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-Infarto de miocardio -dijo el perito forense del Instituto Anatómico de Pussan de reciente creación.
-Pero, ...pero si le falta la cabeza -dijo la becaria poniendo los ojos a la occidental.
El perito forense achinó aún más los ojos de coreano cerrao que Dios le había dao, como queriendo examinar a la becaria.
-A ver si te crees tú que sabes más que el ordenador. Éso será porque le atropellaría un camión después supongo.
La becaria, como queriendo hacer méritos para que alguien reparara en su inteligente cerebro y no en su arrebatadora belleza insistió.
-A ver si es que el infarto le dio cuando vio venírsele el camión para encima.
El perito era de plantilla y sabía cómo funcionan las cosas en la administración coreana e intentó hacer valer su autoridad de oppa vejete.
-Mira, no te compliques, te he dicho un camión pero lo mismo podía haber sido un tren. Yo no sé si estaba tirado en el arcén una hora muerto esperando la ambulancia y le pasó un coche por encima, o se cayó sobre una máquina industrial tras haberle dado el infarto ante muchos testigos.
Ahí pone infarto de miocardio y está firmado por el director del instituto.
La becaria usó su aegyo coreano, que es una vocecilla infantil que usan como tu sobrina cuando te llama tito en vez de tío. Vamos, lo opuesto al marimandoneo (empoderamiento en neolengüés) que usan por aquí cuando se ponen en jarras con los pulgares por delante, pero igual de eficaz.
-Yo no puedo firmar infarto con las pruebas que veo.
El perito alzó los hombros como haciendo ver que la cosa no tenía nada que ver con él.
-Si quieres puedo llamar al director del Instituto a ver qué dice. Pero ya sabes que nunca está, que anda politiqueando por ahí y lo mismo tarda dos o tres días en ponerse con ésto.
-No podemos esperar, la familia querrá los restos. Y sin saber qué ha pasado... -insistio ella con su tono aegyo que tanto agradaba y a la vez exasperaba al perito forense de plantilla.
Pero perito era mu pagafantas y ante aquella exigencia velada de chantaje emocional llamó al sargento Kim de la Benetérita Corana que era quién mayormente solucionaba los casos dudosos en aquella morgue.
El sargento Kim era sargento porque quería. Todos los mandos que había tenido, sorprendidos por su eficacia, le habían recomendado para cursos de ascenso pero él siempre los supo eludir. La policía Benetérita coreana es una policía militar y por lo tanto nadie quiere ascender de sargento a teniente, ni de capitán a comandante. Por aquello de que ser cabeza de ratón es muchas veces mejor que ser cola de dragón.
El sargento Kim era un tipo de treintaymuchos/cuarentipocos mu bien llevaos. Alto para el estandard coreano 1'83. De cuerpo bien formado en entrenamiento militar y de ademanes gallardos y altaneros sin ser arrogantes. Tenía voz de mando sin alzar la voz y pelazo asiático y maquillaje oriental que suavizaba su fiera expresión y denotaba que era un tipo que se cuidaba y se depilaba.
Cuando llegó, el perito se había ido a comer y encontró a la becaria al microscopio mirando muestras junto a dos compañeras que discutían si teñir con anilina o con vaya usté a saber con qué para que las bacterias se hicieran visibles.
De un taconazo, como correspondía a su impoluto uniforme hecho a medida, se hizo visible y saludó con una profunda genuflexión que cogió por sorpresa a las jovenes que respondieron con otra genuflexión no tan profunda.
Entonces, sin abrir la boca tomó a la becaria con suavidad del codo y se la llevó a parte, junto a un ventanal por donde entraba a raudales el sol para que pudiera admirar sus anchas espaldas. Sus compañeras la veían desde el otro lado del laboratorio.
Entonces el sargento Kim habló en voz baja, pero con el tono más grave que daban sus cuerdas bucales cerca del oído de la muchacha.
La becaria mojó las ropa interior.
-Ha sido un suicidio con una motosierra. La familia no quiere que se sepa porque es un señor muy influyente y bla, bla, bla, verborrea convicente.
La becaria no se enteró muy bien de lo que el sargento Kim le contó pero acabó firmando lo del infarto.
Nota del Notta.- Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
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