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Será en Octubre
Alfonso Guerra habla claro sobre el fascismo de la izquierda
1 ago. 2018
Alfonso Guerra Contra la izquierda de salón
El alma se adquiere durante la fecundacion, cuando el cigoto se empieza a dividir, ya es un ser humano...Un feto es un proyecto nunca un ser humano, toda la materia es vida y que constantemente se transforma o evoluciona otra cosa es estar influenciado por filosofias sociales, sean morales, políticas o económicas.
En fin, un mundo un proyecto inacabado , una sociedad un mundo finito.
En fin?
Te queda alguna duda que la materia es vida, supongamos a un átomo y su composición que esta compuesto de electrónes , protónes, neuterones y su base el cuasch y su variación de posibles hace que este átomo y otros miles de millones hagan posible la materia, agua, calorl o carbono, la vida, de diferentes maneras y formas y ellas en conjunto el mundo en toda su variedad y diversidad.PREMIO. Un petulante que dice que toda la materia es vida. No pierdo mas el tiempo.
Bendito ignore.
@querido líder hay que habilitar alguna funcion para ignorar automaticamente a pomperos forococheros mongoloides del 2020
¿Era Franco fascista?, por José Javier Esparza
05 de julio de 2018 por Redacción FNFF
José Javier Esparza
Franco no fue nunca fascista. Ni él ni su régimen, ni siquiera en los momentos en que más se parecían al fascismo sus formas externas. El fascismo, más allá de la retórica y de esa abusiva tendencia –de origen comunista a calificar como “fascista” a cualquier régimen autoritario de derechas-, es una etiqueta que corresponde a realidades ideológicas y políticas muy concretas, y apenas ninguna de ellas se da en el franquismo ni en la propia persona de Franco.
¿Qué quiere decir “fascismo”? Stanley Payne, en su Historia del fascismo (Planeta, Barcelona, 1995, p.15), utiliza materiales de Ernst Nolte, Giovanni Gentile y Juan José Linz para proponer una tabla muy completa de rasgos fundamentales. Basta repasarlos para constatar hasta qué punto el franquismo no fue un fascismo.
El fascismo, de entrada, se caracteriza por su adhesión a una filosofía idealista, vitalista y voluntarista, que implica normalmente la intención de crear una cultura moderna, secular y autodeterminada. Esto quiere decir que el fascismo bebe en las corrientes filosóficas de la segunda mitad del siglo XIX y años sucesivos, es decir, la modernidad tardía. Frente al mundo tradicional, que ponía a Dios en el centro de todas las cosas, la modernidad reivindica al hombre como motor del mundo. A partir de este esquema de pensamiento nacen formas de describir la realidad que pasarán a las teorías políticas. El fascismo es una de ellas. Idealismo, vitalismo, voluntarismo, dice Payne. ¿Qué quiere decir eso? Más o menos esto: el mundo no está cerrado ni ordenado, sino trágicamente abierto al caos; sólo se ordena con la fuerza de la idea, con la voluntad del hombre que imprime su sello a las cosas; esa voluntad corresponde a líderes superiores o a minorías egregias que encuentran en el ejercicio de su poder, de su voluntad (de su voluntad de poder), la legitimidad de su acción sobre la Historia. El fascismo en sentido estricto deriva de este concepto de las cosas. Es un movimiento profundamente moderno, arraigado en una visión del mundo sin causa divina ni orden natural.
¿Hay algo de eso en el franquismo? Ni por asomo, ni siquiera en las formulaciones teóricas de la Falange. Excluida la filosofía de Ramiro Ledesma y algunas intuiciones de Giménez Caballero –quizá los únicos nombres propiamente fascistas del entorno del régimen, anteriores en todo caso a la guerra civil-, la doctrina que vertebró al franquismo está en los antípodas del modernismo fascista. La visión del mundo franquista es profundamente religiosa, cristiana, tradicional. Eso es así incluso en los escritos más tempranos de teóricos falangistas como Eugenio Montes. Si el estilo fascista reivindica la voluntad trágica frente al mundo en caos, el estilo franquista prefiere la imagen del hombre de fe que ordena el mundo en nombre de Dios y de la tradición. Su bisabuelo no es Hegel, sino Menéndez Pelayo.
Pragmatismo contra ideología
El segundo elemento específico del fascismo, según la tabla de Payne, es la creación de un nuevo Estado nacionalista autoritario, ajeno a modelos o principios tradicionales. Esto es transparente en los casos italiano o alemán: son, efectivamente, nacionalistas y autoritarios, y en ambos casos se proclama explícitamente la ruptura con el orden tradicional. La Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler son estados laicos, secularizados, integralmente modernos. ¿Y el franquismo? Lejísimos de eso. El Estado del 18 de julio es declaradamente confesional desde el principio, se coloca bajo la advocación de la Iglesia y le entrega parcelas no menores de poder político. El Estado de Franco fue moderno en su centralismo autoritario, pero fue tradicional en la legitimación del poder: el Caudillo lo era “por la gracia de Dios”.
¿Y en lo económico? ¿Fue fascista el franquismo en lo económico? Sólo un poco y sólo al principio; después, a partir de los años 50, en absoluto. El fascismo se caracteriza por crear una nueva estructura económica de ámbito nacional altamente reglamentada, multiclasista e integrada. Es el modelo del corporativismo nacional en Italia y del nacionalsocialismo en Alemania. El modelo teórico del nacionalsindicalismo, aportación de la Falange al régimen de Franco, pretendía seguir similares patrones; a ellos responde el Fuero del Trabajo, que convertía a los sindicatos verticales en pilar económico del Estado. Pero es un hecho que el nacionalsindicalismo sólo funcionó durante un cierto tiempo y, además, de manera incompleta. En 1941 es cesado como jefe de la organización sindical el falangista Gerardo Salvador Merino y su destierro a las Baleares pone punto final a la experiencia. A partir de ese momento, el sindicalismo vertical se transforma en un instrumento de pacificación de las relaciones laborales en beneficio de las empresas y, eso sí, bajo el control del Estado. Es verdad que el Fuero garantizará derechos importantes para los trabajadores, más de los que había habido nunca en España, pero éstos quedarán lejos de conformar aquella base popular del régimen con la que soñaban los teóricos del nacionalsindicalismo. De manera que, en lo económico, el franquismo tampoco fue un fascismo. Las medidas de liberalización introducidas a partir de los años cincuenta terminarán de alejarlo del modelo, en provecho de un criterio estrictamente pragmático.
El fascismo se señala también por una evaluación positiva de la violencia y la guerra, que implica la disposición a recurrir efectivamente a ellas. No hay demostración más evidente que la realidad: todos los fascismos murieron en la guerra. ¿Y el franquismo? El franquismo, aun apoyado explícitamente en su origen por Hitler y Mussolini, funcionó al revés: nació de una guerra (civil) y permaneció alejado de los campos de batalla, sin más sobresaltos que los de Ifni y el Sáhara, donde tampoco se planteó una guerra. La intervención bélica en la segunda guerra mundial, la División Azul, no se enfocó como una guerra de Estado, sino de partido, es decir, de voluntarios. La retórica belicista de la posguerra civil evolucionó rápidamente hacia la imagen de Franco como pacificador y desembocó en la campaña de los “Veinticinco años de paz” en 1964. De manera que los ardores bélicos se templaron muy pronto, por más que la liturgia militar se mantuviera en determinadas manifestaciones públicas. Tampoco en esto el franquismo fue un fascismo. Ni lo fue en política exterior, donde el fascismo tiende al expansionismo, pero Franco, por el contrario, se limitó a contemporizar de la manera más pragmática posible con unos y con otros, tanto antes como después de la segunda guerra mundial. En materia territorial, el régimen de Franco se plegó a las condiciones generales de la descolonización en jovenlandia y en Guinea. Y en materia diplomática, apostó por criterios geopolíticos completamente objetivos: alineamiento con la órbita de poder norteamericana y paciente espera en la puerta de Europa. Pragmatismo, una vez más.
Contra liberales y comunistas
Dentro del estilo filosófico e ideológico sobre el que se asienta el fascismo, juegan un papel muy importante sus negaciones: antiliberalismo, anticomunismo, anticonservadurismo. El franquismo tuvo en común con los fascismos sus enemigos: el comunismo y el liberalismo, sin duda. Pero no todos sus enemigos, porque tanto el fascismo italiano como el nacionalsocialismo alemán declararon igualmente enemigos a los conservadores –de hecho, conservadores serán los que intenten dar de baja de la suscripción de la vida varias veces a Hitler-, mientras que Franco siempre tuvo en los sectores conservadores su apoyo principal. Y ello precisamente porque el franquismo no se inspiró en principios fascistas, sino tradicionales.
El franquismo fue, sí, un anticomunismo desde su mismo nacimiento, el 18 de julio de 1936 (cuando aún no había tal franquismo), hasta el testamento político del dictador, y en el comunismo halló el régimen una suerte de enemigo perpetuo. ¿Fue también un antiliberalismo? Lo fue, sin duda, en el aspecto filosófico, moral, pero no tanto por emulación fascista como por inspiración cristiana: los argumentos del régimen contra el liberalismo son los mismos que llevaron a Pío IX a condenarlo en el Syllabus de 1867. El franquismo fue también antiliberal en el aspecto político, pero con matices: siendo radicalmente ajeno a las formas del liberalismo democrático tal y como se impusieron en los regímenes parlamentarios, mantuvo sin embargo una estructura de división de poderes razonablemente moderna, en especial en lo que concierne al poder judicial. El franquismo no fue en nada, ciertamente, un liberalismo, pero se atuvo a determinados usos habituales en el espacio político de occidente, cosa que no ocurrió, por ejemplo, en la Alemania nancy. Y aún más ambiguas son las relaciones del franquismo con el liberalismo en el plano económico: siendo un régimen doctrinalmente a-liberal, partidario de la economía centralizada y dirigida, su práctica de gobierno fue más bien la de un “capitalismo de Estado” cada vez más liberalizado a partir de los años cincuenta.
Pero, entonces, ¿y las camisas azules y los himnos y el partido único? ¿No es eso estilo fascista? Sí. Y el fascismo, además de una ideología o una doctrina, es precisamente un estilo, como explicó ampliamente Armin Mohler. Ahora bien, toda esa liturgia, en los fascismos propiamente dichos, es inseparable de una tentativa de movilización de las masas, con la militarización de las relaciones políticas y con el objetivo de crear una milicia de partido. Pero el franquismo, por el contrario, muy rara vez trató de movilizar a nadie, más bien al revés. En vano buscaremos en el franquismo ese aire de movilización permanente en magnas concentraciones uniformadas, al estilo italiano o alemán. Ni siquiera en las liturgias masivas de “Coros y danzas”. En cuanto a las relaciones políticas, al margen de la retórica falangista (confinada por otra parte a la estructura del Movimiento Nacional), nunca se militarizaron; más bien siguieron un patrón jerárquico de tipo ancien régime, lejos del tono directo de “camaradería vertical” que caracteriza a las formas militares. Y, por supuesto, de milicia del partido, nada de nada: cuando acabó la guerra, la Falange mantuvo milicias, pero bajo el mando de militares como Muñoz Grandes. Por otra parte, aquellas milicias, prontamente desaparecidas, nunca tuvieron una función semejante, ni de lejos, a las otorgadas a las SA o a las SS bajo el nacionalsocialismo. Y respecto a la liturgia de Estado, no fue una liturgia de partido, sino, con frecuencia, una liturgia eclesiástica, sobre todo en los años del “nacional-catolicismo”.
Caudillo
Hay un rasgo académico del fascismo donde el parentesco con el franquismo es más claro: la tendencia específica a un tipo de mando autoritario, carismático, personal. El fascismo es inseparable de la figura del líder, Duce, Führer, Caudillo o como se le quiera llamar. También el franquismo es inseparable de la figura de Franco. Ahora bien, los fascismos estaban concebidos de tal modo que el movimiento podría sobrevivir al líder, no se extinguiría con él, mientras que en el caso del Caudillo español, por el contrario, nadie pensó en un “franquismo después de Franco”: desde fecha tan temprana como 1947 el propio dictador arregló las cosas para un cambio de sistema que implicaría la coronación de un Rey. Algo muy poco fascista.
Y otra cuestión crucial: todos los líderes fascistas son dictadores, pero no todos los dictadores son fascistas ni su estilo de mando se corresponde con las características del fascismo. Aquí intervienen innumerables elementos, desde el origen de la investidura dictatorial hasta el sistema de controles efectivos del poder que sirvan de contrapeso al dictador. Franco, que fue un dictador en el sentido que la ciencia política da a esa figura, en líneas generales carece de los elementos de carisma personal que caracterizan a los grandes líderes fascistas. En cuanto a su manera de ejercer el poder, resultó formalmente limitada por la progresiva institucionalización de consejos con funciones ejecutivas o consultivas específicas. Franco fue un dictador, sí, pero no un dictador fascista.
¿Hay que decir más? El fascismo implica una deificación del Estado, pero Franco nunca quiso hacer del Estado una religión. El fascismo se basa en la existencia de un partido único que actúa como vanguardia política y encarnación del pueblo-nación, pero el Movimiento resultante de la fusión de la Falange y el Requeté jamás gozó, ni siquiera en la primera época, de atribuciones de ese carácter. El fascismo es un totalitarismo que pretende encauzar por una sola vía todas las manifestaciones de la vida social, pero en la España de Franco siempre existió una pluralidad (ciertamente, controlada) de “vías”, desde las asociaciones católicas hasta el Ejército y el Movimiento, pasando por la burocracia del Estado o por las corporaciones económicas, por no hablar del poder fáctico de la Iglesia. El fascismo, en fin, como movimiento moderno que es, se asienta sobre una cultura de la movilización absoluta y permanente de las masas, pero el Movimiento rara vez buscó “movilizar” a masa alguna, e incluso al contrario, se le ha reprochado apoyarse sobre lo que Dionisio Ridruejo llamó “el macizo inconmovible de la raza”.
En la retórica de la política cotidiana seguiremos escuchando, sin duda, que Franco fue “un nancy y un fascista”, como dijo una vez la simpar Celia Villalobos, que, por cierto, antes de “progresista del PP” fue funcionaria de la Organización Sindical franquista. Pero si hablamos en serio, dando a cada cosa su apropiado concepto, la realidad es la que es. Franco no fue fascista jamás. Y su régimen –dictatorial, autoritario, sí- no fue un régimen fascista. Fue otra cosa. Y de sus filas e instituciones salieron los que enseguida iban a construir el actual sistema democrático.
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Quien ha visto y quien lo ve a Alfonso Guerra.
Alfonso Guerra habla claro sobre el fascismo de la izquierda
Rafael New
1 ago. 2018
Alfonso Guerra Contra la izquierda de salón
El país es el estado, el estado es el gobierno, el gobierno somos nosotros.......................
LA NATURALEZA DEL “FASCISMO”
Del mismo modo que genéricamente se llama a los partidos de esta familia como socialistas, no tiene sentido salvo por el ánimo de desviar la atención, el no llamar a esta variante de partidos socialistas por otro nombre genérico que no sea el de nacional-socialistas para referirse a todos ellos, sea el Partido Nacional Socialista de los Obreros Alemanes, el Partido Nacional Fascista o la Falange Española, y no por el de “fascistas” o “nazis”, pues de lo contrario queda difusa su naturaleza política y filosófica.
El nacional-socialismo no es la extrema derecha y a lo que más se parece es al socialismo marxista de su época, del que parte y al que añade incluso un punto de moderación respecto al comunismo de entonces al no pretender acabar con la nación, ni con la propiedad de las clases medias ya que su anticapitalismo iba enfocado principalmente contra los oligopolios del gran capital, o al propugnar en vez de la lucha de clases la colaboración entre ellas, sin dejar de ser al mismo tiempo un movimiento socialista antisistema, antiliberal y anticapitalista. Por las palabras de Mussolini comprendemos que el nacional-socialismo deseaba militar en la izquierda y combatir a la derecha, sin embargo fue expulsada por ella acusada de herejía política y para mayor enfado porque competía y triunfaba peligrosamente en algunos países comiéndole el terreno al socialismo marxista. Cómo buenos movimientos socialistas, tanto fascismo como comunismo comenzaron desde el principio a perseguirse, y sólo entonces será cuando el nacional-socialismo se descubra en su enfrentamiento a muerte junto a la incómoda derecha que detestaba compartiendo enemigo político y esperando que sea una circunstancia coyuntural. Y puesto que ambos socialismos radicales cobran fuerza en los períodos de crisis capitalistas, es en esas circunstancias también cuando los sectores de la derecha vieron en el nacional-socialismo, que era la segunda opción de una población con ánimos exaltados, como el mal menor frente a la revolución marxista, aunque tampoco fuera de su agrado.
El hecho de que ambos movimientos fueran socialistas no quita que tanto el socialismo marxista como el nacional socialismo se odiaran a muerte, puesto que competían en períodos de crisis tras la I Guerra Mundial y la Gran Depresión por ganarse a la clase obrera y a las clases medias. Las ideologías socialistas siempre se han perseguido entre ellas y puntualmente se han aliado contra un tercer y común enemigo político. Recordemos que la III Internacional o Comunista estalinista pasó de llamar “socialfascistas” a los partidos socialistas y socialdemócratas de la II Internacional para después aliarse con ellos en Frentes Populares contra el peligroso nacional-socialismo que triunfaba en Europa.
Años más tarde el socialismo marxista de Stalin dará otro giro en su política para espantar el enfrentamiento con Hitler y llegará a ponerse de acuerdo con el propio nacional-socialismo, firmando el pacto de no agresión Ribbentrop-Mólotov y con el que secretamente se repartirán la invasión de territorios en la Europa del este, lo que provocará la II Guerra Mundial, y en la que durante los dos primeros años la URSS socialista de Stalin será el principal suministrador de materias primas y de petróleo a la Alemania nacional-socialista de Hitler, y hasta que este decida invadirla.
Pero alianzas estratégicas puntuales aparte, lo que realmente encontraremos es que los socialistas se han pasado la mayor parte del tiempo persiguiéndose, ya sea entre comunistas y anarquistas, entre trotskistas y estalinistas, entre socialistas y socialdemócratas, entre comunistas y cristianos marxistas, etc. Por tanto no debe extrañarnos el repruebo visceral que se declararon socialistas marxistas y nacional-socialistas, sólo debemos apartar la propaganda de que eran ideologías en extremos opuestos. Tampoco debemos olvidar las purgas internas dentro de los propios partidos socialistas, ya que nadie ha asesinado a más comunistas que los propios comunistas, ni la purga que hizo Hitler contra sus camaradas, los “camisas pardas”. Sin lugar a dudas, el socialismo es la ideología más mortífera y genocida que ha dado la historia, y sólo el islamismo parece querer emularlo.
Para entender mejor la naturaleza de la ideología socialista, es recomendable sustituir el término “socialista”, aparentemente inocuo y lleno de buenas intenciones en pro de la sociedad, por el de “estatalistas”, pues todos los socialistas son realmente adoradores del Dios estado, y trabajan para que el estado sea omnipresente y totalitario.
Las variantes socialistas del pasado y del presente se deben clasificar por la cantidad de estatalismo que propugnan inyectar en la sociedad. En la cumbre están los socialismos radicales, comunismo y fascismo, que tratan de acabar con el libre mercado o de regular fuertemente la economía a través del estado, al que los ciudadanos también han de someter sus libertades en la construcción de la utopía socialista y los designios de su líder mesiánico para construir ese paraíso socialista en la tierra. Paraíso que siempre ha acabado en un infierno de muerte asesinando a millones de seres humanos, en miseria al eliminar la libertad de las personas para crear riqueza en sustitución de un ineficiente estado, y en opresión porque ha convertido a sus países en auténticas cárceles. Sólo el socialismo ha construido muros para que no escapen sus ciudadanos de su “paraíso”, como sucedió con el muro de Berlín.
Otra característica es que ambos socialismos tienen una filosofía anticristiana, pero con estrategias diferentes para acabar con su influencia. En el caso del nacional-socialismo alemán, que pone el citado punto de moderación respecto al comunismo, se toleraba a la religión cristiana como una circunstancia enraizada con el pueblo alemán, pero sin olvidar que era una “religión para débiles y de origen judío”, así que su estrategia era sustituirlo paulatinamente por su nueva religión racista de súper hombres y ritos paganos de los antiguos pueblos germánicos, llegando a sustituir los símbolos cristianos navideños por elementos inventados de aquella nueva religión nacional-socialista. El socialismo marxista por su parte sólo buscaba aniquilar de un plumazo al cristianismo a sangre y fuego, para imponer su mesiánica y dogmática religión socialista en su lugar. Una actitud hostil heredada en la actualidad.
Y dentro de los propios partidos nacional-socialistas encontramos más diferencias, el alemán representa su más ambiciosa formulación, y por tanto la que más se acerca en sus pretensiones al estalinismo de su época, pero puesto que el fascismo es una adaptación socialista al estrato histórico y socio-cultural de cada país, y por tanto más moderado en su carácter revolucionario, nos encontramos que en el caso italiano, sede de la Roma vaticana y del catolicismo, existe una mayor convivencia con el catolicismo sin mezclarse con él. Mussolini dejó a un lado su anticristianismo y empezó a ver a la religión como algo inevitable y además estrechamente ligada a la cultura de su país, para después incluso firmar los pactos de Letrán con la Iglesia. Y por su parte el nacional-socialismo español de la Falange dio un paso más en los años 30 y de persecución religiosa, acentuando su posición católica como un elemento cultural estrechamente vinculado a la idiosincrasia española. Basta pensar que tanto Italia como España han sido históricamente la punta de lanza del catolicismo universal.
Otra variación que hace el nacional-socialismo alemán en la distorsión que hace del marxismo es que mientras el socialismo pretendía exterminar a los “enemigos de clase” para construir el paraíso socialista, éste pretende exterminar a los “inferiores racialmente”, especialmente a los judíos, para implantar su propia utopía en la tierra. Una pretensión genocida que acercaba al nacional-socialismo alemán a los ilustres genocidas del socialismo marxista con 100 millones de víctimas a sus espaldas, pero que sin embargo hasta entonces no habíamos visto en Mussolini, el fundador de esta variante socialista, que incluso había llegado al poder con pocas víctimas mortales, ni mucho menos la Falange de José Antonio que no era un partido racista. Hitler representa la maximización del proyecto nacional-socialista, y aunque con el correr de los años quiera marcar distancias con el marxismo, su megalomanía lo hará más similar al proyecto de Lenin y Stalin.
Ahora entenderán mejor por qué los programas económicos de ambos movimientos socialistas son tan familiarmente similares, ocurre echando un vistazo al del PSOE de los años 30 comparándolo con la Falange de entonces, o si echamos un vistazo a sus herederos políticos, como pueden ser Podemos en España comparando sus medidas económicas con el Frente Nacional en Francia, pues a pesar de repetir erróneamente la propaganda de que unos pertenecen a “la extrema derecha” y otros a “la extrema izquierda”, en realidad son simplemente variantes socialistas antisistema y anticapitalistas, por la rama nacionalista e internacionalista.
Sin embargo, el socialismo marxista que ha asesinado a unas diez veces más que el socialismo de Hitler, sigue estando escandalosamente bien visto gracias a la propaganda que perpetúa las consignas que se remontan a tiempos de la Komintern. Mientras el nacional-socialismo que perdió la guerra fue justamente condenado al cajón de los horrores de la historia, y Hollywood nos los ha recordado con numerosas películas, mientras los medios, las editoriales, el cine y las universidades vinculadas con la izquierda nos sigue presentado al socialismo como un alto ideal para implantarlo en la sociedad.
Después de conocer todos estos hechos, supongo que le resultará más amargo para los miembros de la izquierda tener que defender el mito de que el “fascismo” es la extrema derecha y una consecuencia natural del capitalismo, como ha sostenido una propaganda que sólo se suspendió durante los años del pacto de no agresión de 1938, entre la Alemania Nacional Socialista y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, pues en aquel momento el periódico comunista francés, L´Humanité, pedía la alianza de los tres grandes partidos socialistas de Europa: el comunista francés, el comunista ruso y el nacional socialista alemán, para terminar en que los comunistas franceses colaboraban en camaradería con las tropas invasoras alemanas hasta que se produjo la invasión de la URSS.
Pero a pesar de todas las pruebas que mostremos, puede ser un ejercicio inútil, una gota de agua en el océano del agitprop de la izquierda y su apabullante propaganda, en la que no interesa la verdad ni el rigor histórico sino el seguimiento de las consignas y la estigmatización. Decía Lenin que “la mentira es un arma revolucionaria”, y en esta diatriba seguimos.
EL NACIONAL-SOCIALISMO RACISTA ALEMÁN
Hitler fue el discípulo aventajado de Mussolini, de hecho admiraba a Mussolini, el cual había alcanzado el poder en Italia una década antes. Hitler hará su propia escenificación del nacional-socialismo siguiendo los pasos de Mussolini pero exagerando su expresión, y siempre en la distorsión que hacen del marxismo los nacional-socialistas hasta hacerlo irreconocible para las mentes llenas de la propaganda de la izquierda. Hitler le añadirá al nacional-socialismo un fuerte componente racista y antisemita al sustituir el elemento del genocidio marxista de los enemigos de clase practicado por Lenin y Stalin, por el del genocidio de los inferiores racialmente o considerados parásitos de la raza aria, para construir al “nuevo hombre” y el paraíso que el nacional-socialismo prometía desde su religión pagana y que nada tenía que envidiar al estalinismo.
El partido de Hitler se llamaba Partido Nacional Socialista de los Obreros Alemanes, el NSDAP en alemán, cuyas siglas traducidas al español son PNSOA. Si volásemos la imaginación y pensásemos que el austriaco Adolf Hitler hubiera fundado su partido en España, entonces su nombre hubiera sido el de Partido Nacional Socialista de los Obreros Españoles, en vez de alemanes, y entonces sus siglas quedarían como PNSOE. ¿Le recuerda esto a otro partido socialista español?
Hay un pequeño artículo en el New York Times que recoge unas declaraciones de Joseph Goebbels en 1925, ocho años antes de que Hitler llegase al poder, cuando el partido Nacional Socialista de los Obreros Alemanes era un partido naciente y creciente, y que daba sus discursos en reuniones que se daban en cervecerías. Dice el texto, recogiendo las palabras de Goebbels:
“On the speaker’s assertion that Lenin was the greatest man, second only to Hitler, and that the difference between communism and the Hitler faith was very slight“
Es decir, que en el artículo Goebbels, futuro ministro de propaganda de Hitler y su hombre de confianza, consideraba que “Lenin y Hitler podían ser comparables, que Lenin era el hombre más destacado después de Hitler y que la diferencia entre el comunismo y las ideas de Hitler era muy pequeña”.
Como vemos estamos ante uno de los mayores éxitos de la manipulación y de la propaganda de la izquierda, el haber inculcado la idea de que el nacional socialismo es la extrema derecha, cuando en realidad se trataría en todo caso de la “extrema izquierda nacionalista”, pero en disputa a muerte por hacerse con el poder en competencia directa con el socialismo marxista.
Al igual que la mayoría tras repetir continuamente la palabra “nancy”, en vez de nacional-socialismo, han olvidado el nombre completo de este partido, tampoco parece que tras la esvástica hayan visto la bandera roja, pues la esvástica es recogida como símbolo de la superioridad de la raza aria de los pueblos germánicos (nacionalismo), pero detrás hay una bandera roja, y el rojo en la simbología socialista es utilizado como metáfora de la sangre obrera derramada tras incontables luchas obreras, como hace el socialismo y el comunismo.
También pude comprobar como Hitler en sus discursos y concentraciones también levantaba y cerraba el puño como cualquier socialista para arengar a sus partidarios. Si se fijan en las imágenes de 1933 que recoge un vídeo de la serie histórica “Apocalipsis Segunda Guerra Mundial-La Agresión” de National Geographic, podrán comprobarlo.
El espíritu anti capitalista de los socialistas se puede encontrar también y en línea lógica en los programas políticos de los partidos nacional-socialistas. Así que veamos algunos puntos del programa político del partido de Hitler, en los que se puede observar su absoluta adscripción a la ideología socialista:
- Demandamos que el Estado se comprometa a interesarse en primer lugar por las posibilidades de trabajo y de vida de sus ciudadanos. Si no es posible alimentar al conjunto de la población, conviene expulsar del Reich a los sujetos pertenecientes a otras naciones (los no ciudadanos).
- Exigimos la estatalización de todas las empresas que han existido hasta el presente bajo la forma de Sociedades (Trusts).
- Exigimos la participación [de los asalariados] en los beneficios de las grandes empresas.
- Exigimos la creación y protección de una sana clase media. La transferencia a las comunas de todos los grandes almacenes y el alquiler a precios bajos de sus locales a pequeños industriales, la rigurosa atención de todos los pequeños industriales por la provisión por parte del Estado, de los Länder [estados o provincias] o de las comunas.
- Exigimos una reforma agraria adaptada a nuestras necesidades nacionales, la promulgación de una ley que sustente la expropiación sin contrapartida de los bienes raíces en provecho de empresas de utilidad pública. La abolición de la renta territorial y la prohibición de toda especulación con bienes raíces.
- Con el objeto de permitir a todos los alemanes capaces y diligentes alcanzar un nivel de formación superior y acceder a puestos de responsabilidad, corresponde al Estado emprender el desarrollo sistemático del conjunto de la educación del pueblo. Los programas de estudio de todos los establecimientos escolares deben adaptarse a las necesidades de la vida práctica. Siempre que las propias facultades lo permitan, la escuela debe alcanzar de los jóvenes que comprendan el sentido del civismo (instrucción cívica). Exigimos la formación, a expensas del Estado, de los niños dotados intelectualmente de forma particular, pero nacidos de familias pobres, sin distinción de su pertenencia social o profesional.
- Corresponde al Estado mejorar la sanidad pública protegiendo a la madre y al niño, y prohibiendo el trabajo de los jóvenes, poniendo en acto todos los medios conducentes a promover la educación física, por la prescripción legal de la participación obligatoria en la práctica de la gimnasia y los deportes, y por el sostenimiento generoso de todas las asociaciones que se consagran a la formación física de la juventud.
- Para realizar todas estas reivindicaciones, exigimos para el Reich la instauración de un poder central fuerte; autoridad incondicional del Parlamento político central sobre el conjunto del Reich y, de forma general, sobre sus organismos, así como la creación de cámaras corporativas y profesionales encargadas de ejecutar en los diferentes estados federales las leyes básicas decretadas por el Reich.
No te lo he leído todo, poINFORMACIÓN Y OPINIÓN
El verdadero fascismo es el socialismo
La izquierda que llama fascistas y ultraderechistas a sus adversarios reúne ella misma muchas de las características y rasgos del fascismo. La "ofensa" descalificadora de "fascista" se lanza hoy con especial intensidad contra VOX, el partido que crece como la espuma y que el domingo 7 de octubre reunió a mas de 10.000 personas en Vista Alegre (Madrid) para celebrar su expansión en España, donde, como ocurre en muchos países del mundo, esa nueva derecha a la que las izquierdas llaman "ultraderecha" para demonizarla, está resurgiendo y atrayendo las simpatías de una ciudadanía cansada de ser engañada, manipulada y vapuleada por esa izquierda que se hace millonaria en el poder, corrompida, injusta y acostumbrada a gobernar en contra del pueblo y de sus intereses.
¿Que los que defienden el fin de las autonomías abusivas, el amor a España, la lucha contra la corrupción y el control de la inmi gración son fascistas de extrema derecha? Eso es difícil de creer porque entonces muchos millones de españoles serían fascistas. Mucho más fascistas son los que temen a las urnas y se niegan a convocar elecciones, como prometieron, y han tomado el poder sin los votos del pueblo, aliados con los que odian a España y se saltan las leyes.
En Ucrania, los ciudadanos echaron a la basura a políticos corruptos. En España todavía no.
Esa izquierda que llama fascista a todo el que le incomoda, piensa diferente o es un obstáculo para su control del poder está aterrorizada porque vislumbra ya el fin de sus días de poder. Saben que ellos son los verdaderos fascistas y temen que el pueblo, cuando se de cuenta, los repudie y los arroje al basurero, como ya está ocurriendo en muchos países del mundo.
¿Por qué creéis que la izquierda está siendo barrida en todo el mundo y sustituida por esos partidos a los que, para demonizarlos, los llaman "extrema derecha"? Porque la gente se está dando cuenta de que la verdadera extrema derecha fascista es la que gobierna corrompida, engaña, despilfarra y ha dejado de amar a la nación y a sus ciudadanos.
El verdadero fascismo es la arbitrariedad, el abuso de poder, la corrupción, el despilfarro, el endeudamiento enloquecido, el hundimiento de los valoresy un estilo de gobierno que acumula privilegios y ventajas para el partido, mientras olvida al ciudadano y el bien común, vicios todos ellos muy arraigados en la política española. Quizás la prueba del fascismo más atroz sea la naturaleza del actual gobierno de Pedro Sánchez, que ha pactado ventajas, facilidades e injusticias con los partidos golpistas y antiespañoles con tal de mantenerse en el poder. Nada hay más fascista que el poder a toda costa, sin respeto a los valores ni a la Constitución.
Fascismo es eludir el Senado porque no conviene a la izquierda que gobierna, cambiar las leyes porque a ellos les perjudican, cobrar impuestos abusivos como el de Sucesiones y Donaciones, repudiado por el 80 por ciento de la población, según las encuestas, financiar a los partidos políticos con el dinero procedente de los impuestos, recortar servicios vitales como la sanidad y la educación, dejar libres a los políticos que roban, sin obligarles a devolver el botín, hacerse multimillonarios gracias a la política, como ha ocurrido con Felipe González y otros muchos de su cuerda, o dejar a Andalucia sumida en la cola europea del atraso y la pobreza, a pesar de haber recibido de Europa más de cien mil millones de euros en ayudas.
Fascismo es trasladar los presos golpistas catalanes a Cataluña, donde la Generalitat los trata a cuerpo de rey, convirtiendo sus cárceles en hoteles de lujo. Fascismo es dedicar gran parte de los recursos policiales a escoltar y cuidar a los políticos y a sus familias, mientras el pueblo queda desprotegido. Fascismo es llenar las calles y plazas de España de pagapensiones ilegales, sin filtrar, a sabiendas de que entre ellos hay miles de delincuentes y vagos incapaces de trabajar, dispuestos a delinquir y a vivir de los subsidios y ayudas públicas. Fascista es alzar el puño izquierdo en público, como hacen Sánchez, Zapatero y otros muchos socialistas, exaltando con ese gesto el totalitarismo comunista, que es el peor de los fascismos, el más cruel y asesino de la historia,
Histórica y filosóficamente, el fascismo y el nazismo fueron dos formaciones surgidas del socialismo. Tanto Hítler como Musolini comenzaron sus carreras políticas en el socialismo y siempre se declararon socialistas.
Fascismo es resucitar el repruebo, acabar con el perdón y la reconciliación que se fraguaron en la Transición, convertir la revancha en Ley de Memoria Histórica y pretender no sólo remover los restos del dictador Franco, sino dinamitar la gran cruz del Valle de los Caídos, todo eso en contra de la voluntad popular mayoritaria, que desea que el pasado y los muertos descansen en paz.
Fascismo también es corromper la democracia, dominar desde el Ejecutivo a los poderes Judicial y Legislativo, haber eliminado la democracia interna en la vida de los partidos, comprar medios de comunicación, comprar voluntades con dinero público y pactar con los enemigos de España para mantenerse en el poder.
Aquel grito espontáneo de ¡¡¡Vosotros socialistas sois los fascistas!!!, acuñado en el pasado por los ciudadanos españoles frustrados, es la auténtica verdad, cuidadosamente ocultada por la izquierda en el poder y por sus medios sometidos.
Francisco Rubiales
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Lunes, 15 de Octubre 2018
Como vamos ha darnos cuenta de tus supuestas sapiencias si nos consideras unos demorados como mínimo.Los gente de izquierdas (progres) como buenos demorados, no se dan cuenta que el socialismo de Franco era mejor para ellos que el del PSOE.
- Mejores condiciones laborales.
- Vivienda más barata
- Más seguridad en las calles.
- Empresas públicas.
- Alquileres de renta baja
Echan pestes de algo que anhelan. Si quitamos la religión, que bueno si pasas de ella tampoco te influye tanto, el Régimen franquista era perfecto para los rojelios.