AyunRandiano, me sorprende mucho su aceptación de la superioridad judía, no tan lejos después de todo de la nordicista, pues si hay algo que les hace "superiores" es el hecho de prescindir de todo lo que es accesorio o inútil a sus propósitos, sean éstos de la naturaleza que sean. La diferencia entre ambos casos, es que el judío, a lo largo de la historia, ha aprendido a mimetizarse con el ambiente de manera aparente y superficial al tiempo de "contaminar" con su pensamiento creativo (destructivo más bien) a las sociedades de acogida pero sin desvelarles "su misterio". Su sociedad está cerrada al no judío y sus creencias marcan unas diferencias insalvables incluso para el iniciado que quiere acercarse ella. Es como pensar que por ser nuevo rico, la nobleza de estirpe te va a aceptar como uno de los suyos. A los sumo te dejarán entrar lo suficiente para obtener un beneficio. Y eso que no estoy hablando de religión o de destino manifiesto. Añada estos dos conceptos a la ecuación y tal vez entendería su modus operandi.
El caso del nazismo es diferente porque su supremacía la expone abiertamente, violentamente, lo que es contraproducente a su propia existencia, pues ante cualquier expresión de superioridad, provoca que el resto de excluidos se unan contra el enemigo común. Elefantes en cacharrería. No se trata de otra cosa. Desde un punto de vista racional, uno puede preguntarse si de verdad son tan superiores, cómo es que esa superioridad no se ponga de manifiesto para obrar el Bien y no para infligir sufrimiento y muerte... Uno sabe cuándo está ante una persona inteligente cuando sus palabras y actos mueven a imitación de manera natural. Lo otro es simple fuerza bruta deslumbrante incapaz de dosificar su energía e incapaz por tanto de hacer una carrera de largo recorrido.
Imaginemos dos personas, una sería ese tipo de inteligente vivaz pero autista al que no le afectan las convenciones sociales o los marcos de referencia bajo cuyo yugo la vida social es posible en paz y convivencia. Este personaje, aún sometido por temor a las represalias -pues no ha llegado a interiorizar ese "lenguaje común"- estará siempre un paso por delante del resto ya que su naturaleza le obligará a buscar constantemente resquicios en las leyes y costumbres de manera que obtenga su deseada recompensa, tanto en bienes materiales, como en satisfacerse con esa" chispa" de la que carecen los demás...
Por el otro lado, imaginen una persona bien dotada intelectualmente pero que es capaz de conectar con los demás, de comprenderlos hasta donde le sea posible y de comprender también lo necesario de mantener a salvo esas convenciones que después de todo son expresiones de una voluntad de convivencia perfilada a lo largo de los siglos.
Y ahora imaginen el grado de éxito de ambos personajes según la "sustancia" cultural de cada época sin olvidar el modo en que un cierto autismo (individual o étnico) se ha ido abriendo paso con éxito sobresaliente diría que a partir del S XV...
Hoy todo es pragmatismo al punto que diría que se ha convertido en una nueva religión cuyo panteón está poblado de diosecillos o aspirantes a serlo, en una carrera alocada por trepar a los lugares más altos. Y es que cuando se liberan esas pulsiones que definen al animal inteligente, la cultura resultante acaba siendo menos inteligente que animal: una carrera hacia la destrucción que se inicia con una fiesta en honor a la "libertad".
"Son los negocios, amigo, no es nada personal". Luego se quejan de que estamos gobernados por orates, como hablando con lengua de inocente que no acaba de entender que la "caja de Pandora" se abrió por fin con gran alegría -pero discreta- por parte de quienes mataban así dos pájaros de un solo tiro: el desarrollo de los negocios, la obtención de riqueza con la que comprar voluntades y conciencias, la propagación de ideas cuyo único fin (vendido como libertad individual) es socavar las fortalezas de la civilización "contraria" y por fin, conseguir el dominio absoluto, pues si hay algo que diferencie al librepensante occidental del judío, es que el primero ha perdido por el camino toda cohesión con el pueblo del que procede, operando como elemento disgregador, mientras el judío, pone al servicio de su "dios" y de su pueblo, los beneficios obtenidos.
Una carrera, la del occidental, acaba en la nada después de haberlo arrasado todo, como un espléndido estallido en una noche de feria. La otra, acaba de empezar...