"No quiero ir a un Chiquipark para adultos”: ¿cuándo se es demasiado mayor para ir a un festival de música?

Cirujano de hierro

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Si atendemos a las cifras y los carteles de los más recientes festivales, nunca: artistas veteranos y entradas VIP intentan atraer a los consumidores con mayor poder adquisitivo a bailar hasta la madrugada.


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Si alguna vez se ha sentido mayor mientras le ponen una pulsera en el punto de acceso a un festival de música, aquí va una buena noticia: en realidad, los festivales están en gran parte pensados para usted. “Al final, los festivales son para gente mayor, porque la generación que se los inventó es esa y de hecho, es quien programa los carteles. Los festivales se han quedado como una manera de sentirnos más jóvenes: son el modo de diversión natural para los viejunos”, dice Gerardo Cartón, autor de Así se baila el siglo XX (y parte del XXI). “Por eso los carteles apuestan por grupos que ya eran grandes en los noventa, porque buscan a ese público que por edad tiene poder adquisitivo y se puede dejar el dinero en el festival sin mirar el precio de las entradas y que compran los boletos VIP, que por más dinero te ofrecen una experiencia más cómoda, con menos colas y que por ello, al final, muchos encuentran justificado pagar”.

Máximo Lario, director de Bella Festival (en Marbella), explica que hay nombres del cartel por los que se apuesta precisamente para potenciar que el público sea más transversal, tanto en edades, como en gustos musicales. “Es significativo que en la franja de edad más adulta sigamos teniendo una demanda considerable. El 26,3% de público tiene entre 35 y 45 años, y un 20,3% de público tiene entre 45 y 54 años. Los jóvenes de 18 a 24 años suponen poco más del 10%”, asegura. Por su parte, Marc Tapias, jefe de prensa del Festival Cruïlla, explica que el 37% de los asistentes son hombres de más de 40 años y el 25% mujeres en la misma franja. “Tenemos muy en cuenta a nuestro público cuando se confecciona el cartel y de hecho, una de las cosas de las que estamos más orgullosos es la transversalidad de la propuesta, que permite a diferentes generaciones disfrutar del festival. Placebo es muy buen ejemplo: entre sus fans se encuentra un público más mayor, pero en los últimos años han sido capaces de atraer a nuevas audiencias”, asegura.

Rosa Fernández, directora de gestión de clientes musicales de DICE España, explica que entre estos asistentes se encuentran muchos de los llamados early birds (pájaros madrugadores). Es un término inglés que define al público que adquiere las entradas (generalmente, a un precio menor) cuando todavía no se sabe qué artistas van a actuar. “Los grandes festivales son masivos y su objetivo es vender entradas a un gran número de público; en este sentido, la programación busca satisfacer a públicos diversos y atraer a distintas generaciones. Se pretende no perder asiduos ni al público adulto, sí, pero también ganar nuevas audiencias”, explica.

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Miriam Mateu, fundadora del Festival de Lazareto, en Menorca, explica que su certamen está enfocado a gente de entre 28 y 45 años. “Nuestro festival es premium, y seleccionamos artistas icónicos que gustan a gente de una cierta edad, pero lo bueno es que al público de 25 años le está gustando también mucho. Por ejemplo, el año pasado, el que más vendió fue Kool & The Gang, una banda que triunfó sobre todo en los setenta, y cuyo concierto estaba lleno de gente de entre 25 y 35 años”. Mateu menciona un detalle aparentemente intrascendente, pero que marca qué tipo de público busca Lazareto: en el festival, las bebidas se sirven en vaso de cristal. “Esto ya segmenta el tipo de público”, asegura.



No solo música

Muchos veteranos recordarán un momento en que lo más sofisticado que se podía comer en un festival era un taco. Sin embargo, cada vez es más habitual que los festivales de música no presuman solo de cartel, sino de una oferta gastronómica premium. La segunda edición de Lazareto cuenta este año con el chef Paco Pérez, cinco estrellas Michelin, que para la ocasión incluso ha diseñado un menú degustación gastronómico que se servirá en el restaurante del festival antes del concierto. Cuesta 75 euros y se compone de siete platos. “Ahora mismo, los festivales están teniendo mucho éxito no solo por las actuaciones musicales, sino por la experiencia que se monta alrededor. Creo que lo interesante es que cohabita un público más premium y uno más joven”, señala Mateu. “Habrá quien vaya a ver atardecer, pique algo y se quede a tomar unas copas, pero también quien vaya al restaurante Michelin para ver después un concierto y tomar una copa en la terraza, como si estuviera en el bar de un hotel de lujo. Lo que segmenta la edad son esos extras que van alrededor de la actuación”, explica la fundadora del festival.

Marc Tapias señala que al ser el porcentaje de público mayor de 40 años cercano al 35%, Cruïlla se esfuerza especialmente por ofrecer una experiencia más cómoda para ellos. “Esto incluye diferentes opciones gastronómicas que se ajusten a todos los bolsillos, pero siempre teniendo en mente que en Cruïlla se pueda comer bien a unos precios razonables y cómodamente”, añade.


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Dos asistentes al festival Primavera Sound en Madrid descansan sobre la hierba.

Dos asistentes al festival Primavera Sound en Madrid descansan sobre la hierba.EUROPA PRESS NEWS (EUROPA PRESS VIA GETTY IMAGES)


Sin embargo, hay quien prefiere el clásico perrito caliente y la cerveza en vaso de plástico de toda la vida. “Digo un rotundo NO a los festivales pijos”, sentencia Araceli Segura, diseñadora gráfica de 48 años, veterana de festivales y miembro, en su día, del efímero grupo Les Biscuits Salés. “No quiero entrar y que parezca un Chiquipark para adultos. Ya sabes a lo que vas a un festival: si hay que descansar, te sientas en el suelo. Las zonas de descanso con sofás esponsorizados me dan mal rollo. La gastronomía en un festival a mí me da exactamente igual. Valoraría un baño limpísimo, pero eso es imposible. Lo que más valoro es que se oiga bien todo, algo que supongo que ya es por la edad, pero creo que es lo que sí hay que exigirle a un festival”.

Hugo García, de 49 años y responsable de comunicación de la sala madrileña Moby Dick, confiesa que con el paso del tiempo se ha ido dando cuenta de que le apetece seleccionar más y es más exquisito con los festivales al valorar cosas a las que antes no prestaba atención. “En los primeros FIB de mediados de los noventa te daba igual dónde dormir, qué comer, cómo ducharte… Ahora te vas fijando en que el recinto esté limpio, en que haya espacio para descansar y en que sea cómodo. Como tengo la tensión baja, valoro que haya café, que es algo poco habitual. También valoro que haya vino, porque me saturo de cerveza. Parecen chorradas, pero configuran toda la experiencia del festival. En el caso del Primavera Sound de Madrid, por ejemplo, no he ido al ver lo que se tardaba en llegar y en volver”, asegura.

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Para Máximo Lario, el responsable de Bella Festival, aunque hay una correlación entre el poder adquisitivo de cada rango de edad y el consumo, hay muchas sorpresas en este sentido. “No siempre se cumple la máxima de que a más edad, el poder adquisitivo y el consumo sean mayores”, matiza.
Pero entonces… ¿estamos ya viejos para ir de festivales o no? ¿Quién no recuerda tener 20 años y mirar con desconfianza al señor de 40 que está a su lado bailando al ritmo del mismo grupo? “El primer festival al que fui fue el Phoenix Festival, en 1993, en el Reino Unido, y estaba lleno de gente mayor. Supongo que allí hay más tradición musical e iba gente de todas las edades. Eso también pasa en el Coachella, parece que el público lo componen influencers simples, pero luego vas y hay muchos abuelos, como gente del showbusiness de Los Ángeles de toda la vida viendo grupos de toda la vida al sol”, recuerda Araceli Segura. Si cuando vaya al siguiente festival este verano se siente usted mayor, posiblemente sea porque lo es, pero no está solo: los festivales están hechos para usted. Las rara avis son ellos, los jóvenes. Al menos, entre el público.


“No quiero ir a un Chiquipark para adultos”: ¿cuándo se es demasiado mayor para ir a un festival de música?
 
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La música en vivo, si me permitís, me parece sobrevalorada.

Sobre todo en temas de grandes eventos y eso. Burbuja.
 
astutas borrachas tatuadas y calvos rata farloperos bebedores de Monster con camisetas de Hollister y gorras del Pull&Bear que se creen que tienen veintipocos años. Resulta que este año que se trasladan del IFEMA a la Colonia Marconi de Villaverde, tienen miedito de que los etnianos y los pagapensioness les metan un navajazo o les atraquen.


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Fui al Festimad de Móstoles el Soto allá por el 2003, y porque me regalaron la entrada. Ese día tocaba Marilyn Manson, lo recuerdo, yo fui por eso, porque era gratis para mí, no por los grupos. Los grupos todos la cosa, pero yo jamás había ido a un festival, fui básicamente, a ver qué tal era eso. De hecho no me quedé a ver a esos Marilyn Manson porque no eran mi rollo.
Muchas movidas y un suceso extraño de revuelta con locos implicados.
Si lo sé, no voy, no me gustó nada y no fue una gran experiencia ni mucho menos, todo lleno de drojados muy tocados, y para ese año, ese festival había perdido la esencia, según me han dicho familiares, los mejores Festimad eran a finales de los 90. Ese festival murió cuando decidieron celebrarlo en el Cerro de la Cantueña, y esa noche, la primera y única vez que se celebró allí, una pariente mía estuvo a punto de salir por los aires de la que se lió, llegó a resporar hasta arena, reyerta tremenda con la Nacional interviniendo. Todavía no sabe ni que paso para la que se lió, que cancelaron hasta loa conciertos.
Salió en todas las noticias.


En el año 2016 me fui a uno a Ávila en plena naturaleza, a uno light, muy muy light, que tocaba allí Manolo García, fui por verle básicamente, y era todo sanote, no es un músico que mueva locuras no a tocados de la cabeza como otros grupos variados. Y la experiencia fue la leche. Cero movidas, ni un altercado.
El tipo de música y grupos son muy importantes para saber cómo se desenvolverá el sarao.

Pero no me meto yo a un festival ahora ni aunque me paguen. Es más, ya me cuesta bastante meterme en un concierto hasta de artistas favoritos, como para ir a un festival.
 
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