Riqueza: “La de ochenta y cinco personas igual a la de tres mil seiscientos millones”

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Madmaxista
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el capitalismo favorece la distribución de riqueza, y tal...

Gobernar para las élites

Solo 85 personas, las 85 más ricas del mundo según la lista Forbes, con sus nombres y apellidos, tienen una riqueza igual a la que comparte la mitad de la población mundial, es decir, a la de 3.600 millones de personas.

“La de ochenta y cinco personas igual a la de tres mil seiscientos millones” son cifras que deberíamos repetir como un mantra durante toda esta semana mientras los líderes de la economía mundial se reúnen entre las montañas suizas de Davos. La desigualdad económica mundial es la gran amenaza del siglo XXI, una amenaza insostenible y una receta para el desastre económico y social. Tanto en países ricos como en países de renta media y baja, el 10% más rico de la sociedad ha aumentado sus ingresos de manera exponencial en los últimos 30 años, mientras que los del 40% más pobre de la población han disminuido. Hoy, siete de cada diez personas viven en países donde la desigualdad ha aumentado durante dicho periodo. España no se queda al margen de esta plaga: 20 personas poseen una fortuna similar a los ingresos del 20% de la población más pobre, y es el segundo país más desigual en la Unión Europea (sólo por detrás de Letonia). La crisis no ha hecho sino acentuar esta tendencia.


¿Cómo es posible que la mitad de la renta mundial esté en manos del 1% de la población? ¿y que la riqueza de este 1%, que asciende a 110 billones de dólares, sea 65 veces superior al total de la renta que posee la mitad más pobre de la población mundial? Porque la desigualdad no es sólo el problema de una distribución aberrante del dinero y la riqueza. La acumulación de riqueza corroe las instituciones y los procesos democráticos, de manera que las decisiones políticas en vez de procurar el bienestar de la mayoría, sirven a los intereses de la minoría. Esta intromisión de los intereses económicos en el discurso mediático y en la agenda política fortalece sus privilegios y redunda en más acumulación de riqueza y mayor desigualdad, perpetuando así la injusticia a lo largo de generaciones.

Allá donde se mire, desde las negociaciones para combatir el cambio climático, los acuerdos comerciales, las negociaciones de paz, la regulación financiera y del secreto bancario, la disponibilidad de alimentos, los sistemas fiscales, los derechos sobre la tierra, la gestión de la crisis financiera, la salud o la educación, la desigualdad está minando los principios de justicia y consolidando privilegios para unos pocos y desventajas para una amplia mayoría. En España, ocho de cada diez españoles opina que las leyes favorecen a los más ricos.

No se puede ganar la lucha contra la pobreza si no se ataja el problema de la desigualdad económica. Es posible hacerlo y promover al mismo tiempo el crecimiento económico; hay ejemplos en la historia donde se ha hecho así. Con nuestro informe Gobernar para las élites: Secuestro democrático y desigualdad económica, desde Oxfam instamos a los líderes reunidos en el Foro Económico Mundial a poner en marcha las bases para la fiscalidad del siglo XXI, donde la evasión y la elusión fiscal no tengan cabida, se ponga fin a los paraísos fiscales, se acabe con la opacidad y se hagan públicas todas las inversiones, y donde los ricos jamás contribuyan menos que las personas con menos recursos; un futuro donde se garanticen salarios y condiciones dignas para todos los trabajadores, donde los gobiernos inviertan el dinero público en sistemas de salud, educación y protección social universales y calidad, y donde se garantice la igualdad de oportunidades y se refuercen las democracias, que son patrimonio de la ciudadanía. Reconocidos líderes de opinión en España avalan este diagnóstico; recomendamos la lectura de sus opiniones en el informe Reflexiones para España.