Yo diría que es un país así. No hay honradez, sólo un espectáculo patrocinado por los de siempre.
Hasta que aparece el individuo.
Cuando aparece el individuo ya los demás se pueden ir retirando. Todo lo que habían ensayado era un fracaso. Se creían listos pero eran loosers.
Los cómicos del país eran muy graciosos pero eran todos iguales hasta que tuvieron a Robin Williams. Los jugadores de baloncesto seguían las normas establecidas y ganaban con ellas hasta que apareció Michael Jordan y rompió los esquemas. El partido Republicano iba a elegir a otro Rajoy cuando se presentó el estrambótico Donald Trump. Es el país del individuo porque es el país-individuo, que entre la maraña de reyes, caciques, mafiosos y recaudadores de impuestos que habían hecho el mundo, apareció por sorpresa y convirtió a todas las naciones en loosers.
El partido demócrata, los candidatos, los que les apoyan, hay un ungüento pringoso que les une. Es la mediocridad. "Seamos como cualquier país europeo", "mirad a Francia, qué bien les va con sus leyes". Ese es el ambiente del votante "culto" del partido demócrata y en Francia estaría muy bien, pero el éxito de su país es esencialmente contrario.
Es el éxito de lo que no esperabas, de Cable Hogue perdido y abandonado en el desierto para que se muera, pero encuentra un pozo de agua y se hace rico y se casa con la fruta del pueblo.
"¡la mayoría en cambio fracasa, mira todos los pobres, mira cuantos perdedores, es inhumano, tenemos que hacer algo!". La buambulancia recorre impune las calles de las ciudades gringas, y la conducen la mediocridad y la compasión. Pero la ha enviado el viejo jefe mafioso, que quiere la subvención, el jefe del sindicato, que busca algún tipo de prebenda, como nos ha enseñado Marty Scorsese en sus películas, como nos enseña la vida a cualquiera.
Este mensaje es para enmarcar. Es, simplemente, oro puro.