En absoluto.
Para que se produzca una guerra civil es menester que existan dos bandos dispuestos a entablar combate, y en España sólo hay uno.
Y por favor, basta ya de comparaciones peregrinas. Es posible que la facción izquierdista de nuestros días esté emulando las obras y los modos de sus homólogos republicanos de principios del siglo XX, pero ¿a quién tiene enfrente?, ¿quién le planta cara?
El poder efectivo de la sociedad civil es inocuo, y la contestación en las calles inexistente.
La contienda de 1936 comenzó con el levantamiento de una facción del ejército, harta de los separatismos, el pistolerismo callejero, la anarquía social y la persecución religiosa. ¿Qué generales se van a sublevar hoy? No, no busquen ustedes, que ya se lo digo yo, ninguno. Hace 43 años, los próceres de nuestra patria montaron un autogolpe de Estado para purgar las fuerzas armadas y, una vez extirpado de ellas todo rastro de honorabilidad y patriotismo, las integraron en la OTAN, con el fin de tenerlas entretenidas en el extranjero bajo la atenta tutela del «amigo» americano.
Desengáñense, caballeros, si Pedro I «el Guapo» acaba instaurando una dictadura roja en nuestro país no será manu militari, sino a la búlgara, por aclamación popular y con millones de españoles aplaudiendo con deleite y fruición desde sus balcones.