Hay personas que descubren al final de sus días, que sus descendientes no son más que unos dolidos egoístas, unas larvas hijas de fruta, personas que descubren que la sangre de su sangre, por un eurito son capaces de comerse entre ellos, descubren que sus parásitas larvas y su entorno, por dinero serían capaces de matarse si llegara el caso.
Infelizmente, pero con cierto placer deciden que esa malnacida descendencia que no saben como han podido llegar a criar, no merecen el fruto de su esfuerzo y recurren a organizaciones religiosas como receptoras de sus bienes.
Esto es un hecho que sucede más a menudo de lo que la mayoría de las personas pueden llegar a imaginar.