Lo de siempre, la imagen del ingeniero asalariado anclado a un entorno y a una nómina. Un empleado estabulado más, como un contable que repite las mismas tareas a diario, lo mismo un apunte financiero que unos diseños en catia.
Un ingeniero de verdad es (o debería ser) un trastero inquieto, más parecido a los creativos publicitarios que a los pasapapeles administrativos o los powerponistas enterados. Una mente errante que avanza hacia terrenos inexplorados en busca de proyectos novedosos y conocimientos por adquirir, solucionando problemas ineditos en su carrera, cambiando, mutando y adaptándose al rompecabezas que se le aparece a continuación. Es lo que es, un buen ingeniero siempre será un nómada del saber técnico, para vidas sencillas y sedentarias, arraigadas al hogar y a la monotonía laboral, la respuesta es el funcionariado o la contabilidad. La ingeniería es para los aventureros intelectuales.
Convenios para ingenieros. Debería decirse mejor: convenios para "hinjenieros".