"Nacionalismo era el nombre elegante de la xenofobia. Me habían transmitido que los vascos éramos mejores y que los españoles eran el enemigo"

Thom son

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TRAIDORES.


Cine
El "trauma" de la familia Viar
Mi padre se salió de ETA (y yo, su hijo, lo cuento en la película 'Traidores')
La historia de los primeros terroristas arrepentidos, a los que enseguida ETA llamó traidores, contada por el hijo de uno de ellos. El relato familiar aparece en 'Traidores', que se estrena hoy en la Seminci
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Jon Viar tenía ocho años cuando un día, viendo los informativos, su padre le confesó: «Yo también estuve en la guandoca».

El niño, con los ojos muy abiertos, empezó a preguntar. Corrían los años 90 en la localidad vizcaína de Getxo y ETA estaba en su realidad cotidiana. Estaba en las noticias de los tiros en la nuca que daba su progenitora, periodista televisiva; en las conversaciones de los adultos en casa; en las pintadas amenazantes de las calles.

Lo que Jon no sabía y supo entonces es que su padre, un reputado psiquiatra de Bilbao, había formado parte de la banda durante la dictadura. Poco a poco entendería también que, por salirse de la organización terrorista y además renegar del nacionalismo, muchos lo consideraban un traidor.

Aquel impacto emocional cobró forma cinco años después. Con los ahorros de la primera comunión, Jon, que soñaba con convertirse en Billy Wilder, se compró una cámara de vídeo Sony y se puso a rodar cortometrajes. Hoy estremece ver aquellas cintas. Él, tan chaval, se grabó como si fuera un etarra apuntando con una pistola a la cámara, matando a un amigo que hacía de Miguel Ángel Blanco en medio del monte. Interpreta a un secuestrado, a una víctima asesinada, a un mercenario de los GAL. Emula la explosión de un coche bomba con un minúsculo cochecito de juguete y un petardo.

«A mí me fascinaba el cine y con el cine supongo que intentaba afrontar el infierno que me rodeaba, escapar del horror. La mía es la historia de un niño que hereda el trauma de su padre e intenta explicarse cómo pudo estar en ETA».

A punto de cumplir los 35 años, ese trauma ha cristalizado en una película que se estrena hoy en la Seminci de Valladolid. Se llama Traidores y es un singular documental de introspección familiar, casi como El desencanto de los Panero, en el que el niño que filmaba atentados -director de los cortometrajes Síntomas (2014) y Derbi (2018)- conversa ya de adulto con su padre, Iñaki Viar, y con otros cinco vascos que, como él, militaron en la primera ETA y luego renegaron. Todo surge de una pregunta: «Aita, ¿por qué te metiste en ETA? ¿Por qué lo hiciste?».

UN LINAJE NACIONALISTA
Hay que echar la vista atrás para comprender el momento en el que Iñaki Viar Echevarría (Bilbao, 1947) entró a militar en ETA. Iñaki recalca el peso del «linaje», de los valores nacionalistas que le transmitió su familia. Su bisabuelo, Nicolás Viar, fue un conocido abogado bilbaíno amigo personal de Sabino Arana, autor de obras de teatro de costumbrismo vasco y detenido cuando Franco tomó Bilbao. Su abuelo materno, Benjamín Echevarría, estuvo condenado a fin, aunque escapó. Y su padre, Jon Viar, combatió con los republicanos, estuvo preso en campos de concentración y pasó dos años en el exilio francés. Y en el exilio conoció a la que sería su mujer.

En la película, Viar padre se quita una máscara como metáfora de su ruptura con ETA y con el nacionalismo. ALBERTO DI LOLLI

En la película, Viar padre se quita una máscara como metáfora de su ruptura con ETA y con el nacionalismo. ALBERTO DI LOLLI
En casa, Iñaki escuchó las desgracias familiares, la historia de un pueblo vasco sometido por España, la historia de una lengua humillada, casi sagrada, aunque sus padres no la hablaban. «El nacionalismo, como la religión, se transmite ligado al amor familiar. Te sientes en el deber jovenlandesal de defender la causa de tus antepasados, la causa de tus padres», cuenta a Crónica. Y así, cuando en 1963, con 16 años, dos amigos de su cuadrilla le ofrecieron entrar en ETA, apenas se lo pensó. Le pareció algo honroso, justo, digno, obligado. «Aún no sabía lo que era ETA. Me hablaron de la liberación de la patria vasca y de la liberación social, de que no sería algo burgués como el PNV. Ya entonces surgió con una cierta inclinación a la violencia: había que enfrentarse con el Estado».

Nunca hubo una ETA buena. Nos enfrentamos a Franco, pero no éramos héroes ni demócratas. ETA era una organización racista, siempre lo fue. Como Bildu
Y llegó su primera «acción»: recorrer 15 kilómetros en bici y romper la placa en memoria de los caídos que lucía la iglesia de Santa María de Getxo. «Ayudábamos a los liberados, robábamos documentación de coches, recolectábamos dinero, distribuíamos el Zutik [el boletín interno de ETA]...», recuerda. Con 21 años lo detuvieron por propaganda ilegal y pasó alrededor de un mes en la guandoca de Basauri.

Un año después comete el atentado que marcará su vida: colocar, junto a otros tres miembros de ETA, una bomba en el sótano de la antigua Bolsa de Bilbao que explotaría por la noche y que, según le dijeron, no causaría víctimas. El artefacto no llegó a explotar, pero a Iñaki -al que en ETA llamaban Txato, como el empresario asesinado de Patria- lo acabaron arrestando. Fue poco después, el 22 de abril de 1969, cuando salía de la Facultad de Medicina de Valladolid, donde estudiaba. Lo llevaron a la comisaría de la Policía en Bilbao y en el calabozo le torturaron. «Tenían toda la información sobre mí. Habían detenido a muchos y todos habían ido cantando. Te golpeaban y te pegaban hasta que admitieras lo que querían y firmases la declaración».

Así empezó su periplo por varias cárceles, incluida la de Segovia, de la que intentó fugarse. Sin embargo, ya en su primer año preso se transformó. «En la guandoca coincidí con dirigentes comunistas en la clandestinidad, con sindicalistas de CCOO, con presos andaluces, madrileños... Y descubrí que yo no era distinto de ellos. Que el nacionalismo era el nombre elegante de la xenofobia. Esa idea que me habían transmitido de que los vascos éramos mejores y que los españoles eran el enemigo, que es la base de todo, de pronto me pareció una absoluta sandez».

LA "LEY" DEL TERRORISTA
En la película, Iñaki le dice a su hijo: «El nacionalismo se me cayó como ideología», y, a modo de metáfora, se quita una máscara con la nariz aguileña de los Viar. Aunque el padre detalla que fue algo más que eso: un cambio profundo que opera por dentro. «El terrorista es alguien que obedece a una ley que obliga a reprobar y después a apiolar. Yo, junto a otros, rompí esa ley. Traicioné todo eso y lo digo con orgullo, porque por fin empecé a pensar por mí mismo».

Por entonces, año 1970, Iñaki Viar se situó en una de las escisiones de ETA, izquierdista y no nacionalista, denominada ETA VI Asamblea, que abandonó la violencia, optó por el trotskismo y acabaría convergiendo nada menos que con una organización española, la Liga Comunista Revolucionaria. En una visita a la guandoca, relata, se vio «jovenlandesalmente obligado» a contarles a sus padres, del PNV y creyentes, que ya no era nacionalista. «Les arañé el alma», dice. Él bajó la cabeza; ella le miró sin comprender. Ya por entonces los presos de ETA que querían seguir matando -y que tanto matarían: 802 de sus víctimas (el 95%) murieron tras fallecer Franco- lo llamaron traidor.

Y llegó el juicio. Aquel otoño de 1970, Viar fue sometido a un Consejo de Guerra Sumarísimo que precedió al célebre Proceso de Burgos, que condenó a fin a nueve miembros de la dirección de ETA, entre ellos Mario Onaindia y Teo Uriarte, que también participa en el documental junto a otros cuatro «traidores»: el escritor Jon Juaristi, el antropólogo Mikel Azurmendi, el periodista Ander Landaburu y el escritor Javier Elorrieta.

Con el cine supongo que intentaba afrontar el infierno que me rodeaba. Con 13 años rodé un corto donde yo disparaba a Miguel Ángel Blanco
El hijo
A Iñaki las autoridades de la dictadura le condenaron a 20 años de guandoca por terrorismo, por aquel atentado contra la vieja Bolsa de Bilbao. A ello se añadirían varios años más por desacato. «En el juicio hablé en euskera y les dije que no reconocía la legitimidad del tribunal», recuerda. Lo mismo que harán los miembros de ETA durante tres décadas más, con la diferencia sustancial de que España habrá dejado de ser una dictadura y de que la Ley de Amnistía de 1977 los sacó a todos de prisión.

«Con la amnistía salimos todos, no quedó ni un preso político en la guandoca», reivindica ahora. Pero, mientras él y otros muchos se reinsertaron en la sociedad -Iñaki se convirtió en un importante psicoanalista con consulta y empezó a dar clases en la Universidad del País Vasco-, otros decidieron seguir con la sangre.

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Condenado a más de 20 años de prisión, Iñaki Viar sólo cumplió ocho gracias a la amnistía de 1977, que excarceló a todos los miembros de ETA, del FRAP... En las imágenes, cuando fue recibido con júbilo a su llegada a Bilbao. ÁLBUM FAMILIAR

Condenado a más de 20 años de prisión, Iñaki Viar sólo cumplió ocho gracias a la amnistía de 1977, que excarceló a todos los miembros de ETA, del FRAP... En las imágenes, cuando fue recibido con júbilo a su llegada a Bilbao. ÁLBUM FAMILIAR

Ese mismo año Arnaldo Otegi, miembro de ETA político-militar, huía a Francia. Dos años después, secuestraba al empresario Luis Abaitua. Y, cuando ETA pm dejó las armas, se fue con su escisión violenta, los milikis, para saltar finalmente a ETA-militar, la que se despidió hace ahora nueve años. En Traidores aparece el Otegi del año 2000 refiriéndose a cuatro miembros del comando Bizkaia que murieron al estallar la bomba que portaban en el coche como «cuatro jóvenes patriotas vascos, cuatro independentistas vascos que han luchado por su país», «cuatro compañeros». «El futuro de este país lo vamos a conquistar peleando, lo vamos a conseguir luchando...», añade. Al hospital bilbaíno de Basurto, donde se les practicaba la autopsia, se acercó también el entonces parlamentario de Herri Batasuna Josu Ternera.

UN NIÑO ATORMENTADO
Esa ETA, la aclamada por Otegi en los años 90 y 2000, fue la que su hijo Jon vivió desde niño. Nacido el 20 de noviembre de 1985, justo diez años después de morir Franco, su primer recuerdo le remite a su progenitora dando la noticia de un coche bomba que, no muy lejos de su casa, en Erandio, había apiolado a un niño de dos años, hijo de un guardia civil, y herido a su hermano gemelo.

También se le quedó en la memoria, con nueve años, el asesinato del concejal popular de San Sebastián Gregorio Ordóñez, al que su progenitora conocía bastante por su trabajo. Así, gota a gota, bomba a bomba, Viar hijo empezó a ser «consciente de cada atentado de ETA», mientras el silencio prevalecía fuera de las paredes del hogar familiar.

El chico tenía 11 años cuando, en julio de 1997, ETA asesinó, tras 48 horas de chantaje, al joven edil del PP de Ermua Miguel Ángel Blanco. Aquel crimen conmocionó a la sociedad vasca, que por primera vez salió masivamente a la calle a clamar contra el terror. Cuando a los 13 años tuvo su cámara de vídeo, Jon también actuó: filmó el secuestro de Miguel Ángel y su asesinato en el monte. Un amigo aparece de rodillas, encapuchado, y él le pega un tiro.

En el País Vasco sigue habiendo miedo, continúa la sombra de la fin. Nadie se atreve a poner una bandera de España en su casa
El padre
Con el asesinato de Blanco su padre dio un paso al frente. Junto a un grupo de intelectuales, algunos ex miembros de ETA como él y otros procedentes del comunismo antifranquista, fundó el Foro Ermua. Uno de ellos era el columnista de El Mundo José Luis López de Lacalle, a quien Franco encarceló y la banda terrorista mató en el año 2000. Tras su asesinato, su amigo Viar participó en la rueda de prensa que el Foro Ermua convocó para condenar el crimen. Tras la mesa se apretujaba una decena larga de los fundadores ante apenas un par de periodistas. «Todos escribían artículos en prensa. Miré a mi alrededor y todos estaban escoltados menos yo», dice Viar. A ojos de su antigua organización y sus satélites, uaqellos hombres y mujeres -el pintor Agustín Ibarrola, el poeta Vidal de Nicolás...- eran fascistas.

ETA mató a varios de los renegados, desde Yoyes a uno de los compañeros de comando de Iñaki, Mikel Solaun, que se arrepintió de colaborar en un atentado y avisó del lugar donde los etarras habían colocado un explosivo. También a Teo Uriarte estuvieron a punto de matarle.

Al padre de Jon no le llegaron amenazas explícitas. A su progenitora sí. «A mi mujer la citaron en el Zutabe [el boletín que sustituyó al Zutik] de ETA como una periodista que trabajaba para España», evoca Iñaki. «Era una auténtica amenaza de fin. Cuando lo leí, me golpeó el pasado como una sacudida terrible. Pensé: yo tengo mi parte de responsabilidad en esto, yo participé en crearlo. Tus hechos, sobre todo los de condición jovenlandesal, te persiguen durante toda la vida, incluso los de hace 40 años».

Parece que hablar de ETA es de mal gusto. Te dicen: 'No seas pesado'. Pero hay que desenmascarar a Otegi y compañía
El hijo
Con el paso adelante de su padre y la exposición de su progenitora, con los atentados contra figuras cercanas (Fernando Buesa, López de Lacalle, Gorka Landaburu), Jon empezó a sentir «el miedo». Si antes había sido espectador, ahora se sentía parte. La familia empezó a tomar precauciones.

-Jon: Yo a mi padre le veía muy tocado. Está muy tocado: tiene un sentimiento de culpa que aún arrastra por haber participado de aquello. Es una tragedia que no desaparece, que es incurable, que, como dice él, no se elimina nunca.

-Iñaki: No hay una ETA buena, nunca la hubo. Nos enfrentamos a Franco, pero no éramos héroes. ETA era una organización racista, siempre lo fue. Como Bildu hoy. No éramos demócratas; no sabíamos lo que era eso. Pero la izquierda lo idealizó, y esa fue la gran mentira.

"SIGUE HABIENDO MIEDO"

¿Y hoy?

-Jon: La gente sigue teniendo miedo. Y hablas de esto y te dicen: «No seas pesado». Le enseñé la película a unos amigos de Bilbao y se quedaron flipados, no sabían toda esta historia. Parece que hablar de ETA es de mal gusto. Y enseguida te sitúan en el PP o en Vox, cuando no se trata de eso. Hay que desenmascarar a Otegi y compañía. Hubo quienes hace mucho tiempo vieron que esto no podía ser, que transitaron hacia la izquierda, el progresismo y el constitucionalismo, como Mario Onaindia, Teo Uriarte, mi padre... Sé que es una película delicada, que mucha gente no quiere matices. Pero era lo mejor que podía aportar: contar, desde un punto de vista subjetivo, cómo mi biografía familiar me estalló, y cómo intenté salir del horror.

-Iñaki: En el País Vasco sigue habiendo miedo, continúa la sombra de la fin. Nadie se atreve a poner una bandera de España en su casa, nadie se atreve a llevar a sus hijos al colegio con la camiseta de la selección. Ya no dan el pasaporte, pero pueden atacar tu casa, tirarte un cóctel molotov. Han conseguido cambiar el mapa electoral: cientos de asesinados, miles de amenazados, miles que se han marchado... Y ahora -dice con pesar- se desmonta el gran pacto de la Transición.

Jon Viar ha sacado adelante Traidores «con cuatro duros». Producida por Mgc en coproducción con Hiperkinesis y RTVE, que ha prestado imágenes de su archivo, no cuenta con ninguna subvención de EiTB ni del Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos (Gogora). El organismo, dependiente del Gobierno de Urkullu, ha rechazado apoyar la película porque «no aborda la recuperación de la memoria democrática de Euskadi» ni «la recuperación de la memoria histórica y la clarificación de la verdad de la memoria reciente, desde la perspectiva de defensa de la democracia y los derechos humanos».
Mi padre se salió de ETA (y yo, su hijo, lo cuento en la película 'Traidores')

PD: entretanto el PSOE de Sánchez co-gobernando con Bildu y sosteniendo la xenofobia racista de los separatistas catalanes.
 
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