“Nuestra misión es que esas incursiones no se produzcan y, si se han dado, que no se repitan. Que quien entra o intenta entrar se vaya por donde ha venido. Nuestro objetivo es desescalar. Estamos en tiempo de paz, aunque por el ruido de los tambores parezca otra cosa. Las normas en caso de conflicto serían distintas”, advierte.
Eso no significa que la situación no entrañe riesgos. “Somos una alianza defensiva y no tenemos voluntad alguna de que estos incidentes vayan más allá. Pero no sabes cuál es la actitud del que tienes enfrente y puede ser enormemente agresiva”.
Quizá por eso, Turquía ha preferido dejar su defensa aérea bajo control de la OTAN, contar con el plus de legitimidad que le otorgan los 28. Presenta ventajas, pero también limitaciones. Aunque desde Torrejón se puede ver todo lo que vuela en Siria, “yo oficialmente no miro. Me ciño milimétricamente a mi mandato, que acaba en la frontera”.
Pertenecer a un club como la OTAN tiene sus paradojas. El número dos de Servert es un general griego, en cuyas manos queda la defensa de Turquía cuando él no está. Pero eso no es inconveniente. “Cuando cruzas esta puerta te olvidas de qué país eres”, asegura.