Miruste (muletilla del personaje). Este hombre fue el que bajó el listón hace mucho para ser alguien importante a costa de meter inútiles y simples. En realidad fue el primer político que dió la impresión de que para llegar lejos no hace falta ni hablar bien, ni citar bien a otros, ni siquiera mentir bien.
Felipe González era un pimpollo integral, pero hacía el teatro maravillosamente, era leído aunque menos que Guerra y por supuesto ni a la altura intelectual de otros de los suyos como José María Maravall o Pepe Borrell. Suárez no era precisamente un hacha en el tema cultural pero sí sabía entonar y dar un punto de solemnidad a lo que hacía, vamos que tenía estilo aunque no fuera lector de Edgar Allan Poe ni de Milan Kundera. Para otras cosas más académicas ya tenía a Fuentes Quintana o Abril Martorell, que con independencia de compartir sus criterios, era tios bien formados académicamente.
Como presidente, fomentó telediarios que daban bochorno verlos, que no aguantaban análisis, volvió el tono peloteril al poder con Urdaci (en los ochenta si no rajabas de alguien no eras nadie, aunque fuera de los tuyos). Puso a su lado a gamberros de buena familia como Cascos (que inauguró eso de ser político de primer nivel sin haber tenido narices de terminar la carrera), y no contento con eso, puso a un avezado lector del Marca como su sucesor. El único que parecía desentonar de la mediocridad personal y
política era Rato, pero era otro pimpollo de muy padre y señor nuestro que, Bankia aparte, a saber lo que hizo entre bambalinas.
En ese contexto, que se haya rebajado a ir a Telecirco no es más que una consecuencia de esa mediocridad extrema a todos los niveles que implementó en gobierno y partido.