Es inevitable caer en la tentación de imaginar toda clase de efectos especiales para acompañar la enésima lampedusiana caída del Régimen, así como para dar la bienvenida al nuevo, que como sabemos nunca lo es tal. Pero, más allá del conveniente sarcasmo, habremos de convenir que los precedentes siempre han estado más del lado de lo trágico que de lo grotesco.
A principios de los 70, en medio de la Guerra Fría y de la crisis energética, evitar el colapso desordenado de la Dictadura era objetivo estratégico de máximo nivel. Los chicos de Langley hicieron, esta vez sí, bien su trabajo. Carrero Blanco estorbaba, y con su eliminación quedaba expedito el camino para la Santa Transición. El "nuevo" Régimen, para ser percibido como tal, no podía dejar así, sin más, impunes los crímenes del antiguo...salvo que provocara otros en el otro extremo del tablero. Todo de acuerdo a los manuales de Fort Bragg (¿verdad, Cassinello?). Suárez se preguntaba si ETA cobraba en rublos o en dólares, aunque imagino que no consideraría ambas posibilidades excluyentes.
Asentado el Régimen, era conveniente introducir en la psique colectivo el mito fundacional, a lo Rómulo y Remo. Y eso fue el 23F. El Borbón consagrado a los ojos de toda una generación como el garante de las libertades. Y, como en lo de Carrero, también salió a relucir en el juicio que antes de las "acciones armadas" pululaban por ahí coches de los servicios secretos. Al menos, esta vez no se perdió el sumario.
Allanado el camino, era hora de forrarse, no todo iban a ser sacrificios por la "patria". Y en la tercera etapa del Régimen las cloacas se inventaron las autonomías. Pistoletazo de salida (y perdón por la metáfora armamentística) a la creación de la casta parasitaria. Los capilares de la corrupción llegarían así hasta la última célula de la sociedad (y, a través de ellos, años después llegaría también la metástasis).
11M. La gran mentira. Ni ETA ni Al-Qaeda. Ni pelanas ni suicidas. Operación de falsa bandera de nueva generación. ¿Para qué? Con la perspectiva que da el paso de los años, resulta evidente que el carácter presuntamente electoral del atentado no era tal, sino que esto más bien actuó como cortina de humo. Con ZP no se creó ninguna burbuja, se mantuvo la existente. Los "grandes" cambios de esas legislaturas fueron asuntos tan trascendentes como la paridad o el matrimonio gays.
Sólo se me ocurren dos posibilidades: reforzar el nuevo paradigma de lucha de civilizaciones Occidente/Islam, una vez que cayó el muro de Berlín y ya no había "enemigo íntimo", o bien un ajuste de cuentas interno entre sectores de las cloacas.
Y el mañana. Que, en realidad, empezó el año pasado. ¿Qué fue el 15M? ¿Por qué ahora no hay nada parecido, cuando objetivamente hay infinitamente más razones para ello? Porque aquello fue sólo una banderilla. El sistema se aplicó una dosis de anticuerpos, convenientemente debilitados con la infiltración de perroflautas antisistema "de atrezzo".
A diferencia de hace unas décadas, el factor personal, incluso el sistema de Estado, no son ya decisivos para el status quo. Incluso el Borbón resulta prescindible para la casta. De hecho, les está prestando un último servicio en forma de muñeco pim-pam-pum para distraer la atención del populacho. Pero todo esto no parece suficiente. Por eso me alarma lo que pueda estar tramándose. Y no, no será en forma de terremotos o volcanes (me quedé en 1º de conspiranoia, no creo en HAARP). Sólo ellos lo saben. Al menos, que nos pille prevenidos.