya ha sido explicado por otros que lo hacen mejor de como yo podría hacerlo, así que os enlazo los dos últimos artículos de Fernando del Pino alopécico-Sotelo, que hablan sobre eso precisamente.

Os recomiendo que lo leais "allí" y que os suscribais a su Newsletter, no envía "porquería", sólo avisa cuando escribe un nuevo artículo, y valen la pena.


Para los vagos a los que les cuesta clicar un enlace, "copypasteo" a continuación, pero insisto, mejor leed en su blog, que note que hay interés en lo que escribe y sepa que vale la pena seguir haciéndolo. Además teneis los enlaces a todas las fuentes.
 

bric

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Davos y la OMS: ¿una dictadura sanitaria global? (I)

Fernando del Pino alopécico-Sotelo

12 de febrero de 2024

Todos sufrimos con la esa época en el 2020 de la que yo le hablo y todos padecimos las dictatoriales medidas impuestas por el poder político, que exacerbaron el trauma. Hubo, sin embargo, diferencias de percepción sobre lo que ocurría.

Muchos creyeron el relato oficial y acataron ciegamente (incluso justificaron) cuantas normas improvisaran las autoridades, por absurdas que fueran. Esta conducta es comprensible: llevados de una ingenua confianza en el principio de autoridad o sucumbiendo ante la obscena campaña de terror mediática, resultaba muy difícil combatir la histeria colectiva, más aún sin el apoyo de un estamento médico que, con escasas y valientes excepciones, nos falló. En efecto, olvidando el primum non nocere del juramento hipocrático y, a veces, el más elemental sentido común, la mayoría del gremio médico se limitó a obedecer con corrección política y celo funcionarial los protocolos que eran dictados por oscuros intereses políticos y prosaicos intereses económicos, provenientes de los largos tentáculos de la industria farmacéutica. Las secuelas psicológicas han sido terribles: según una reciente encuesta británica, quienes siguieron más a rajatabla las restricciones tienen hoy una peor salud mental —con mayores índices de estrés, ansiedad y depresión— que los que se lo tomaron con el escepticismo que merecía tal cúmulo de ridiculeces [1].

Otros contemplamos aquellos acontecimientos con crecientes dosis de recelo e indignación ante los atropellos sin precedentes que sufríamos. Asimismo, tras el shock inicial fuimos comprendiendo que ni una sola de las medidas tomadas respondía a criterios científicos sino políticos, y que la práctica totalidad de lo que afirmaban los medios era sencillamente falso y no soportaba el escrutinio de los datos.

No obstante, mientras los ciudadanos vivíamos la misma pesadilla de una forma u otra, había dos grupos analizando la situación con frialdad. El primero era la industria farmacéutica, concentrada en los gigantescos beneficios a obtener con la tecnología ARNm, disponible desde hacía tiempo, pero que jamás había recibido la aprobación de los reguladores ni la aceptación del público, al tratarse de terapias genéticas[2]. Para lograr vencer las resistencias cambiaron su nombre a banderilla y aprovecharon la demanda de una población que había sido previamente aterrorizada por una campaña de terror bien dirigida, y así lograron la autorización para su uso de emergencia. Esto implicaba un proceso de aprobación facilón con ensayos clínicos insuficientes de resultados cuestionables[3], aunque existía un último obstáculo: el uso de emergencia requería que no existiera ningún tratamiento eficaz del el bichito. Quizá por ello, cualquier medicamento o tratamiento prometedor (y barato) fue torpedeado, como la vitamina D utilizada de forma preventiva[4] o en pacientes ya ingresados[5], o la hidroxicloroquina, que fue retirada el mercado a pesar de existir estudios que mostraban su eficacia y seguridad en tratamiento temprano[6], particularmente en combinación con azitromicina[7], reduciendo significativamente la mortalidad del el bichito[8].

El otro grupo que analizaba los acontecimientos con una distancia emocional psicopática estaba formado por los yonquis del poder globalista, para quienes la esa época en el 2020 de la que yo le hablo se convirtió en un experimento para medir las tragaderas de la población y su capacidad de sumisión. No debe sorprender, por tanto, que el presidente del Foro Económico Mundial de Davos calificara la esa época en el 2020 de la que yo le hablo de «oportunidad» para imponer su megalómano Great Reset[9].

Es en este contexto en el que debemos tomar nota de una seria amenaza que está siendo ignorada, cómo no, por los medios. Efectivamente, en su 77ª Asamblea, a celebrar en mayo de este año, la OMS pretende modificar el Reglamento Sanitario Internacional y aprobar un Tratado de Pandemias que supondría el advenimiento de una dictadura sanitaria mundial en caso de una nueva esa época en el 2020 de la que yo le hablo, real o inventada, convirtiendo la pesadilla distópica que nos hicieron vivir durante tres años en algo recurrente. No crean las cortinas de humo falsamente tranquilizadoras de la propia OMS, de los risiblemente llamados fact-checkers o de la clase política europea: mienten como hicieron durante el el bichito. La amenaza es real.

Dado que el Tratado de Pandemias canoniza las tres grandes medidas tomadas durante el el bichito como pilares de la respuesta a futuras emergencias epidémicas, lo primero es comprender que todas ellas supusieron un fracaso colosal y sin paliativos, una completa farsa, de principio a fin. Veamos qué dice “la ciencia” sobre la eficacia del confinamiento, de las mascaras y de las banderillas y terapias genéticas.
Confinamientos ilegales e ineficaces

Encerrar a la población copiando a la dictadura china no sólo fue un abuso de autoridad ilegal, sino una medida socialmente devastadora y epidemiológicamente estéril. Recuerden el engaño: «un par de semanas para aplanar la curva» acabaron siendo tres meses de arresto domiciliario y más de un año adicional de distintas restricciones a la libertad de movimientos dentro de nuestras propias ciudades, con toques de queda, limitación de horarios y número de comensales y un rosario de ocurrencias a cada cual más disparatada.

Los confinamientos arruinaron económica y mentalmente a millones de personas. Así, un reciente estudio basado en 600 publicaciones constata que «los daños colaterales de la respuesta a la esa época en el 2020 de la que yo le hablo fueron de gran alcance y dejarán tras de sí un legado de perjuicios para cientos de millones de personas en los próximos años», concluyendo que «muchas de las predicciones originales [de quienes criticamos dichas medidas] se ven ampliamente corroboradas por los datos»[10].

También fueron epidemiológicamente inútiles, pues no redujeron la mortalidad del el bichito. En España, por ejemplo, había 288 muertos por el bichito antes del confinamiento y cerca de 30.000 tras el mismo, noventa días después. Por lo tanto, cuando Sánchez afirmó que los confinamientos (o sea, él) habían salvado centenares de miles de vidas —sin que un solo medio de comunicación ni político opositor cuestionara tal dato— era todo pura invención.

De hecho, un metaanálisis del Instituto Johns Hopkins de Economía Aplicada y Salud Global basado en más de 1.000 estudios afirma que «los confinamientos no redujeron la mortalidad de modo significativo ni son, por tanto, una manera eficaz de reducir la mortalidad durante una esa época en el 2020 de la que yo le hablo (…)»[11], calificando sus efectos colaterales de «devastadores» y concluyendo que «deberían ser rechazados como instrumento de control de una esa época en el 2020 de la que yo le hablo»[12]. Esta conclusión está en línea con lo que afirmaba la propia OMS en el 2006: «La experiencia de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo de gripe de 1918 (la “gripe española”) indica que las medidas de distanciamiento social no detuvieron la transmisión del bichito»[13].
mascaras inútiles impuestas por inútiles

Del mismo modo, tres años de grotescas imposiciones de mascaras no impidieron que el bichito circulara libremente, mientras que donde no fueron obligatorias, como en Suecia, el exceso de mortalidad fue inferior a la media. La eliminación de las mascaras tampoco provocó un aumento de casos. En marzo del 2021 —dos años antes que España— Texas (29 millones de habitantes) declaró la vuelta a la normalidad, eliminó las mascaras y todo tipo de restricciones; abrieron negocios, colegios y universidades y se prohibió el pasaporte sanitario. Sólo el 7% de la población estaba vacunada. ¿Qué ocurrió? Nada.

Ya en octubre de 2020, el Dr. Ladapo, profesor de Medicina de la UCLA y hoy responsable de Sanidad de Florida (22 millones de habitantes), advertía en el Wall Street Journal de la farsa de las mascaras: «Las mascaras son una distracción: el bichito se propaga inevitablemente»[14]. El tiempo le daría la razón.

La evidencia científica sobre su utilidad siempre brilló por su ausencia. Un estudio Cochrane (máxima fiabilidad estadística) había concluido a principios de 2020 que «llevar una mascarilla quirúrgica supone poca o ninguna diferencia (…) en comparación con no llevarla»[15], y una revisión de 2023 seguía sin encontrar «ninguna reducción clara de la infección vírica respiratoria con el uso de mascaras quirúrgicas (…) o las N95/P2»[16]. Incluso la OMS afirmaba al principio de la epidemia que «no hay evidencia sobre la eficacia de las mascaras en personas no enfermas, y las mascaras de tela no están recomendadas en ninguna circunstancia».

Ensayos controlados aleatorios posteriores tampoco encontraron evidencia de su eficacia[17], como tampoco se encontró prueba alguna «de que la obligatoriedad de mascaras del personal sanitario repercutiera en la tasa de infección hospitalaria»[18]. A pesar de ello, nuestra clase política ha seguido tomándonos el pelo al reinstaurar la mascarilla en hospitales para combatir la gripe estacional.

Especialmente sangrante fue el maltrato sufrido por los escolares cuando «los datos científicos no apoyaban el enmascaramiento de los niños para la protección contra el el bichito»[19], según un estudio reciente. Otro, realizado en Cataluña (ambos publicados en el British Medical Journal), tampoco encontró «diferencias significativas en la transmisión del SARS-CoV-2 debido al mandato de portar mascaras en las escuelas»[20].
banderillas innecesarias, ineficaces y peligrosas

Se sorprendía ese gran médico y sabio español del s. XX que fue Gregorio Marañón de «la fuerza que tienen los medicamentos en la credulidad de los hombres», y añadía: «antes sabíamos cuál era el remedio sancionado por un principio científico y empírico y cuál la droja inventada por los farsantes. Ahora los procesos terapéuticos más inadmisibles aparecen envueltos en el ropaje de la ciencia con la garantía de profesores y con la firma de laboratorios concienzudos»[21]. En este sentido, el programa de vacunación universal el bichito con productos que probablemente hayan sido los más mortíferos en la historia de la Medicina ha constituido el mayor escándalo de salud pública de la Historia.

Su implementación se basó en la exageración interesada de la mortalidad del el bichito, en la presión social, en la negación del poder de la inmunidad natural tras pasar la enfermedad y en el bombardeo de historias de terror, que hizo creer a la población que la enfermedad era mucho más peligrosa de lo que en realidad era.

Sin embargo, desde el mismo 2020 se disponía de tablas de letalidad bastante certeras que centraban la peligrosidad del bichito en ancianos[22] y personas con cuatro comorbilidades muy concretas. Esto no fue óbice para que Bill Gates afirmara con enorme cinismo, en 2022, que «al principio no entendíamos que el el bichito tenía una letalidad bastante baja y que sobre todo afectaba a los ancianos, de modo similar a la gripe»[23]. Al engaño sobre la peligrosidad real del bichito hay que añadir otro: nos dijeron que las “banderillas” evitaban el contagio y la transmisión y que detendrían la epidemia si alcanzábamos «inmunidad de rebaño» vacunal. No era cierto.

La realidad era que el el bichito tenía menor gravedad que la gripe en niños y era estadísticamente leve en jóvenes y adultos sanos hasta cierta edad, que la inmunidad natural otorgaba una protección muy superior a la vacunal y que las “banderillas” no impedían el contagio ni la transmisión. Respecto a su escasa efectividad (en ocasiones, negativa), en el primer trimestre del 2022 el 81% de los hospitalizados por el bichito en España y el 84% de los fallecidos eran personas perfectamente vacunadas, según datos oficiales del Ministerio de Sanidad[24], datos congruentes con los de otros países y con docenas de estudios publicados.

Desde el punto de vista del paciente, las experimentales banderillas y terapias genéticas contra el el bichito no cumplían ninguno de los requisitos exigidos para toda banderilla: no eran necesarias (para la inmensa mayoría de la población) ni eficaces ni seguras. Sin embargo, desde el punto de vista de las empresas farmacéuticas cumplían el único requisito importante: el del beneficio. Acabarían convirtiéndose en el medicamento más lucrativo de la Historia.

Sus efectos adversos han sido silenciados por la omertá del contubernio político-mediático-farmacéutico, pero están bien documentados[25]. A la muerte súbita de niños, jóvenes y adultos sanos (con un inexplicado exceso de mortalidad estadísticamente significativo), hay que sumar graves efectos isquémicos y cardiovasculares, como ictus, trombosis, embolia pulmonar, miocarditis y pericarditis, fibrilación atrial, angina de pecho y arritmias[26], efectos oculares, dermatológicos, inmunitarios y neurológicos, como mielitis transversa aguda, herpes zoster, desórdenes menstruales[27] y una reducción de fertilidad masculina[28]. Algunos estudios han identificado el mecanismo que explicaría la potencial relación causal directa entre las banderillas ARNm y enfermedades neurodegenerativas, miocarditis, trombocitopenia, parálisis de Bell, enfermedad hepática, alteración de la inmunidad adaptativa, daños en el ADN y cáncer[29].
Nada funcionó salvo la dictadura, y ahora quieren perpetuarla

Durante el el bichito nos robaron nuestra libertad, nos mintieron constantemente[30] y tomaron medidas tan dañinas como inútiles. Pues bien, lejos de entonar un mea culpa, la OMS y sus poderes fácticos, con el apoyo del Foro Económico Mundial de Davos[31], quiere aprobar un Tratado de Pandemias que les permita repetir el experimento de forma recurrente. Las negociaciones se están llevando con sigilo manteniendo un silencio de radio para que la población se entere sólo del hecho consumado. En la segunda parte de este artículo explicaremos cómo pretenden instaurar una dictadura sanitaria global que debemos impedir a toda costa.
 

bric

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Davos y la OMS: hacia una dictadura sanitaria global (y II)

Fernando del Pino alopécico-Sotelo

16 de febrero de 2024

En su 77ª Asamblea, que se celebrará dentro de tres meses, la OMS pretende modificar el Reglamento Sanitario Internacional (RSI) y aprobar un Tratado de Pandemias para crear una verdadera dictadura sanitaria que convertiría la pesadilla que nos han hecho vivir durante el el bichito en algo recurrente. Las negociaciones se están llevando a cabo con sigilo, para evitar que salgan a la luz pública, y con una prisa inusitada, para dejar todo bien atado antes de las elecciones norteamericanas de noviembre de 2024, no se vaya a producir un cambio de gobierno hostil al golpe de la OMS. Lo más grave es que se está hurtando del debate público algo que afectaría profundamente a nuestra vida cotidiana, a nuestra libertad, salud y economía. Naturalmente, tampoco quieren que se someta a votación: se trata de una decisión que se quiere tomar a espaldas de los afectados, sin que éstos se enteren y sin que puedan opinar. La amenaza es muy seria y está siendo ignorada, cómo no, por los medios de comunicación.
¿Qué es la OMS y qué pretende?

La OMS es una organización de financiación público-privada crecientemente controlada por intereses privados y ocultas agendas de poder que posee un historial muy cuestionable sazonado de sospechas de colusión con la industria farmacéutica. De modo revelador, las cuotas de los países miembros sólo cubren el 17% de su presupuesto mientras el 83% proviene de «donaciones voluntarias»[1], la mayor parte de las cuales son finalistas, esto es, destinadas por el donante a un fin concreto que él mismo elige. Por este orden, los cinco mayores donantes voluntarios son EEUU, Alemania, la Fundación Bill & Melinda Gates, GAVI (Alianza Global de banderillas e Inmunización) y la Comisión Europea[2]. A su vez, GAVI, que adquiere banderillas a la industria farmacéutica para distribuirlas por todo el mundo, fue creada gracias a la Fundación Gates, su principal financiador[3].

El cambio que quiere realizar la OMS es de enorme calado. En efecto, el Reglamento Sanitario Internacional vigente se limita a sugerir recomendaciones no vinculantes. Pues bien, ahora se pretende que dichas recomendaciones se conviertan en normas vinculantes de obligado cumplimiento para los Estados miembros transfiriendo así el poder de decisión a la propia OMS (la «autoridad coordinadora») y concentrando el poder en una sola persona, el director de la OMS, que podría obligar a imponer confinamientos, la cuarentena y aislamiento de individuos, la exigencia de exámenes médicos obligatorios y vacunación obligatoria, el cierre de fronteras, la imposición de mascaras o la vigilancia y seguimiento de individuos afectados[4].

El sistema de incentivos es perverso. Si el director de la OMS tiene la facultad de declarar arbitrariamente una esa época en el 2020 de la que yo le hablo y así obtener un poder enorme (y las empresas farmacéuticas un beneficio desorbitado), ¿cómo no esperar que declare esa época en el 2020 de la que yo le hablo tras esa época en el 2020 de la que yo le hablo para beneficio de sí mismo, de la propia OMS y de la industria farmacéutica?

La aprobación de las nuevas normas significaría repetir una y otra vez (pero de forma más draconiana) las dañinas medidas que fracasaron estrepitosamente durante el el bichito, pero que supusieron un rotundo éxito para las empresas farmacéuticas y para los yonquis del poder. En efecto, a éstos les sorprendió la facilidad con que se podía encerrar a los ciudadanos, obligarles a llevar inútiles mascaras en lugares absurdos, inyectarles unas banderillas experimentales y que ellos mismos se las inyectaran a sus hijos y dejar que sus familiares murieran solos en los hospitales sin que nadie protestara. Descubrieron, en fin, que una población asustada abdica fácilmente de su libertad, de su dignidad y de su capacidad de razonar, y han decidido aprovechar la «oportunidad» (expresión utilizada por Klaus Schwab, presidente del Foro Económico Mundial). De aquellos polvos vienen estos lodos.

El proyecto de la OMS planea también la creación de una red de bio-vigilancia global, incentiva la aprobación rutinaria de banderillas de uso de emergencia (causa de la ineficacia y mortandad provocada por las “banderillas” el bichito), y prevé programas de vacunación masiva sin consentimiento informado, como durante el el bichito[5]. Más grave aún es que la OMS parece promover la investigación de ganancia de función, tecnología mediante la que los científicos juegan con fuego mutando bichito que encuentran en animales para hacerlos contagiosos a los humanos y aumentar su patogenicidad. Éste es con toda probabilidad el origen del SARS-CoV-2.

Finalmente, la OMS propone eliminar la protección de los derechos humanos del artículo 3 del RSI. ¿Dónde quedan el derecho a la privacidad y a la libertad de movimientos, de expresión y de opinión[6]? Desaparecen, no en balde la OMS insiste en que los Estados se comprometan a combatir la «desinformación», es decir, a censurar toda voz contraria al relato oficial. Dado que la censura siempre es una violencia ejercida para silenciar la verdad, parece que la OMS prevé que actuará desde la mentira, y no quiere testigos.

Conviene recordar que la principal fuente de desinformación durante el el bichito fue precisamente el relato oficial propagado por el contubernio político-mediático-farmacéutico y la propia OMS. Por el contrario, quienes, basándonos en análisis estadísticos, en la mejor evidencia científica y en la lógica, alzamos la voz ante tanto abuso, tanta mentira y tanta manipulación, fuimos acusados de desinformar. ¿Quién defendía la verdad?
La OMS como fuente constante de desinformación

La OMS sabe mucho de desinformación. Primero se hizo eco de las mentiras del gobierno chino negando que el bichito se transmitiera de persona a persona[7] y defendiendo un fantasioso origen natural zoonótico[8], premisa falsa de la que parte todo. Hoy existen pocas dudas de que el origen del el bichito fue un escape de laboratorio, como afirma el FBI[9] y una miríada de informes[10] y dictaba la lógica[11]. También se sabe que en los trabajos del Instituto de Virología de Wuhan estaban involucrados instituciones y científicos de EEUU, uno de los cuales fue elegido por la OMS como parte de la misión de «investigación» que envió a China como tapadera[12]. Dicho de otro modo, esto podría indicar que la OMS participó en el encubrimiento.

La OMS también contribuyó a propagar el principal bulo de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, esto es, la exageración deliberada de la mortalidad del el bichito para aterrorizar a la población y promover la sumisión y la posterior vacunación. Así, llegó a afirmar que la letalidad del bichito (CFR) era el 3,4%[13] cuando en realidad la letalidad IFR (la verdaderamente relevante) era del 0,03% para menores de 60 años[14] (la centésima parte de lo que afirmaba la OMS) y del 0,07% para menores de 70.

Asimismo, la OMS pasó de afirmar que no existía evidencia científica que apoyara el uso de mascaras[15] a recomendar su uso[16] sin más explicaciones, y, cómo no, publicitó las banderillas y terapias genéticas que enriquecieron a sus amigos de la industria farmacéutica tildándolas aún hoy de «seguras» a pesar de los abrumadores datos sobre su peligrosidad.
La OMS fabrica pandemias donde no las hay

Para justificar la necesidad de estos cambios, la OMS, gran beneficiaria de la Cultura del Miedo, exagera el riesgo real de ocurrencia e impacto de las pandemias, pues contrariamente a lo que nos quieren hacer creer, las pandemias graves son una rareza en la Historia[17]. De hecho, la última fue la llamada gripe española de 1918, que se cebó en los jóvenes. Aunque es cierto que la mayoría no murió de gripe sino de la neumonía bacteriana subsiguiente en una época en la que aún no existían antibióticos[18], se estima que la esa época en el 2020 de la que yo le hablo de 1918 provocó la muerte de entre un 1,5% y un 2,5% de la población mundial en dos años, una tasa de mortalidad bruta hasta 27 veces superior a la del el bichito. La diferencia fundamental entre las dos pandemias, sin embargo, es que la primera fue espontánea y natural, mientras que la segunda, recuerden, fue un escape de un laboratorio biológico gubernamental.

La OMS posee un largo historial de falsas alarmas y de colusión con los intereses de la industria farmacéutica. Por ejemplo, en el 2005 declaró una esa época en el 2020 de la que yo le hablo de gripe aviar que nunca llegó a transmitirse entre seres humanos y sólo causó 74 muertos en todo el mundo en dos años. Ello no fue óbice para que, animados por la OMS, los gobiernos compraran millones de medicamentos a las grandes farmacéuticas, que caducaron apilados en almacenes.

En 2009 volvió a la carga y declaró una esa época en el 2020 de la que yo le hablo de gripe porcina. Un mes antes había modificado la definición de esa época en el 2020 de la que yo le hablo de modo que sólo existiera un requisito (contagiosidad) y no dos (contagiosidad y letalidad). Así, la OMS podría declarar una esa época en el 2020 de la que yo le hablo, aunque se tratara de una enfermedad leve y sin importancia. El mejor resumen del escándalo de la gripe porcina (o gripe A) lo hizo un conocido periodista español al hacerse eco de la denuncia ante el Consejo Europeo de un epidemiólogo que acusaba al lobby farmacéutico y a la propia OMS de crear una ola de histeria adrede. El periodista acertó al afirmar que el pánico que había recorrido el mundo «no había sido espontáneo sino planificado» (¿les suena?) y acusar a los gobiernos, «hábilmente pastoreados por los lobbies farmacéuticos», de comprar millones de inútiles banderillas por culpa «del negocio más da repelúsnte: el negocio del miedo»[19]. Supongo que en aquel entonces los “negacionistas” eran los buenos.

Desde 2005, la OMS ha declarado seis pandemias o Public Health Emergencies of International Concern además del el bichito. ¿Recuerdan alguna? La última fue la viruela del mono (dos titulares y 177 muertos en todo el mundo en dos años). Esto supone una supuesta «esa época en el 2020 de la que yo le hablo» cada dos años y medio, y en todas ellas la OMS obtendría poderes casi absolutos.
La dictadura sanitaria y el globalismo

El mal se nutre de la incredulidad de aquellos que se resisten a creer en su existencia. De ello se aprovechan los yonquis del poder en su afán de dominación y muy particularmente el movimiento globalista, cuyo objetivo no es suplantar a las democracias occidentales sino superponerse a ellas. De este modo, las masas se contentan con una apariencia de democracia (distraídos por debates superfluos sobre asuntos secundarios) mientras lo verdaderamente relevante es decidido a puerta cerrada por una sedicente élite. Su campo experimental por antonomasia es la UE, en la que el electo Parlamento Europeo parlotea de forma inconsecuente mientras quien toma todas las decisiones es la Comisión no electa sometida a poderes fácticos que se mueven en la sombra.

Este movimiento globalista es como un golpe de Estado a cámara lenta que socava los Estados-nación y empodera organizaciones supranacionales de corte tecnocrático, más opacas y corruptibles y alejadas del foco de atención del público. En este sentido, la OMS es sólo un instrumento más: a la desproporcionada influencia de la Fundación Bill & Melinda Gates se une el oscuro influjo de los megalómanos de Davos, que tan fervientemente apoyan el (su) Tratado de Pandemias[20].

La OMS y el globalismo van de la mano. Por ejemplo, la OMS hace hincapié en la «desinformación» y el Foro Económico Mundial designa inmediatamente la «desinformación» como el mayor riesgo global de 2024[21] y la obediente presidenta de la obediente Comisión Europea se hace eco de ello[22]. Por cierto, en esta última reunión de Davos participó el director de la OMS con instrucciones de no mencionar el Tratado de Pandemias en su discurso[23].

La alianza entre la OMS y el globalismo es especialmente patente en el caso de la implantación de una identidad digital como herramienta de control de la población, una vieja obsesión de la Fundación Gates y del propio Foro Económico Mundial. En este sentido, en junio del 2023 la OMS se asoció con la Comisión Europea para implementar una identidad digital global a imitación del pasaporte sanitario[24] basado, no lo olviden, en la mentira de que las banderillas prevenían el contagio y la transmisión del el bichito (una falsedad desde un principio[25]). El Foro Económico Mundial de Davos va más allá, pues en un documento de 2022 fantasea con la idea de una identidad digital que sería utilizada para realizar compras, monitorizar la actividad online, mostrar el historial médico, abrir una cuenta bancaria, acceder a los servicios sanitarios o viajar[26], lo que facilitaría la hipotética creación de un sistema de crédito social como en China.

La OMS y el globalismo quieren implantar un poder dictatorial para sí mismos, un enriquecimiento ilícito para unos pocos y un control tiránico y claustrofóbico para el resto de nosotros. A pesar del sigilo con el que se está llevando a cabo este verdadero golpe de Estado, la alarma creciente en todo el mundo[27] y las discusiones entre ellos sobre cómo repartirse el botín están haciendo tambalear el proceso, como reconocía abiertamente ese títere, aspirante a dictador, que dirige la OMS[28]. Sin embargo, no podemos bajar la guardia. Nos encontramos ante una amenaza sin precedentes.
 

TylerDurden99

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Fantástico resumen. Poca cosa que añadir en cuanto a los hechos la verdad.
 

Rusla

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Ahora leo en el tren que me acaba de sonar el despertador. El de vete a por tu cuenco de arroz
 

Patú

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La argumentación está bien, pero falla desde el principio dando veracidad a ese nuevo bichito llamado coronatimo, mejor conocido como gripe de toda la vida pero fortalecida por los medios de desinformación
 

Escachador

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Tratado de Pandemias... el Pandemónium, la capital del infierno.


Algunos días me parece que estoy en una partida de la llamada de Cthulhu.
 

EL FARAON

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Cuándo por aquí decimos que vamos a flipar con lo que se nos viene encima muchos se lo toman a broma, pués no es ninguna broma.
 

Hanselcat

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Lo que tenga que pasar pasará. Todos sabemos que nuestro poder de cambiar las cosas en este mundo de zombies es cero patatero. Debemos asumirlo.
Quizás sea bueno bajar a Pandemónium. Quizás sea el lugar en el que la borregada despierte.
 

ray merryman

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Nada nuevo ¿Que diferencia hay entre que unos me gusta la fruta que nadie vota y que no son ni médicos declaren pandemias en países cuando les salga de las narices o que esos mismos me gusta la fruta les digan a los políticos de turno de cada país que lo hagan?.