No obstante, la sentencia de septiembre de 2014 de la Audiencia Provincial de València fue contundente respecto a la falsedad de tales afirmaciones. «Toda la prueba testifical practicada, a excepción de la denunciante y su pareja, acreditan que la agresión sensual no tuvo lugar en
el tiempo y forma en que fue denunciada». Por un lado estaban las versiones «cambiantes y contradictorias» de la pareja, que ya reflejaron en un primer momento los policías que acudieron al domicilio de Gandia alertados precisamente por el supuesto agresor sensual, quien huyó de la casa y estaba ensangrentado.
Los agentes incluso se percataron que al subir a la casa la mujer llevaba las mallas puestas debajo de un batín, y que posteriormente se las quitó, tratando de hacerles creer que estaba desnuda de cintura para abajo. De igual modo se contradijo varias veces sobre el objeto que le introdujo su supuesto agresor; un peine, un palo de escoba, un cepillo o los dedos -ninguno se halló en la habitación-.
Asimismo los agentes hallaron restos de sangre en la cocina, lo que coincide con la versión mantenida en todo momento por el hombre injustamente acusado. También se demostró que el novio de la supuesta víctima mintió, ya que sí estaba en la casa, según el testimonio de otro inquilino del inmueble. Un Juzgado de lo Penal de València lo condenó a un año y ocho meses y al pago de una multa de 1.440 euros por su testimonio falso para perjudicar a su casero, para el que el fiscal pedía hasta nueve años de prisión.